lunes, 9 de diciembre de 2013

Las raíces del progresismo


(apuntes) de Asdrúbal Pereira Cabrera
Enviado por Jorge Zabalza

... "Los peores enemigos de nuestra América no son los que defienden, con sus intereses, el inmovilismo. Los peores son aquellos que se disfrazan de progresistas, ponen el acento en el desarrollo, hablan de reformas, ignoran a los pueblos y a pretexto de perseguir la común felicidad en la paz, están al servicio del imperio. Los que se llenan la boca con los males y ocultan las causas. Los que se quejan y a veces asumen actitudes de censores; pero se abrazan al victimario frente al cual, transidos de fino amor y respeto, ponen los ojos en blanco y extienden la mano..." Editorial de Carlos Quijano, semanario Marcha, 14 de abril de 1967.
Últimamente abundan los artículos que critican al gobierno progresista y/o analizan las consecuencias de su accionar.

Escasean en cambios los artículos que sondean en la raíz de sus orígenes.


Recordé la carta que el Che enviara a José Medero Mestre y cito “…Desgraciadamente, a los ojos de la mayoría de nuestro pueblo, y a los míos propios, llega más la apologética de un sistema que el análisis científico de él. Esto no nos ayuda en el trabajo de esclarecimiento y todo nuestro esfuerzo está destinado a invitar a pensar…
... Por ello, porque piensa le agradezco su carta; lo de menos es que no estemos de acuerdo.”
Caminando por la feria sabatina de La Teja encontré el pequeño opúsculo de Rosa Luxemburgo “Reforma o revolución”. Lo compré.
La tarde calurosa contribuyó a que comenzara a leerlo y no pude dejarlo. Su vigencia me atrapó.
Tenía frescas sus discusiones con Lenin sobre varios aspectos, en especial los organizativos, pero estaba lejos de su enfrentamiento a  Bernstein si bien hace años lo había leído.
Rosa Luxemburgo tenía razón. Sus análisis tienen 115 años de plena vigencia. Ponen al orden del día las preguntas que es imprescindible hacerse en la actual coyuntura. La discusión con Bernstein no era táctica como muchos socialdemócratas alemanes pretendieron. No hacerse las preguntas que plantea han regado las semillas de la confusión de la cual la derecha se benefició y sigue beneficiándose.
Rosa era una estratega, un águila - diría Lenin - porque "miraba desde lo alto y muy lejos" aunque discrepara con ella. Anticipó el camino que recorrería el sistema capitalista hacia “el caos y la barbarie” que como dice Fidel “ha llegado a poner en riesgo la sobrevivencia de la humanidad y del planeta” y argumentó la necesidad histórica del socialismo para impedirlo.
Bernstein dio al capitalismo una versión de "izquierda" con su "revisión del marxismo" argumentos para negar sus crisis. Lo hizo de modo oportunista luego de la muerte de Engels del cual era amigo. Aún después de la primera guerra mundial argumentó que de las cenizas y el dolor ya purificados por el fuego se pondría en práctica un avanzado programa social.
No fue el único ni el primero que buscó la cooptación política de la fraseología revolucionaria, fue sí el que más desarrollo dio a su teoría en su época y cuando murió, en 1932,  consecuente hasta el final, no reconoció las crisis capitalistas. Un año después, en su patria, triunfaría el nazismo.
Tuvo sí razón en que el capitalismo podía reformarse.
Los teóricos que lo continuaron no han podido, entre otras cosas, explicar para Europa por qué bajo el programa de reformas la propiedad del capital no se democratizó sino que se concentró, por qué regresó el desempleo y el deterioro de la clase media o por qué los socialistas a los que ellos contribuyeron ideológicamente han perdido más elecciones de las que lograron después de ser gobernantes.
Rosa tuvo razón en su debate con Bernstein. Sorprendentemente las argumentaciones de este último gozan de muy buena salud en nuestro país.
Ella inicia su obra diciendo que no contrapone la revolución social a las reformas, a la lucha diaria por las mejoras en la vida de los trabajadores y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.
Dice: "Entre las reformas sociales y la revolución social existe para la socialdemocracia un lazo indisoluble: la lucha por reformas es el medio; la revolución social, su fin". Bernstein renuncia a la transformación social, y hace de las reformas sociales su fin. No era una discusión sobre medios sino sobre fines.
Decía Brenstein: "Reconozco abiertamente que para mí tiene muy poco sentido e interés lo que comunmente se entiende como "meta del socialismo". Sea lo que fuere, esta meta no significa nada para mi y en cambio el movimiento lo  es todo. Y por tal entiendo tanto el movimiento general de la sociedad, es decir, el progreso social, como la agitación política y económica y la organización que conduce a este progreso".
Gramsci se preguntaba (cito de memoria): si no hay un fin ¿hacia dónde se camina?
