sábado, 21 de abril de 2007

La casa del exterminio DINA

Casa de exterminio de la siniestra DINA , policía represiva de la dictadura de Pinochet, recientemente descubierta por la investigación judicial. A diferencia de otros centros de tortura, la casa de Simón Bolívar 8030, fue un lugar horror, del cual no hay sobrevivientes. Familiares y amigos se reunieron el pasado Viernes Santo para conmemorar a todos los compañeros que hasta hoy se encuentran desaparecidos y denunciar el silencio y la complicidad del poder político, en la impunidad de los responsables .

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Los “delfines” que exterminaron al PC

Por Jorge Escalante y Javier Rebolledo /La Nación Domingo

La investigación del juez Víctor Montiglio descubrió la existencia de un grupo de elite de la DINA, llamado Delfín, creado especialmente por Manuel Contreras y Pinochet para exterminar a la cúpula del PC. Cincuenta procesados abrieron al juez la parte más cruda de la dictadura.

El mocito de 15 años recibió la subametralladora Mack-10 y el maletín de manos del coronel Manuel Contreras, y luego inclinó su cabeza ante el jefe operativo de la DINA. Le habían enseñado que así debía hacerlo cada vez que el Mamo llegaba a su casa en Pocuro con Antonio Varas, en Providencia. “Mira, huevón, tenís que estar más atento cuando llega el jefe y te entrega sus cosas. Y de aquí en adelante le vai a hacer una reverencia con la cabeza cuando llegue, porque aquí la huevá no anda al lote. Y lo vai a tratar de mi coronel, nada de señor Contreras. Esto no es un club social, esta huevá es la DINA”, le había gritado furioso el suboficial Olmedo, uno de los escoltas de Contreras, mientras lo agarraba del pelo y presionaba su frente con una pistola.

Después del episodio, el “Mamo” se retiró a descansar y esperó que el mocito sirviera la cena. El joven llegó a la casa un día de 1974, recomendado por la esposa del general Galvarino Mandujano, quien le habló de él a María Teresa Valdebenito, esposa de Contreras.

Luego, todo sucedió muy rápido. Tras una breve preparación militar, el mocito pasó a integrar la Brigada Lautaro de la DINA, primero en un departamento del piso 19 de la torre 5 del complejo San Borja, en el centro de Santiago, y después en el cuartel de Simón Bolívar 8630, en La Reina.

La brigada nació para brindar protección a Contreras y su familia, pero a partir de 1976 ese objetivo se desvió para ayudar a matar comunistas.

Presa del morbo, al mocito le atrajo todo. Presenció torturas, escuchó los gritos de dolor y vio correr la sangre de los dirigentes del PC. Una vez, incluso, tuvo que contener la respiración para no gritar cuando sus jefes utilizaron un soplete para borrarle las huellas dactilares y una cicatriz al cadáver de un militante comunista.

Treinta años después, perseguido por su conciencia, se decidió a contar lo que había vivido. En enero pasado enfrentó a los funcionarios de la Brigada de Asuntos Especiales y Derechos Humanos (BAEDH) de la Policía de Investigaciones, y después habló con el juez Víctor Montiglio, que instruye el proceso acerca del secuestro y desaparición de la primera dirección clandestina del Partido Comunista en mayo de 1976, conocido como calle Conferencia.

Después de él, otros ex agentes también comenzaron a hablar. Así se han ido develando episodios desconocidos de la represión: el exterminio de los dirigentes clandestinos del PC en el cuartel de Simón Bolívar, la existencia de la Brigada Lautaro y, sobre todo, la formación del grupo de elite Delfín, comandado por una de las estrellas de la DINA, el capitán de Ejército Germán Barriga Muñoz.

Con un alicate

“En el cuartel de Simón Bolívar, después que los mataban, a todos los detenidos se les quemaban las huellas dactilares y las cicatrices del cuerpo con un soplete a parafina. Además, se les sacaban los relojes, los anillos y las tapaduras de oro de los dientes”, relató el mocito en el proceso.

