miércoles, 18 de febrero de 2009

Con Enrique Rodríguez Larreta

Brecha, Miércoles 18 de Febrero de 2009

“La nostalgia es buena si dura una noche”


La explosión del “68 uruguayo” dividió aguas en la historia de los movimientos sociales locales.No fue sencillo sacar a Enrique Rodríguez Larreta, protagonista de primera línea de aquellos sucesos, de su obsesión por la investigación de la cultura brasileña y la antropología de la globalización, e introducirlo en aquellos “remotos episodios de su vida”. Un ejercicio de reflexión y memoria donde el pulso del investigador terminó por imponerse.

Guillermo Reimann

-¿Qué hizo del 68 un año especial, también en el Uruguay?

-Fue un año en el que se combinaron muchas cosas. Una encrucijada internacional que comenzó en realidad un año antes con los movimientos contraculturales americanos, la oposición a la guerra de Vietnam, la muerte del Che y el impacto de la revolución cubana en América Latina, la invasión soviética de Checoslovaquia… Y sobre todo un momento de efervescencia juvenil en todas partes. En Uruguay había una cultura de izquierda muy rica sobre todo representada en Marcha y las librerías bien surtidas sobre el fondo de los movimientos sociales. Hay que ver las magníficas carátulas de Marcha de ese año; el artículo de Carlos Fuentes sobre el mayo francés, Ho Chi Minh, la represión contra la Universidad, las medidas de seguridad….¡y las caricaturas de Pacheco con su guantes de box!

-Fuiste uno de los principales dirigentes del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) antes de integrar otras organizaciones. ¿En qué contexto surgió el FER?

-Hay una prehistoria del FER , formado en el 67 creo que a partir del MRO con un modelo vanguardista bastante introspectivo y muy identificado con la revolución cubana. Pero a ese FER apenas lo conocí. Ingresé en el 68 con un grupo de amigos del movimiento estudiantil que contribuimos a darle un tono diferente a esa agrupación. De los primeros fundadores quedaron muy pocos después del 68. Pero la creación del FER no se puede considerar solamente como organización, hay que verla desde el punto de vista de la dinámica social, de la formación de los movimientos políticos.

-Eso se hizo muy patente en el 68, ¿no?

-Claro, el 68 básicamente son dos momentos para el FER. El primero se puede ubicar hasta mediados de año, que es un momento de ingreso de mucha gente joven al activismo político y también un proceso de circulación de ideas: el mayo francés y situaciones como las de Berkeley o Checoslovaquia, la crítica a la sociedad moderna en Sartre, Marcuse y otros. Los temas anticoloniales, por ejemplo Franz Fanon y la revolución china. Y la teología de la liberación que marcó a tanta gente de origen religioso. Aparece como un ambiente de nueva izquierda radical en los primeros meses del 68. Esto coincide con la radicalización política del pachequismo y con los problemas internos en el IAVA a raíz de la política de su director, Hugo Fernández Artucio (“UFA”) un hombre que había sido un activista del antifascismo pero que en ese momentos lo veíamos como un verdadero tiranuelo local y de un estilo muy pronorteamericano. Me acuerdo que el profesor de historia Roque Faraone, socialista, muy popular entre los estudiantes, me dijo una vez: “el ‘UFA’ trajo dos problemas al IAVA: los bancos de cemento y el FER”.

-¿Cómo era el vínculo entre los partidos de izquierda y aquel movimiento estudiantil en crecimiento?

-Uno de los puntos claves del fenómeno FER y del movimiento estudiantil fue que en el Uruguay, al igual que en Europa o que en París, el 68 significó el nacimiento de la juventud como sujeto político. Hasta ese momento las organizaciones políticas tenían activistas en el movimiento estudiantil: el Partido Comunista, el MRO, el Partido Socialista, etc., que en definitiva lo que hacían era reclutar gente para sus organizaciones. En cambio, lo que empieza a pasar en aquel momento es un proceso en que la juventud, de forma espontánea y desde distintos lugares empieza a radicalizarse y va formando un movimiento social significativo. Entonces, en el IAVA las agrupaciones gremiales y las expresiones políticas partidarias pierden terreno ante el empuje de ese movimiento de masas que desborda las estructuras existentes hasta ese momento.

