sábado, 12 de abril de 2014

A 30 años del aún impune asesinato del doctor Vladimir Roslik en San Javier

El doctor Vladimir Roslik de San Javier


CRÓNICAS DE 30 AÑOS EN PERIODISMO
por Roger Rodriguez 



11 de abril de 2014


Este 16 de abril, se cumplen 30 años de la muerte por torturas de Vladimir Roslik. Fue el último homicidio de la dictadura y provocó la definitiva caída del régimen, que tuvo que negociar la reinstitucionalización del país. Los asesinos, el coronel Sergio Coubarrere y el médico Eduardo Sainz Pedrini, siguen impunes. Por años el caso estuvo amparado en la Ley de Caducidad y cuando fue finalmente reabierto se intentó clausurar con la proscripción. Incluso se llegó a “extraviar” el expediente judicial que aún no se ha archivado en forma definitiva.

Hace 30 años, con el fotógrafo Walter Crivocapich, fuimos enviados a San Javier por el semanario Convicción en el mismo momento en que el comandante de la División de Ejército III, general Hugo Medina, emitía un comunicado en el que justificaba el mortal operativo como una acción contra el terrorismo marxista internacional. Unos días antes habían ido los colegas Zelmar Lissardy (UPI) y Roy Berocay (Reuters), junto Efraín Olivera y Martha Delgado (Serpaj) y Fernando Urioste (Ielsur), quienes denunciaron aquella sospechosa muerte.

En San Javier pudimos respirar el miedo que se sufría y en Paysandú logramos hacer la primera entrevista a Mary Zavalkin, quien nos entregó un facsímil de la autopsia “oficial” que explicaba la muerte como un  “paro cardiaco”. Al releer hoy aquellos artículos, me sorprendo de la forma como debíamos escribir la noticia para decir que hubo un homicidio sin afirmarlo, y el riesgo que asumíamos, entrevistador y entrevistado, al hablar directamente sobre la tortura que Roslik ya había sufrido en 1980.

Volví a visitar la Colonia a principios y fines de los noventa. Una vez para asistir a uno de los Festivales musicales que se organizaron en recuerdo de Roslik y, otra, para escribir en Brecha sobre un Festival del Girasol en que se organizó una fiesta de productos tradicionales, coincidente con un aniversario del homicidio. No volví más, aunque siempre tuve en mi recuerdo a aquella gente en cuyos ojos comprendí tanto miedo y, luego, entendí tanta dignidad para superar el dolor.

Esta Semana de Turismo, viajaré al litoral y el miércoles 16 de abril, exactamente treinta años después, trataré de estar en San Javier. No esta prevista la realización de ningún acto recordatorio por Roslik. Mary Zavalkin vive en Paysandú y ha dedicado su esfuerzo al Hogar de Ancianos Valodia, donde recientemente se ha inaugurado una rampa para mejorar la calidad de vida de muchas personas mayores del pueblo. El recuerdo de Vladimir está diariamente en esa obra.

Llevaré cañas y curricas para alimentar la fantasía de algún dorado saltando sobre el río. Beberé kuas, ese exquisito licor de miel que hacen los rusos, y comeré algunos de sus platos tradicionales: el shaslik de cordero (brochette que pediré con poco picante), unas empanadas de cuyo nombre no me acuerdo, si hace frío un plato de borj (sopa de verduras) y de postre kisiel (de níspero) o piroj (de zapallo)... Y, antes de volver, le dejaré una flor a Vladimir, junto a mi compromiso de seguir buscando verdad y justicia.

Roger Rodríguez


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La primer entrevista a la viuda de Roslik en Convicción, 1984.

La viuda de Vladimir Roslik dice su verdad

“SAN JAVIER ES UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN”



PAYSANDÚ -  La muerte del Dr. Vladimir Roslik mantiene convulsionada a la capital sanducera. El conflicto de “Famosa” y los festejos de la “Semana de la Cerveza” dejaron de ser comentario. Todos hablan de que hubo otro operativo militar en San Javier, pero esta vez uno de los “rusos” ha muerto.

