lunes, 3 de junio de 2013

Se desmorona la operación "reaparición de Amodio"

Por Noticias Uruguayas

31/05/2013

 

Periodista y extupamaro duda de las cartas de Amodio Pérez

Señala supuestas incongruencias y errores algunos hechos descritos en los envíos. 

Otros excompañeros creen que la colaboración empezó mucho antes del "quiebre" 

Las cartas que fueron enviadas por una persona que se identifica como el ex tupamaro Héctor Amodio Pérez todavía siguen dando qué hablar.
Un informe publicado hoy por Brecha sugiere que, a diferencia de lo que se asegura en las cartas, Amodio trabajaba para militares y policías desde 1970.
La hipótesis sostenida por el exjefe de la Columna 15 es que su colaboración se dio luego de su tercera detención en 1971, y a raíz de la detención de su compañera Alicia Rey Morales. Quebrado por la derrota militar desde hacía tiempo, Amodio decidió salvarse junto con Rey ofreciendo “ordenar los papeles”, declaraciones de varios jefes tupamaros, y en particular la carpeta de Alberto Píriz Budes, señalado como el otro traidor del MLN.
La teoría de que Amodio cambió de bando antes de lo que dice, es sostenida por el autor del informe, Samuel Blixen, por la historiadora Clara Aldrighi, el exmilitar Pedro Aguerre -padre del actual comandante- y por el abogado Gustavo Schroeder. Los tres integraron el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.
Aldrighi ubica su participación en el juego de doble agente en su segunda caída, el 25 de fabrero de 1972. Allí Amodio deja por escrito haber dejado de pertenecer a los Tupamaros desde julio de 1970. Lo asegura después de una pregunta acerca de si tenía algo que agregar, "como para remarcar el hecho", asegura la historiadora. El general (r) Pedro Aguerre, militar civilista que estuvo preso en la dictadura por su adhesión al Partido Socialista, contó en Brecha que él y su colega Pedro Montañez se encontraron con Amodio en abril del año 70 a instancias del tupamaro. Amodio prometía nombres y lugares de reunión de militares golpistas. "Fue una cáscara de banana", dijo Aguerre. "Amodio ya trabajaba entonces con los milicos", agregó y señaló que el exguerrillero llevaba un equipo de transmisión para grabar la charla con ellos.
Blixen incluso va más lejos: duda de la verdadera identidad del autor de las cartas. Se basa en algunas afirmaciones del supuesto Amodio, que dedica buena parte de los textos a demostrar su identidad a través de episodios que sólo él podría conocer. Así fue que, por ejemplo, una de las cartas convenció al extupamaro Marcelo Estefanell de su identidad, a partir de la descripción de una fuga de Amodio y otro compañero que terminó en su casa. Eran los tiempos finales de la guerrilla y los instantes previos a la última detención de Amodio en un local del MLN-T que estaba “quemado”. No lo sabían entonces él, ni Rodolfo “El Mojarra” Wolf y ni el propio Estefanell, quien los condujo allí.
El periodista Blixen sostiene que la guiñada a “El Alemán” (Henry Engler, alias “Octavio”) contenida en una de las cartas no fue vivida de primera mano por Amodio. En una posdata de una sus cartas, Amodio le recuerda a su excompañero un episodio muy íntimo: se había dormido sentado en el inodoro.
El episodio no podía ser vivido de primera mano por él, ya que ocurrió durante la fuga del penal de Punta Carretas denominada “El Abuso”. Amodio se fue en la primera tanda de evacuados y Engler se habría dormido después.
Según el reportero de Brecha, Amodio se autoincrimina más de la cuenta en el episodio de la entrega de la Cárcel del Pueblo, un enterradero tupamaro donde se privaba de libertad a embajadores y funcionarios del gobierno de Jorge Pacheco Areco.
En base a dos tupamaros que estaban en la “Cárcel del Pueblo” ese día, Blixen sostiene que quien golpeó la puerta de la casa de Paullier y Charrúa fue Adolfo “Nepo” Wassen Alaniz y no Amodio. Según Amodio, Wassen -a instancia suya- convenció a Wolf de dar la dirección del local a los militares, mientras él se encargó de negociar la entrega con el argumento de que eso evitaría más muertes. En esos días, las Fuerzas Conjuntas estaban a punto de liquidar a la guerrilla.
Según uno de los tupamaros a cargo de la Cárcel del Pueblo, el que entró y negoció la entrega fue Wassen. “A Amodio me pareció verlo en la vereda, junto a los militares”, dijo el testigo.
Wassen murió de cáncer en 1984, estando aún preso en el Penal de Libertad.
Para el periodista de Brecha, es incomprensible que Amodio se otorgue protagonismo en una entrega en la que tuvo un papel menor (no conocía la dirección de la "Cárcel del Pueblo"). Esto contrasta con la actitud de las cartas, en las que en todo momento ha intentado minimizar su participación como informante.
A diferencia de Blixen en Becha y de una nota firmada por Carlos Luppi en Caras y Caretas, o viejos camaradas de armas como Jorge Zabalza, para Gustavo Schroeder, la reaparición de Amodio no tiene fines político-electorales.
Schroeder, cuyo hermano Gabriel fue asesinado en la “guerra sucia”, integró la llamada “microfracción” del MLN, un grupo que estuvo en contra del liderazgo de Raúl Sendic y se propuso crear otro movimiento guerrillero aparte.
Llegado hace muy poco de Francia, el extupamaro Schroeder cree que Amodio “carga con una traición pesada”. “La culpa, de alguna forma, ha sido su condena”.


