viernes, 4 de abril de 2008

Tupamaros. De las armas a las urnas


Por: Hugo Montero





Intentar definir el rumbo del gobierno del Frente Amplio hoy en Uruguay (¿progresista?, ¿socialdemócrata?, ¿continuista?) es un desafío que no le va en zaga a otro mayor: explicar el tránsito del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) de guerrilla revolucionaria a fuerza electoral reformista. ¿Cuál es el presente de la principal fuerza política del FA en el gobierno? Opinan Jorge Zabalza (ex dirigente histórico del MLN-T), Adolfo Garcé (politólogo) y Samuel Blixen (periodista).




1. El nórdico departamento de Artigas oculta en sus entrañas una leyenda. Allí, en el rincón más pobre de la geografía uruguaya, donde los límites de la pobreza y la indiferencia se confunden en líneas invisibles con las fronteras de Argentina y Brasil; una historia de cuatro décadas de rebeldía no se resigna y emerge como brote perpetuo entre la caña de azúcar.

Un fantasma recorre Bella Unión. Es el fantasma de Raúl Sendic. “Por la tierra y con Sendic”, dicen las banderas hoy, cuarenta años después. La sostienen manos curtidas, manos de hombres que trabajan encorvados sobre el surco, manos que se llenan de melaza durante el corte de caña. Manos de “peludos” de Bella Unión.

El 15 de enero de 2006, un puñado de “peludos”, trabajadores rurales, azucareros y pequeños productores se cansaron de no ser escuchados y decidieron volver a escribir viejas consignas para reclamos también cruzados por el tiempo. Y salieron a tomar lo que es suyo. Ocuparon 36 hectáreas en Colonia España, a 9 kilómetros de Bella Unión; tierras improductivas y abandonadas durante once años. Esas tierras ocuparon los “peludos”, los hijos de aquellos que protagonizaron, en los 60, la gesta de la Unión de Trabajadores Agrícolas de Artigas (UTAA), las marchas que le abrieron los ojos a un ciego Montevideo, entonces (como ahora) miope a la hora de registrar los problemas del campo: el 30 por ciento de las tierras productivas está en manos de extranjeros, de 9 mil hectáreas de caña plantadas en Bella Unión hoy quedan, apenas, 3 mil; los siete meses de zafra de antaño ahora se han reducido a dos; de 450 productores apenas subsisten 124...

La decisión de ese puñado de hombres de Bella Unión desató un vendaval en la interna del gobierno en sus primeros pasos: se trataba, nada menos que de un símbolo bastante pesado como para conmover los cimientos de la fuerza mayoritaria del Frente Amplio: el Movimiento de Participación Popular (MPP), la coalición creada por el MLN-T para el desafío electoral que en 2004 cosechó nada menos que 320 mil votos (el 30 por ciento del total del FA); la misma cantidad que todo el Partido Colorado.

Bella Unión es leyenda tupamara. Allí comenzó su trabajo político Raúl Sendic, de allí surgió un pilar ideológico que después concentraría fuerzas dispersas con la creación del MLN. De allí, cuarenta años después, a poco menos de un año del primer gobierno frenteamplista de la historia uruguaya, irrumpían como herida lascerante, mal curada, los viejos fantasmas.

Se trataba, también, del primer desafío para los hombres del MLN insertos en la maquinaria estatal después de décadas de lucha, prisión y derrota. Pero algo había cambiado a los largo de esas cuatro décadas.

Quienes primero se hicieron oír fueron sus compañeros frentistas. “La arrogancia y la intolerancia con que se ha fundamentado la ocupación sientan el peligroso antecedente de una situación de caos, donde el Estado podría volverse rehén de un grupo extremista”, afirmaron los integrantes del FA de la zona, quienes además no se privaron de alertar ante una medida “inspirada en trasnochadas actitudes agitadoras, mala copia de realidades muy distintas a la nuestra”.

José Mujica, tal vez el político más popular del presente oriental, voz cantante del MPP y factor decisivo para la gobernabilidad de Vázquez, también se refirió al tema con palabras extrañas para un hombre con su historia militante: “En un Estado de derecho hay cosas que no se pueden hacer y recuerden que nosotros llegamos al gobierno, pero no al poder”, dijo. “Esta ocupación es contra nosotros, es políticamente contra los que estamos gobernando porque es un palo en la rueda”, agregó después.

