viernes, 23 de diciembre de 2011

Guillermo Salas, el sheriff platense

Viernes 23 de diciembre 2011


La presente entrega no está dedicada exclusivamente al jefe de calle de la Comisaría 1° de La Plata, sino también a sus colegas. La dependencia policial en cuestión ha recibido numerosas denuncias por torturas y golpizas, sufridas principalmente por jóvenes que trabajan o viven en la calle. El factor común de  los hechos que se narran a continuación es que, en ningún caso, la causa judicial  tuvo algún tipo de avance más allá de las pocas hojas que conforman la denuncia. Un limpiavidrios detenido 25 veces por averiguación de identidad y chicos que ya no se inmutan ante las golpizas son algunos de los protagonistas. Dos denuncias realizadas a la Comisaría 1° mientras se escriben estas líneas se suman a la lista.
"Ahora vas a ver lo que es estar con un policía" 
 Este artículo conforma la primera parte de una serie de relatos acerca de la vida delictiva de Guillermo Salas y sus colegas.  La serie conforma a su vez un capítulo, que es el de aquellos hechos que en algún momento tomaron estado público. Del 2001 a la fecha, Guillermo Salas desempeña funciones en la Comisaría 1° de La Plata como Jefe de Calle. Desde entonces ha pasado a formar parte de toda historia de violencia y corrupción policial contada por jóvenes que trabajan o viven en la calle, o que siquiera se acercan de los barrios periféricos al centro.
El primer relato nace de una nota del diario El Día del 2004, donde una joven denunciaba haber sido abusada por Guillermo Salas. La causa fue breve: una vez que el titular de la Comisaría 1° reconoció la detención de la chica por parte del jefe de calle, el Juez César Ricardo Melazo decidió archivar las actuaciones. Con motivo del resguardo de la integridad de la joven, las iniciales que aquí se encuentran no son las correspondientes a su verdadero nombre y apellido.
La Comisaría 1° de La Plata tiene el deber de garantizar la seguridad del centro político, económico y cultural de la ciudad. Quienes trabajan o viven en la calle, son el foco de la actividad de dicha dependencia.  En el caso de los limpiavidrios, a principio de año frente a la hostilidad policial en connivencia con el municipio, realizaron la primera huelga de limpiavidrios del país.  Mientras tanto, en agosto del 2010 un joven que vivía en situación de calle  debió irse de la ciudad a causa de las amenazas que recibía por negarse a robar para los agentes de la dependencia. Mientras tanto, el Consejero Estudiantil Facundo Ferray, debió enfrentar un juicio por “resistencia a la autoridad” cuando se quejó del maltrato que estaba recibiendo un chico detenida por dos agentes de civil. La represión en Plaza Moreno a estudiantes secundarios  tras una rateada y las constantes corridas a adolescentes los viernes por la noche en calle 8 son los casos más recientes que se pueden recordar. En todos los hechos mencionados, se encuentra involucrado el Capitán Guillermo Salas.
Guillermo Salas es un agente de la Policía de Buenos Aires con más de 25 años de servicio. Actualmente, se desempeña como jefe de calle de la Comisaría 1° de La Plata bajo el cargo de Capitán. En 2001, tras una larga estadía en la Unidad Regional La Plata y posteriormente en el Comando Patrullas Bonaerenses La Plata, Salas ingresa a la Comisaría 1° ubicada en la calle 53 entre 9 y 10. Sin embargo, su primer turno allí no pasaría de los dos años, ya que al siguiente debería partir hacia la Comisaría 1ra de Ensenada. El 2 de febrero de 2004 volvería a La Plata para quedarse, con un ascenso y un  “Diploma Estímulo” bajo el brazo. A partir de entonces , encararía el servicio de calle junto al entonces subcomisario Juan Domingo Ibarra,  actual jefe de la Dirección Departamental de Investigaciones –DDI- de  La Plata. Lo acompañarían también el  Oficial Inspector Bravo Diego, y el  Cabo 1° Mónaco Gastón.
El sábado 10 de julio de 2004, F.L., de 19 años, se dirigió junto a su padrastro a la Comisaría de la Mujer. A la salida, tomaban diagonal 80 cuando una patrulla policial cruzó la moto en que se trasladaban.  “Tirate contra el patrullero y abrite de gambas”, le gritó un oficial de civil, mientras el padrastro era obligado a arrodillarse por un policía uniformado que lo apuntaba con un arma de fuego.
Comisaría 1ra de La Plata


La joven, al negarse a ser revisada por el civil a quien identificó como Guillermo Salas, recibió por respuesta: “¿qué no te vas a dejar revisar, si sos una hija de puta? Ahora vas a saber lo que es estar con un policía”. La joven fue tirada contra el patrullero y manoseada por Salas, quien ante su resistencia  empezó a golpearla en las costillas. Al intentar ingresar a la joven en el patrullero, una mujer policía se presentó  pidiendo hacerse cargo de la situación.
Los demorados fueron trasladados a la Comisaría 1° donde el padrastro fue encerrado en un calabozo mientras la joven era retenida en una oficina. Allí fue vejada por Salas, quien intentó desvestirla delante de otros policías y un detenido a quien llevaron como testigo. Al resistirse fue obligada a firmar un acta donde afirmaba que se negaba a se revisada.
A la mañana siguiente, F.L. junto con su padrastro fueron llevados a declarar a la Defensoría número 4 de turno, donde el mismo defensor le sugirió a la joven que denunciara los hechos mencionados. El martes 13 se dirigió a la Oficina de Denuncias de la Fiscalía General Departamental, donde el Auxiliar letrado Santiago Paolini escuchó su relato.
Policías investigando a la Policía