María Cristina Zabalkin tiene 30 años. Hacía siete que se había casado con Vladimir Roslik. Hacía meses que había tenido su primer hijo, Valery Andrés. Ahora debe enfrentar con firmeza la angustia de narrar una vez más una historia que casi le resulta ajena, que aún le cuesta creer como propia.

Habla en un tono monocorde, su voz no se quiebra, no se permite lágrimas. Esta decidida a decir lo que sabe y a investigar lo que desconoce. Quiere saber por qué murió su esposo y por qué San Javier ha vivido una pesadilla de ocho años.

CONVICCIÓN mantuvo el sábado último un diálogo con la Sra. de Roslik, cuando aún no había viajado a Montevideo para decir su verdad y exigir respuestas. Su historia, sus dudas e interrogantes se reflejan en este reportaje.

- ¿Hay antecedentes de detenciones de su esposo?

Yo recuerdo como antecedente los problemas de 1980, los anteriores no los viví siendo la esposa de Vladimir y no me habían tocado de cerca. Recuerdo que hubo detenciones y más bien redadas con respecto al Máximo Gorki. Lo allanaron varias veces, pero nunca encontraron nada malo. Una vez mi esposo quedó como presidente del Máximo Gorki y en una redada lo llevaron los de la policía común, no del Ejército. Estuvo detenido como una semana, pero no hubo castigos ni nada... Ahora, lo del 80 sí que fue distinto.

- ¿Cómo fueron los hechos del 80?

Fue a fines de abril, no recuerdo exactamente qué fechas. Ahí si fueron los del Ejército, pero yo en ese momento no estaba en San Javier, estaba en Montevideo. Lo que recuerdo es que en casa había quedado todo revuelto, se llevaron todo tipo de material escrito en ruso. Inclusive libros de medicina que habían sido editados en Moscú. De lo que había en ruso se llevaron todo, hasta una colección de monedas y otros recuerdos que había traído cuando viajó por la beca. Eso fue lo que yo encontré cuando volví de Montevideo. Me enteré de lo de mi esposo por familiares y vecinos. Lo sacaron de mañana de casa y lo llevaron hasta el consultorio y ahí también revisaron todo. Supe que a la madre y al padre de él los tuvieron encañonados con metralletas y a mi esposo lo tuvieron en el local de prefectura y después lo trasladaron a Fray Bentos. Durante dos meses estuvo incomunicado, yo recién lo vi en junio de ese año en el penal de Libertad.

- ¿Durante esa detención de 1980 su esposo sufrió apremios físicos?

Supongo que sí, porque cuando me entregaron la ropa de él que fue recién una semana después de detenido, estaba ensangrentada y por eso yo ya me daba cuenta. Después en el penal nunca pude preguntarle porque las conversaciones eran por teléfono y muy vigiladas. Recién cuando salió pudo contarme algo y muy en la intimidad del hogar.

- ¿Qué tipo de apremios sufrió?

No sé si Ud. Podrá publicar esto, porque todavía quedan adentro un hermano y un sobrino de mi esposo. Lo que más era el “plantón” que con eso ya era bastante. No le daban agua, ni alimentos tampoco y no podía ni siquiera ir al baño. Después el “submarino” y unos anillos con choques eléctricos que no se muy bien cómo se harán... Cuando yo lo vi en el penal tenía cicatrices todo acá (señala los nudillos de sus manos y los dedos) y tenía un dedo (señala el meñique) quebrado que le quedó desfigurado. También tenía marcas acá (señala los tobillos) de las patadas que le pegaban para que abriera las piernas. Lo del plantón fue lo más y después el estar con luz artificial todo el tiempo que él decía que había perdido un poco la visión por eso y veía todo grisáceo... Después, por supuesto que estaba casi todo el tiempo encapuchado y esposado.

- ¿Cuándo es liberado?

El 24 de mayo es que firma la libertad provisional y salió dos meses después, el 24 de julio de 1981. Desde entonces se tenía que presentar todos los lunes en la jefatura de policía de San Javier y para salir del departamento tenía que pedir permiso por escrito al Batallón de Fray Bentos y explicar a dónde iba, por qué motivos y cuándo venía y la dirección, etc. Y después si iba a Paysandú, por ejemplo, tenía que presentarse en el batallón de ahí... Estaba totalmente vigilado, no podía dar un paso sin que se supiera.