Los reflejos de la derecha no dilataron la reacción. Habían osado, en el ignoto paraje de Bella Unión, en el perdido y enterrado norte de Artigas, violar la sacrosanta propiedad privada. Fernando Mattos, presidente de la Asociación Rural de Uruguay (ARU), deslizó en sus dichos de septiembre de 2006 un inocultable mensaje revestido de ultimátum para el gobierno: “No aceptamos como temas de debate el derecho a la propiedad privada y la ocupación de los lugares de trabajo como extensión al derecho de huelga... Para la ARU las ocupaciones constituyen lisa y llanamente un delito”. Entre los muy interesados espectadores de la arenga del caudillo rural se encontraban, en primera fila, Pepe Mujica, ministro de Ganadería, y Eduardo Bonomi, ministro de Trabajo... los dos miembros de la dirección del MLN-T. Una vez finalizada la exposición de Mattos, era el turno de Mujica frente al micrófono. ¿Cuál podía ser la reacción de aquel veterano guerrillero, prisionero político y rehén de la dictadura militar durante casi una década, protagonista clave en la reconstrucción del MLN-T como fuerza protagónica y líder indiscutible del MPP; ante las injundiosas advertencias del presidente de la ARU (organización rural que rechaza la aplicación de jornada de ocho horas para sus trabajadores por insuficiente y por romper “con la tradición”), de frente a toda la prensa nacional?... Mujica balbuceó, entonces, su réplica contemporizadora: “No soy un enemigo, ni represento enemigos. Estamos en el mismo barco; y en alguna medida algunos peleamos contra el tiento de la historia que nos quiere ahorcar, lástima que no se den cuenta...”

2. El interrogante que viene ganando espacios en el debate cotidiano uruguayo es simple y lascerante: ¿qué pasó? O, mejor dicho, ¿cómo pasó? ¿Cómo es posible comprender con razones lógicas la transformación del MLN-T, una de las organizaciones revolucionarias más singulares de América Latina, con una influencia a nivel popular inédita en la historia y con un pasado de lucha que no pudo borrar del mapa ni la más sanguinaria dictadura; devenida en un presente que ubica a la misma fuerza política en el gobierno como mayoría, con sus cuadros ocupando dos ministerios, seis bancas en el Senado y 18 en Diputados (y presidiendo ambas cámaras), con 52 ediles en todo el país y la alcaldía de Montevideo en sus manos? ¿Quién puede dejar de sorprenderse por la mutación de un MLN-T que modificó su estructura ideológica para prepararse para el desafío electoral y obtener así 320 mil sufragios, pero atado de pies y manos a una política económica que reconocen como ajena (“No estamos conformes con la política económica, pero como no presentamos una alternativa, mala suerte, será una pastilla y habrá que tragársela. Tenemos un gobierno de clase media”, afirmó sin ruborizarse Julio Marenales); comprometidos en todas y cada una de las concesiones que Tabaré Vázquez y su equipo realizaron para favorecer intereses rechazados por el ADN tupamaro? ¿Cuál es la opinión mayoritaria de las bases ahora, ante una dirección absolutamente devorada por la vorágine electoralista que exige, como una droga destructiva, cada vez un menor grado de definición para cualquier intento de ensanchar alianzas que permitan ratificar la influencia, aun cuando haya que “abrazarse con culebras” para juntar algún voto más...?

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada)



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Entrevista con Jorge Zabalza (VERSIÓN COMPLETA. EXCLUSIVA PARA LA WEB)

"El MLN-T hoy es el sustento del verso de Mujica"

“La verdad es revolucionaria”, dice Jorge Zabalza. “Jamás nos arrepentiremos de haber empuñado fusiles para revolucionar el mundo”, advierte. “Se pueden mantener las viejas gafas tupamaras para ver las nuevas realidades con los colores rojo y negro de siempre”, señala, también. Protagonista de la gesta tupamara de décadas pasadas, uno de los nueve “rehenes” del MLN-T durante la dictadura militar y otra vez figura clave en la reconstrucción de la organización al regreso de la democracia, Zabalza hoy es un erizo que espina en la dinámica centrista del “nuevo” MLN-T. Desde allí, alejado de la dirección tupamara desde 1994, ocupa con gusto su función de francotirador y dispara. Lo hizo desde el libro de Federico Leicht, Cero a la izquierda. Una biografía de Jorge Zabalza, que levantó polvareda entre sus ex compañeros, batió récords de venta para un libro de este tipo en Uruguay y agitó las de por sí turbias aguas al interior del Movimiento de Participación Popular (MPP). Diagnóstico, sentires y convicciones de un revolucionario que dialoga con Sudestada y no se resigna a perder de vista el horizonte insurreccional tupamaro.

-¿Cómo surgió la idea de publicar el libro? ¿Por qué la decisión de hacerlo en este momento concreto?

-La idea se le ocurrió a Federico Leitch, el periodista que lo escribió, a partir de una entrevista y en el curso de las charlas que la continuaron. Le interesó mi versión de la historia de los tupamaros, que no es la historieta de dibujitos animados que otros hacen. A mí me pareció sensato dejar otra interpretación de hechos que conocimos por adentro. Cuando lo terminó de escribir y se corrigió, la editorial lo publicó. ¿Cuál sería un momento correcto? ¿Le tendríamos que haber pedido permiso a quién para publicarlo...?