FOTO: Relectura de la foto de Héctor Amodio Pérez enviada al diario El Observador, el medio que pudo conversar con el extupamaro. Así salió publicada en el blog elmuertoquehabla.blogspot.com, que dedica sus post a los años de la “guerra sucia”.

http://www.subrayado.com.uy/Site/noticia/23941/

AÑO 2013 Nº 1715 - MONTEVIDEO, 30 de Mayo al 5 de Junio de 2013 

De Sergio Israel .

Militares y tupamaros protagonistas en 1972 dan una versión distinta a la contenida en las cartas atribuidas a Amodio Pérez
En la segunda mitad de 1972, los militares que residían en el sector destinado a dormitorios de oficiales del batallón Florida se acostumbraron a convivir con dos discretos huéspedes civiles que luego de varios meses fueron trasladados a otra unidad en Maroñas y abandonaron Uruguay clandestinos.

Todo había comenzado en la madrugada del 23 de mayo, cuando el capitán Tabaré Camacho, un teniente y dos soldados salieron del batallón de infantería N° 1, Florida, entonces en el Buceo, a bordo de una camioneta Chevrolet, popularmente conocida como camello Se trataba de una operación más en la guerra contra los tupamaros que apenas cinco días antes habían matado a cuatro custodias del comandante en jefe de la fuerza.

La cuerda, como designaban a las patrullas en la jerga informal del Ejército, tenía como objetivo capturar un berretín más y ninguno de los integrantes sospechaba que en esa noche de suerte se iban a topar con un "filón de oro" llamado Héctor Amodio Pérez.

Unas horas antes, el interrogatorio bajo tortura a una militante del MLN-Tupamaros había aportado la dirección de un local con berretín (escondite) en el barrio Palermo. Después de subir al tercer piso de un edificio en la esquina de Maldonado y Gaboto, la culata de una carabina M1 aporreó la puerta. Como al otro lado nadie contestó, la cuerda ya estaba a punto de volver al cuartel a dormir un rato, cuando uno de los oficiales descubrió luz a través de una pequeña ventana y decidieron forzar la cerradura.

En el apartamento, en efecto, hallaron el prometido berretín con planos, armas y aparatos de comunicación y a dos clandestinos, que enseguida bajaron sus armas personales y se entregaron.