Más veloz que la Justicia, fue la Policía. A los dos días sin actividad alguna en la causa, la víctima regresó para afirmar que “no han cesado las persecuciones sobre mí y mi familia”.  Ante la inactividad de parte de la Fiscalía N°1 a cargo de Leandro Heredia, la misma denunciante solicitó en el escrito que se la cite para ampliar la declaración, así como se disponga una medida de seguridad, ya que “temo por mi integridad física y la de mi familia”, sostuvo.
El 19 de julio, el perito judicial Domingo Troncatti realizó el examen médico a F.L., pudiendo percibir hematomas en la mejilla derecha, en el muslo derecho e izquierdo y en la rodilla derecha. Tambiéncomprobó lesiones de tipo escoriativas en ambos brazos. “Las lesiones fueron producto de golpe o choque con o contra elemento duro y romo de una evolución aproximada entre tres y cinco días”, concluye el examen, afirmando que “inutilizan a la causante por un plazo menor de 30 días”.
Tras un mes sin novedades en la investigación, la Justicia realizó una práctica común cuando se trata de policías denunciados: entregar la víctima a los victimarios. El 13 de agosto se le encargó la investigación a la Dirección Departamental de Investigaciones –DDI-  a fin de que, en menos de quince días, un instructor policial le tome declaración a la víctima en relación de las intimidaciones sufridas. El responsable de realizar tal tarea fue el comisario Omar López.
El encuentro fue en 1 y 59, sede de la Coordinación de Transición Judicial. El comisario López fue sutil, y le preguntó si persistían los “inconvenientes”, en relación a las intensas amenazas que recibía. Ella afirmó que, todos los días, dos policías uniformados circulaban por su casa alrededor de las once de la noche en una camioneta Toyota azul y verde no identificable,  “quienes aminoran la marcha en su casa y luego aceleran a gran velocidad”.
Cuatro días después de esta declaración, el Comisario encara la investigación pidiendo a la Comisaría una copia del libro de actas, y que confirme o niegue si un tal Salas desempeñaba funciones allí. Habían pasado ya dos meses de presentada la denuncia cuando el comisario Botoni, titular de la Comisaría 1° de La Plata, reconocía que allí trabajaba el Sargento Ayudante Salas Guillermo y que el 11 de julio el mismo ingresaba junto a la joven a su dependencia a las 12:45 a.m.
Tras ser identificado el denunciado, la causa entra en un pozo. El padrastro es llamado a declarar en octubre y reafirma lo dicho por F. L..  Una carta en la cual Asuntos Internos notifica que se le ha iniciado un sumario al Sargento es la anteúltima foja de la causa. La siguiente está fechada el 9 de noviembre: “Atento que en la presente IPP –Investigación Penal Preparatoria -, no obstante las diligencias llevadas a cabo, a la fecha, no existen elementos suficientes que permitan abonar la existencia del hecho por el que se diera motivo al inicio de estas actuaciones, y en su caso, tampoco la eventual autoría, resuelvo archivar las presentes actuaciones”.
El Juzgado de Garantías n°2 de César Ricardo Melazzo daba punto final a la poca investigación que se había realizado, sin llamar a declarar al oficial Barrientos, quien apuntó con un arma de fuego al padrasto, ni menos aún  a quien figura en la caratula de la IPP como imputado: Salas Guillermo.

"Ahora vas a ver lo que es la tortura"
Este artículo forma parte de la serie de relatos acerca de la vida delictiva de Guillermo Salas y sus colegas.  La serie conforma a su vez un capítulo, que es el de aquellos hechos que en algún momento tomaron estado público. Del 2001 a la fecha, Guillermo Salas desempeña funciones en la Comisaría 1° de La Plata como Jefe de Calle. Desde entonces ha pasado a formar parte de toda historia de violencia y corrupción policial contada por jóvenes que trabajan o viven en la calle, o que siquiera se acercan de los barrios periféricos al centro.
El 10 de agosto del 2009 el consejero estudiantil Facundo Ferray  presencia la violenta detención de un joven por dos agentes de civil: Guillermo Salas y Gastón Mónaco. Su pedido de explicaciones acerca de la acción policial lo llevó a los calabozos de la Comisaría 1°, donde la tortura y el armado de causa fue la respuesta de los oficiales.  La versión policial fue la única que tuvo en cuenta la Justicia. Aquel chico que el servicio de calle detenía  había sido víctima del ataque perpetrado un año antes en Plaza San Martín al grupo de chicos conocido como “la banda de la frazada”, hecho  que  a su vez retoma a Salas y la Comisaría 1°.
 El operativo Plaza San Martín
Chico herido