-La derecha ha utilizado el libro de forma oportunista y recortada: sólo han explotado sus comentarios acerca de la relación con la ETA y el MTP, y el papel del MLN durante los incidentes por los vascos en el Hospital Filtro. ¿Qué sensaciones le genera esta manipulación de sus recuerdos?

-Una aclaración previa: la lucha por la liberación del pueblo vasco es una causa justa. Tan justa como la guerra del pueblo artiguista contra el dominio del Imperio Español. Claro, como nuestras retinas conocen a los Países Vascos dibujados dentro del mapa del Estado español, a la conciencia se la hace más difícil percibirlo. Segunda aclaración: para los tupamaros, ETA es un movimiento revolucionario con el cual siempre practicamos la solidaridad internacionalista, aun cuando creamos que algunas de sus operaciones no son comprendidas por la población y no obran en el sentido de la acumulación hacia la revolución social. De la misma manera, a lo largo de toda nuestra historia, hemos sido solidarios con la Revolución Cubana, sin por ello perder la independencia crítica en relación a muchos aspectos que no comprendemos o no compartimos. Hay un hábito mental de origen estalinista que identifica solidaridad con subordinación.

Tercera aclaración: desde fines de los 80, apoyamos solidariamente la radicación de vascos perseguidos por los grupos paramilitares que armaba el gobierno socialista de Felipe González (los socialistas pueden ser más crudos que los liberales, parece una advertencia de la historia) y, al mismo tiempo, por internacionalismo, ellos contribuyeron a “salvar”" las finanzas de CX 44 Radio Panamericana, como lo hicieron muchas organizaciones del mundo entero y muchísimos ciudadanos uruguayos. Creo que es una reverenda hipocresía haber aceptado la solidaridad de los revolucionarios vascos cuando se precisaba y ahora, cuando se está en el parlamento y en el gobierno, darles el tratamiento de “banda terrorista”. No quiero morir hipócrita, por eso confirmé lo que ya se sabía públicamente.

Finalmente: ya está muy viejo eso de acallar las críticas y esconder la información para que no aproveche la derecha. Con ese verso, se prohibía opinar sobre la URSS y así les fue... La derecha siempre está haciendo su juego por sí sola sin necesitar de nadie. Además ¿a cuál derecha se refiere? ¿A la vernácula o a la derecha entronizada en el Frente Amplio y en el gobierno progresista? ¿Cuál de las dos sirve mejor a los intereses de los grandes capitales?

El favor más grande que le hacemos a la derecha es con la hipocresía del doble discurso. La verdad es revolucionaria y al hacerse pública, el pueblo y la militancia están en condiciones de sacar sus propias conclusiones y de tener todos los elementos necesarios a la hora de decidir.

-Además de la preeminencia urbana y del ingenio en sus acciones ¿que otras singularidades podría marca sobre Tupamaros con respecto a otras organizaciones político-militares en América Latina?

-Raúl Sendic preconizó la “regla de oro” para el ejercicio de la violencia revolucionaria. Inicialmente, lo tupas buscaban hacer solamente operaciones que fueran comprendidas por el pueblo asalariado. La prensa burguesa les llamaba “simpáticas” o “ingeniosas”, pero su sentido estratégico era que, aunque la gente no compartiera la vía armada, entendiera esas acciones como legítimas del punto de vista político.

Otra singularidad fue la independencia con relación a las estrategias para la revolución en el continente. Convencidos de que la revolución es latinoamericana y no uruguaya, no seguimos los “lineazos” que venían de ninguno de los centros políticos de la revolución mundial (China, URSS, Cuba). Aún en el error, elegimos pensar con cabeza propia. Por fortuna, esta singularidad abarcó a otros movimientos revolucionarios latinoamericanos.

-En el libro admite que la primera impresión, al conocer a Sendic, fue algo decepcionante. ¿Qué recuerda de aquél primer encuentro? ¿Con qué palabras lo definiría en tanto líder político?

-Claro, uno imagina encontrarse con una figura impresionante y se topa con un hombre sencillo al que se le “apelotonan” los contactos. Raúl Sendic, sin embargo, significó para el Uruguay lo que Ernesto Guevara para América Latina. En pleno Uruguay batllista pasó a la clandestinidad, haciendo una opción política que cambiaba el curso de su propia vida y fue un mensaje de compromiso con el pueblo asalariado. Proponía con su práctica vital una revolución social que nadie podía pensar fuera posible en aquel remanso de paz política. El suyo fue un Grito de Asencio semejante al dado en 1811 por los revolucionarios de José Artigas. Sendic expresabas su pensamiento con hechos, muscularmente. “Pasó por la vida generando remolinos de hechos”, lo define su mejor biógrafo, Samuel Blixen.