"Esto está en venta"

Aunque mantenía a mano un Smith & Wesson 38, las últimas horas de libertad de Amodio no fueron precisamente buenas. "Después de haber tenido la entrevista con el líder (Raúl Sendic), su idea de que estaban haciendo mierda la ‘Orga’ quedaba confirmada para él

Había perdido toda motivación, pensaba salir del país para encargarse de reunir a los que lograran salvarse de la derrota inminente y reorganizarlos para el regreso. Pero antes quería cumplir un propósito: rescatar a la Flaca (Alicia Rey Morales). ‘Ella fue a buscarme dos veces, ahora me toca a mí’" le había dicho, según contó muchos años después Rodolfo Wolf, el otro clandestino detenido con Amodio, en un relato que tituló "El traidor" y que publicó Ediciones de la Banda Oriental en 2005

Wolf, al que sus compañeros llamaban "El Mojarra", narró las impresiones que tuvo de esas últimas horas con Amodio antes de la caída: "Su palabra significaba mucho para mí. Pero había perdido su tono firme y cuando hablaba de su compañera se le enturbiaban los ojos. No me di cuenta de que era un hombre quebrado. (…) Dormíamos vestidos y con las armas a nuestro alcance. Sabíamos que, de encontrarnos ‘los verdes’, teníamos pocas posibilidades de zafar. (…) Con la experiencia anterior sabíamos que los que vinieran a buscarnos podían tener datos sobre el escondite

Y no había conexión a las cloacas ni escaleras que nos permitieran huir (…). Y ocurrió la caída tan temida. Esposados y encapuchados seguimos caminos distintos".

"La he pasado mal durante años. No estoy dispuesto a seguir sufriendo. Hablemos

¿Qué es lo que quieren?", habría dicho Amodio a espaldas de Wolf.

"Soy Amodio Pérez. Decile a tu jefe que esto está en venta" habría dicho en otro momento señalando su propia cabeza.

A partir de ahí comenzó a negociar su libertad y la de su compañera a cambio de entregar la dirección de la organización, sus prisioneros, locales y depósitos de armas.

"Él decidió abandonar la lucha y salvarse junto con su compañera", resumió Wolf.

Cuando ya estaba por salir el sol de ese 23 de mayo, el capitán Carlos Calcagno, jefe del S-2 (inteligencia) del batallón Florida, comenzó la primera conversación con el detenido, al que debía cierta atención por tratarse de un familiar lejano.

"Mañana Sendic va a almorzar al Santiso" (un local con una fonda como cobertura ubicada en el barrio La Comercial), fue uno de los primeros datos que ofreció Amodio, como quien tira el 2 de la muestra haciéndose el distraído en un partido de truco.

Al poco rato, el capitán Luis González y el teniente 2° Armando Méndez, salteando el conducto habitual del regimiento, informaron al general Esteban Cristi, jefe de la Región N°1, de la que dependía el Florida.

Ese invierno de 1972, cuando los militares llegaron a la cantina, Sendic ya no estaba y el local había sido evacuado El general, sin embargo, aceptó la propuesta de colaboración y prometió a cambio dinero y documentos para que Amodio y su compañera, Alicia Rey, huyeran al exterior.

Fuentes militares indicaron a Búsqueda que González tuvo que presionar para que el Ejército cumpliera con su palabra de entregar documentos y dinero (entre 25.000 y 250.000 dólares de hoy, según las fuentes) en una fecha cercana al primer semestre de 1974.

El nuevo agente "free lance" del Ejército fue ubicado primero en las celdas y algunos días después de la caída de la "cárcel del pueblo" se despidió de algunos "compañeros" y simuló que era trasladado a un lugar incierto, pero en realidad fue alojado en una de las habitaciones del primer piso reservadas para oficiales

Allí compartía el baño con ellos y, como cualquier oficial, tenía a su alcance todo tipo de armas. Rey, que al comienzo estaba en los barracones incomunicada con las demás presas, luego, como parte del acuerdo, pasó también al alojamiento de oficiales junto a su compañero y quedó oculta para la vista de los demás detenidos a los que se les aplicaba un duro tratamiento que incluía "tacho" (inmersión de la cabeza en agua) en la azotea.