Hacia el 2008 la Comisaría 1° tiene por Comisario a Daniel Piqué; el Teniente 1° Guillermo Salas y el  Subcomisario Bravo Diego dirigen el servicio de calle.  Los medios locales advierten sobre un nuevo terror en la ciudad: “la banda de la frazada”, integrada por chicos y chicas en situación de calle que duermen en la glorieta de la Plaza San Martín, ubicada en el corazón platense, entre la Legislatura y la Casa de Gobierno.
A fines de julio, militantes de distintas organizaciones sociales conforman “Autoconvocados por los Derechos de los Pibes de la Calle” e inician una olla popular en la plaza con el fin de reclamar por la situación de abandono que se encontraban los niños que allí dormían. A lo largo de los días las represalias de la Comisaría 1° se repiten.  Tras cinco noches, el 25 de julio, un grupo de personas ataca a los niños y niñas con palos y cadenas, corriéndolos a lo largo de la plaza. Una de las agresoras se identifica a un integrante de autoconvocados como “yuta” y le enseña un revolver que poseía en una cartera. Mientras tanto, cuatro bici policías empujaban a la Plaza a aquellos chicos perseguidos que intentaban escapar del lugar.
Guillermo Salas fue ubicado al frente de la investigación, sin realizar mayor tarea que afirmar “hasta el momento no se ha logrado identificar a los denunciados”. Sin  embargo, para aquel entonces, cuando recién se iniciaban las actuaciones, ya se habían realizado las primeras identificaciones. La oficial que se presentó como “yuta” era la Sargento Sandra Rita Salerno del Agrupamiento Administrativo, legajo 133.800. Mientras tanto, los oficiales pertenecientes al grupo ciclista eran el Oficial Fallecen Juan, Oficial Hurcade Facundo, Oficial Aloil Rodrigo y la Oficial Ibañez Vanesa. Estos declararon haber recorrido aquella noche la plaza sin encontrar más que un hombre que les dijo que “minutos antes hubo problemas con unos chicos (…) que según ellos eran los menores que en forma permanente concurren a la plaza
Gillermo Salas


La Comisaría 1° demostró su capacidad operativa cuando luego de una movilización hacia la dependencia policial realizada a dos días del ataque, se encargó de armarle una causa a uno de los integrantes de “autoconvocados. Los ágiles agentes relacionaron la voz de quien afuera pronunciaba un discurso con la de aquel que días atrás se había presentado para retirar los colchones secuestrados a los chicos. Acusado de realizar pintadas en las paredes de la dependencia, se le radicó una denuncia que se extinguió a los pocos días cuando la Fiscal Virginia Bravo dictó el sobreseimiento.
La investigación sobre quiénes perpetraron el ataque no prospero. Luego de unos pocos meses en los cuales los militantes denunciaron insistentes amenazas a ellos y los niños, la Comisaría 1°  fue apartada de la investigación. Otra causa pasaba así a dormir en el Juzgado de Garantías N°2 de César Ricardo Melazo, esta vez de la mano de la Fiscal Virginia Bravo.

Lo de Aníbal
Son las ocho y media de la noche del 10 de agosto de 2010. Diez policías y tres patrulleros se apuestan en calle 5 entre 50 y 51, al lado del local de comidas conocido como “lo de Anibal”. Facundo Ferray, un joven de 30 años, se encuentra  discutiendo con dos policías vestidos de civil: Guillermo Salas y Gastón Mónaco. Ambos intentan agarrarlo, pero la resistencia del joven aferrado a su bicicleta es mayor. Una decena de curiosos observa la escena y algunos se acercan pidiendo que dejen de pegarle. Los  oficiales uniformados se suman al forcejeo hasta que logran tirar el joven al piso y entre patadas uno de los oficiales le coloca la rodilla en la nuca mientras Salas lo esposa.
El joven es puesto de pie y grita que “él no había hecho nada y lo estaban secuestrando”,  según el relato de uno de los testigos. Es empujado contra el patrullero cuando un hombre se acerca para preguntarle si desea que le avise a alguien. Él llega a enumerar los primeros números de un teléfono antes de que Salas le cruce el brazo por el cuello y lo meta en el patrullero.
Gastón Mónaco