-En un apartado del libro, señala que la acción armada debe-además de instrumento de desgaste- cumplir la función de medio para dar la lucha de ideas revolucionarias. ¿Le parece que el trabajo político del MLN-T en el pasado alcanzó esas dos variables o priorizó una por sobre otra?

-La estrategia político militar de los 70 pasaba por el hostigamiento al aparato represivo del Estado. Hostigarlo y desgastarlo mientras la pequeña organización, por el contrario, se iba fortaleciendo y desarrollando hasta convertirse en un ejército popular (al estilo del vietnamita o de las FARC hoy día). El doble proceso de desgaste-fortalecimiento terminaría, según pensábamos, con el poder del Estado cayendo como un fruto maduro en manos del pueblo y la organización revolucionaria. Esa concepción nos condujo a la derrota. Hoy estamos convencidos de que la revolución no se hace solamente apoderándose de la estructura estatal, sino que, lo esencial, lo decisivo, es la moral y la filosofía que estimula a la lucha por la revolución. El problema de un movimiento revolucionario no es tanto el hostigamiento al aparato represivo, sino el surgimiento de los miles de pilares humanos necesarios para hacer la revolución social. Nos parece que la estrategia debe apuntar más al crecimiento en conciencia de los constructores que al edificio que ellos están construyendo. Las actitudes de un montón de viejos guerrilleros mutados caudillos electorales hoy pueden hacernos preguntar... ¿qué habría sido de la revolución si se hubiera tomado el poder con esa cabeza que están demostrando tener? En definitiva, la revolución es un hecho de conciencia, señalaba Ernesto Guevara.

-La figura de Héctor Amodio Pérez es central en la historia del MLN. ¿Cómo es posible entender el tamaño de su traición, siendo fundador y uno de los cuadros organizativos más respetados?

-¿Cómo es posible entender la traición de Joaquín Villalobos en El Salvador, o la del Cabo Anselmo en Brasil? La traición es un hecho individual y depende más de elementos sicológicos que de condicionantes políticos: el miedo, la relación de poder con el que tortura, la admiración hacia ese poderoso señor que decide sobre la vida o muerte, etc. Hay que llamar al terapeuta de Amodio para saber en cuánto la ambición frustrada de poder lo llevó a convertirse en traidor. El continúa viviendo su eterna espera de la guadaña vengadora. En determinadas circunstancias, la venganza es un simple acto de justicia.

-¿Qué representó para Tupamaros la acción de la toma de Pando?

-Tomar la pequeña ciudad de Pando servía como ensayo para medir la distancia que nos faltaba para tomar la ciudad de Montevideo. Cuánta capacidad de fuego nos faltaba, qué desarrollo organizativo era necesario, qué capacidad de comunicación y de transporte, etc. Identificábamos insurrección con una operación del aparato armado. Esa identificación nos llevó a concebir al movimiento de masas como la “telaraña MLN-pueblo”, o sea, una estructura en torno al centro de decisiones, que es el aparato armado. Forma parte del pecado original que nos hizo quedar enfrentados mano a mano con las Fuerzas Armadas.

-Ud. señala que el aparato armado tomó “otro rumbo, divergente y con una velocidad muy superior al ritmo del movimiento popular”. ¿Qué errores marcaría como decisivos para el MLN-T, a tal punto que la organización fue derrotada militarmente en un plazo breve?

-Las causas de las derrotas hay que buscarlas en las concepciones que pautan la acción revolucionaria. Intentaré una explicación bien concreta. En 1971 ocurrió la fuga de 111 presos políticos del penal de Punta Carretas. Horas antes, el combativo barrio proletario de La Teja fue prácticamente tomado por núcleos militantes del movimiento de masas. Se voltearon árboles y columnas para hacer barricadas, se incendiaron autobuses y cubiertas de auto, se desparramaron miguelitos y se defendieron con hondas y molotovs cuando llegó la policía. A las pocas horas, escuchábamos a la radio policial transmitir el alerta porque no quedaba un solo patrullero en condiciones de actuar. Fue una pequeña intifada criolla.

El error de concepción fue pensar la insurrección como la acción del aparato militar (hoy se toma Pando, mañana Montevideo), cuando debíamos haber pensado la insurrección como un hecho protagonizado por el movimiento de masas organizado militarmente, el pueblo armado y organizado como en tiempos de Artigas. O sea, hoy intifada en La Teja, mañana en todo Montevideo. Cambia el contenido de la acción armada: ya no es solamente desgastar al enemigo, sino que se emplea como instrumento para la inserción de las ideas revolucionarias en los luchadores sociales. Su objetivo es transformar a esos luchadores sociales en militantes insurrectos, de barricada y molotov; hacer del espíritu de rebelión de la gente una intifada de pueblo capaz de empantanar al aparato represivo, derrotándolo.

