jueves, 28 de junio de 2012

Chau German

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En vísperas de los 39 años del golpe de Estado, otro pequeño gran golpe de ese otro enemigo cruel que ha venido siendo especialmente implacable con quienes debieron vivir la dictadura incesantemente perseguidos y hostigados por los verdugos del fascismo: el cáncer se llevó en las últimas horas al Compañero Germán Vidal, un pionero firme e inclaudicable del salto de la “revolución de las palabras” a la revolución de los hechos en el paradisíaco suelo oriental que en la década de los ´60, gracias al criminal pachecato blanqui-colorado y a la ejemplar resistencia popular a él, ya no pudo seguir llamándose “Estado de Bienestar” o “Uruguay Batllista-Civilista”.
“El Pato”, como le decíamos a Germán los que lo queremos mucho, no fue nunca un renombrado, ni jamás se lo vio sacando patente de “histórico”, pese a serlo sin comillas.
Su compromiso revolucionario –que no tuvo agachadas de ninguna índole ni aún cuando asomaron las “tentaciones” de la etapa de vuelta a la legalidad burguesa- lo llevó a ser co-fundador del Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros) en un proceso de introspección crítica y removedora, que le hizo irse desvinculando orgánicamente de su entrañable MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), aunque nunca “peleándose” con sus viejas compañeras y sus viejos compañeros maoístas de entonces.
Personaje de perfil bajo aunque de altos valores morales y enorme voluntad de ser protagonista clave sin afán de protagonismo, Germán muere sin que muchísima gente tenga idea siquiera de cuánto entregó sin mezquindad ni delirios de grandeza a la revolución oriental por la que avejentó muy prematuramente, dedicándole todo su tiempo y todo su amor revolucionario, no especulando con deslumbrantes “promociones” ni a la espera del salvoconducto de “cuadro” vitalicio atornillado en la fantasía de que haber empuñado un fusil cuando había que hacerlo, nos hace revolucionarios de una vez y para siempre.
En el intento de recomposición tupamara, Germán no descansó un minuto poniendo todo su empeño y toda su creatividad innata (aunque a veces más bien demasiado tímida y demasiado humilde), tratando de arrimar ideas e iniciativas que contribuyeran a la muy difícil unidad sin sacrificar principios por los que se jugó desde sus años mozos y de los que no podía ni siquiera imaginar desentendiéndose por más querida que fuera la necesaria recomposición post derrota.
Como muchas y como muchos –como la inmensa mayoría-, terminó concluyendo que al menos en aquel clima donde ya el segundo capítulo del triunfalismo cortoplacista volvería a hacer pomada los mejores sueños, no tenía sentido tratar de que las mejores horas de nuestras vidas se invirtieran en la quimera de torcer el rumbo de quienes ya lo tenían muy bien (¿?) definido y no se detendrían siquiera a reconsiderarse ni considerar al resto de la militancia.
Como muchas y como muchos, “El Pato”, finalmente, olfateó certeramente que la muerte de “El Bebe”, en 1989, significaba la desaparición del único compañero que en aquellas condiciones podía contribuir, con su liderazgo natural y su bien ganada autoridad moral, a tan siquiera mantener unidos a quienes no estábamos dispuestos a reiterar la experiencia decididamente suicida de un “seguidismo crítico” que inevitablemente se hubiese autoeliminado en poco tiempo morfado por la peor de las desviaciones aún “en democracia”: el aparatismo, la entrega de la organización de intención revolucionaria al monopolio político-ideológico de una diminuta corriente, polifacética socialmente y filosóficamente, pero férreamente homogénea en su práctica concreta, sus hábitos de pensamiento y su metodología política.

Nos decía Germán hace ocho años en el cementerio de La Teja, al cumplirse los quince de la partida de Raúl Sendic:
“(…) Raúl activó el disparador de las ideas y la lucha revolucionaria sin claudicaciones. Nos enseñó que la unidad es válida para avanzar y no para transar los derechos de los trabajadores, ni para transar con el imperio ni con sus lacayos de entrecasa. Esas ideas desencadenaron luchas internas en el movimiento obrero, en los estudiantes, en los partidos políticos y en toda la sociedad, articulando una línea de pensamiento que encontró en la lucha armada la continuidad de la lucha política y sindical (…)”.
Más claro, imposible. La idea de quién era y qué había significado “El Bebe”, era la que pintaba de cuerpo entero al mismo Germán en 2004, cuando ya el exceso del pucho venía disminuyendo sus riquísimas capacidades vitales.
Su lucha contra la enfermedad exhibió la misma entereza de su lucha revolucionaria. Aún con la máscara de oxígeno puesta y lleno de tajos quirúrgicos en toda su espalda, su presencia de ánimo fue la que lo habilitó para los dribligns mágicos con una parca de la que, bien lo sabía, no escaparía, pero a la que podía seguir distrayendo por unos añitos más…

El año pasado, cerca de “las fiestas”, nos tomamos un cafecito en “La Pasiva”, cuando ya se sabía que unos 40 laburantes quedarían en la calle por el cierre del emblemático boliche de 18 y Ejido que moriría tragado como un “pancho” por alguna multinacional de la gastronomía basura  y el genocidio “pacífico”.
Tratamos de tentar al par de mozos que nos atendían con la posibilidad de una “Pasiva” autogestionada cooperativamente, ocupándose el local y animándose a vivir sin patrones.
Imposible. Todo el mundo, nos dijeron, quería cobrar el despido y más nada…
“¿Qué te parece? –me dijo “El Pato” en su estilo de preguntar-debatir-preguntar- ¿No tendrá razón el “Pepe” con las inversiones extranjeras para que haya más clase obrera?”.
En una de sus frecuentes post terapias, había estado releyendo a Lenin, comentó, cuando “El tuerto rojo”, apenas asaltado el Palacio de Invierno, sopesaba la posibilidad de darle entrada en la URSS a capitales industriales alemanes, para engrosar las aguerridas pero flacas filas proletarias rusas de las que dependería el futuro del socialismo.
Los mozos no entendían mucho a dónde íbamos con nuestro coloquio ornamentado de miradas socarronas que en realidad, siempre, terminaban revelando una plena sintonía en las cosas importantes.
“Tenés razón –me dijo sonriente-; ya está todo inventado, de inventar explotados ya se ocupó eficazmente la burguesía… Hay que crear proletariado con inversión en revolución y de la revolución…”.
Despedimos el año, nos prometimos vernos “dentro de un rato”, y, ¡ta!, pasó lo de siempre o casi siempre: la noticia de mierda que nos pega en los huevos y los manda al lado de la “nuez de Adán”, que debe ser algo así como el cuarto apretado de las penitencias del alma humana.

¡Cháu, “Pato”, ninguna ni ninguno de nosotros dejaremos de quererte muchísimo y de extrañarte espantosamente!. Pero tampoco nadie dejará de sentirte siempre vivo y lleno de gestos y palabras afables, tiernas y justas, sin las que la revolución es sólo cuestión de cuentamusas!!!.
Nos vemos, Germán, en la Patria para Todos y en el Socialismo que nadie podrá robarnos.

¡Hasta la victoria, siempre, esa victoria cierta e inexorable  que también se va haciendo de estas victorias cotidianas de moquear como un gurí cuando nos enteramos de que locos como vos caen tempranamente, demasiado temprano, como para consolarnos así nomás!.

Gabriel –Saracho- Carbajales, Montevideo, 27 de Junio de 2012, a 39 años de la Heroica Huelga General antifascista.

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