A veces, las escenas no tenían nada que envidiar a los campos de concentración nazis. Un ex agente, a quien identificaremos como Vicente Medina, vio a su compañero Sergio Escalona Acuña tendido sobre un cadáver que tenía la boca abierta , con un alicate en la mano. El Negro Escalona, como le decían al infante de Marina, trabajaba afanosamente. “En los camarines, él sacaba a los muertos las tapaduras de oro. Nunca supe si se quedaba con el oro o lo entregaba”, contó. (Salvo el mocito y Medina, el resto de los nombres que aparecen en esta crónica son reales).

Escalona era un comando y fue –junto a otro infante de Marina, Bernardo Daza Navarro, alias “El Chancho”– uno de los primeros refuerzos que la Armada traspasó a la DINA en abril de 1974 para integrar la Brigada Lautaro. Su jefe fue el mayor de Ejército Juan Morales Salgado. Los antecedentes que ha establecido la investigación del juez Montiglio revelan a Daza y Escalona como dos peligrosos asesinos, preparados para todo.

Según declaran otros ex agentes, estos dos personajes se peleaban a los comunistas para torturarlos. Fueron ellos los que, junto a Juvenal Piña Garrido, alias “El Elefante”, mataron al secretario general del PC en la clandestinidad, Víctor Díaz.

Piña ya confesó: fue él quien lo asfixió con una bolsa plástica mientras Daza y Escalona lo sujetaban. Y la teniente de Ejército Gladys Calderón Carreño, que se decía enfermera, esperó a que terminaran y le inyectó cianuro en la vena, para asegurarse de que estaba muerto.

El mocito fue quien recibió el cuerpo, ya envuelto en un saco y con un trozo de riel amarrado al cuerpo. “Trasladé el cuerpo de Víctor Díaz hasta el estacionamiento del cuartel y lo metí en la maleta de un auto”, dijo. Desde ahí lo llevaron hasta Peldehue, al norte de Santiago, y lo subieron a un helicóptero para tirarlo al mar junto a los cadáveres de otros prisioneros.

Navidad de 1976

Las navidades en cautiverio eran tristes, pero aquel 24 de diciembre de 1976, el mocito tuvo un gesto humano. Esa noche, cuando el Chino Díaz llevaba algunos meses prisionero en Simón Bolívar, los guardias Emilio Troncoso y Guillermo Ferrán fueron llamados a prestar seguridad a la nueva casa del “Mamo” en calle Príncipe de Gales, donde se celebraba una regada fiesta. Así, el joven ex agente quedó solo con su prisionero.

“Esa noche en el cuartel nos dieron un pavo asado y algo para tomar. Como quedé solo, llevé la comida al casino del cuartel y fui al calabozo a buscar al Chino Díaz para que comiéramos juntos. Estaba sorprendido por mi corta edad y por las cosas que tenía que hacer y que ver. Después lo llevé de vuelta al calabozo”.

Pero aquel episodio fue sólo un paréntesis en medio del horror que rodeaba al mocito de Contreras. En otra ocasión, mientras torturaban a la dirigente comunista Reinalda Pereira, el capitán Barriga le pidió que le llevara café y bebidas para tomarse un descanso. “A esa mujer la torturaron brutalmente, y ella clamaba para que pararan porque decía que estaba embarazada. La teniente Calderón chequeó que eso era efectivo, pero igual el capitán Barriga siguió con las torturas y la corriente. Estaba en muy mal estado y empezó a pedir que la mataran. Murió unas tres horas después, en el gimnasio del cuartel. La teniente Calderón le inyectó cianuro en la vena para asegurar su muerte”.

Participando en el crimen de Pereira –desaparecida como todos los dirigentes comunistas que llegaron a Simón Bolívar–, el mocito vio también aquella tarde a la agente de la Armada Teresa Navarro Navarro y al oficial de Carabineros Ricardo Lawrence Mires, apodado “El Cachete Grande”, otra estrella de la DINA.

