viernes, 4 de octubre de 2013

Rastrojos de difuntos

Al capitán Ferro le decían "Llamarada"



por Jorge Zabalza

 Ocho de octubre de 2013         
       “RASTROJOS DE DIFUNTOS” 

Año1979. Paso de los Toros. En el  Batallón de Ingenieros No. 3, al capitán Eduardo Ferro le decian “Llamarada”. Revistó durante seis meses en esa unidad, sancionado por  haberle pegado a un superior suyo. Un soldado al que golpeó malamente, debió ser internado en el Hospital Militar. Una vez a la semana Ferro entraba de capitán de servicio y tenía el cuartel a su entera disposición. Se daba una vuelta por las catacumbas donde estábamos recluidos con Raúl Sendic y Julio Marenales, ordenaba que nos llevaran a bañar... y qué hacía el muy energúmeno?... se entretenía en mirar nuestras desnudeces y hacer comentarios chistosos hasta que uno reaccionaba y terminaba castigado!. Nosotros no lo sabíamos, pero el tipo ya tenía harta experiencia en delitos de lesa humanidad:  en 1977, participó en secuestros a exiliados uruguayos en Buenos Aires, varios de ellos fueron desaparecidos; estuvo entre los secuestradores y asesinos del compañero Oscar Tassino; a fines de 1978 comandó en Porto Alegre el secuestro de Universindo Rodríguez y Lilián Celiberti y su traslado a la fortaleza de Santa Teresa para torturarlos. Verdaderamente, un experto en materia de Plan Cóndor.

Año 2013. Canteras de Marelli, cerca de Maldonado. Eduardo Ferro organizó un desayuno de trabajo. Al terminar la fiestita obsequió una “sorpresita” a cada uno de ellos: una bala punto 30 de carabina M1 o M2, el arma de los oficiales en los ‘70. Continúan en guerra contra el pueblo, sus organizaciones y sus militantes. Extrañan la sala de tortura, las violaciones, la libertad para asesinar y desaparecer “subversivos”, el placer de quebrar su condición humana y  valores, de adueñarse de los miedos del torturado.  El signo de los tiempos que corren es que “Llamarada” hay podido convertirse en caudillo de la movilización de los impunes. Al parecer, sus crímenes, que debieran ser repudiados, le otorgan cierto prestigio entre sus pares: 835 de ellos respondieron al convite, bastante más que los 600 del año anterior. Acumulan fuerzas protegidos por la política de olvidar y perdonar que caracteriza al elenco gobernante del Uruguay.  Hay una mutua  relación entre la cultura de impunidad dominante y el crecimiento político de los núcleos de terrorismo de Estado que sobreviven en las fuerzas armadas y el poder judicial. Si el gobierno tuviera una actitud decidida de búsqueda de la Verdad y la Justicia, a los gorilones se les cerrarían los espacios donde prosperan. En caso de continuar como hasta ahora, habrá que seguir soportando los zarpazos de los Ruibal Pino,  los Zubía y los Ferro, que hieren de muerte las esperanzas del bunca más dictadura. 

Salvador Allende
Apenas accedió al gobierno por la vía electoral, Salvador Allende emprendió un camino democrático hacia el socialismo, se tomaron  medidas concretas que apuntaban a independizar la economía cilena y a  desarrollar el poder popular. Tal vez confió demasiado en que las fuerzas armadas se mantendrían al margen; tal vez podía haber convocado el proceso insurreccional que pusiera todo el poder en manos del pueblo organizado y armado. Tal vez... muchas cosas más. Lo cierto es que apenas los dueños de Chile y el imperialismo sintieron que su poder estaba en peligro, decidieron abortar el experimento chileno. Cuando los pueblos traspasan ciertos límites, la clase propietaria no tiene ningún empacho en quebrar su propia legalidad y la institucionalidad democrática. Como está ocurriendo en Venezuela.  El 11 de setiembre de 1973 asesinaron a Salvador Allende y lanzaron su guerra de exterminio contra las fuerzas del pueblo chileno. 

