martes, 15 de diciembre de 2009

Con la boca sellada


Otros cuatro represores se negaron a declarar

El testimonio de María Esther Tello, madre de tres hijos desaparecidos, fue evitado por los acusados por la represión en El Banco, El Olimpo y Atlético.

“Algo habrán hecho mis hijos”, afirmó con orgullo María Esther Tello, madre de los desaparecidos Rafael y Pablo Tello. “Defendían los derechos de los trabajadores”, dijo mirando a los ojos a los imputados. “Los protegían ante el trato inhumano de empresarios de multinacionales que entregaban listas de delegados”, contó la primera testigo del juicio a los represores del Primer Cuerpo de Ejército, que continuará hoy a las nueve. A primera hora e igual que el jueves, cuando Guglielminetti, Simón & Cía. decidieron mantener el pacto de silencio, el capitán Enrique Del Pino, el ex subcomisario Samuel Miara y otros dos represores se negaron a declarar.

El Tribunal Oral Federal 2 (TOF2) introdujo ayer otra grata nueva para quienes exigen justicia. Luego de detallar los derechos a cada imputado, la jueza Ana María D’Alessio les informó con dulzura que “es voluntad del tribunal que estén presentes en las audiencias”. “Sólo si hay un motivo personal que se los impida”, les ofreció “presenciar las declaraciones desde una sala contigua”. El criterio rige en el interior y en San Martín, pero difiere del que hasta ahora aplicó el TOF5, donde represores excarcelados como Jorge Olivera Róvere o los jefes de Mansión Seré apenas pisaron la sala en audiencias iniciales (es obligatorio escuchar la acusación) y en las “últimas palabras” previas a la sentencia.

–Se levantaron a las cuatro de la mañana –arguyó la defensora Verónica Blanco para que siete de sus defendidos dejaran la sala.

–No son razones médicas ni de peso –disintió el fiscal Alejandro Alagia.

–Estaban presentes cuando torturaban y ahora no quieren escuchar hablar de torturas. ¡Cobardes! –resumió Nora Cortiñas, de Madres Línea Fundadora, antes de que el tribunal concediera el permiso para retirarse a Raúl Guglielminetti, Julio Simón, Eduardo Kalinec, Ricardo Taddei, Raúl González, Juan Carlos Falcón y el gendarme Guillermo Cardozo.

El 31 de mayo de 1978, cuando secuestraron a sus dos hijos, María Esther Tello estaba en Francia. Dos años antes habían secuestrado en Córdoba a su hijo Marcelo. “Hubo que aprender a esperar”, explicó, y contó que mientras las Madres comenzaban a marchar en Plaza de Mayo ella comenzó a pedir respuestas en la embajada argentina en Francia y solidaridad ante organismos humanitarios como Cristianos contra la Tortura.

“¿Quiénes eran sus hijos?”, preguntó el fiscal, en referencia a los dos que fueron vistos en Banco y Olimpo. La Madre de Plaza de Mayo contó que Pablo y Rafael tenían 29 y 25 años, estudiaron en el Colegio Nacional de La Plata, tuvieron mujer e hijos, estudiaron arquitectura y filosofía respectivamente, y mamaron desde la cuna la importancia de luchar. “Mi esposo y yo hacíamos trabajo social en chacras, con trabajadores del campo. Desde niños vieron cómo se organizaban comisiones de obreros rurales”, contó. Ya en dictadura trabajaron en astilleros como el Río de la Plata, donde “fueron perseguidos por reclamar sus derechos”, recordó.

–¿Integraron alguna expresión política democrática? –preguntó con cara de poker Valeria Corbacho, abogada de tres policías.

–Sí, en dictadura militaron en Resistencia Libertaria –respondió Tello.

–¿Sabe si el Estado dictó normas de reparación civil? –indagó la defensora oficial Verónica Blanco, introduciendo un tema que apasiona a los apologistas del terrorismo de Estado y poco aporta a las defensas.

–Es de público conocimiento, como también se hizo con los judíos luego del nazismo –le explicó la mujer.

Por la mañana, los cuatro imputados con abogados particulares se negaron a declarar. El subcomisario Miara, con estudios incompletos de abogacía, dijo no recordar su dirección en Ciudadela “porque hace mucho que no voy” y admitió que fue condenado “por sustracción de estado civil”, sin mencionar a los mellizos Reggiardo Tolosa. Su único testimonio en instrucción no fue para defenderse sino para decir que era “enfermo cardíaco” y pedir su traslado a la Policía Montada. Roberto Rosa, alias “Clavel”, miró con ojos desorbitados hacia la bandeja superior en busca de seres queridos, pero la encontró vacía. El último en brindar sus datos fue el subcomisario Eufemio Uballes, alias “El Führer”, quien también dijo haber olvidado qué casa ocupaba en el barrio General Belgrano de Salta. Los tres policías son defendidos por la abogada Corbacho.