Vicente Medina, también testigo de la tragedia de la mujer comunista, dice que participaron en su muerte “El Elefante” (Piña Garrido) y Claudio Pacheco Fernández, agente de Carabineros. “Poco después de que murió, el agente Pacheco usó un soplete para quemar a Reinalda Pereira sus huellas dactilares”, dijo Medina, quien reconoció a la dirigente en un set de fotografías que le mostraron en el tribunal.

En “Casa de Piedra”

Junto a Fernando Ortiz Letelier, otro de los dirigentes comunistas asesinados en el cuartel de Simón Bolívar, Vicente Medina vio llegar a ese lugar a “cerca de ocho personas”, antecedente que coincide con el arresto masivo de la segunda dirección encubierta del PC, en diciembre de 1976. En este grupo estaban Reinalda Pereira, Waldo Pizarro –esposo de la fallecida presidenta de la AFDD, Sola Sierra– y Fernando Navarro Allendes, entre otros.

“En las fotos que se me muestran puedo reconocer al señor Navarro como uno de los que llegó detenido junto a Ortiz. A Navarro lo mataron con una inyección que le aplicó la teniente Calderón”, dijo Medina.

Hasta ahora se sabía que Augusto Pinochet concurrió un día de 1976 hasta la llamada Casa de Piedra, en el Cajón del Maipo, para ver a Víctor Díaz, que por esos días estaba detenido allí. Pero nuevos antecedentes de la investigación indican que Pinochet habló en ese lugar con al menos otros once comunistas presos.

“Llegué a la Casa de Piedra y vi que estaba el coronel Manuel Contreras, el mayor Juan Morales y el capitán Barriga, junto a once miembros de la cúpula del Partido Comunista. Estaban Víctor Díaz, Pizarro y otro llamado Zamorano [Mario]. Entonces llegó el general Pinochet y conversó con todos ellos, pero especialmente con Díaz, quien le dijo al general que atacar al PC era como sacar el agua del mar con un balde”, declaró Lawrence.

NACE DELFÍN

La nueva fase de investigación de la BAEDH y el juez Víctor Montiglio en este juicio ya suma sobre 50 procesados, transformándose en la causa por violaciones de los derechos humanos con mayor cantidad de agentes encausados hasta ahora.

Entre los múltiples nuevos antecedentes descubiertos se logró determinar el origen del grupo de exterminio Delfín, a cargo del entonces capitán Barriga. Don Jaime, como se hacía llamar Barriga, se suicidó el 17 de enero de 2005 lanzándose desde un edificio en un barrio de Las Condes.

Según coinciden varios ex agentes, entre ellos el mocito, Vicente Medina e incluso Juan Morales, el ex jefe de la Lautaro, la formación de Delfín fue un parto difícil. Su constitución fue una decisión de Contreras y Pinochet, que la formaron para que se dedicara exclusivamente a exterminar a los dirigentes clandestinos del PC.

El grupo llegó a instalarse a Simón Bolívar a comienzos de 1976, y tuvo siempre línea directa con el jefe de la DINA, sin pasar por el jefe de la Lautaro. Eso, según Morales, produjo incluso algunas rencillas internas.

Además de Barriga, lo integraban Lawrence, como segundo jefe, y los agentes de Carabineros Emilio Troncoso Vivallos, Heriberto Acevedo Acevedo, Claudio Pacheco Fernández y Rufino Astorga. Aún falta por precisar los nombres del resto de sus miembros, que no son muchos más. Pero varios integrantes de la Brigada Lautaro, como Daza, Escalona, Piña y otros, colaboraron activamente en los crímenes de Delfín. Sí hay una cosa en que Morales y el mocito coinciden: “Simón Bolívar fue un cuartel de exterminio, desde donde nadie salió vivo”. LND


Fuente Chilepress

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