Minutos antes, Salas y Mónaco se movilizaban en las inmediaciones de 5 y 50 en un Chevrolet Corsa, cuando vieron a Josecito de 15 años junto a dos amigos. El servicio de calle de la Comisaría 1° tenía la orden impartida una semana atrás por el Juez Hugo Rondina de “buscar, localizar e internar” al joven.
Josecito fue víctima del ataque del 2008 a los chicos que dormían en la plaza y cuando Salas y Mónaco procedieron a su detención, aun se encontraba en situación de calle. Como sus amigos, el joven sufría una fuerte estigmatización de los medios locales e incluso nacionales. El diario  Clarín en su edición del 25 de julio de 2009 tituló “Tiene 15 años y ya suma 43 detenciones por robos”. El Defensor Juvenil, Julián Axat, presentó durante aquellos días una denuncia penal por el delito de acción pública, señalando que la mayoría de las detenciones respondían a averiguación de antecedentes, afirmando que “por lo tanto, la información que dicha seccional -Comisaría 1°- brinda a los medios de prensa resulta no ser solo fraudulenta y poco veraz, sino que se trata de una forma de manipular la información pública”. El defensor oficial también denunció “una grave ausencia u omisión por parte de los Servicios encargados de recibir las derivaciones policiales”, tales como el Servicio Zonal. Sin embargo, aquella tarde en 5 y 50, Salas y Mónaco volvían a arrestar al joven.
Facundo Ferray, estudiante de la Facultad Ciencias Jurídicas y Sociales y consejero directivo de la misma, se dirigía en bicicleta hacia su casa.  En 5 y 50, señaló haber visto “dos personas adultas que tenían un menor contra la pared sosteniéndolo del cuello”, por lo que decidió detenerse. Salas tomó nota de la presencia del joven y le preguntó qué hacía en ese lugar, afirmando que se trataba de un operativo policial y no tenía nada que hacer allí. El joven no se retiró y les pidió que se identifiquen como policías, ya que no tenían credencial o insignia alguna. En pocos minutos, más de diez uniformados se presentaron en el lugar y se sumaron a la discusión. José fue subido a un patrullero y llevado a la comisaría pero los oficiales permanecieron en el lugar. Salas y Mónaco le exigieron a Ferray que se identifique, a lo que respondió con su nombre y afirmando que era estudiante de abogacía y conocía el Derecho Penal, teniendo ellos la obligación de identificarse. Los oficiales le pidieron entonces que suelte la bicicleta porque lo iban a llevar detenido
 En la Comisaría
Ferray es subido al patrullero bruscamente. A un costado se sienta Mónaco quien empieza a insultarlo y decirle que era un hijo de puta, un zurdo de mierda, que los derechos humanos eran para proteger a los delincuentes. En el corto viaje hasta la Comisaría 1°, las amenazas de los oficiales no ceden, diciéndole que le iba a dar miedo cada vez que viera un patrullero y realizando afirmaciones tales como “cuando lleguemos te voy a hacer romper el culo” y “ahora vas a ver lo que es la tortura”.
En la Comisaría se le requisa la mochila sin ningún testigo presente y donde según el acta policial se le “encontró un cuchillo de 20cm de largo”. Ferray es llevado a una sala ubicada en el patio de la Comisaría donde lo obligan a desnudarse y mirar la pared mientras le preguntan los datos. Mónaco insiste con el amedrentamiento, gritándole que ahora iba a ver lo que era meterse con ellos, y aprovechando una baja en la tensión insinúa “uy, en el fondo están usando la picana”. A las 4.30 sería puesto en libertad sin saber aún que una causa se había iniciado en su contra, acusado de “resistencia a la autoridad y usurpación de títulos”.
En los tribunales
La causa en su contra se inicia con las declaraciones calcadas del Teniente 1ro Guillermo Salas y el Teniente Gastón Mónaco. Ambos afirman que cuando esperaban el móvil para trasladar a José a la Comisaría, se hace presente un joven que dice ser abogado del Comité Contra la Tortura y exige la liberación del detenido. A pedido de ser identificado se niega reiteradamente y trata de darse a la fuga. Tras un forcejeo es reducido y llevado a la Comisaría donde se le incauta una cuchilla.
El testigo del hecho es Aníbal, dueño de la casa de comidas al lado de la cual se sucedieron las detenciones. En su declaración sostiene lo mismo que los uniformados, pero  citado posteriormente por la justicia a pesar de reconocer su firma al final de la foja niega haberla leído. “La policía me llevó los papeles para que los firme en mi negocio, yo no declaré ni me preguntaron nada, ni tomaron apunte de nada que yo dijera” aclaró en la Fiscalía. El hombre de 64 años afirmó que “por lo menos una vez más me ocurrió que me llevaran los papeles para firmar, pero no recuerdo ni cuando fue”. A pesar de esto no se dio curso a investigación alguna acerca de esta práctica policial.
Tampoco se procedió en la investigación por  las agresiones sufridas por Ferray, tal ccomo solicitó el Centro de Protección de los derechos de la Víctima. También la Fiscalía pidió al Tribunal de Familia N°2 “se informe si al efectivizarse la detención dispuesta se ha constatado algún tipo de lesión o maltrato para con el menor por parte del personal policial interviniente”. Sin embargo, el Juez Rondina ignoró  el pedido, a pesar de que Josecito presentara un golpe en la mandíbula izquierda que requirió de un tratamiento médico.
La causa que sí avanzó fue la que encontró al estudiante de abogacía por imputado. La misma se desarrolló velozmente hasta llegar al día 9 de septiembre, en que el Juez de Garantías N°2, César Melazo decidió elevar a juicio la causa, accediendo al pedido de la Fiscal María Laura D’ Gregorio. Pocos días después, tras la apelación realizada por la Defensa, Ferray lograría el sobreseimiento.


"¿Robaron algo para nosotros?"
Este artículo forma parte de la serie de relatos acerca de la vida delictiva de Guillermo Salas y sus colegas. La serie conforma a su vez un capítulo, que es el de aquellos hechos que en algún momento tomaron estado público. Del 2001 a la fecha, Guillermo Salas desempeña funciones en la Comisaría 1° de La Plata como Jefe de Calle. Desde entonces ha pasado a formar parte de toda historia de violencia y corrupción policial contada por jóvenes que trabajan o viven en la calle, o que siquiera se acercan de los barrios periféricos al centro.
Víctor Emanuel Gandia recorrió Latinoamérica al compás que trabajaba haciendo malabares, vendiendo macramé, cuidando y limpiando autos.  Sin embargo, sostiene que en ningún lugar recibió el trato que tuvo en La Plata por parte de la Comisaría 1°. Junto a otros chicos que vivían en la calle fue hostigado por Salas, quien buscaba que robaran para la Comisaría  El rechazo a delinquir llevó al joven a sufrir fuertes hostigamientos por parte de la policía. Pocas semanas después, sin avance alguno en la causa, debería irse de la ciudad a raíz de las amenazas.
La banda: Guillermo Salas, (segundo desde la izquierda )en recorrido durante 2010 junto al Comisario (primero a la derecha)