"Amodio hizo mucho más que ordenar los papeles. Es cierto que salía uniformado de soldado a ‘marcar’ a sus ex compañeros. Ocurrió así en los casos de Julio Marenales, Enrique Rodríguez Larreta y muchos otros apresados por nosotros en plena calle luego que Amodio los había reconocido

Es más, cuando algún oficial estaba sin hacer nada en el cuartel, a menudo llamaban a Amodio para que saliera a recorrer la ciudad en busca de tupamaros. Si volvía sin ningún detenido ese oficial adquiría enseguida fama de inútil o cobarde", relató un oficial que sirvió en el Florida y que compartió patrullajes exitosos con el fundador del MLN-Tupamaros.

En una serie de cartas enviadas a varios medios y atribuidas a Amodio Pérez, difundidas por "El Observador", el ex dirigente tupamaro si bien reconoció su colaboración negó ser un "traidor" responsable de la derrota de la organización y sostuvo que fue un "chivo expiatorio" de los errores cometidos por los demás dirigentes, entre ellos Raúl Sendic y el actual presidente José Mujica.

El supuesto Amodio dijo que su actuación se limitó a "ordenar los papeles de la OCOA" (Organismo Coordinador de Actividades Antisubversivas) y negó haber salido uniformado a detener militantes como lo acusan.

Acerca de su intervención en la caída de la ‘cárcel del pueblo’ afirmó que ocupó el lugar de Adolfo Wassen en la negociación con sus ex compañeros, porque este se quedó temblando de miedo en la camioneta del Ejército, y que al otro día los diarios dijeron que él había entregado todo

En alguna vitrina del batallón Florida, ubicado en camino Maldonado después que el general Gregorio Álvarez ordenó la destrucción del viejo cuartel del Buceo, está uno de los pocos documentos de aquella época, la pistola que llevaba Julio Marenales cuando fue detenido en la calle Leandro Gómez, el 26 de julio de ese 1972.

El ex profesor de la Escuela de Bellas Artes, uno de los que mejor conocía a Amodio desde la época en la que ambos eran militantes del Partido Socialista, no dudó cuando lo vio pasar a bordo de un camello. Segundos después llegó la confirmación: apenas tuvo tiempo de decir a su contacto que huyera y fue herido con un disparo en el hombro y solo salvó su vida porque una bala de 9 mm impactó en la pistola que llevaba en la cintura, luego de haber arrojado a los militares una granada que no explotó.

Juan Fachinelli tuvo menos suerte. Habría sido reconocido por Amodio en medio de un grupo de detenidos en la Plaza de Armas del Florida. Haberlo descubierto despertó euforia en algunos oficiales: "Tenemos al rey de los Berretines", comentó uno de ellos, según testimonios que recogió Búsqueda. Fachinelli murió el 27 de junio de 1972 mientras lo interrogaban

El caso de Rodríguez Larreta, ahora antropólogo en Brasil, fue más espectacular: lo detuvieron en un cine de la calle Rivera con su esposa mientras pretendía escapar de una patrulla. Por indicación de Amodio, en medio de la proyección de "Pequeño gran hombre", encendieron las luces de la sala y se lo llevaron, según confirmó éste a la historiadora Clara Aldrighi y al periodista Leonardo Haberkorn

Búsqueda consultó a otros ex militantes del MLN-Tupamaros que dicen haber sido entregados por Amodio y llevados al Florida. Carlos Martell, uno de los 111 fugados de Punta Carretas, creyó ver a Amodio detrás del teniente que lo detuvo mientras iba a un contacto en avenida General Flores, el 8 de agosto de 1972

