jueves, 27 de febrero de 2014

La lógica de lo menos malo


INDISCIPLINA PARTIDARIA la columna de Hoenir Sarthou
 publicado por Semanario Voces



Hoy quiero analizar un debate que he visto desarrollarse en los últimos días, tanto en forma virtual como presencial.

Como vimos la semana pasada, un número significativo de personas de izquierda, que han votado al Frente Amplio desde que tuvieron edad para hacerlo, están considerando no votarlo este año.

Algunos ya lo tienen resuelto y otros (entre los que me incluyo) lo estamos pensando. Algunos lo anuncian en voz alta y otros lo callan, o lo comentan sólo con sus íntimos. Algunos piensan votar en blanco, otros quieren anular el voto, o votar a alguna lista testimonial de la izquierda no frentista, e incluso alguno que otro está dispuesto a pagar la multa y a no ir a votar. Lo cierto es que muchos potenciales votantes del Frente parecen dispuestos a no votarlo en señal de disconformidad con su gestión de gobierno.

Los motivos de la disconformidad varían para cada persona, pero hay críticas que se reiteran. Por ejemplo: los privilegios excesivos otorgados a la inversión extranjera; la admisión incondicional, en el marco de la globalización económica, de megaproyectos extractivos contaminantes o riesgosos para el medio ambiente; la inoperancia ante la crisis educativa; la fuerte carga tributaria aplicada al sector asalariado, la desprolijidad y falta de transparencia en los asuntos públicos (el caso PLUNA es paradigmático); la mala gestión de ciertas áreas del Estado; el reparto de cargos públicos por cuota política; el carácter asistencialista de las políticas sociales y sus escasos resultados en términos de inclusión social.

La sola mención de la posibilidad de no votar al Frente Amplio genera escándalo en otros frenteamplistas, más tradicionalistas o más oficialistas.

Más allá de las distintas formas en que se expresan, los argumentos a favor del voto al Frente Amplio rondan siempre en torno a una idea: cualquiera sean los defectos o carencias de la gestión del Frente, los “rosaditos” eran peores; de modo que hay que votar al Frente para evitar que los “rosaditos” vuelvan.

Pocos, desde la izquierda, que yo sepa, niegan que el funcionamiento de los consejos de salarios, o el acceso de los niños a las “ceibalitas”, por citar dos ejemplos, sean aspectos positivos de los gobiernos del Frente. Así como, por dar otro ejemplo, parece de total justicia que se reconozca a los homosexuales el derecho a contraer matrimonio si lo desean.

Ahora, ¡bueno fuera que los gobiernos del Frente no hubieran hecho algunas de esas cosas! Por cierto, muchos habríamos dejado de votarlo antes si no las hubiera hecho.

El problema es que, después de casi diez años de gobierno, seguimos teniendo militares impunes, una marginalidad y fragmentación social pavorosas y crecientes, resultados educativos pésimos, la juventud pobre sin horizontes, el Estado mal manejado, cargas tributarias enormes que afectan más a los que trabajan, y el peso cada vez mayor del capital financiero en la vida de todos.

Si uno viera a los gobernantes aplicados de cuerpo y alma, con inteligencia y creatividad, a resolver esos problemas, todo sería soportable. Pero el objetivo prioritario del gobierno es atraer más inversión extranjera a costa de exonerarla de impuestos, rebajarle los precios del agua y de la energía, entregarle tierras y recursos naturales, hacerle leyes a la medida, regalarle puertos y zonas francas e instalarle regasificadoras. Cosas que pagamos todos nosotros. Otro objetivo prioritario del gobierno es bancarizar la economía (el proyecto de ley está en el Parlamento, si no me equivoco) haciendo que todas las transferencias económicas importantes pasen obligatoriamente por el sistema bancario.

Llega un punto en que uno se pregunta, ¿para quién trabaja el gobierno? ¿Trabaja para nosotros, o ha comprado la “receta” globalizadora de que la felicidad de los pueblos depende de que el gran capital crezca y, algún día, la riqueza se derrame sobre todos  

Ese es el punto en que uno se pregunta: ¿por qué tengo que seguir votando a estos gobernantes, si no estoy de acuerdo con sus prioridades ni con sus objetivos?