Al pensar la insurrección como un hecho de masas, el movimiento revolucionario está obligado a acompasar su desarrollo militar al desarrollo en conciencia del movimiento popular. Y, en consecuencia, los tupamaros no estaríamos lamentando haber sido derrotados militarmente un año antes de las históricas jornadas de la Huelga General de 1973, cuando no era imposible que el rechazo al golpe militar se desarrollara hasta una insurrección popular. No ocurrió eso porque el movimiento revolucionario ni lo pensó siquiera.

-¿Cuál era el objetivo de implementar “el plan tatú” en el interior?

-Al carecer el Uruguay de montañas y selvas, los tupas rechazamos el determinismo geográfico y tomando ideas tácticas de los vietnamitas, quisimos rodear algunos centros poblados con una “constelación” de tatuceras (escondites bajo tierra en cerros y arroyos) que nos permitiera extender la propaganda política y el hostigamiento por todo el país, entre otras cosas, para retener lejos de Montevideo las unidades militares asentadas en las ciudades del interior. Con ese objetivo, el “plan Tatú” se proponía establecer vínculos políticos con la dispersa población del campo uruguayo, algo que no se alcanzó.

-Llama la atención la curiosidad que se demuestra ante la publicación de libros, documentales o artículos ligados a la historia de Tupamaros, particularmente entre los jóvenes. ¿Cuál le parece que es la razón de ese interés persistente?

-El Uruguay entero fue una cárcel durante la dictadura y los tres millones de encarcelados sin rejas fueron víctimas de una estafa intelectual, convertidos en ignorantes de su propia historia. Los milicos volvieron a los cuarteles en 1985, pero su tutela intelectual continuó: hasta hace muy poco, los escolares seguían castrados, no conocían la vera historia de sus padres y abuelos. En la enseñanza hay una apertura al conocimiento de la historia reciente, todavía según una versión “oficial” que colorea de rosa algunos aspectos de la lucha revolucionaria entre 1960 y 1972. Pero, como la gente piensa sin hacer caso a santas inquisiciones, se interesa por conocer, de primera mano, otras versiones alternativas.

Las compañeras dieron el puntapié inicial en esto de desovillar la memoria de los tupamaros. Contaron historias de vida muy descarnadas que dibujaban en rojo y negro el período signado por la multitud de mujeres y hombres que empuñaron armas para hacer la revolución social. Ellas, las compañeras, contaban sus historias sin negarse a sí mismas, asumiendo su condición de revolucionarias y reivindicando las razones de su lucha.

A partir de su coraje para contar han aparecido muchos otros relatos de vidas personales (Estefanell, Wolf, Liscano, Sirio López, etc); también se han publicado los libros de Blixen que destacan las historias colectivas de los tupamaros (Sendic, Fugas, Comisión Aspirina) y algunos análisis críticos de nuestro pasado (Cultelli, Jorge Torres, Clara Aldrighi, Rodrigo Véscovi, Ricardo Perdomo). Hasta hace pocos años delegábamos en un par de compañeros intelectuales (Fernández Huidobro, Rosencof) el derecho a relatar y opinar sobre la historia; ahora se perdió el miedo y el boom de publicaciones rescata la pluralidad de interpretaciones y de puntos de vista. Es una especie de “documentación” muy variada que servirá de base al futuro trabajo de investigación histórica.

Al interés por las nuevas publicaciones corresponde la salida pública, sin intermediarios, de los protagonistas directos de la historia de los tupamaros, que, por su diversidad y honestidad, renueva la avidez por conocer las diferentes verdades. Es un doble despertar (relatores y lectores) que se alimenta mutuamente.

-¿Cuál fue su balance general de lo actuado por el MLN durante los 70?

- Mujeres y hombres, jóvenes todos, individualizados con nombre y apellido, se volvieron factor fundamental de la lucha revolucionaria. Toda una generación latinoamericana abandonó la carrera pirámide arriba que propone el capitalismo, y por miles nos lanzamos a hacer la revolución. Perdieron valor los bienes terrenales y se revalorizaron los actos cotidianos de entrega sin cálculos de beneficio personal. Miles de voluntades combadas en el esfuerzo por cambiarse a sí mismos, por insurreccionar sus espíritus; descubrimos nuevos colores, aprendimos a pensar con pensamiento crítico y proletarizamos nuestros corazones. Creo que esa experiencia masiva de montar flacos rocinantes junto al Che Guevara es el balance de aquella etapa insurreccional en toda América Latina. Los tupamaros fuimos parte de esa pelea contra la alienación y la filosofía del individualismo feroz, esa pelea por alcanzar la categoría de revolucionarios, el estadio más alto del ser humano.