-¿Cómo se produce su última detención?

El sábado de noche tuvimos una fiesta familiar, un cumpleaños, pero a las doce de la noche ya estábamos en casa. A eso de las cuatro de la mañana siento mucho ruido afuera, golpeteo de puertas, ruido de autos... entonces prendí la luz rápido y le dije que se vistiera porque seguramente habría habido un accidente. Pensé en un accidentado por todo el movimiento. Se puso una camisa, un pantalón y las alpargatas y salió. Yo estaba u poco nerviosa, porque pensé que también podría haber pasado algo a mi padre, que sufre del corazón. Entonces volví y me dijo: “No te asustes, Mary”. Le pregunté si había pasado algo con mi padre y me dijo no. “No, no te asustes, son soldados”.  Él estaba en la cocina y yo en el dormitorio y entonces pidió para despedirse de mí y lo llevaron hasta el dormitorio con un soldado apuntándolo con una metralleta y otro con un revólver en la mano. Él ya estaba esposado. Yo lo primero que hice fue tratar de ponerle un abrigo, acordándole de lo del 80 cuando con el frío espantoso que hacía estuvo de plantón solo con una camisa incluso bajo la lluvia. Entonces, traté de abrigarlo poniéndole un buzo por arriba, porque como estaba esposado no podía ponérselo. A mí me dejaron encañonada con el de la metralleta en el dormitorio y a él se lo llevaron de nuevo a la cocina. Después me dejaron y pude ver por la ventana cómo lo llevaban encapuchado. Cuando se lo llevaban el gritaba. “No otra vez no, a lo de antes no”, porque sabía que iba a volver a las torturas que le hicieron antes. Quedó uno que me dijo que lo acompañara por toda la casa porque iba a revisarla y me preguntó si teníamos armas y si teníamos un galpón lo que más revisaron fue la pieza del bebé, lo pañales y todo. Incluso libros y esas cosas no revisaron. Solo me preguntaron eso, si teníamos armas y si había galpón.

-¿Cuando se llevaron a su esposo también son detenidas otras personas, no?

Yo hasta ese momento no sabía nada. Después que se fueron salí y toda la casa estaba rodeada y a él se lo llevaron en una Brasilia blanca. Esa Brasilia ya hacía varios días que estaba en San Javier y andaban en ella personas vestidas de particular, pero mi esposo me había comentado que había reconocido a uno que era del Batallón de Fray Bentos. Cuando salí fui a pedirle a un vecino que llamara a mi padre para que se quedara con el bebé. Y yo me fui a la comisaria a llevar la cédula de mi esposo que se la había dejado. Cuando llegué había camiones, jeeps y mucha gente en la comisaría y soldados en la calle. Pedí para hablar con el jefe del operativo, porque quería entregar la cédula y pregunté por qué y a dónde lo llevaban. A Fray Bentos, me dijo, para averiguaciones. ¿De qué?, le digo, ahora esta totalmente vigilado, se presenta todos los lunes, está con libertad vigilada, ya estuvo en el penal, y me dijo: “No, son averiguaciones por lo de antes". Y yo digo cuándo puedo verlo. “No, está incomunicado” ¿Y el abogado?, yo quiero que el abogado de él esté presente. “No, no, el abogado tampoco puede entrar”, me dijo. Y ¿para llevarle ropa? “Ya se le va a comunicar”. No me dijo nada más. Eso fue a las cuatro de la mañana y a las cinco menos cuarto, más o menos, llegó un camión y se lo llevaron a Fray Bentos. Bueno, fue en eso que me enteré que habían llevado también a otras personas. En ese momento habían llevado a mi esposo; al director del liceo Roman Klivsov, el viejito Jacina (Basilio) de 72 años que tiene el hijo en el penal de Libertad desde el 80; a Chimaislof (Juan) que es apicultor y vive en el monte y Mauceniuk (Pedro). Yo tenía conocimiento de esos cinco. Pero una semana antes ya habían llevado a Balachir (Estevan) y Murenko, también por averiguaciones del mismo tema, porque dicen que pasan armas y no sé cuántas cosas más. Pero por lo que yo sé son gente pobre que vive de cortar leña y hacer apicultura y cosas así, yo no creo que puedan tener que ver con algo así.