Entonces nunca falta quien, con profunda y seguramente honesta fidelidad frenteamplista, nos recuerde que “los rosaditos eran peores”.

Tal vez fueran peores. Pero al menos tenían frente a sí a un Frente Amplio dispuesto a denunciar sus fallas y traiciones, dispuesto a controlarlos. En cambio, el gobierno del Frente no tiene a nadie que marque o denuncie sus fallas desde la óptica de los intereses populares. Inquietante, ¿no?

¿Qué hacer, entonces? ¿Elegir el mal menor? ¿Seguir votando al Frente para evitar el riesgo de que los rosaditos ganen o logren más peso en el Parlamento?

Me atrevería a decir que esa es la menos frenteamplista de las actitudes.

En 1971, la izquierda uruguaya podría haber evitado que Juan María Bordaberry llegara a la presidencia. Y tal vez podría haber evitado o minimizado a la dictadura.

Si las trescientos mil personas que ese año decidieron votar al recién creado Frente Amplio hubieran buscado el  mal menor, habrían votado, por ejemplo, a Wilson Ferreira Aldunate. De esa manera Bordaberry no habría sido presidente y tal vez la historia habría podido ser algo distinta.

Pero la izquierda de aquella época no optó por “lo menos malo”. No votó al “menos malo” de los candidatos de los partidos existentes. Por el contrario, decidió fundar el Frente Amplio, aun sabiendo que no tenía chance de ganar las elecciones y que probablemente las ganaran Pacheco Areco y Bordaberry.

En 1982, en plena dictadura, los militares permitieron una elección interna de los partidos tradicionales, con el Frente excluido. Parte de la militancia de izquierda pensó que, ya que el Frente no podía participar, lo “menos malo” era votar a los candidatos más antidictatoriales de cada partido tradicional, es decir al wilsonismo dentro del Partido Nacional y al batllismo dentro del Partido Colorado. Fue Seregni, desde la cárcel, quien se opuso y planteó la alternativa: votar en blanco, para preservar la identidad frenteamplista. Casi cien mil votos en blanco enviaron una señal fuerte al régimen militar y a las dirigencias blanca y colorada. El mensaje era que la izquierda seguía existiendo y que no se resignaría a los moldes recortados que se le ofrecían.

No sé si es necesario explicitar la moraleja de estas dos historias. Lo cierto es que tanto el nacimiento como la supervivencia del Frente, como expresión política de la izquierda uruguaya, dependieron de que sus militantes se negaran a optar por lo más seguro, por “lo menos malo”. Dependieron de que la militancia de izquierda se jugara a más y exigiera más.      

Tal vez estemos nuevamente ante una disyuntiva vital, ya no sólo para el Frente Amplio sino para la izquierda uruguaya. Una disyuntiva que exige jugar fuerte y exigir no “lo menos malo” sino lo mejor.

Miremos además el asunto a largo plazo. ¿Alguien cree que el Frente podrá captar o retener la adhesión de los jóvenes presentándose como “lo menos malo” del escenario político?

La clave de la democracia es que cada persona vote según sus convicciones. Quien debe interpretar a sus potenciales votantes y llevar adelante lo que éstos desean es quien se postula como gobernante. No al revés. Eso quiere decir que, si por algún avatar de la política, el Frente perdiera la mayoría parlamentaria, o el gobierno, los responsables serían los candidatos, que no habrían interpretado adecuadamente la voluntad de sus potenciales votantes.

Faltan más de siete meses para las elecciones y más de un año para que termine este período de gobierno. Tiempo suficiente para que gobernantes y candidatos analicen la voluntad del electorado frenteamplista. Quizá lo que no deberían hacer es asumir que los votos del ala izquierda del Frente son votos cautivos.

Porque no sería la primera vez que la izquierda uruguaya se negara a aceptar “lo menos malo” exigiendo algo mejor.