-¿Cuáles eran los rasgos distintivos de ese movimiento en el IAVA?

-Se producen una serie de dinámicas determinantes que dejan al FER prácticamente como dueño de la escena política. La circulación de ideas de izquierda centradas en la juventud, una especie de izquierda radical democrática, en el sentido de la ampliación de la participación. Por ejemplo, se impulsan asambleas de clases, se promueve el debate, la discusión a partir de ciertas banderas independientes, como lo de Checoslovaquia, la Guerra de Vietnam, junto a otros temas como los del boleto estudiantil o de la presencia de UTAA y de las marchas cañeras.

-¿Cómo se procesó la invasión a Checoslovaquia?

-Se debatió bastante en una de las mayores asambleas habidas en el IAVA donde el FER aparece con un discurso diferente al de la izquierda de aquel momento, en una dimensión antiburocrática en la que algunos tomaban el discurso de Fidel de apoyo a la invasión soviética, aunque con reservas; pero otros marcábamos la diferencia con otra postura más crítica, con una influencia que se puede llamar sintéticamente de una “nueva izquierda”, un pensamiento marxista o socialista pero no asociado a la Unión Soviética. Leíamos, además de los clásicos, a los disidentes como Trotski, Sartre, Lukacs y otros. El marxismo - al cual paradójicamente no le quedaban demasiadas décadas de vida - fue un factor de renovación intelectual de nuestra generación, nos abrió al mundo en un país bastante esclerosado pese a su pretendido europeísmo.

-¿Qué hacía atractivo al FER para los jóvenes de Preparatorios?

-Un punto importante es el de las emociones expresadas en un pensamiento radical. La sociedad estaba en crisis y la percepción que la juventud tenía de ella era absolutamente melancólica, el de una sociedad estancada. En ese proceso de descomposición, el republicanismo político, incluso desde antes de Pacheco, ya venía sin fuerzas. A nadie podía interesarle esa política, era una cosa muy poco atractiva. Desde la perspectiva nuestra ni siquiera la política del Partido Comnuista resultaba interesante; el parlamentarismo significaba acomodo, minidinastías políticas, decadencia…

-¿Cómo es eso de las emociones que se expresan en un pensamiento radical?

-Las emociones se expresaban a través de una acción política simbólica, que es lo que también había empezado a pasar con los tupamaros. En el caso del FER la emoción se vincula a la política a través de la acción, de las movilizaciones de masas y de elementos simbólicas como la toma del gimnasio y las confrontaciones con las autoridades. El FER, y por extensión el movimiento estudiantil, empieza a ser una fuerza social propia, un sujeto que marca presencia en la sociedad uruguaya. Pronto ese factor semiautónomo empezó a entrar en interacción con las organizaciones políticas. Ahí entra el MLN y ese es el otro momento que atraviesa el FER en el 68.


-¿De qué manera empieza el MLN a manifestar su presencia?

-Desde un principio hubo gente del FER que tenía contactos con los tupamaros, pero era un vínculo muy oculto. A partir de las primeras detenciones a fines del 68 se inicia una interacción entre la dinámica tupamara y el FER. Empieza a darse una identificación entre el FER y el MLN, una difusa y creciente corriente de simpatía.

-A vos te detienen en un local del MLN a mitad del 68, ¿qué significó para vos esa identificación pública con los tupamaros?

-Me permitió comenzar a vislumbrar la política en otro plano y definir mi compromiso. Ahí empezó una actividad política donde el FER gradualmente se desplazó un poco de la dinámica social a la dinámica política; también empezó a ser parte de un espacio de competencia entre partidos políticos de izquierda radical, básicamente el MLN y lo demás que después vino. En la segunda mitad del 68 el FER ya estaba constituido dentro del movimiento estudiantil, con un capital simbólico importante en el movimiento social y con conexiones evidentes con los tupamaros.

-¿Cómo se visualizaba desde el MLN el movimiento estudiantil y el fenómeno del FER?