- ¿Qué sucedió después que trasladaron a su esposo a Fray Bentos?

Lo llevaron a Fray Bentos y estuve esperando todo el día sin saber nada de él, hasta que a las seis de la mañana del lunes vino mi padre y me dijo que lo habían llamado a la comisaría y le habían dicho que pasara por Fray Bentos a retirar el cuerpo. Cuando llegamos allá fuimos a la morgue del hospital y estaba la policía, no los soldados, y el comisario a cargo no me quería entregar el cuerpo y dijo que tenía que traer un permiso del batallón para retirarlo. En el batallón me atendió un oficial que no recuerdo el nombre y me dijo que lo sentía mucho, que murió mientras estaban interrogándolo y que en la medida de sus posibilidades se ofrecía para ayudarme en lo que pudiera. Ahí me descontrolé y le dije de todo, él me dijo que entendía que estuviera nerviosa y yo le dije que si quería ayudarme me dejara llevar el cuerpo y hacerle una autopsia en Paysandú con un médico de mi confianza, de mi familia. Ahí me dijo que ya se la había practicado la autopsia, pero yo le dije que quería convencerme a mí misma con alguien de mi confianza. Me dijo que esperara y volvió a la media hora y me dijo que había conseguido autorización para que lo llevara y dispusiera como quisiera del cuerpo.

- ¿Ud. al llegar a Fray Bentos reconoció al médico que firma el certificado de defunción, no es así?

Si, se llama Eduardo Sainz. Cuando llegué por primera vez a la morgue, justo salía él de la morgue y yo ya lo conocía del año 80 cuando él era médico del cuartel donde estaba mi esposo. En ese momento no había mucha gente y yo le dije que se le había ido la mano y que había dejado que lo mataran torturándolo, lo seguí diciéndole de todo y se me escondió y no pude volver a verlo.

-¿Cómo se traslada el cuerpo a Paysandú?

Lo lleve prácticamente yo sola, porque mucho de mi familia no querían que lo hiciera. Por equivocación, lo llevamos al Hospital de Paysandú. El Dr. Burgel me estaba esperando, pero en la morgue del cementerio, donde tenía todo preparado para la reautopsia. Por lo que después me vine a enterar, todo lo que me retuvieron en Fray Bentos fue para prepararse ellos, porque en la reautopsia hubo una serie de personas. Estaba el Dr. Mayoli, el Dr. Suasti, el Dr. La Luz y el propio Dr. Sainz que había llegado antes que nosotros. Había sido el que hizo la primera autopsia; y no sé si otras personas. Incluso se dijo que vino gente de Montevideo. Recién a eso de las 8 de la noche se empezaron a ir los médicos y me dejaron sola sin decirme nada. Ahí otra vez tuve problemas con el cuerpo, porque no me lo querían dejar llevar si no presentaba un papel de jefatura. Esperamos dos horas más a que viniera el papel que yo suponía el resultado de la autopsia y al final fui a Jefatura y resultó que era el papel del certificado de defunción que yo tenía y con el que me dieron el cuerpo. Pero después nadie me ha dicho nada de la autopsia.

-¿Habló con los médicos actuantes?

Sólo con Burgel que no me dio ningún dato porque dice que él va a ser muy objetivo pero que yo debo encarar todo por medio de mi abogado, que él no me puede decir nada. La cosa es que yo todavía no sé exactamente cómo fue la muerte de mi esposo. El certificado de defunción está incompleto. Yo como esposa de médico me doy cuenta. Ahí falta la hora en que murió, no dice que se hizo una autopsia, ni los hallazgos de la autopsia.

-¿Qué piensa hacer ahora?