El ataque
Cuando Emanuel Gandia, de 23 años, llegó a La Plata a principios de 2010, no esperaba encontrarse con una contradicción tal como estar enamorado de una ciudad donde no podía quedarse. Acostumbrado a vivir del arte callejero, tuvo que improvisar cuando los malabares no dieron resultado  y debió empezar a limpiar autos. Durante aquellos días conocería chicos de entre 10 y 15 años que vivían en la calle como él, y con quienes dormiría en la explanada del Teatro Argentino, ubicado exactamente enfrente de la Comisaría 1°.
En la mañana del 27 de junio de 2010, Gandia descansaba en un banco de la Plaza San Martín cuando dos policías se acercaron a él. Uno de ellos se encontraba uniformado y lo reconocería como el jefe de calle de la Comisaría 1°, desconociendo que se llamaba Guillermo Salas, pero realizando una descripción que permitió la rápida identificación: “alto, morrudo, morocho, pelo corto y canoso, con orejas muy marcadas y oscuras”. El otro policía que se acercaba a él, estaba de civil pero reconoció haberlo visto antes con el uniforme y lo describió de la siguiente manera: “estatura media (1,68ms), trigueño, se peina para el costado y tiene aproximadamente 40 o 45 años”.
Según relató el joven, los oficiales lo increparon diciéndole  “a ver flaco, que acá no se puede dormir la concha de tu madre”, y continuaron con agresiones verbales amenazándolo con “que se marchara del lugar, que no circulara más por la Plaza San Martín, que la iba a pasar mal”. Gandia llegó a pedirles que lo trataran con respeto antes de que el hombre de civil le pegara una cachetada. El intento de reacción al golpe fue en vano, cuando al ponerse de pie, Salas le dio una piña en la cara que lo tiró al piso. Según consta en la denuncia, fueron alrededor de cinco o diez minutos que estuvo en el suelo recibiendo patadas y puñetazos en la espalda, la cara y el pecho. Al notar que su ojo sangraba se intento proteger acurrucándose hasta que los oficiales se fueran y lo abandonaran ahí.
La acción de Guillermo Salas durante la represión a los estudiantes "rateados"
fue captada por las camaras de El Día en mayo de 2010.
El reclutamiento
No era la primera vez que el joven veía a esos oficiales. En marzo, abril y mayo los conocería cuando dormía en el Teatro Argentino. Según relató al momento de realizar la denuncia, estos policías los amenazaban “todas las mañanas cerca de las siete, de forma violenta con que los iban a prender fuego, pegándoles patadas, diciéndoles que si no iban a robar para ellos les iban a ‘armar una causa’ y a meter presos”. Una de las frases que pudo recordar con exactitud interrogaba “¿y, nos consiguieron algo ayer, robaron algo para nosotros?. Según precisaría luego Gandia, era usual que los oficiales se llevaran detenidos a los chicos o los golpearan allí mismo.
El joven recordó que “otros 5, 6 policías que acompañaban la recorrida mientras tanto observaban, deambulaban por el lugar, pero no tenían la actitud agresiva de estos dos oficiales, que se percibía que ejercían un poder de mando sobre los otros”.  Uno de los que ejercía el mando, pudo saber meses después, se llamaba Guillermo Salas.
La Primera al frente de la investigación
Tras la agresión de junio, Gandia se dirigió a la casa de una amiga quien al día siguiente lo llevaría al Hospital Rossi. Tras contarle al médico oftalmólogo lo que le había sucedido, este la manifestó que no podía atenderlo ya que su situación no era grave y no tenía insumos, e incluso sugiriéndole que regrese cuando la cara se le haya deshinchado. Un enfermero que se encontraba allí y escuchó el relato, le explicaría luego que “el doctor que lo había atendido, de una u otra forma, trabajaba para y con la policía”.  El mismo enfermero se encargaría de atenderlo y brindarle los medicamentos que el joven precisaba. Debería dirigirse al Hospital San Juan de Dios para obtener un certificado donde se constatara los golpes recibidos.
A los pocos días el joven se comunicó con el Comité Contra la Tortura – CCT - de la Comisión Provincial por la Memoria, que el 1 de julio radicó la denuncia por “Torturas y malos tratos y/o instigación a cometer delitos. Al día siguiente, la noticia se difundió a través de los medios locales, produciendo la inmediata reacción de la Comisaría 1°.  Desde un primer momento, el Comisario Marcelo Tidoni, titular de la dependencia, intentó adjudicar la investigación de los hechos a sus propios hombres, iniciando una causa paralela bajo la carátula de “averiguación de ilícito”.  “Procurar establecer la identidad de la persona que se refiere los matutinos como víctima de las agresiones físicas a fin de recibirle debida declaración” fue la diligencia encomendada. Al mismo tiempo, pretendía tomar declaración a los oficiales que se encontraban abocados a la zona de la Plaza San Martín aquel 27 de junio, y enviaba al Subcomisario Marcelo Cifuentes a recorrer la sede judicial con el fin de averiguar si había una causa en curso.