G. CORTIZAS Y A. ROIZEN28 feb 2014
Los votos en blanco tienen una lógica propia en las elecciones y también juegan su papel. Son el refugio de los "desinteresados" y los "disconformes". Y aunque son muchos al estar lejos de los comicios, disminuyen más cerca de esa fecha, dado que los electores terminan optando por alguna de las ofertas.
El voto en blanco no tiene peso en las internas ni en el balotaje, pero sí pesa en un referéndum y en las elecciones nacionales de octubre, donde puede dificultar un triunfo en primera vuelta a la fórmula más votada, pero sí facilitarle la obtención de la mayoría parlamentaria. Esto ocurre porque el voto en blanco se cuenta como un voto "emitido", y suma en el porcentaje total del conteo.
En las elecciones municipales de 2010, Montevideo registró 9,7% de votos en blanco, una cifra particularmente alta para los índices del país. Por su parte, Canelones contabilizó 10,3% de votos en blanco.
Fueron elecciones en las que el Frente Amplio tenía "asegurada" la victoria, pero en la cual sus votantes quisieron manifestar su malestar con diversas situaciones: desde la polémica elección de Ana Olivera como candidata, hasta la gestión comunal hecha hasta entonces.
Desde ese momento, la intención de voto en blanco se mantuvo alta hasta fines de 2012, cuando comenzó a descender. Hoy en día se ubica entre 3% y 10% para las nacionales, según las diversas mediciones. Los analistas afirman que se trata de votantes frentistas descontentos con la gestión y que ese registro tenderá a bajar a medida que se acercan los comicios, por lo cual la oposición tira todas sus redes hacia tales votantes.
El director de Factum, Eduardo Bottinelli, dijo a El País que "con el paso del tiempo ese voto refractario fue cayendo. Llegamos a tener picos de 16% y ahora estamos en 6%".
El sociólogo afirmó que seguramente en las elecciones presidenciales se mantendrán los niveles históricos. En ese sentido, estimó un registro de 3% de votos en blanco o 4%, si el descontento con el Frente Amplio continúa alto, opinó.
"Parece que ese enojo se fue diluyendo. Algunos se volcaron hacia los partidos tradicionales, otros hacia el Frente Amplio", afirmó Bottinelli.
Por su parte, el director del área de Opinión Pública de Equipos Mori, Ignacio Zuasnabar, coincidió en señalar que no cree que se vayan a registrar cifras por demás elevadas y fuera del registro histórico de votos en blanco en las elecciones presidenciales.
"Puede ser que haya pequeños segmentos de electores que estén un poco más desencantados", dijo, y también mencionó como los ejemplos más destacados lo ocurrido en Montevideo y Canelones en las últimas elecciones departamentales.
Antes del gobierno de Tabaré Vázquez, explicó, el descontento era canalizado en el Frente Amplio. Sin embargo, ese escenario cambió. "Ya no hay un partido como el Frente Amplio que no haya sido gobierno y que represente la utopía", dijo.
"Si en algún momento sucede, el desafío lo tienen los partidos tradicionales que deberán ser receptores del desencanto con el gobierno", agregó.

"LO MÁS FÁCIL".

Adriana Raga, directora de la consultora Cifra, explicó a El País que muchas veces para el encuestado decir que vota en blanco "parece ser lo más fácil", y agregó que no toda esa gente va a votar de esa forma llegado el momento de las elecciones.
"Hay gente que todavía no tomó una decisión, probablemente después muchos de esos votantes no terminen votando en blanco. Estimo que en la elección se van a mantener los promedios históricos de votos en blanco", dijo Raga. Según señaló, ese conjunto de votantes está compuesto "más que nada por la gente menos politizada, por algunos jóvenes que no saben ni siquiera quiénes son los candidatos".
Por su parte, Juan Carlos Doyenart, director de Interconsult, explicó que "siempre representa algo el voto en blanco, por lo general es el votante disconforme que va a votar porque lo obligan o porque quiere ir y mostrar que está molesto".
El analista dijo que hay que diferenciar entre el votante desinteresado y el disconforme. "El desinteresado vota por alguien al final, lo convencen. El voto en blanco no es un desinteresado, es un disconforme, un enojado", expresó. En esa línea, dijo que quien está molesto y vota en blanco es una persona que sigue los temas políticos, "que no está ajena a la política".
Doyenart dijo que "siempre ocurre en un proceso electoral que cuanto más lejos está el día de las elecciones, más votos en blanco hay. Eso disminuye a medida que se acercan las elecciones y por eso encontrar cerca de 6% de gente que dice que va a votar en blanco, como nos pasa a nosotros hoy, no es extraño", afirmó.
Agregó que un porcentaje cercano al 6% al día de hoy también "predice que va a terminar en un 3%". Dijo que "la mayoría de los votantes en blanco hoy son exfrentistas o votantes del FA del año 2009" que no están conformes con la gestión del gobierno. "Están en duda, piensan en no votar más al FA, pero no se convencen por las otras opciones", opinó.

