jueves, 16 de agosto de 2012

Borrador 5: Reforma o revolución



 Ángela Álvarez MILITANTE REVOLUCIONARIA, NUNCA OFICIALISTA
 Enviado por Ricardo


Es así que, aproximadamente entre los meses de abril y julio de 1971, aquella coordinadora, que Ángela y otros compañeros habían forjado, impulsa varias tentativas de apropiar armas con el objetivo de “armar la gente que lucha”.  Pero las condiciones eran cada vez más difíciles y poco a poco los compañeros que coordinaban llegaron a la conclusión que el control sobre todos los depósitos de armas en el país era total y que la única forma de dar un salto de calidad era recurrir a importar varios miles de armas que, en contraposición a lo que se estaba haciendo de concentrar en los locales de los Tupas, debían ser entregadas a los proletarios en lucha. Para lo cual comunicaban, los compañeros más veteranos, habían los contactos necesarios en el exterior, pero teníamos que reunir los fondos necesarios.

A tales efectos una parte de los compañeros que coordinaban se pusieron a la obra y seleccionaron objetivos y comenzaron a hacer algunas acciones. Pero la heterogeneidad del equipo que se decidió que actuara era terrible. Había compañeros con una gran experiencia y otros demasiado jóvenes e inexperimentados, había algunos consecuentes y otros irresponsables…, pero por sobre todas las cosas muy rápidamente el grupo que operaba, no tenía la coherencia de una disciplina común. Muchas veces discutí con Ángela y otros compañeros y luego discutimos con Sendic, de esa otra cara de la autonomía  que se revelaba problemática cuando se debía asumir tareas arriesgadas. Dichas tareas requerían una disciplina estricta, que era difícil improvisar, en una coordinadora o un grupo que sólo se reunía para operar.

En ese período decisivo cada grupo o compañero seguía con sus actividades, con su militancia en el lugar de trabajo, de estudio o barrial y en algunos casos con su colaboración con otros grupos y organizaciones “políticas”, porque eso se consideraba primordial, y al mismo tiempo, se hacían esas tareas, instrumentadas por esa coordinación de grupos con el objetivo de “armar masivamente a la gente que pelea”.

En cuanto a la coordinación misma, si bien alguna de las operaciones efectuadas fue positiva, en el sentido de que se hizo la expropiación y se obtuvo algo de dinero, también hubo grandes problemas en las acciones que se intentaron, por errores, por irresponsabilidades, por falta de coherencia ente los compañeros…y el proyecto general no se concretó en los plazos establecidos.

También hubo choques importantes entre compañeros sobre criterios de seguridad, utilización de los fondos expropiados, etc. Lo cierto es que poco a poco la coordinadora funcionó cada vez menos, cada uno de los grupos y compañeros continuaron con su actividad anterior, salvo los compañeros más próximos a Navillat, O’Neill y Arazatí López que habrían seguido con él, hasta que, habiendo sido denunciados e identificados (más de una año después) logran salir del país.

Incluso entre los compañeros del barrio hubo un cierto distanciamientos por un conjunto de factores diferentes., incluso personales. Tuvimos nuestras diferencias y distanciamientos con Ángela y sobretodo con su compañero Mario. El hecho culminante de ese distanciamiento fue el hecho de que ellos comenzaron a trabajar y le abrieron las puertas a “compañeros” que algunos los veíamos como un peligro, por lo BOCAMAROS que eran. ¡Como Jobita Silveira que contaba a todo el barrio sus hazañas Tupamaras!

A tantos años de lo sucedido, lo que más interesa subrayar, cuando se habla de aquella tentativa no es tal o cual acción, operativo, o “hazaña” específica de tal o tal compañero o grupo de compañeros, sino por el contrario la contraposición total entre dos proyectos, que por otra parte superan nuestras experiencias particulares: el reformista y el revolucionario. La derrota logró hacer desaparecer a éste último de la escena política en Uruguay durante décadas. Descuartizado el movimiento revolucionario, en el período 71/76 por el terrorismo de Estado, nadie más cuestionaba el capitalismo. Toda la oposición fue dominada por el frentismo y el reformismo, hasta los “fraccionalistas” y “anarquistas” fueron destruidos como organización autónoma y/o cooptados hacia el frentismo (PVP).

