sábado, 26 de mayo de 2012

Capaz, Viejo…

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Volábamos por la desolada ruta esteña a 90 por hora, como a las 6 de la tarde de un otoño que todavía era verano.
No paraba de hablarme sobre el sujeto al que acababa de decirle a boca de jarro, luego de dos horas perdidas en uno de los mil intentos de “negociación” con la tozuda y caprichosa patronal de Reg SA:
“Discúlpeme, doctor, pero Ud. es un verdadero rey Midas al revés; ¡todo lo que toca, lo hace mierda!!!…”.
El Viejo andaba ya por mis imberbes años de hoy; era un sexagenario pletórico de energías y ganas de pelear por lo que vale la pena, esas que tuvo toda la vida contra viento y marea, que deseo fervientemente siga teniendo aún en estos momentos, y que impidieron que el infarto cerebral de anteanoche, a los 86 años, lo haya agarrado calentando asientos en las tribunas inocuas de “la colina parlamento”.
Yo era aquella tarde el circunstancial co-piloto que trataba de hacerle ver en vano que nos habíamos morfado ya un par de semáforos a bordo de su flamante escarabajo blanco de tercera mano, que parecía avanzar como estimulado por las imparables sentencias del Viejo sobre el oscurísimo personaje de marras, que no era otro que el “Dr.” Federico Fasano Mertens,
(Gran jeque del “cuarto poder” y de una cadena de empresas y empresitas fantasmales que eludían de la primera a la última de las obligaciones tributarias y laborales de este Uruguay que había adoptado como su segunda “patria”, la de los negocios mediáticos con pátina de progresismo plural y “valiente”, tan valiente que de entrada, nomás, le había declarado la guerra al Sindicato de Artes Gráficas por pretender que nada menos que él –ex dirigente del sindicato de los periodistas aquí- tuviera que aguantar que sus “compañeritos” del plomo y la trincheta –como nos llamaba en una edulcorada mezcla de cinismo y paternalismo empresarial- estuvieran organizados en un comité de base dentro del esplendoroso escenario de la “hazaña plural” de los ´80, el diario “La República”, el tristemente célebre pasquín del engaño y el antisindicalismo “de centro izquierda”, todavía hoy jodiendo laburantes a troche y moche, con nuevos y viejos cómplices del atropello más cobarde y reaccionario jamás conocido al menos en el medio gráfico…).
Decía el Viejo, como en una repetida y alarmante premonición: “Acordate: este tipo y sus guardaespaldas, son miserables pioneros de la nueva “socialtraidora”, semejante a la vendida socialdemocracia alemana que Lenin denunciaba a los cuatro vientos y que terminó ejecutando asquerosamente a Rosa Luxemburgo y otros revolucionarios a comienzos del siglo XX con la misma saña e hijoputez exhibidas por los nazis un par de décadas después…”.

No se equivocó, por cierto.

En el tiempo que llevábamos de una rara relación política extra “orgánica” nacida apenas replegada la dictadura (él se había atrevido a ser mi abogado defensor en virtud de un servicio solidario dispuesto por la APU –Asociación de la Prensa Uruguaya-, pero nunca lo dejaron entrar a “Libertad”), vivíamos encontrándonos en situaciones como la descripta y no hubo una sola ocasión en la que El Viejo Hélios trasluciera alguna duda o titubeo respecto a cómo enfrentar a la patronal de diarios e imprentas de obra y via pública: era, decía, especialmente la patronal de diarios, la “crema” de la elíte ideológica del poder burgués, la “vanguardia” de lo más antipopular de la burguesía dependiente del capitalismo dependiente, los hacedores más duros de estrategia antiobrera de largo aliento, los más “creativos” a pesar de ser sometidos a la voluntad imperial.

Cuando nos paró el funcionario de la Caminera para recriminarnos por no prestarle atención a la roja, El Viejo me miró de cotelete y me dijo:
“En estas ocasiones hay que aprender de los burgueses. Si violás alguna ley, no reivindiques la violación. Hacete el distraído y mostrate buen dispuesto a pagar tu falta…”.
Nunca supimos si no lo multaron por “asumir la distracción” sin más trámite o porque reconocieron en él al único parlamentario que había sido capaz de no traicionar la memoria de Enrique Erro o Germán Araújo, no callándose la boca ni dejándose avasallar por los burguesitos pitucos de la “nueva democracia” post proceso.

Confieso que en el fondo de estas líneas –a pesar de mis veleidades de materialista dialéctico- hay como un espíritu de magia animista, algo bien primitivo y animal, creo, que me dice que si cuento estas cosas casi intrascendentes, más bien anecdóticas o pintorescas, que por supuesto no son ni una ligera semblanza de la vida de El Viejo Helios, capaz que “algo pasa” y el CTI nos devuelve un Hélios Sarthou que aunque tengamos que andarlo cuidando mucho, todavía pueda sentir que a su modo y con las armas de la vejez fisurada, sigue su infatigable lucha contra la injusticia, esa lucha con la que se comprometido en cuerpo y alma siendo un niño, nomás.

Capaz que no. Capaz que queda como mi vieja Obdulia, con seis años más que él y que en sus ratos de “lucidez” insiste en preguntarme: “¿Todavía hay que votar a Sarthou, nene?”. Capaz que únicamente le quedan esos reflejos que permiten ubicar a los tuyos aunque no los identifiques muy bien.

Capaz, Viejo…

Pero si ni siquiera nos quedara este capaz, Hélios, la verdad es que tendremos una baja de la putísima madre que lo parió, una de esas bajas para las que nunca estamos preparados por más que tengamos claro que es la ley de la vida y todas esas cosas que todos sabemos.

Sea como sea, hay que decirlo: estabas en vísperas del infarto, a una semana de él, y todos te vimos y te sentimos pateando asfalto y chupando frío en la marchita por la libertad de “El Perro”.
Lo último que te escuché decir, después de putear porque a un laburante se lo meta preso por reventarle las gomas a un taxi de mierda manejado por un cornudo o una cornuda de mierda, lo último que te oí, fue:
“Me voy; hay que darle de comer a Ethel” (tu compañera).

¡Suerte, Hélios!!! Si ella es justa, volveremos a chamuyar un día de estos.
¡Hasta la victoria, al menos la pequeña victoria de saberte vivo y sintiéndote en la lucha, como siempre!!!.

Gabriel -Saracho- Carbajales, 26 de mayo de 2012.-

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