-¿Cómo se visualiza hoy a nivel popular, tantos años después, la etapa en que el MLN protagonizó la lucha armada?

- Estamos en la categoría de “campeones del Maracaná”. Hemos entrado en la historia de los últimos cuarenta años. Se corre el peligro de que los jóvenes identifiquen “tupamaro” con “viejo gordo y camandulero, metido a politiquero juntador de votos”. Esa es una de las razones para rescatar la epopeya donde tantos desaparecieron y murieron y miles fueron torturados despiadadamente. Queremos que la juventud uruguaya entre en contacto con aquella categoría de revolucionarios que quisimos ser los tupamaros, que la historia deje de ser un cuentito de hadas y sea la historia de un proceso insurreccional en toda su dimensión.

-¿Cuál cree que puede ser el futuro político del MLN a partir de la gestión de gobierno del Frente Amplio?

-Está creciendo la lucha por la segunda independencia de América Latina, para alcanzar una vida digna para millones de pobres y un mercado continental independiente del imperialismo. El gobierno progresista ha consentido en jugar el rol de cuña política de Estados Unidos en ese proceso de reafirmación de los pueblos latinoamericanos. Está codo a codo con los gobiernos de Colombia, Perú y Chile. El gobierno progresista favorece la concentración y extranjerización de la propiedad de las tierras, las industrias y la banca. Favorece la instalación de grandes empresas multinacionales en zonas francas exentas de todo impuesto. Consiente que la plaza financiera continúe haciendo pingues negocios especulativos. Y participa de la intervención militar imperialista contra el pueblo haitiano. ¿Es o no un gobierno de derecha el del Frente Amplio?

El progresismo, sin embargo, es más eficaz que los partidos burgueses para hacer los mandados, porque asegura a la clase dominante el control ideológico y político del movimiento popular. El papel de “controladores” del conflicto y la protesta sociales lo desempeñan militantes del MLN-MPP, del Partido Comunista y del Partido Socialista insertos en las organizaciones sociales. Luego de tres años de gobierno, parte de la militancia tupamara comienza a cobrar conciencia del triste papel que juega su organización partidaria, y se aparta críticamente de ella pensando que, cada día más, el MLN-MPP se involucra en un gobierno asociado al imperialismo y a la oligarquía.

-¿Qué representan para la etapa actual las figuras de Mujica y Fernández Huidobro?

- Mujica y Huidobro... postergación eterna de la lucha revolucionaria, encabezan un colectivo de militantes embarcados en la confusión y oscurecimiento del pueblo asalariado. Con la autoridad moral que viene del pasado guerrillero de ambos, hacen pensar a la gente: “si estos que se la jugaron no creen más en revoluciones, ¡¿qué vamos a hacer nosotros, pobres mortales?!”. Huidobro y Mujica... la clase dominante los ha derrotado por segunda vez, pero ahora la derrota es ideológica y, por ende, mucho más grave. Son el talón de Aquiles de quienes mantienen la intención de seguir luchando hoy por la revolución social. Las consecuencias políticas de su derrota todavía no se pueden medir.

-¿Qué perspectivas encuentra para un trabajo político revolucionario hoy en Uruguay?

-En Uruguay, el momento está determinado por dos hechos contradictorios. Por un lado, el mensaje popular fue claro: es hora de cambiar. Se expresó electoralmente y no a través de la lucha social, pero la voluntad de cambiar el modelo neoliberal fue clara. Por otro lado, los responsables de erradicar el neoliberalismo cambian algunas cositas para no cambiar nada. Pero, y siempre hay un pero, gracias al predominio del doble discurso progresista (“como te digo una cosa, te digo la otra”), el pueblo asalariado mantiene en general su pasividad y desmovilización, a la espera de un milagro político que no vendrá.

Algunos luchadores sociales con raíces tupamaras creemos que la respuesta a estas contradicciones es el trabajo de base, paciente y constante, en los sectores más empobrecidos. En concreto, la ocupación de tierras en el norte del país sirvió para tejer una red de solidaridad; lo mismo ocurre con la lucha por verdad y justicia y con la campaña para anular la ley de impunidad. En este último caso, para la recolección de firmas para la anulación se han restablecido antiguos vínculos entre militantes dispersos y entre esa militancia y el vecindario de los barrios populares. Otra respuesta es el trabajo intelectual de recreación de la teoría. La derrota pasada es la experiencia donde apoyarse para pensar críticamente el quehacer revolucionario. En este sentido, hay receptividad para algunos libros y artículos que escapan al control del debate de ideas. El futuro dirá si será posible también romper con el control político que ejercen Estado, gobierno y el progresismo.