-El MLN era un movimiento foquista que planteaba que la acción generaba conciencia y no le interesaba la educación de las masas, ni estudiantiles ni obreras; la participación de las masas se generaría a través de la acción, de la fuerza generadora de conciencia del foco. Además, en todo ese período, la prioridad era la organización político militar con vistas a una acumulación de fuerzas con la confrontación armada como horizonte.

En términos de guerra, fue todo un desastre en el caso del MLN y también de las organizaciones menores. Lo que los tupamaros sí hicieron, y muy bien, fue la propaganda armada, un tipo de acción de fuerte carga simbólica. La publicidad de la política, la emoción en la política, el populismo de la cultura del mate amargo fue en parte lo que permitió su significativo prestigio hasta hoy.

-¿ El MLN fijaba al línea política del FER?

-No desde el punto de vista de la táctica. En aquel momento cada columna del MLN seguía su propia política respecto de los movimientos de masas con los que se tenía contacto. No se discutía, por ejemplo con la dirección, una línea a seguir. “Vayan y hagan lo que quieran”, “Recluten gente”: era más o menos así. Cada sector se elaboraba una discusión propia y una línea a seguir. Algunos de los que éramos integrantes del MLN dirigíamos el FER; además de lo que incidía sobre el movimiento estudiantil y sobre el FER la repercusión nacional de los tupamaros en aquellos momentos. Se producía una especie de simbiosis natural pero no orgánica.

-¿Qué fue lo que provocó diferencias entre el MLN y el FER?

-Lo que sucedió fue un conflicto político interno del MLN que se expresó en el movimiento estudiantil y en especial en el FER, porque sin dudas éste también tenía mucha fuerza e importancia dentro del MLN.No fue que el FER dejó de ser una agrupación independiente porque fue cooptada por el MLN. No, había una dinámica social en la que el MLN jugaba un papel. El conflicto se desencadena a partir de Pando, el 8 de otubre de 1969, que algunos de nosotros consideramos un grave error militar.

-¿Cómo se canalizó esa discrepancia?

-Escribimos en ese momento un texto que circuló dentro del MLN con una crítica a la guerrilla urbana. Ahí se decía que no era posible desarrollar la guerrilla urbana en Montevideo, porque la saturación imposibilitaba el trabajo en los frentes de masas e íbamos a terminar todos presos. Entonces tuvimos una reunión en la que participó Raúl Sendic, donde nos dijeron que la organización iba a sacar una reflexión sobre Pando para discutirla internamente. Pero ese balance nunca llegó y los que habíamos tenido esa posición crítica empezamos a perder los contactos. Todo eso generó una discusión que finalmente terminó con la acusación de fraccionalistas y se nos expulsa de la organización.

-Cuestionar la guerrilla urbana era cuestionar la existencia del MLN, ¿no?

-No totalmente, había otros modelos. El foquismo en aquel momento tenía su sanción doctrinaria en los libros de Regis Debray y los escritos del Che que generalizaban a partir de la experiencia cubana. Claro. Después de la critica de Pando cuestionamos el concepto de organización político militar. La misma forma político-militar de la organización produce el militarismo, un sistema de obediencias ciegas y la tentación nihilista de la acción… Esa experiencia del Uruguay se dio en toda partes, antes y después de nosotros.
Argumentábamos que había que desarrollar un trabajo en los frentes de masas, tendiente a la constitución de una forma Partido que combinase los métodos de lucha. Pero después, en el 76, me di cuenta que no rompíamos en realidad con el paradigma. La lucha armada, la revolución y el socialismo inspirado en el marxismo eran tres pilares básicos e indiscutibles, pero la experiencia ha mostrado que ese cuerpo de doctrina provocó catástrofes antes o después de la toma del poder. En el caso de Sendero Luminoso el Partido dirigía el fusil pero la doctrina de ese partido era una especie de catecismo dogmático elaborado por sus principales cuadros curiosamente maestros y profesores universitarios. En otras experiencias, cuando se tomó el poder el partido se apropió del Estado para ser el núcleo de dictaduras burocráticas, a veces modernizadoras pero siempre corruptas y crueles. Pero esto ya es otra historia, la necesaria reflexión crítica sobre la experiencia revolucionaria en el siglo XX.