Por eso mismo, hoy que se vuelve a hablar de revolución, de planteo y estrategia, de volver a poner sobre el tapete los fundamentos revolucionarios, tan olvidados, me parece esencial decir que era por eso que peleábamos todos nosotros y no por cambiar algunas jetas en el gobierno por otras. Volvamos entonces a la Negra Angela para volver a poner aquellos fundamentos al orden del día.

¡No tiene gollete y es insultante, que se pretenda hacer creer que miles de luchadores sociales que dieron su vida, luchaban para entronar un Seregni, un Vazquez, un Mujica, un Huidobro…que como era de esperar hacen la misma política que un Chicotazo o un Pacheco Areco! 

Luego de la fase, en la que participamos en esa coordinación de grupos, los encuentros con Ángela fueron menos seguidos, en la medida en que no hacíamos una actividad específica juntos, pero los pocos que hubo no fueron menos fructíferos, en el plano de comprensión mutua y de acuerdos globales. Fue entonces que tomamos más tiempo para leer, intercambiar y discutir hasta muy tarde. También influenciados y contribuyendo con algún compañero del FRT se hicieron algunas estructuras de, formación e intercambio, en las que algunos participábamos.

Con el correr de los meses, nos fuimos dando cuenta que lo que el fenómeno del frente había aparecido como sustituto y hasta de consolador del conjunto de estructuras de lucha de masas que había antes. Ya no había proletarios organizados por sus intereses en la fábrica, el centro de estudio, el barrio, en todas partes luchando contra el régimen; sino sólo “masas frentistas”. En esas reuniones más informales y teóricas comprobábamos que al mismo tiempo que se había ido diluyendo la polarización entre revolución y contrarrevolución se fue imponiendo una división en términos de derecha e izquierda, que en vez de unificar a la gente la dividía por ideologías burguesas. Además, constatábamos, que lo que iba ganando a las masas frentistas era un proyecto ideológico totalmente democrático burgués, que no nos interesaba para nada. ¡Nadie agarraba las armas para cambiarle la jeta al régimen como querían los programas del Frente!

Como docente en Ciencia Política en Derecho, incluso recibí una propuesta del Frente de integrar la comisión de redacción del programa del Frente, pero nunca la acepté, ni pensé que se podía reformar el reformismo.

El reformismo, para nosotros (es decir todos los que nos sentíamos unificados por la lucha revolucionaria internacional),  no era el menor de los males como nos decían los aparatistas (los más fierreros no se daban cuenta que eran los más conciliadores en lo programático con el reformismo), sino bien por el contrario, la careta más cínica del capitalismo y de la contrarrevolución. No nos interesaba para nada una lucha para mejorar un poco el capitalismo con alguna u otra reformita.

Ángela decía clara, calma y públicamente, que ella se consideraba libertaria y contraria al reformismo; nosotros seguíamos defendiendo la tendencia revolucionaria y empujando en todas partes su organización. Las consignas venían de las manifestaciones mismas por ejemplo del FER “queremos al ministro tal colgado con las tripas de tal burócrata del Pc”, “no habrá revolución hasta que el último capitalista no sea colgado con las tripas del sindicalista tal o cual” (¡en general incluían un bolche!), etc.

El rechazo de la izquierda y derecha del sistema y de los imperialismos yanqui y ruso era la tendencia internacional de lo que fue el gran movimiento de los años 65/68 y con ella nos identificábamos. El proyecto social que vislumbrábamos se había ido gestando internacionalmente en contraposición al reformismo y para nosotros estaba expresado en un movimiento mundial del que nos considerábamos parte: las revueltas del proletariado negro en USA, la lucha contra la guerra de Vietnam en todas partes, la revolución cultural en China, las revueltas proletarias en Córdoba, México, Paris, Italia…,la “primavera Checa” y el enfrentamiento a los tanques rusos…

En todas esas revueltas la izquierda del sistema, socialdemócrata o “bolche” había mostrado su carácter contrarrevolucionario.  Todos queríamos al Che y su lucha, aunque no nos cerraba mucho que haya confiado nada menos que en los bolches, y nos decíamos ¡qué otra cosa que la traición podía haber esperado de ellos! Ninguno de nosotros haría confianza a Monje, ni a Arismendi y nos preguntábamos desconsolados: ¿cómo el Che había caído en esa trampa? ¿cómo era posible que el Che no supiera que eran sus enemigos?