Trabajo de base y recreación de la teoría son, además, tareas imprescindibles para superar la dispersión ideológica y la atomización que vive la militancia con intenciones revolucionarias. Sin revertir el proceso de descomposición es imposible la lucha revolucionaria.

-Si tuviera que marcar un momento clave para señalar el viraje dentro del MLN, donde se intensificó la concepción electoralista por encima del “horizonte insurreccional”, ¿sería la muerte de Sendic o los incidentes en el Hospital Filtro?

-Los dos. Al perder a Sendic, en 1989, se soltó el ancla de los tupamaros con la revolución socialista y algunos compañeros se sintieron libres de navegar aguas enfangadas y posmodernas. Cinco años más tarde, en 1994, los incidentes del Hospital Filtro dejaron planteadas un par de disyuntivas. Primero, ¿es políticamente justo o no el empleo de los métodos de lucha popular? Muchos entendemos la contraviolencia revolucionaria como una respuesta a la violencia del régimen político imperante; otros comenzaron a hablar de la “no violencia activa” para evitar enfrentamientos entre las organizaciones populares y el aparato represivo. Esta última visión, similar a la de Gandhi, es legítima y hace su tesis en evitar el dolor causado a las víctimas de la represión estatal. Pero este camino que ofrecen, que se adapta al sistema de poder, tiene el inconveniente de mantener por los siglos de los siglos en la miseria y el sufrimiento a las víctimas del capital.

Segundo, ¿es políticamente correcto o no desacatarse ante decisiones del FA tomadas bajo el imperio de la derecha socialdemócrata? Algunos viejos guerrilleros entendieron que integrar al FA obligaba a ser “leales” con los aliados, aunque éstos sostuvieran políticas de transacción con el imperio y la oligarquía. Los guerrilleros se disciplinaron y se hicieron “políticamente correctos”. Hoy disfrutan del premio a sus desvelos y son parlamentarios, ministros y, alguno de ellos, por instantes y en ciertas ocasiones, goza del honor de ser vicepresidente de la República, de la misma república burguesa que quisieron voltear cuarenta años atrás.

De una cosa estamos seguros: si el ancla de Sendic hubiera seguido manteniendo el barco tupamaro sujeto a la revolución social, estos viejos guerrilleros no hubieran contado con el clima ideológico propicio para el viraje que dieron y, menos todavía, con el acompañamiento militante con que lo dieron.

-Con respecto al presente, ¿sigue pensando que es necesaria e irreemplazable la función del Partido desde la concepción leninista o es factible pensar otras alternativas?

-Las aplicaciones concretas de la concepción leninista condujeron a establecer relaciones de subordinación del movimiento de masas con respecto al partido y, al interior de éste, de las bases con respecto al núcleo dirigente.

La lucha individual no revoluciona nada. Por el contrario, inclina la balanza de fuerzas a favor de la clase opresora y explotadora. Sin organizar pueblos y revolucionarios, no se puede luchar por la emancipación social. Al organizarse es inevitable establecer relaciones de poder, pero si los unos deciden por los otros, surge el “obedezco y mando” y se crean las condiciones de existencia de la burocracia con consecuencias nefastas: las mujeres y hombres se alejan de la filosofía de la revolución y regresan a la filosofía del individualismo feroz, base ideológica de las relaciones políticas en el capitalismo.

La concepción organizativa debe centrarse en la producción de las columnas humanas donde se afirmará la sociedad socialista. En consecuencia, más que en la forma organizativa, el interés debe estar puesto en la transformación de las mujeres y hombres; porque sin individualidades revolucionarias, no habrá revolución social y, seguramente, la historia del campo socialista volverá a repetirse.

En las organizaciones populares y de los revolucionarios, el poder debe estar distribuido. No puede estar concentrado en un organismo. Al mismo tiempo, la razón de organizarse es pasar a la acción política o, en otras palabras, esos individuos que gozan de igual poder deben estar organizados como para golpear como un puño conscientemente unificado. ¿Cómo se resuelve la contradicción? Es necesario repensar la concepción organizativa sin aborrecer de Lenin. Repensar no es tirar la historia a la papelera. Es muy sencillo saber ahora que delegando el poder de decisión en un comité central, un comité ejecutivo y el secretario general, no se resuelven con sentido revolucionario las contradicciones base-dirección y masas-organización.

Verticalizar la estructura organizativa no es condición necesaria para actuar unificadamente. En realidad, el vértice impide pensar a la base pero, para saberlo, hubo que pasar por la historia del siglo XX desde 1905 en adelante.