-¿La discusión también se dio en el FER?

-No todavía. La discusión fue sobre estrategias, sobre medios pero no sobre objetivos. Fue una discusión de dirigentes, en aquel momento la base del FER era pro tupa y reconocía como dirigentes a quienes estábamos identificadas con el MLN y que llevábamos esa línea. Los que ingresan a la militancia a través del FER a partir del 69, que fueron muchísimos, lo hacían a una organización identificada con el MLN. La dinámica de ese frente social tiende a fusionarse con la dinámica de los tupamaros. Incluso porque el MLN estaba en su momento de mayor esplendor, político, de imagen, de prensa, etc.

-¿Qué supuso la creación de un nuevo grupo, concretamente el Frente Revolucionario de los Trabajadores (FRT)?

-Un grave error. No teníamos la experiencia política ni el arraigo social suficiente como para desarrollar un movimiento político de base nacional. Nos arrastraron los acontecimientos y la propia dinámica del conflicto en el movimiento estudiantil y una muy pequeña presencia en sectores populares. Creo que nos obnubiló el dogma de la acción armada. Esta iba más allá en la conciencia de la época, de ser un mero método para transformarse en una especie de fuerza purificadora.

-¿A qué hacés referencia concretamente?

-A que la lucha armada tenía una dimensión de sacrificio, de expiación y un componente de aventura. Se entendía que era mejor llegar al poder por la vía armada que por otras vías. Hay algo de embriagador en la acción unilateral como lo saben los piratas y los bandidos románticos. Es también un tema de pureza, tal vez, porque todo esto está ligado al horizonte de la revolución. Una revolución es el proyecto de empezar la historia de nuevo, una transformación de estructuras radical, colocar el mundo al revés.

-Al dividirse también el FER las piezas se reacomodan en un mismo tablero. ¿Qué ocurre a partir de entonces?

-Después de la división, en términos absolutos hubo un importante crecimiento. En términos relativos creció mucho más el FER 68 por su identificación con el MLN y por su apoyo al Frente Amplio, dos puntos claves. Uno de los problemas importantes que aisló a la otra parte, el sector partidista del FER, fue el de la crítica al Frente Amplio y haber quedado fuera de él. Ahí se dieron problemas de espacios políticos: el MLN articula su participación en el FA con el 26 de Marzo y nosotros no teníamos espacios para ingresar al FA. No creíamos por otra parte en la vía electoral que pensábamos iba a ser un gran maniobra legitimadora y continuista.

-¿Qué fue el 68 uruguayo, en definitiva?

El comienzo del final de un ciclo histórico del país. De los escombros de ese país nació el Uruguay en el que vivimos hoy. Desde el punto de vista intelectual el 68, que en Europa significó fundamentalmente el inicio de un proceso democrático en una sociedad próspera - en definitiva el movimiento estudiantil francés fue un proceso de apertura y de transformación de estructuras -, en un país en profunda crisis como el Uruguay, crecientemente rodeado de dictaduras, se transformo en un proceso de destrucción sangriento que desembocó en los años de plomo.
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-¿Qué ha pasado con el marxismo en el devenir de tu pensamiento?

-Nosotros actuábamos en un horizonte de época que era el de la Guerra Fría. El escenario nuestro era el del mundo de las ideas, el del marxismo revolucionario, el de la revolución cubana… Heredamos las banderas de los derrotados de la Revolución Francesa y de las luchas anticoloniales. El pensamiento crítico que se atrevió a poner en duda que burguesía y humanidad eran sinónimos. Fuimos parte sin saberlo muy bien de un episodio de las muchas revueltas y batallas de la modernidad. Hoy, desde el punto de vista de los indicadores de la economía, debería haber más condiciones para la revolución que en aquella época no solo aquí sino en muchas otras partes, pero hoy no están en las librerías de Montevideo los libros de Marx, Lenin y los demás. Hasta 1990 el socialismo colocó en el banquillo de los acusados al capitalismo, desde 1990 en adelante también el socialismo se encuentra en el banquillo de sus acusados y los argumentos en su contra son graves.