Los ex-guerrilleros que hoy gobiernan el Uruguay no echaron en saco roto las lecciones del experimento chileno de los ’70,  tomaron muy en cuenta la existencia de límites que tienen vedado atravesar los gobiernos de izquierda y, por consiguiente,  se preocuparon por dejar en claro que los respetarían puntillosamente. Entonces obtuvieron el permiso para hacer política desde las instituciones que intentado derribar. 

Es más, se alejaron presurosamente de todo lo que oliera a lucha social o participación popular y, con la misma celeridad, corrieron a amigarse con los dueños del Uruguay y el imperialismo. Su política de acumulación de fuerzas se denominó el  “abrazo de las culebras”: en el 2010 firmaron el pacto del Conrad con el empresariado mercosureño y en el 2013 profundizaron sus relaciones con el capitalismo, al firmar en New York el pacto con Soros y Rockefeller. Mientras enfervorizaba sus feligreses con versos sobre consumismo y mercado, el presidente uruguayo hincó la rodilla en tierra para abrazarse a dos de las grandes culebras del planeta, los dueños del mercado mundial y los mayores promotores del consumismo.
 
Sin embargo, también es cierto que llegaron al gobierno montando una historia preñada de muertes y desapariciones, de torturas y violaciones.  “Andan sobre rastrojos de difuntos” al decir de Miguel Hernández.  Andamos, más bien, y por eso siento este nudo en las tripas. Los votaron porque fueron guerrilleros y encabezaron un movimiento que quiso hacer la revolución. Es completamente inmoral olvidar, tergiversar y ocultar esa historia de sacrificios y entrega revolucionaria. 

La inmoralidad política en que eligieron vivir les ha ido cambiando su forma de pensar, sus personalidades se fueron transformando en el curso de su vida de renuncios y concesiones, hasta que hoy día son reaccionarios en el sentir, el pensar y el actuar.  Es tan reaccionario como enviar tropas al servicio de las corporaciones internacionales para ocupar militarmente Haití y el Congo, es tan reaccionario como usar ilegítimamente la fuerza pública contra la pobreza excluída en las “zones rojas” y contra las luchas sociales y políticas des/calificadas por “radicales”.



Los ex-guerrilleros arrepentidos ya dejaron de cuestionar la naturaleza criminal del capitalismo y el despotismo que se esconde bajo la formalidad de la democracia burguesa.  Argumentando que las circunstancias del 2013 son muy diferentes a las del 1969, decretaron la abolición de las luchas revolucionarias. Su estrategia no se sale de los marcos de la legalidad burguesa y se desarrolla en el parlamento o en los medios masivos de comunicación.  Nada tienen que ver con el movimiento tupamaro liderado por Raúl Sendic (padre). De la gesta guerrillera de los ’60 sólo recuerdan  aquello que sirve a la campaña electoral, lo demás sobra y se arroja a la papelera.  Alfredo Cultelli, Jorge Salerno y Ricardo Zabalza nunca pensaron que sus muertes serían usadas para elogiar divisas ya desmerecidas y juntar votos a lo bobo.

Este 8 de octubre, al igual que todos los años, el Movimiento de Liberación Nacional  (Tupamaros), organiza un acto en la calle Tristán Narvaja para recordar a los caídos en la toma de la ciudad de Pando. Dicho con mayor precisión, esta caricatura de aquél  movimiento que pretendió hacer una revolución, organiza un remedo de homenaje a Jorge Salerno, Alfredo Cultelli y Ricardo Zabalza. Hablarán de cualquier cosa menos de las razones que los impulsaron a dar la vida en 1969. 

Termino pidiendo un poco de respeto a los que murieron luchando por la revolución. No sean tan hipócritas y dejen de hacer homenajes fallutos donde los únicos homenajeados son ustedes mismos.

Habrá patria para todos o para nadie!






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