Voy a hablar con mi abogado para ver qué es lo que aconseja y a partir de ahí, no sé a dónde voy a poder ir, pero todo lo que pueda hacer lo haré. Yo voy a Montevideo con la verdad de los sucesos, de lo que pasó. Y de todas formas, voy a insistir, insistir e insistir, y voy a estar toda mi vida para buscar la verdad. Sé que revivirlo no voy a poderlo revivir. Tengo el bebito y tengo que pensar en el bebito.

-¿Desde el procedimiento de 1980 hasta el de este mes, no había sucedido nada en San Javier?

Después del 80 no pasó nada. Fue ahora, en estos últimos quince días. En la época que cerraron los partidos de izquierda fue que llevaron a cantidad de gente, inclusive a mi esposo y lo tuvieron en Fray Bentos. Pero fue la policía común, no era el Ejército. Y luego en el 80 sí, se ensañaron con toda el alma. Ahora buscan armas, dicen que utilizan las costas del río para pasar armas y posiblemente para el ingreso de terroristas. Sin embargo, de San Javier no se podía salir. Tenían que pedir permiso, decir a dónde iban, a qué hora volvían y antes de las tres de la tarde tenía que estar de vuelta ahí. San Javier es un campo de concentración. Incluso yo, que doy clases de inglés particulares, tengo que dar datos a la comisaría de qué doy clases, de qué hora, a qué hora y cuántos alumnos concurren y todo. Es un mundo aparte. San Javier es así, como un conejillo de Indias. 

Roger Rodríguez (Convicción, 26 de abril de 1984)

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El informe de Convicción con el fascimil de la autopsia "oficial".

 "CASO ROSLIK": SE SOLICITARÁ A UN JUEZ CIVIL UNA TERCERA AUTOPSIA

Colegio de Abogados hará hoy una firme declaración



María Cristina Zabalkin, la esposa del médico de San Javier que murió durante los careos que siguieron a un operativo efectuado por el Ejército el 15 de abril último en el departamento de Río Negro, autorizó a su abogado el Dr. Morás Auteda, para que solicite ante un juez civil de Paysandú una orden para efectuar por tercera vez una autopsia al cadáver de su marido, Vladimir Roslik.

Paralelamente, existía gran expectativa por una firme declaración que el Colegio de Abogados dará a conocer en las próximas horas, refiriéndose a la muerte de Roslik y la detención de Román Klisvsov, Juan Chimaislov, Pedro Marseniuk, Basilio Jacina, Esteban Balachir y un hombre apellidado Gmurenko, que fueron apresados por “presuntas maniobras políticas terroristas”, y están a disposición de la Justicia Militar.

Estos detenidos fueron trasladados al Regimiento Nº 13 del departamento de Montevideo, donde en los últimos días las autoridades atendieron a los familiares de los presos permitiendo que se comunicaran a través de breves misivas. Según se dijo, en los próximos días se les permitiría visitarlos.

El cuerpo de Roslik fue examinado ya en dos ocasiones en Fray Bentos y Paysandú, el 16 de abril día en que se habría producido su muerte. Ahora, la Sra. Roslik encomendaría a dos médicos de su confianza, los Dres. Fernando y Jorge Burgel, un nuevo examen. Jorge Burgel había participado en representación de la familia Roslik en la “reautopsia” que tuvo lugar en la morgue del cementerio de Paysandú.



Operativo antisubversivo

La detención de Roslik y los demás habitantes de la Colonia San Javier se habría efectuado en el marco de un operativo militar que procuraba detectar las actividades de un grupo subversivo que trafica con armas.

Recién el miércoles 18 se obtuvo una confirmación oficial, cuando el Comandante en Jefe del Ejército, Gral. Pedro Aranco, reconoce el fallecimiento de Roslik como consecuencia de “un paro cardíaco”, y agrega que el comando de la dirección de Ejército II informaría a través de un comunicado.

La confirmación motivó el inmediato traslado de una delegación de la Comisión de Derechos Humanos del Colegio de Abogados, que el jueves 19 dio a conocer una declaración pública donde expresó su “vivísima preocupación ante este tipo de acontecimientos que el país juzgaba como absolutamente superados en la presente etapa de distensión y reinstitucionalización” y solicitó una explicación sobre el hecho y situación de los otros detenidos.