-Tanta energía invertida en aquella empresa ¿qué sensaciones produce? ¿Se justifica lo actuado?

-Hay una dimensión de tragedia, sin duda en la experiencia de nuestra generación. Por otra parte el resultado parcial de esas luchas ha sido una presencia central en la vida política del país luego del final de la dictadura. Es cierto que muchas ideas han cambiado pero eso vale para todos porque en realidad el mundo y sobre todo la relación del pensamiento con el mundo han cambiado. En esto hay una cuestión intelectual, es un problema de diagnóstico: los lentes a partir de los cuales se puede entender la realidad no son más los del marxismo porque medió la catástrofe del mundo socialista, nada menos. Acá en el Uruguay la llegada al gobierno del Frente Amplio ha ampliado la participación política y esa sin duda es una conquista democrática y un factor de fortalecimiento institucional.

-A la generación del 68 no le es tan sencillo conformarse con ello.

-Nuestra generación ha pasado por experiencias terribles, pero en todo caso no nos cabe otra que tratar de meditarla y transmitírsela a los que están comenzando. La nostalgia es un sentimiento agradable si dura una noche y si se la toma con buen humor. Pero al día siguiente hay que levantarse a trabajar en el puro presente. Me parece que aquel horizonte de la revolución hoy no es posible. El marxismo claramente fracasó como sistema explicativo total, lo cual no significa que determinados diagnósticos sobre el capitalismo no sean interesantes todavía, por ejemplo la mercantilización radical de la vida social. Pero no hay en sentido estricto alternativas cualitativas, sistémicas al capitalismo. Categorías como “dictadura revolucionaria del proletariado” o una “ciencia de la sociedad y de la historia” se han diluido, y hoy nos enfrentamos a la incertidumbre y a la contingencia como categorías imprescindibles para pensar el mundo. ¡El único consuelo es que ese problema también lo tienen en buena medida los conservadores y los liberales!

-La revolución y el marxismo ya no cuentan, ¿la lucha por el cambio social tampoco?

-Estamos en un momento del mundo moderno, con una cantidad de problemas nuevos que pueden ser hasta más radicales que los de aquella época. Durante buena parte del siglo XX la ecología era parte del vocabulario conservador y los derechos individuales del liberal. Hoy ambos incorporan agendas sociales y las corrientes de tradición socialista incorporan dimensiones ecológicas y de derechos humanos. O por lo menos se ven interpelados por esos temas. Vivimos un momento de desplazamiento de la política, y el género, las identidades, los estilos de vida, el consumo, la posibilidad de una cultura pública, el lugar de la comunicación, la pobreza mundial son cuestiones centrales.

-Hay una agenda global, está claro, ¿pero qué margen queda para el concepto de nación?

-Las grandes unidades de clase se han desagregado y hoy vivimos en una sociedad crecientemente individualizada que opera con un código básico de inclusión o exclusión. Los perdedores son muchos y hay mucha tensión y desesperación detrás de las luces del shopping center. La política opera sobre un espacio nacional limitado y lo que hoy caracteriza lo social es la complejidad de las interconexiones. La economía americana y la China hoy viven en simbiosis y si los chinos dejan de comer carne se arma un gran problema, tengas la ideología que tengas. O sea que la relación de un país como Uruguay con el mundo es verdaderamente sensible y decisiva. Lo global crea nuevos problemas y también abre posibilidades. Un ciclo de la historia del Uruguay murió con las confrontaciones de las que fuimos protagonistas. Hoy puede ser que tengamos la obligación de reinventarnos como nación en una América Latina que también se está reinventando. Tenemos que abrirnos al mundo y poner en juego la imaginación y mucho conocimiento si queremos sobrevivir como una comunidad cultural con una perspectiva propia, o sea como una nación en esta era global).






* Antropólogo social. Actualmente es Director del Instituto de Pluralismo Cultural de la Universidad Candido Mendes de Río de Janeiro.

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