miércoles, 23 de julio de 2008

FALTA DE ENVIDO


Solo para herejes IV





Somos la gente del Ché Guevara y de Raúl Sendic. Dejamos la vida luchando por una sociedad de mujeres y hombres libres, creadores y gestores de las ideas, la producción y la política. Ernesto Cardenal enseña que la memoria de quienes no están debe presidir toda actuación pública: Carlos Flores y Rosario Barredo, Zelmar y Eduardo Pinella, Jorge Salerno y León Duarte, Alfredo Culteli y Gerardo Gatti, Gerardo Cuestas y Candán Grajales, Ricardo Zabalza y Gustavo Inzaurralde, Blanca Castagnetto y Héctor Clavijo, Nybia Zabalzagaray y Roberto Luzardo, Gallo, Atalivas y Natalio Dergan, Quique Cascialy y Marquitos Suarez Píriz, Marcos Blanco y Nepo Wassen…y toda la interminable lista de las y los que murieron para que otros pudieran sobrevivir, micrófono en mano.

1972, la derrota a palos no pudo con las ideas de la Revolución social. La lucha continuó en el exilio, los calabozos y la cárcel grande que hicieron de todo el territorio nacional.

En 1985, en la legalidad que permitían, con la tutela que tutelaban, apenas el pueblo sacó de las catacumbas a los presos, continuó la lucha contra los dueños de todo y por los que nada tienen, la misma de los muertos, asesinadas y desaparecidos. Tres Convenciones Nacionales, mateadas en todo el país, prensa, actos, documentos públicos circulando a troche y moche. El mismo norte y la misma convicción. Se convocó gente para la misma pelea que en 1963, tras el mismo horizonte e idéntico imaginario insurreccional. Todos entonando el mismo himno revolucionario. Todos…hasta 1994, todos. ¿Se estaba mintiendo entonces? No. Muchos no mentían, estaban convencidos que era verdad.



Lo que duele

Cero a la Izquierda reivindica el derecho a defenderse de las agresiones policiales, en las marchas y manifestaciones, en la cancha de fútbol y en los festivales. En las inmediaciones del hospital Filtro. A defenderse de la presencia Vera, secretario de seguridad del Estado Español, virrey que dirigía los operativos policiales desde la Jefatura de Montevideo y después fue condenado por sus actividades paramilitares. A defendernos de la negativa del Ministro del Interior Angel Gianola a ofrecer garantías en el parlamento para quienes hacían vigilia reclamando el derecho de asilo para los tres ciudadanos vascos.

Defenderse de la represión policial es el mismo derecho que poseen los pueblos a defenderse del terrorismo de Estado. Quienes no tienen derecho a amenazar ni al ejercicio de la violencia represiva son quienes monopolizan el uso de las armas, policías, militares, ministros. Se los exige su propia legalidad constitucional. En Jacinto Vera, 1994, asesinaron a Fernando Morroni y Roberto Facal, hirieron de bala a 41 personas (algunas por la espalda), apalearon a una cantidad enorme de manifestantes, dispararon desde patrulleros, persiguieron con gente que huía por los alrededores. Hubo terrorismo de Estado, masacre, en Jacinto Vera, 1994 y no cuarenta años atrás, ahora y no en el "pasado reciente". Hubo cuatro oficiales procesados como responsables por el maquiavélico operativo. Siguen impunes los autores materiales de los asesinatos y las lesiones graves y leves a civiles. Dejarlos impunes es abrirle las puertas a más dictaduras.

Santos inquisidores condenan "Cero a la Izquierda" porque rescata historia, concepciones y estrategias, porque reivindica métodos e ideas siempre sustentadas por la propia Inquisición.

Condenan a los ceros a la izquierda porque no se abrazan con verdugos ni torturadores. No se sientan a la mesa de George Bush. No transan con los banqueros y latifundistas. No les tienden mantel blanco a los capitales multinacionales. ¡No quieren pagar la Deuda Externa!.

Les duele y por eso condenan la rebeldía, se quiere apagar la llama de la lucha de clases, de la lucha por las ideas revolucionarias.

Nos han convidado tantas veces a indefinirnos, dijera el Silvio, vienen a convidar a tanta mierda…compañeras, compañeros, queremos morir como vivimos, como el Rufo, sin entregarse.


La historia.

Esa mochila cuyo peso, indudablemente, pesa de distinta forma en unas y otras espaldas. Sólo hay dos alternativas: se puede asumirla, analizarla y criticarla o callarla, esconderla vergonzosamente y practicar la iconoclasia.

Se puede cortarla de raíces o hacerla florecer en mil nuevas flores. Queda librado a la conciencia de cada uno y después, que cada cual se haga responsable, porque los investigadores tienen toneladas de papeles escritos desparramados por el Uruguay entero, tienen mucho material donde apoyar sus afirmaciones.

Reivindicar la historia hace a la esencia de la lucha revolucionaria. Es inherente a la tarea de sembrar ideas y cosechar conciencias. Significa, además la autoridad moral que surge de las actitudes revolucionarias, de asumir la verdad y debatirlas de frente con la derecha más recalcitrante y con la derecha que se disfraza de izquierda. Sin temores ni cálculos electorales. De frente.

Callar la historia, por el contrario, es fingir ignorancia, hacer como que la lucha de ideas no existe, como que el poder político de la clase dominante no pelea. Callar la historia es amor platónico por la revolución; amor sin cuerpo, sabor ni humedades. Abstracción pura de la realidad, falsa hipótesis de charla barata.

La revolución no se hará por sí sola o impulsada por la naturaleza de las cosas o como consecuencia de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de propiedad. No es tarea de futuras generaciones. No. Es ahora. Ocurre gracias a la acción social y política de fuerzas conscientes que la impulsan y cuya primera tarea es aprender de la historia y transmitir sus enseñanzas.



Antes, en los famosos '70, para no hacerle juego a la derecha, el PCU acallaba el debate con los tupas. No quería discutir los temas esenciales de cómo hacer la revolución social. Nada de hablar de insurrección, hay que esperar que maduren el pueblo y las condiciones subjetivas, no es tiempo todavía. Nunca lo fue. Ni durante la huelga general de 1973.

Los tupas son unos aventureros pequeños burgueses, descalificaban. Dotado de un caudal teórico infalible, con dirigentes superstars, el Partido se atribuía la facultad de determinar con exactitud científica el día, la hora y el minuto de la insurrección. Ellos y sólo ellos, con gran soberbia se arrogaban el papel de relojes de la historia.

Veinte y pocos años después, encallecidos a golpes de manuales soviéticos, los camaradas repasaban de a una las revistas "Unión Soviética" sin poder creer que todo se borrara de un plumazo. Dogmas y verdades reveladas al suelo. También por el piso la pirámide de sacerdotes infalibles, los que se tragaron el anzuelo del golpe "progresista" en febrero de 1973. Los que siguen negando contra viento y marea la existencia del aparato armado del PCU….¿para qué toda esa cerrada negativa a asumir públicamente sus propias concepciones? ¿trajo algún rédito político? Tanto llamar "traidor" a la clase obrera, tanto llamar "pequebú" a gente que, después, a la hora de la verdad, fueron más consecuentes y firmes que todos los secretarios generales. Tanto descalificar... ¿para qué?

Hacerle el juego a la derecha siempre fue (es) muletilla para acallar el debate. Método con que se acostumbraba (se acostumbra) la militancia a pedir permiso para pensar. La mentira y la hipocresía fueron (son) el aceite que lubrican los sistemas de "ordeno y mando", reprodujeron (reproducen) espíritus obedientes. E hipócritas.




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