El capitán Enrique Del Pino, detenido en mayo de 2007 tras un año y medio prófugo, declaró entonces que durante “la guerra antisubversiva” sólo cumplió órdenes y pidió ser juzgado por un tribunal castrense. “Miguelito” es el único militar y también el único imputado detenido en Campo de Mayo, donde ningún juez realizó aún una inspección ocular para verificar las condiciones de detención. Su defensor particular es el abogado Gustavo Daniel Franco.






Link a la nota:
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/elpais/1-137011-2009-12-15.html
Enviado por Esejorge

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Recuerdos del horror

(AW) Algunos extractos de testimonios de los juicios a represores de Campo de Mayo.


Buenos Aires, 15 de diciembre de 2009 (Cobertura AW)

"Pero estos hombres de donde salieron? nacieron de mujer?" decía la hermana de Iris, la tía del "Negrito" Avellaneda, un chico torturado y asesinado a los 14 años en Campo de mayo cuando comenzaron los juicios en los tribunales de San Martín contra los represores y torturadores de ése campo de concentración.
Hoy los juicios siguen en todo el país, y los testimonios sorprenden con horror, a veces por las atrocidades sádicas realizadas por los torturadores, otras por el cinismo y la maldad expresados hasta en el más mínimo detalle.

"A mí me secuestraron por pertenecer a la FAP, que ellos pensaban que eran las Fuerzas Armadas Peronistas, pero en mi caso se trataba de la Federación, Argentina de Psiquiatras. Me dijeron que dejaba de existir, y me dieron un número (...) la capucha es horrible, te priva de la visión, y dificulta el equilibrio, pero te da un pequeño alivio, de que no te coman las ratas la nariz ni las orejas mientras dormís. No sabés de donde vienen los golpes, con algunos golpes llegás a ver las estrellas. Los perros de guerra te clavan un poco los dientes. Cualquiera que sea hombre sabe lo que para nosotros significa la amenaza de castración (...) en el campo es permanente la angustia de muerte, los gritos de los torturados, y el miedo de que nombren tu número de nuevo para torturarte"

"Cuando entraron a mi casa, mientras nos tenían atados, se comieron la torta de cumpleaños y después nos llevaron (...) al llegar nos pusieron en fila y nos dieron un 'discurso': Estamos en guerra, esto es una guerra sucia, están clandestinos, ilegales, de acá ni siquiera Videla los puede sacar. Nos dieron un número y nos prohibieron de ahí en más pronunciar nuestro nombre (...) Ahora si sabían que era una guerra sucia, si tuvieron el 'coraje' para hacer las atrocidades que hicieron, que tengan el coraje de asumir lo que hicieron, pero son unos cobardes!"

"No me importa si no pusiste una bomba o no mataste a nadie, para mí sos subversivo por pertenecer a un partido proscripto (Peronismo), me dijeron"

"En mi casa se sentaron a comer, se cocinaron unos bifes, despues me subieron al auto y me dijeron que no levante la cabeza y mientras me llevaban me interrogaron, me preguntaron mi fecha de nacimiento, y la fecha de mi último acto sexual, dije que no, que era virgen, y se mofaron, se rieron. Cuando llegamos pedí ir al baño, y estaba luchando para bajarme el pantalón cuando entró uno que dijo que era doctor y que iba a 'constatar mis manifestaciones' y palpó mis zonas íntimas(...) yo lloraba mucho, todo el tiempo, me acuerdo que una vez un oficial dijo 'pero por favor! yo no hice la carrera militar para tener una pendeja de 18 años acá llorando sin saber qué mierda hizo!'(...) otro día me sacaron, me di cuenta porque pisaba pasto, hasta que me dijeron que pare y me apoyaron un arma en la cabeza 'Bueno mirá piba, si no vas a hablar ya estamos todos podridos de aguantarte' cómo reacciona uno cuando siente que lo van a matar..me arrodillé, me agarré de la ropa, le rogué...estos simulacros de fusilamiento los hacían seguido."

"Maltrataban mucho a mi abuela, la insultaban y no le querñian dar la tenencia. La asistente social que venía a casa era muy invasiva, olía la ropa. Al final le dieron la tenencia y me pude quedar con ella. Un señor le dijo que él le podía llevar cosas a mamá y que si le llevaban una cantidad de plata, la podían recuperar. Le dieron todo, el negocio se fundió, el abuelo se enfermó y no pudieron darle más plata y el señor les dijo que ya no podía hacer más nada, vivía sobre la calle 4, a cuadras de la avenida Avellaneda, en Virreyes."