Otros testimonios de casos similares son el del maestro de Treinta y Tres Ángel Yoldi, ya fallecido, el de Pascual Cuartiani, el de William Haller y el de Julio Listre

Alarma en Juan Paullier 1190

A pesar de que en su tarea de asesoramiento, Amodio recorrió varias unidades militares antes de pasar del Florida a Caballería 9 (cuando Cristi ordenó desmantelar el plantel de oficiales "tupamarizados"), y que luego testimonió ante la prensa contra el ex senador del Frente Amplio Enrique Erro, cuyo desafuero por apoyar a los tupamaros terminó como excusa para disolver las cámaras el 27 de junio de 1973, uno de los hechos más detonantes fue su contribución a la caída de la llamada "cárcel del pueblo"

En un berretín ubicado en Juan Paullier 1190 estaban el ex presidente de UTE Ulysses Pereyra Reverbel y el ex ministro de Ganadería Carlos Frick Davie, secuestrados más de un año antes por los tupamaros.

Cuando los militantes Eduardo Cavia, Oscar Bernatti, Raquel Dupont y Adriana Castera bajaron, sin saber dónde estaban, al berretín a tomar —por tiempo indeterminado— la guardia de los dos secuestrados, sabían que la situación de la organización se había puesto muy complicada porque las caídas de sus compañeros iban en aumento

La única instrucción precisa que tenían era matar a los rehenes en caso de un enfrentamiento

No tenían órdenes expresas de qué hacer con los dos secuestrados en caso de que fueran descubiertos por las Fuerzas Conjuntas y no se produjera ese enfrentamiento. Fachinelli, cuyo nombre de guerra era Enrique, había enseñado al equipo cómo construir un túnel para escapar por las cloacas.

Cuando en la madrugada del 27 de mayo en el sótano se encendió la luz de alarma faltaba cavar unos 40 centímetros para que la salida subterránea quedara libre.

Sin embargo, cuando el general Cristi y el teniente coronel Carlos Legnani acordaron la forma de llevar adelante el operativo que sería un gran hito en la lucha antisubversiva, una de las medidas que adoptaron, fue que un equipo controlara las cloacas, de modo que el esfuerzo constructivo de los tupamaros hubiera sido inútil.

Fue así que cuatro días después de la caída de Amodio, a las 4.30 de la madrugada del sábado 27, el dirigente Adolfo Wassen Alaniz golpeó la puerta en la casa de la calle Juan Paullier. Wassen había sido detenido por el batallón de infantería 13, el 20 de ese mes, y luego de ser torturado fue trasladado al Florida. Allí Amodio, que simulaba ser un preso más, lo convenció de la necesidad de entregar la "cárcel del pueblo". Ninguno de los dos sabía dónde quedaba, pero sí que el "inspector" de la cárcel era Wolf

"Entonces traigan al flaquito que cayó conmigo" habría dicho el fundador de la orga, ahora pasado al enemigo.

En una entrevista que concedió en 2003 a la historiadora Aldrighi, Wolf describió las circunstancias que rodearon la ubicación de la "cárcel del pueblo" en mayo de 1972.

"Tanto él como Wassen se hallaban presos y estaban siendo terriblemente torturados. No sospechaban ni imaginaban que Amodio, a quien mucho apreciaban y respetaban por su condición de antiguo dirigente y por haber compartido años de militancia en la dirección de la columna 15, estuviera colaborando con los militares para desmantelar el MLN

Hay que decir que durante un tiempo otros tupamaros de larga trayectoria, presos con Amodio en el mismo cuartel, —entre ellos Arturo Dubra— tampoco advirtieron la defección de Amodio, que hacía todo lo posible para enmascararla" explicó la historiadora.