La Auditoría General de Asuntos Internos solicitó a la Fiscalía, al día siguiente de radicada la denuncia, una copia de la misma. Ese mismo día, exigiría a la Comisaría 1° fotocopias del libro de guardia correspondiente a los días 26,27 y 28 e información acerca del personal afectado a la zona de la Plaza San Martín. La respuesta de la policía fue que, en el momento de la golpiza, únicamente se hallaban en esa cuadrícula Marcos Formigo y Juan Vendito en el patrullero 38250. Sin embargo, aquel día, Guillermo Salas se encontraba de servicio. Lo que no resultaba coherente con el relato del comisario, era que según el libro de guardia el móvil 38250 llega a la Comisaría a las dos y media de la noche, registrándose la próxima salida recién a las cuatro de la tarde.
La Comisaría 1° siguió llevando a cabo actuaciones, y la fiscalía dejo que así sea. La policía fue quien solicitó al Hospital Rossi y al Hospital San Juan de Dios que informe si allí había sido atendido Gandia. Sin embargo, la diligencia fue mal realizada, pidiendo informes por Candia en vez de Gandia y entre las fechas 9 o 10 de junio, en vez de 27 de junio a 3 de julio. Esto produjo que la respuesta se demorase más de 3 meses en el caso del Hospital San Juan de Dios, quien negó que el joven haya sido atendido allí, a pesar de que el CCT, al momento de radicar la denuncia, presentó el informe médico realizado en la guardia del Hospital San Juan de Dios con fecha 2 de julio. El Hospital Rossi nunca respondió al informe solicitado con el adecuado apellido y las fechas correspondientes.
Las amenazas y luego el exilio
Mientras Asuntos Internos solicitaba las copias del libro de guardia y la Comisaría 1° pedía informes a los hospitales, la actividad de la Fiscalía N° 5 a cargo de Leyla Aguilar se redujo a citar a declarar a Gandia a las dos semanas de realizada la denuncia. Al no tener conocimiento de que el nombre del oficial en cuestión era Guillermo Salas, el CCT aportó fotos donde el joven había reconocido al jefe de calle. Sin embargo, la fiscalía no tomó ninguna medida que buscara esclarecer la identidad de los agresores. No era la primera vez que la fiscal Leyla Aguilar actuaba de este modo al momento de investigar a los uniformados. En 2008 fue apartada de la causa que investigaba la muerte de Daniel Mignone en la Comisaría 9°. La decisión fue tomada por la justicia luego de tres años de dilataciones, en los que llegó a decirle a los familiares " Nunca voy a llegar a los autores materiales "

En su nueva declaración, el joven indicó que personal de la comisaría lo seguía, por lo cual se encontraba refugiado en casas de amigos.  Dijo que por aquellos días había sido demorado por oficiales, quienes le pidieron documentos y le preguntaron por qué estaba lastimado y si había estado robando. A esto les respondió que él no robaba y que las heridas se la habían hecho sus colegas, en referencia a la policía, ante lo cual los efectivos se retiraron.  El indiscriminado hostigamiento dirigido al joven golpeó a sus amistades cuando oficiales de la Comisaría 1° detuvieron a un amigo suyo que trabajaba en la calle. Según relató Gandia,  lo interceptaron “preguntándole si era el pibe que había hecho la denuncia y al responder que no le muestran un gamulán y le inventan una causa por robo y quedó detenido en la primera”.  A los días de salir en libertad, le acercaría un mensaje de la comisaría a Gandia: los oficiales le dijeron que si veían a su amigo lo iban a hacer “historia”.
Luego de las amenazas, la fiscalía no sólo no dictó medidas de resguardo para el joven, sino que llegó a ponerlo en una situación de mayor riesgo cuando realizó el llamado a declarar bajo amenaza de utilizar la fuerza pública en caso de que no se presente, es decir, brindándole a la Policía la potestad de detenerlo en plena calle. La causa continuaría durante los siguientes meses agregando fojas donde se citaba una vez más el joven a declarar pero sin búsqueda de los agresores. Ante el desamparo judicial y la persecución policial, a Gandia no le quedó más alternativa que abandonar el territorio del sheriff platense.