Los antecedentes

Vladimir Andrés Roslik Bichkov, había nacido el 14 de mayo de 1941. Un mes después de su detención iba a cumplir 43 años. Casado con María Cristina Zabalkin, tenía un hijo de cuatro meses de edad.

Beneficiado con una beca del Instituto Cultural Uruguayo-Soviético, viajó a la Universidad Patricio Lumumba en Moscú, donde se recibió de médico. A su regreso a Uruguay, revalidó su título en la Universidad de la República y se desempeñó como funcionario de una dependencia del Ministerio de Salud Pública en la Colonia de San Javier.

En 1980, en un operativo del Ejército de similares características al efectuado días atrás, Roslik y otros 25 ciudadanos de San Javier fueron detenidos y, posteriormente, once de ellos procesados por la Justicia Militar.

Vladimir Roslik Bichkov obtuvo la libertad preventiva en mayo de 1981 y en junio de ese año, tras 15 meses de detención fue liberado. Desde entonces se mantuvo en carácter de libertad vigilada. A fines de 1983 el Supremo Tribunal Militar dictó sentencia definitiva de 24 meses de penitenciaría  En los próximos días debía otorgárseles la libertad condicional y en 1985 habría obtenido la libertad definitiva.



“Tráfico de armas”

Los hechos que convulsionaron San Javier y todo el país, se habían iniciado en los primeros días de abril, cuando fueron detenidos Esteban Balachir y otro ciudadano apellidado Gmurenko, cuyo paradero era desconocido inicialmente.

También días después se produce un cambio en el mando de la Comisaría de Policía de San Javier, ingresando un oficial apellidado Castro.

Paralelamente, se supo de la compurgación de la pena de cinco de los sanjavieranos que habían sido procesados en 1980: Vladimir Roslik Dublkin (sobrino del médico), Víctor Macarov, Aníbal Lupunov, Miguel Schevsov y Ricardo Bozinski salieron del Penal de Libertad, donde se hallaban apenas un par de días antes del operativo militar.

En el Penal de Libertad solo queda de los procesados en el 80, Esteban Gislov, Miguel Roslik y Carlos Alberto Jacina Leivas (hijo de uno de los detenidos en el último operativo). Precisamente Carlos Jacina fue retirado del recreo el sábado 14 de abril y se comunicó a sus familiares que se encontraba bajo severa sanción.

En la madrugada siguiente se produjo el operativo militar que finalizó con la muerte de Vladimir Roslik y la detención de Juan Chimaislof, Román Klivsov, Pedro Maucenluk, y Basilio Jacina, que se sumaron a los ya detenidos Balachir y Gmurenko.

Según se establece en el comunicado de la División Ejército III, “el pasado 10 de abril se materializó el  reingreso al país, procedente de Brasil, de Pires Da Silva -cuya requisitoria se había librado en 1980- y su seguimiento permitió establecer la reanudación de viejos contactos con algunos de los componentes del grup desbaratado en 1980, actualmente en régimen de libertad vigilada”.

Según se pudo saber, Pires Da Silva estaba radicado en San Javier una década atrás y tras el fallecimiento de su madre y su padre, dejó de verse en la zona.

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OMISIONES EN EL CERTIFICADO DE DEFUNCIÓN CREAN DUDAS



El reclamo del Partido Colorado para que se hagan públicos “los testimonios de todos los médicos presentes durante las autopsias practicadas” al cuerpo de Vladimir Roslik, estaría motivado en una serie de investigaciones efectuadas y dudas que arrojan las documentaciones disponibles, según dijeron a CONVICCIÓN fuentes confiables.

El lunes próximo pasado, el Dr. Julio María Sanguinetti, el Sr. Luis Bernardo Pozzolo y el Dr. Ope Pasquet Iribarne, recibieron en representación del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado a la Sra. María Cristina Zabalkin de Roslik e hicieron pública una declaración señalando su honda preocupación y declarando su repudio por lo acontecido.