Imaginamos un movimiento conjunto de pueblo y revolucionarios que toma partido por hacer la revolución. ¿Ese es el partido de la revolución socialista? Lo imaginamos como un organismo único, conformado por individuos pensando individualmente a partir de un caudal colectivo de genes: la filosofía de la revolución, el marxismo. ¿Partido o movimiento? No importa lo estructural, importa el contenido: producir mujeres y hombres que defiendan el socialismo el día que se caiga el muro de Berlín.

-¿Existen hoy en el seno del MLN señales de diferencias internas con el desarrollo del gobierno de Tabaré o hay una uniformidad de criterio a este respecto?

-En el MLN predomina el discurso de que esta primera etapa de gobierno progresista es de refundación nacional, para “tapar agujeros”, dice Mujica. “No podemos ir más a fondo porque no somos mayoría en el FA”, es un lugar común para los militantes. Ahora se convocan a militantes y electorado para un segundo período de gobierno que tome medidas con sentido socialista. La garantía de marchar rumbo al socialismo es el propio Mujica. Es una convocatoria a depositar toda la “confianza” en un caudillo quien, luego del triunfo electoral, seguramente mantendrá sus compromisos con la misma política económica y social del gobierno de Tabaré. ¿Cuándo se agotará la capacidad de autoengaño del electorado? Elección a elección se comen la misma pastilla empaquetada con nuevos colores.

Encabezado por Marenales, el MLN es el sustento del verso de Mujica. Los que discrepan con ambos, no tiene otro remedio que irse.

-¿Hubo algún signo, posterior a la publicación del libro, que te llevara a pensar que hay intenciones de generar un debate serio entre los compañeros del MLN sobre el presente de la organización?

-No.

-¿En qué pequeñas cosas entiende que han quedado sedimentos del trabajo político histórico del MLN-T de décadas pasadas?

-Muchísimos viejos tupas, “hombres y mujeres de partido”, soldados de un aparato, han sabido reincorporarse al movimiento de masas. Los encontramos en el cooperativismo por ayuda mutua, en la lucha por memoria y justicia, en algunos sindicatos, en organizaciones de ex-presos políticos, en los movimientos barriales. Tal vez el paradigma de vinculación con la historia del MLN haya sido la ocupación de tierras en Bella Unión. Los hijos de aquellos trabajadores de la caña de azúcar que se hicieron revolucionarios en los 60 fueron los principales impulsores de esa medida transgresora de la legalidad y del predominio progresista en lo ideológico.

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El ejemplo de Sendic

Por: Sudestada

No sería un mal ejercicio para la izquierda local, tan propensa a profundizar el estudio de procesos políticos tan disímiles del caso argentino como los de Venezuela o Brasil, detenerse por algunos momentos en la lectura del discurso del revolucionario uruguayo Raúl Sendic en el mítico acto en el Estadio Franzini (Montevideo), el 19 de diciembre de 1987. Allí, Sendic expone su concepción de Frente Grande: una fuerza articuladora de distintas corrientes políticas y partidarias, orgánicas y dispersas (que mantuvieran su identidad y autonomía política), sin exclusiones ni sectarismo, a partir del acuerdo en algunos puntos programáticos de relevancia crucial: no pago de la deuda externa, nacionalización de la banca, aumento de salarios y jubilaciones, reforma agraria, entre otros puntos. La idea del Frente Grande de Sendic (una obviedad necesaria: con ningún parentesco con su homónimo argentino de tiempo atrás) representaba un salto cualitativo en relación a la ya de por sí importante experiencia del Frente Amplio, creado en 1971, pero limitado entonces a ejercer su influencia en Montevideo y con la tendencia (que hoy se ha impuesto por sobre cualquier otro aspecto) a priorizar las alianzas policlasistas por encima de las convicciones revolucionarias. Pero el Frente Grande era el germen de un acuerdo de extraordinario valor. Lo concreto es que no existe un modelo de construcción más cercano al imaginario argentino que el uruguayo que defendía Sendic. Al menos, y más allá de las caracterizaciones que cada uno pueda desarrollar sobre el caso uruguayo, el tema merece un lugar para el debate.

¿Será posible imaginar, en el contexto argentino, un escenario de coordinación a nivel nacional de aquellos agrupamientos políticos y sociales que acuerden en una base programática y en mantener la independencia de clase? ¿Será imaginable sospechar que distintas fuerzas puedan debatir de forma fraterna y respetuosa, que puedan eludir los obstáculos sectarios y los dardos chicaneros de costumbre para intentar articular como hegemonía aquello que cada uno piense superador en cada momento?

Del mismo modo que vale rescatar de la experiencia de Tupamaros en Uruguay el proceso de las “mateadas” por los barrios, donde los guerrilleros derrotados, ahora en libertad, discutían con la gente para escuchar críticas y propuestas; vale la pena perder (o ganar) algo de tiempo en leer el discurso de Sendic en el Franzini, una pieza que ya pertenece a la historia de la izquierda latinoamericana.







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