Un final abierto en las calles, un final cerrado en la justicia
Este artículo es la cuarta y última parte de la serie de relatos de la vida delictiva de Guillermo Salas. Sin embargo, la presente entrega no está dedicada exclusivamente al jefe de calle de la Comisaría 1° de La Plata, sino también a sus colegas. La dependencia policial en cuestión ha recibido numerosas denuncias por torturas y golpizas, sufridas principalmente por jóvenes que trabajan o viven en la calle. El factor común de  los hechos que se narran a continuación es que, en ningún caso, la causa judicial  tuvo algún tipo de avance más allá de las pocas hojas que conforman la denuncia. Un limpiavidrios detenido 25 veces por averiguación de identidad y chicos que ya no se inmutan ante las golpizas son algunos de los protagonistas. Dos denuncias realizadas a la Comisaría 1° mientras se escriben estas líneas se suman a la lista.
Limpiavidrios realizaron una huelga en protesta contra la violencia policial
a principios del 2011
Farías el "rompehuesos"
A las 8:30 de la noche me paró un patrullero porque, supuestamente, había robado pero no me encontraron nada (…) yo estaba solo, me pusieron las esposas y empezaron a pegarme ahí mismo en la calle”. Así empieza la denuncia realizada por un joven de 14 años en julio de 2009 cuando tres los policías lo interceptaron en las calles 3 y 48.   Tras interrogarlo ahí mismo acerca del paradero de un supuesto cómplice, fue subido a un patrullero que arribó  al lugar. En el mismo, un oficial se sentó al lado suyo golpeándole la cabeza contra el vidrio hasta llegar a la Comisaría 1° donde fue bajado de los pelos y llevado al calabozo. Allí lo desnudaron mientras otro policía le decía “que se fuera a molestar a otro lado”.  Estuvo cerca de ocho horas detenido antes de ser llevado a las tres y media a un instituto de menores ubicado en diagonal 73 y 115. Tras comer y bañarse se iría por diagonales 73 hasta llegar a calle 10 para dormir al costado de un edificio.
El joven sostuvo que, una vez en la comisaría, los oficiales habían intentado incriminarlo en un robo, sosteniendo que le habían encontrado un revolver, y haciéndolo firmar papeles que no pudo leer. Entre los uniformados que lo torturaron afirmó que a uno le decían “Farías el rompehuesos”, quien haría referencia al subteniente Leonardo Farías, legajo 160.145, que desde hace varios años trabaja en la comisaría de Guillermo Salas. A los demás golpeadores el joven manifestó conocerlos previamente, cuando eran bicipolicías, “pero ahora andan en móviles”, según afirmó. “Uno es rubio con nariz redonda corta y el otro una nariz grande y también rubio, el que iba en el móvil pegándome, el que me pegó en la comisaría es uno gordito de rulitos” describió a la vez que dijo poder reconocerlos en una rueda de reconocimiento.
Ese mismo año pero en octubre, un trabajador de la Secretaría de Derechos Humanos se sorprendería al ver a tres chicos en situación de calle con evidentes lastimaduras. Ellos no pasaban los 15 años, y le dijeron con naturalidad que las lesiones se las habían producido policías de la Comisaría 1°. Un hematoma en el ojo derecho y las muñecas lastimadas eran las heridas presentadas por uno de los chicos, mientras moretones en piernas y brazos enseñaba otro. Esto había sucedido a pesar de una medida de resguardo dictada por el Juez en lo Contencioso y Administrativo Luis Arias, ya que los mismos chicos habían sido víctimas del ataque a jóvenes en situación de calle perpetrado un año atrás  en la Plaza San Martín.

25 veces detenido para conocer su identidad
La ley 13482 reglamenta la unificación de las normas de organización de las policías de la provincia de Buenos Aires. Su artículo 15, inciso c, concede a la fuerza bonaerense la potestad de detener arbitrariamente a cualquier persona en la vía pública:
  • ARTICULO 15. El personal policial está facultado para limitar la libertad de las personas únicamente en los siguientes casos:
    c) Cuando sea necesario conocer su identidad, en circunstancias que razonablemente lo justifiquen, y se niega a identificarse o no tiene la documentación que la acredita.
Durante el 2010 y los primeros meses del 2011, un limpiavidrios -que aquí se lo referenciará como D.S. -, aseguró haber sido  detenido alrededor de 25 veces por oficiales de la Comisaría 1°, siempre bajo la figura de “Averiguación de Identidad” A.I.. El objetivo de la policía era echarlo junto a sus amigos de la Plaza Moreno, donde él trabajaba y vivía. La intención y el motivo dejó en claro un oficial en diciembre cuando le dijo “que se fueran de ahí porque al intendente Bruera le molestaban”. Esas palabras fueron el inicio del amedrentamiento que padecería D.S. y sus amigos durante el verano 2010-2011.
El 15 de enero por la mañana, D.S. se encontraba en Plaza Moreno junto a sus amigos cuando dos patrulleros se subieron a la misma y bajaron del móvil dos oficiales, uno armado con una itaka, al grito de “al piso”. A pesar de obedecer a los uniformados, fueron golpeados y luego notificados de que eran sospechosos de un robo y el damnificado se dirigía hacia allí para reconocerlos.  En una suerte de rueda de reconocimiento realizada allí, la víctima del robo negó que alguno de los limpiavidrios haya sido el autor del ilícito.
A los cinco días de este suceso, el 20 de enero, el Capitán Guillermo Salas fue a la plaza para decirle a D.S. “que lo había llamado Bruera directamente y que le había indicado que en 15 minutos lo saque de la plaza”. Sin embargo, en menos tiempo, un camión de la municipalidad se ubicó en la equina de 12 y 51 donde D.S.  trabajaba,  y secuestró cinco colchones, cuatro frazadas y ropa que los limpiavidrios tenían allí. Al día siguiente la Comisaría 2° se encargaría de llevarse las demás cosas que guardaba en otro punto de la ciudad.
El 25 de enero policías intentarían detenerlo, pero fueron impedidos a raíz de la reacción de sus amigos. Semanas después, el 8 de febrero, otros policías se acercarían a la plaza alrededor de las once y media de la noche insultando a un limpiavidrios. Cuando D.S. le dijo que no le hablará así a su amigo, el oficial llamó a D.S. por su apellido diciéndole “que ahora él mandaba en la plaza y que no lo quería ahí”. El uniformado también lo amenazó diciéndole que “él no iba a hacer como los demás, que no lo iba a mandar preso, sino que lo iba a hacer desaparecer; le iba a tirar un fierro y nadie iba a preguntar por él”. Al preguntarle D.S. el nombre, el policía se identificaría como Sánchez Carlos con número de móvil 39216.
D.S. sería detenido en la madrugada del 2 de marzo, luego de que alrededor de 8 policías abordarán la zona donde se encontraba con sus amigos. En la plaza fue golpeado y en el patrullero amenazado de que los padecimientos seguirían en la comisaría.  Dos días después los limpiavidrios en repudio a los hostigamientos realizaron la primer huelga de limpiavidrios que se conozca. Durante la tarde del 4 de marzo se apostaron con carteles en la esquina de 12 y 51 limpiando autos gratis e informando a los transeúntes de su situación. Durante la mañana previa al reclamo, un policía le señaló a D.S. que “si el municipio le da la orden de darle un tiro en la cabeza él va a ir y se lo va a dar”. Poco después, en una reunión con un funcionario municipal, D.S. recibiría una oferta de quinientos pesos para no realizar el reclamo.
 Un final abierto en las calles
En julio del 2011 se conoció públicamente un nuevo atentado que involucraría a personal de la Comisaría 1°. Felipe Ayala Gamboa, alías Rooney, se encontraba en 11 y 44 cuando un patrullero frenó a su lado y dos policías bajaron al grito de “arriba las manos”. Ante la pregunta de Rooney de qué sucedía, uno de los oficiales lo tiró al piso y empezó a golpearlo.
Rony golpeado