"Me llevaron, me tenían en el auto y me dijeron que si no colaboraba iban a ir a buscar a mi hijo (que tenía 2 años), me quisieron picanear en el auto, pero tocaba a los otros y hacía masa. Hicieron un simulacro de incendio de auto, o de que lo iban a sumergir en el río (...)cuando llegamos me pusieron un número, el 144, y me dijeron que para cualquier persona que se acercara yo era el 144."

"Cuando entraron a mi casa yo tenía 4 años. La casa era muy chica, bah, era una habitación, asi que con mi mamá a la noche sacábamos una cucheta de abajo de la cama y de día la volvíamos a guardar. Pero cuando vinieron era de noche asi que la cucheta estaba afuera y molestaba bastante, asi que un militar la pateó y la metió abajo de la patada, yo me asusté y empecé a llorar, entonces sacó un arma que en ese momento me pareció muy grande, apoyó el caño en mi frente y me dijo 'callate' (una de las personas que presencian el juicio expresa 'qué valiente!') no hablé por un año. Fue la última vez que vi a mi mamá".


"En esa época yo tenía diez años, y mis hermanas 8 y 6. Yo estaba despierta, ya era más o menos la hora en la que nos venían a despertar para ir al colegio. Me dí cuenta de que empezaban a abrir la puerta y me hice la dormida, pero no nos despertaron, cerraron la puerta asi que me dormí de nuevo. Cuando nos despertamos, a media mañana, nos vestimos y fuimos abajo.
Estaba todo revuelto, los cajones dados vuelta, los muebles tirados, la ropa en el piso, y Emilio y Dolores no estaban. Primero no sabíamos que hacer, después empezamos a ordenar. Nos golpeó la puerta una vecina y preguntó si necesitábamos algo pero le dijimos que no y no le abrimos.
"Y esperamos.
"Al otro día nos organizamos, mis dos hermanas fueron a la escuela y yo me quedé esperando.
"Ése día comimos asado me acuerdo, que había quedado.
"Al día siguiente fuimos mi hermana menor y yo , y la de 8 se quedó solita. Al tercer día no fuimos a la escuela y nos quedamos a dormir abajo, las tres juntas en la cama de Emilio y Dolores (se emociona).
"Al cuarto día nos golpean la puerta.
-Quién es?- preguntamos
- El tío Osvaldo-después me enteré que el tío Osvaldo desapareció el 12 de Mayo. No era un tío, era un compañero de mis padres.
"Fuimos corriendo a abrirle, pero no era él, eran los militares. Algunos estaban con uniforme, otros de civil. Nos hicieron sentar en un sillón, nosotras nos sentamos con la más chiquita en el medio. Y nos empezaron a interrogar.
- Cómo se llaman?
Les dijimos
- Quién es Cecilia?
- No sabemos
- Sí que saben
- No, no sabemos
- Cómo se llama tu papá?
- Santiago Brizuela
- Eso no es cierto, tu papá se llama Norberto Victorino Puyol
- Y si lo sabe por qué me pregunta?
Uno de los militares le agarró la carita a mi hermana más chiquita y dijo:
- No te hagás la viva que tu hermanita es muy chiquita, le puede pasar algo...
Nosotras nos paretábamos.
- Bueno, si sos tan viva llamá a tus abuelos a Santa Fe para que las vengan a buscar
Desordenaron todo de nuevo.
- Y a ustedes las dejamos vivas para que cuenten de lo que somos capaces
Y se fueron.
(...) Mucho después entendí quiénes eran y se lo que hicieron. Se que asesinaron a los militantes políticos que perjudicaban los intereses económicos de unos pocos.
Hoy soy militante de H.I.J.O.S. por la verdad y la justicia."

Esto es solo una parte. Los testimonios son muchos. Las víctimas son muchas. Hay muchos que hoy no están, y muchos torturadores y asesinos que también deberían estar en el banquillo de los acusados y siguen sueltos. Como bien dijo una víctima que torturaron cuando tenía 14 años "también tendrían que juzgar a los empresarios y a Martinez de Hoz". A pesar de todo lo que falta es un placer verlos allí, acusados, ya popularmente condenados, verlos mirar las fotos de los que asesinaron y poder hacerlos escuchar "como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar!". Levantar frente a ellos dos dedos haciendo la "V", como diciéndoles "de quien fue la victoria al final?".







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