La historia oficial ha dividido la cosa como si la única diferencia entre la izquierda burguesa y los revolucionarios fuera, que la primera estaba por las reformas sindicales y la salida electoral y los segundos estábamos por la lucha armada. La diferencia era mucho más profunda y cualitativa. Pero sobre la misma se ha escrito muy poco. Aunque no se trataba de una estrategia acabada, los que nos decíamos revolucionarios sabíamos que los caminos eran totalmente diferentes. A nosotros no nos interesaba reformar, ni nacionalizar nada, y las consignas de ese corte nos parecían conformistas, cómplices con el capitalismo. La revolución era para nosotros un cambio total de la vida del ser humano que comenzaba por la destrucción de la “sociedad mercantil generalizada” (que es como Marx define el capitalismo).

Sin gritar estas verdades, no se entendería lo que quiero decir con el título: ¡hasta que punto la lucha de Angela al ser revolucionaria, no podía ser nunca oficialista Tupa!

La lucha contracorriente fue, en aquellos años, muy común en muchísimos compañeros tanto adentro como afuera de los Tupas. Fue una verdadera Tendencia Revolucionaria del proletariado en este rincón del mundo, que se levantaba junto con esa misma tendencia a la destrucción del capitalismo que conmovió al planeta desde  Córdoba a Pekín, desde Praga a Paris... 

Con el lavado de cerebro a la población, con la desaparición de compañeros, con la tortura y masacre el Estado hizo también lo posible por hacer desaparecer también la memoria hasta del “porqué luchábamos”. El Museo de la Memoria en Uruguay es una burla sobre todo eso y podríamos llamarlo “museo de la organización del olvido”  o de la distorsión histórica.

La derrota hizo que después hasta se olvidara socialmente el por que luchaba toda una “generación” de luchadores sociales: en la que había veteranos octogenarios y botijas que recién entraban al liceo. Durante años, a los pocos locos que siguieron luchando contracorriente se los ninguneó y marginó, diciendo que todo eso era utópico y predominaba la política de lo posible,  el Frente Amplio,  el “hay que ser realista” y el “mal menor”. 

Hoy a tantos años está quedando en evidencia que lo utópico no es la revolución, sino al contrario imaginarse que el capitalismo se puede mejorar y que esa política de “lo posible”, del “realismo oportunista, del mal menor, que ya entonces defendían los Tupas oficialatas, termina adonde debía terminar:  en contrarrevolución; en los basurales de la historia.


Vuelvo al 71. Es paradójico que fuera en ese período que hacíamos menos cosas juntos, que nos fuimos dando cuenta de lo importante que eran los acuerdos globales que ligaban a los compañeros que luchaban por la revolución, en contraposición con quienes defendían el reformismo. Tal vez porque ya nos sentíamos más minoritarios y a contracorriente que antes, cuando nos veíamos luchando junto a todos en la calle. En el 68/69, nos sentíamos capaces de todo por la fuerza que imponía el movimiento social; a fines del 71, ya teníamos ese sentimiento de aislamiento, que nos llevaba al matadero físico y también a nuestra liquidación como opción social revolucionaria.

Organizativamente Ángela, Mario y el puñado de compañeros más próximos a ellos siguieron siendo, durante esos meses, un grupo militante relativamente autónomo, hasta luego del Abuso y la discusión con Sendic. A pesar de ello fue durante esos meses que actuaron bastante coordinadamente con la organización “22 de diciembre”, aunque también sé que, como siempre, también colaboraban con estructuras de los Tupas.

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