La declaración informó que se viene investigando los hechos y reclamó un inmediato “esclarecimiento del caso”, dándose publicidad a “los demás elementos de juicio que puedan referir al caso, aún pendiente sobre varios otros detenidos sin las garantías procesales normales”.

Sólo el certificado de defunción con una serie de omisiones y el resultado de una primera autopsia de la que se hace referencia a través del comunicado de la División de Ejército III, han sido dados a conocer hasta el presente como explicación oficial de las causas que produjeron la muerte de Roslik y esto no devela una serie de interrogantes sobre su deceso.

Hasta el cierre de esta edición, no se había dado a conocer el resultado de la “reautopsia” efectuada en Paysandú a pedido de la Sra. De Roslik, que tuvo lugar sólo doce horas después de la autopsia realizada en Fray Bentos, donde se había dictaminado “paro cardio-respiratorio sin muestras de violencia”, según informa el comunicado de la región de Ejército que comanda el Gral. Hugo Medina.

Según se indicó, Roslik murió en el Batallón Nº 9 de Fray Bentos “en el curso de los careos realizados entre varios detenidos”. Su deceso fue certificado por el médico de la referida unidad militar, Dr. Eduardo Sainz, según consta en el documento entregado a la Sra. De Roslik y que reproducimos en estas páginas.

El cuerpo de Roslik fue trasladado al Hospital de Fray Bentos en un operativo custodiado por soldados y allí, utilizando las instalaciones del nosocomio, el propio Dr. Sainz “por disposición del juzgado militar competente”, efectuó la primera autopsia, sin que ningún otro médico presenciara el examen, según afirmaron calificados voceros a CONVICCIÓN.

En la mañana del 16 de abril, veintiséis horas después de la detención, la Sra. María Cristina Zabalkin de Roslik fue comunicada por la policía de San Javier que debía “ir a retirar el cuerpo” de su esposo en Fray Bentos. Una vez allí la Sra. Roslik comunicó su deseo de efectuar una autopsia en Paysandú con la presencia de un médico de su confianza. Su solicitud fue finalmente concedida y tras varias horas de trámites le fue entregado el cadáver, que por medio de la empresa fúnebre “San Miguel” fue llevado hasta la capital sanducera.

En Paysandú, la Sra. Roslik se había contactado con el Dr. Jorge Burgel -médico asimilado al Ejército-, amigo de su esposo, a quien encomendó los preparativos de la autopsia. Allí habrían surgido problemas para obtener la autorización judicial que permitiera el examen  pero finalmente un juez militar había sido quien ordenó la “reautopsia” según dijeron fuentes locales.

En este examen, estuvieron presente el Dr. Mayoli (del Ejército); el Dr. Suasti (Policial); el Dr. Da Luz (Sanidad Militar); el Dr. Woelker, de la policlínica de San Javier; el propio Dr. Eduardo Sainz, y el Dr. Jorge Burgel en representación de la familia. El resultado del estudio no fue dado a los familiares y habría quedado en la órbita del juez militar que autorizó la reautopsia.

Entrevistado por CONVICCIÓN en su domicilio de Paysandú, el Dr. Burgel confirmó su participación en el examen, pero se excusó de brindar otra información limitándose a afirmar que el resultado debía darse a conocer a través de la vía jurídica competente.

La reserva del dictamen de este análisis, se suma a una serie de omisiones en el certificado de defunción suscrito por el Dr. Sainz, que no especifica: a) “Si la defunción ocurrió en un establecimiento asistencial público o privado”, ni la dirección de se expidió el certificado, b) “Si el fallecido era un asilado o recluso de alguna institución” ni la “fecha en que había ingresado a ella”, c) la hora de la muerte, d) las “causas que precedieron” al fallecimiento y/o “otros estados mórbidos contribuyentes" , e) El que el certificado haya sido expedido por el Dr. Sainz en su calidad de médico particular y registrado en la oficina de Registro Civil 1ra. de Río Negro, cuando el fallecimiento ocurrió en una unidad militar y fue certificado por quien se desempeña como médico de la misma, y f) No se señala que se practicó autopsia ni los hallazgos de la misma.

(Convicción, 26 de abril de 1984)




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