Se estaba preguntando si cualquier reforma conduce a transformar la realidad en beneficio de los trabajadores. Si el reformismo establece como único método de acción política aquel en el que el progreso resulta de la dialéctica de conservación-innovación, ¿qué se conserva y que se cambia si no hay un fin hacia donde se busca llegar?
Dónde se ubica quien gobierna: ¿en un cambio de forma que no altera los elementos constitutivos del sistema y sus relaciones, que fortalecen esa estructura o sistema o en la destrucción de esos elementos constitutivos y sus relaciones para dar paso a una nueva estructura o sistema?
Dice Rosa: ... "en cada período histórico la lucha por las reformas se lleva a cabo dentro del marco de la forma social existente. He aquí el meollo del problema".
Por ello las reformas llevadas a cabo por el progresismo operan para perpetuar el sistema, para sostenerlo, para darle aire. No intentan cambiarlo sino fortalecerlo.
Pero hay reformas que pueden causar inestabilidad y debilitamiento del sistema. Son aquellas que sin cambiar la estructura o sistema pueden tener una potencialidad revolucionaria. Me refiero a todas aquellas que acrecientan el poder social, económico, político y cultural de los dominados en tanto ese poder acrecentado se oriente a cambiar el orden dominante existente.
Sólo el análisis de la "situación histórica concreta" puede dar respuestas.
El fin de Bernstein no era el socialismo que para él "no significaba nada". El "movimiento lo es todo" implica un fin: conservar el capitalismo que admiraba como fuerza de "desarrollo".
Es decir el "desarrollo" del capitalismo con sus eventuales reformas. Cuando los capitalistas condicionan la redistribución de los excedentes a mantener inalteradas sus ganancias Bernstein planteaba que el eje del programa de la socialdemocracia debía ser el de actuar a favor del "crecimiento económico", del "crecimiento de la producción y la productividad". En ese objetivo los "progresistas" fundamentan la conciliación de clases.
El sindicato, dice, "es un necesario órgano intermedio de la democracia" y es "socialista" porque promueve el bienestar general y no solo el interés de sus miembros. Tiene que ser "responsable" por eso el progresismo (la socialdemocracia) no promueve una política que ahogue el sentimiento de responsabilidad para no convertir a toda la población en pordioseros.
El sindicato es útil porque disciplina las demandas obreras en beneficio del crecimiento económico: "los trabajadores saben muy bien hasta dónde pueden llevar sus reivindicaciones". Saben -continúa- que "Un aumento de los salarios que lleve a un aumento de los precios no significa una ventaja para la comunidad, sino que acarrea elementos más dañinos que beneficiosos. Les exige también renunciar al democratismo doctrinario para ganar eficacia".
La tarea del progresismo es mantener el orden y la estructura capitalista "mejorándola".
Bernstein formula una revisión de las teorías de Marx y Engels. Decía que había que hacer correcciones a la teoría para hacerla avanzar "desde el punto donde ellos la dejaron". Se presentaba como un renovador de las ideas de Marx. Jugando con su vieja amistad con Engels, comenzó a publicar sus críticas revisionistas en 1896 cuando ya Engels no podía responderle.
Rosa Luxemburgo asumió la tarea.
Desde su postulado de equilibrio de mercado, Bernstein negó la teoría del valor de Marx, y desde allí negó la explotación, negó la tendencia a la concentración del capital, negó la contradicción entre producción y realización del plusvalor y por tanto la tendencia a la crisis; los monopolios y los cárteles eran para él una superior organización "socializada" de la producción que garantizaría el desarrollo capitalista constante, y que junto a la expansión del sistema bancario darían al capitalismo una capacidad ilimitada de adaptación y corrección de desequilibrios; la ampliación de la propiedad capitalista mostraba la vocación distributiva del capitalismo, debido a que el progresismo (socialdemocracia) debía favorecer ese crecimiento y acelerar esas tendencias virtuosas presionando desde los sindicatos y el parlamento por reformas para impedir excesos de "industriales individualistas miopes". Asimismo, la socialdemocracia (progresismo) debía acompañar las acciones para expandir internacionalmente ese crecimiento (guerras e imperialismo). Eso era para él "socialismo".
Otros "teóricos" plantearon dar un paso adelante de Bernstein quien tanto había trabajado para "reformar" al marxismo en beneficio de la burguesía. Consideraron necesario, entre otros objetivos, liberar al "socialismo" de las "escorias del materialismo histórico".
Poder "aterrizar" esta temática, es mi objetivo.






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