Las cifras que le cambian el ánimo a los candidatos

En período electoral las encuestas pueden cambiarle el ánimo a un candidato o a su equipo de gobierno.
No hay político que no mire las encuestas. Lo hacen cuando están fuera como cuando están dentro del gobierno y pueden resultar decisivas tanto en la toma de una decisión como en la definición del respaldo a uno u otro candidato.
La interna más reñida sigue siendo la del Partido Nacional. En el caso del Frente Amplio todas las encuestadoras dan un amplio porcentaje de apoyo en favor de Tabaré Vázquez y la competencia de Constanza Moreira solo explica la creación de una base electoral de cara a octubre. En el caso del Partido Colorado la correlación de fuerzas internas se mantiene y la hegemonía de Pedro Bordaberry no parece correr riesgo.
La interna blanca es la única que no está definida, y cada encuesta se mira con lupa. Es así que cada candidato saca conclusiones y los mismos números pueden ser interpretados de manera diferente.
Tanto en el comando de Larrañaga como en el de Lacalle Pou fue muy bien recibida la última compulsa de Equipos Mori, difundida el pasado miércoles. Según Equipos, en la interna el 13% prefiere a Larrañaga, 9% a Lacalle Pou, 2% Sergio Abreu y 2% no sabe/no contesta. Casi cinco (49%) de cada diez adherentes al Partido Nacional se inclinan por Larrañaga mientras que Lacalle Pou llega al 35%, Abreu 6% y no sabe/no contesta al 9%.
"Larrañaga tiene el desafío de mantener su intención de voto actual, con 49% de una interna es casi imposible perder", dijo Ignacio Zuasnabar, director de Equipos. El comando de Larrañaga se afianza a dicha frase y festeja. Sin embargo, en el entorno de Lacalle Pou se destaca que en "muy pocas semanas de trabajo intenso" el candidato "ha logrado reducir drásticamente una diferencia que hace unos meses parecía indescontable" y confían en que hacia junio siga creciendo.
El precandidato Sergio Abreu, por su parte, destaca que su "popularidad" es del 27% entre los blancos, frente a 38% de Larrañaga y 34% de Lacalle Pou.

Entre 3% y 10%, pero bajarán

Cifra La última encuesta mostró que el 10% de los uruguayos no sabe a cuál partido votaría, o dice que votaría en blanco, anulado o a otro partido si las elecciones fueran hoy.
Equipos Mori Según el último relevamiento, si la elección fuera hoy, 3% de los votos serían en blanco o anulados.
Factum 6% es el porcentaje de votos que sumaron los sufragios en blanco, anulados o a "ninguno" en la última encuesta.
Interconsult La última encuesta mostró un 5% de votos en las categorías "otros" o votos en blanco.





4 comentarios:

  1. Brillante ejercicio de Historia Virtual.
    Ojala sirva para el futuro inmediato.

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  2. LEI EL BLOG DE PERERA Y ME SURGE UNA DUDA...QUE PASA CON LOS VOTOS ANULADOS?

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  3. Como todos sabemos, este año habrá dos instancias electorales: una en junio (elecciones internas) y otra en octubre (elecciones nacionales). Si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta en primera vuelta, habrá una tercer instancia en noviembre
    http://contratapapopular.blogspot.com/2014/03/el-voto-que-el-alma-pronunciara.html

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  4. Unidad Popular es el único que le puede sacar la careta al FA

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