La reconstrucción realizada por Aldrighi explica que Amodio empleó toda su ascendencia y autoridad primero sobre Wassen y luego sobre Wolf para que este último revelara la dirección de la "cárcel del pueblo"

El argumento empleado por el traidor para persuadirlos fue que su ubicación por las Fuerzas Conjuntas era cuestión de días, porque ya habían obtenido mediante torturas el conocimiento de la zona donde se encontraba y estaban por realizar en el área allanamientos minuciosos y masivos

"Amodio decía que los militares le habían advertido que apenas descubrieran la cárcel, matarían a todos los tupamaros que se encontraran allí en funciones de cobertura y custodia".

El ex jefe de la Columna 15 dijo entonces a Wassen y por su intermedio a Wolf, que para evitar esa masacre era necesario revelar a las Fuerzas Armadas su precisa ubicación

Luego que escuchó el timbre, José Luis Porras, encargado de la cobertura legal a la casa, salió a la ventana y reconoció a Wassen. Lo hizo pasar, incluso lo cacheó nervioso como era de estilo antes de entrar a una "cárcel" y llamó a Cavia, que era el responsable del grupo

Según dijo Porras , Amodio —a diferencia del relato incluido en la carta dirigida a varios medios— no entró esa madrugada en la casa, aunque Wassen le dijo que estaba esperando en un vehículo. Según recuerda Porras, ambos respaldaban la propuesta porque les habían dicho que los militares tenían el dato de que contaban con una camioneta Indio roja (luego usada por el Florida) y que estaban a pocas cuadras de allí

Porras, que junto a su esposa Zulema Arena y cuatro hijos pequeños, servía de cobertura a la "cárcel" donde desde hacía cuatro meses estaban Pereyra Reverbel y Frick Davie, Cavia, el encargado de la guardia, y los tres militantes que esperaban armados con dos fusiles M 1, dos pistolas y cuatro revólveres, dispuestos a matar a los secuestrados y resistir, escucharon de parte de Wassen argumentos similares y luego de una tensa espera resolvieron entregar la posición

En la película "Siete instantes" (México, 2008) de Diana Cardozo, Castera contó que Wassen y Cavia discutieron porque el primero sostenía que "había que asumir la derrota" y salvar las vidas de todos ellos a cambio de las de los secuestrados, mientras que el responsable de la custodia, pensaba que era "una locura" entregarse. Finalmente, contó Castera, Wassen liquidó la situación diciendo que se trataba de "una orden de la dirección" y que "tenían que subir todos"

Secuestradores y secuestrados salieron todos juntos a propuesta de Pereyra Reverbel, quien aconsejó hacerlo así "porque si no, a ustedes los van a matar", según contó Castera a Búsqueda

Reconocimiento militar

Durante un acto realizado en 2003, a 31 años de la caída de la cárcel tupamara, el ahora coronel retirado Legnani hizo una descripción resaltando cómo se pudo realizar la operación "sin disparar un tiro y respetando a secuestrados y secuestradores".

Según una crónica de "La República", Legnani, dirigiéndose a los oficiales jóvenes, que estaban marcialmente formados en la nueva sede del batallón, afirmó que "en la tarea previa para lograr la ubicación exacta" se contó con la colaboración del traidor del MLN, Amodio Pérez. También indicó que luego "para lograr que quienes estaban adentro de la Cárcel se rindieran" participó en las negociaciones el hoy fallecido dirigente del MLN, Adolfo Wassen Alaniz.

Legnani, además de describir el operativo, afirmó que "fue una operación exitosa y limpia" y agregó —que "en estas épocas de cambio que estamos viviendo, es muy importante recordar estas fechas, porque unen a la familia militar".

Esta semana, mientras el resto de sus ex compañeros se llamaron a silencio, el ex dirigente tupamaro Jorge Zabalza envió una carta a los medios en la cual insiste en la diferencia entre Wassen y los demás dirigentes que, como él mismo, pasaron cárcel y tortura durante 12 años, y quienes —como Amodio y Rey— fueron puestos en la frontera para desaparecer por casi 40 años






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