El joven es hermano de Sandra Ayala Gamboa, quien el 16 de febrero de 2007 fue secuestrada, violada y asesinada en el ex archivo del Ministerio de Economía. La joven que había llegado a La Plata  desde Perú con la intención de estudiar, acudió aquel día al ministerio bajo la promesa de un trabajo. A los pocos días de su desaparición, en la Comisaría 1° se negarían a recibir la denuncia de la madre.
Cuando Rooney manifestó su relación con Sandra, señaló que los policías se ensañaron aún más con él y se marcharon del lugar rápidamente.
Durante las últimas semanas, la Comisaría 1° a cargo del Comisario Marcelo Tidoni, protagonizó dos denuncias más por violencia policial, que cobrarían difusión a través del diario local El Día. En la madrugada del 9 de diciembre, un móvil policial se dirigía a la esquina de 4 y 49 donde se había producido una pelea entre dos grupos, pero al llegar al lugar se encontraron con un joven de 19 años que sostuvo que los grupos se habían dispersado. Sin embargo, los oficiales descreyeron la versión del joven y lo llevaron a la comisaría. Una vez en el calabozo denunció que “entre tres policías, dos hombres y una mujer, me empezaron a golpear". También agregaría que “con la culata de una itaka me quebraron el dedo gordo del pie derecho; me pegaron una trompada en el ojo derecho, que después se me hinchó, y tengo hematomas en la espalda por piñas y patadas”.
Días después, el lunes 19 de diciembre, una joven de 27 años era echada de un bar ubicado en 1 y 46 cuando un patrullero llegó al lugar. Según señaló, los policías la maltrataron y dejaron que la gente del bar rompiera su moto. También sostuvo que los oficiales le robaron plata y los documentos.  Una vez en la Comisaría no le informaron porque se encontraba detenida, según denunció, y señaló que “apareció un señor que empezó a golpearme, me gritaba, me decía de todo y me revoleó por la cabeza algunas pertenencias
 Un final cerrado en la justicia
En los condados de Estados Unidos el sheriff tiene bajo su responsabilidad el cumplimiento de la ley en el territorio, siendo un cargo político policial al ser una autoridad elegida por los mismos ciudadanos. Guillermo Salas también ha sido elegido, pero implícitamente, por un sector de la sociedad. El jefe de calle de la Comisaría 1° ha encarnado el grito de mano dura, que consiste en una represión focalizada en los sectores más vulnerables y estigmatizados de la sociedad.
Distintos sheriffs a lo largo de la provincia garantizan un trabajo similar al perpetrado por el jefe de calle de la Comisaría 1° y sus colegas. Sin ir más lejos, a principios de este mes, el  defensor oficial del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil Julián Axat denunció a la Comisaría 12° “con motivo de torturas y apremios ocurridas en la noche del día 28 de noviembre” a un chico. También a la Comisaría 3° por el caso de un joven de 17 años que afirmó sufrir una constante persecución por parte del servicio de calle
Ante el accionar delictivo de Guillermo Salas y sus colegas, la Justicia se ha posicionado en un lugar más cercano a la complicidad que a la ineficiencia
La causa por la golpiza al joven que se encontraba en 3 y 48, duerme en las oficinas del fiiscal Marcelo Romero, titular de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N° 6 . El caso de los tres chicos golpeados haría lo mismo en la UFI N°4 del fiscal Fernando Cartasegna. Por el amedrentamiento al joven limpiavidrios, el Comité Contra la Tortura de la Comisión por la Memoria presentaría un pedido de Habeas Corpus en el Juzgado de Garantías N°6 de Fernando Mateos, con un exhaustivo relato de los sucesos. Sin embargo, el pedido sería rápidamente rechazado con pocos argumentos.
La joven abusada por el jefe de calle vio como el fiscal encargado de investigar cerraba la causa; el Consejero Estudiantil Facundo Ferray vio como el Juez César Melazo lo procesaba por protestar contra la violencia de Salas; el joven Gandia que se negaba a robar para la comisaría conoció el exilió cuando el fiscal no pidió medias de resguardo; D.G. conoció la Unidad 38 de Magdalena cuando el Juez Fernando Mateos rechazó su habeas corpus y fue víctima de un armado de causa.. Irónicamente quienes más han pagado por los delitos de Salas, son sus víctimas, para quienes hacer públicas sus denuncias representa un nuevo peligro. De esta forma, la impunidad policial parece estar garantizada.
Si Guillermo Salas se ha convertido en el sheriff que con mano dura y bajo sus propias leyes rige el centro platense, la Justicia se ha encargado de resguardarlo y avalar sus prácticas cuando fuese necesario.


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