sábado, 5 de diciembre de 2015

Trabajando regalados

Q.E.P.D.



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CEMENTERIOS MUNICIPALES
Trampas entre los muertos

Cajones abiertos, urnas con tapas partidas o caídas, basura desperdigada, moscas, un olor indescriptible y ausencia de elementos de seguridad para trabajar. La muerte de un funcionario municipal en un accidente laboral dejó en evidencia el estado en el que se encuentran los cementerios municipales. 
"Los funcionarios están regalados trabajando en los cementerios".  Foto: F. Ponzetto



ANDRÉS ROIZEN05 dic 2015
Hace una semana, Óscar Martínez estaba trabajando en el Cementerio Central cuando la tapa de un nicho tubular se desprendió, lo golpeó en la cabeza y lo mató. "Coco", como le decían sus amigos, tenía 55 años y llevaba más de 25 como funcionario municipal. Conocía a la perfección el trabajo que hacía, pero eso no bastó para salvarlo de una de las tantas trampas que se esconden en los cementerios de la capital.
En Montevideo hay cinco cementerios municipales, y en una recorrida por los tres más grandes (el de Buceo, el Central y el del Norte), El País pudo constatar panoramas bien distintos: aunque no se puede hablar de un deterioro generalizado, sí hay sitios prácticamente en ruinas.
En el escenario general, el cementerio del Buceo es el que aparece en mejores condiciones. Se ven nichos en altura que tienen alguna rotura de mayor o menor entidad, pero se aprecia que la mayor parte del lugar se encuentra muy bien mantenida. El brillo predomina sobre el mármol de las tumbas, el pasto está cortado y los caminos bien delimitados. Solo unos 10 gatos que recorren el sitio dan cierta imagen de descuido.
En el Cementerio Central, en tanto, la imagen es dispar. Por un lado se muestra imponente, con la majestuosidad del Panteón Nacional y el lujo de algunos panteones particulares con delicadas elaboraciones y detalles. Pero por otra parte, exhibe un gran deterioro en los nichos en altura, e incluso en algunas tumbas de las más antiguas, en tierra.
Hay algunos nichos que están cerrados con bloques y ladrillos de forma muy desprolija, muchos de ellos ni siquiera están cerrados por completo. Hay placas de bronce que cuelgan apenas de un alambre y ante la más mínima brisa se balancean. Hay tapas de nichos que están quebradas, mal apoyadas o totalmente inclinadas. También hay macetas, previstas para decorar el frente de los nichos, dadas vueltas o torcidas, próximas a caer hacia las vías de circulación.
Llama especialmente la atención un nicho que directamente ya perdió su tapa y dejó a la luz un ataúd de madera clara. También sorprende un panteón de mármol blanco que está mal cerrado y que solo con pasarle por el costado alcanza para observar tres ataúdes antiguos a dos metros de profundidad.
Pero si en el Cementerio Central se encuentran elementos que hablan de deterioro y abandono, quien recorre el Cementerio del Norte se choca con situaciones que podrían interpretarse como una falta de respeto por los difuntos y sus familias.
Más allá de que gran parte del lugar está en buenas o por lo menos aceptables condiciones, hay un sector de cuatro pabellones que está totalmente venido a menos. Se trata de estructuras de ladrillo, de poco más de dos metros de altura, de unos dos metros de profundidad, y que se extienden, cada una, por unos 30 metros.
En cada una de esas estructuras hay cientos de urnas que están fechadas, en su mayoría, entre los años 1970 y 1980. Son pequeñas cajas de cemento pintadas de blanco con cal, pero ya gastadas, casi grises. La mayoría tiene, en una pequeña chapa metálica, el nombre del difunto y el año de su muerte, y se hace una excepción el que estén correctamente guardadas.
Es que gran parte de las puertas de esas estructuras, que son de hormigón y tienen manijas de acero, están caídas, rotas o ni siquiera están. Así, las urnas quedan a la vista de quien pasa por allí y están expuestas a las condiciones climáticas y al ingreso de animales e insectos.
Si el panorama ya se puede apreciar como lastimoso con tan solo ubicarse a unos pocos metros de esos sitios, al acercarse el visitante debe estar pronto para encontrarse con lo peor. Al pararse junto a las urnas uno no sólo ve la mugre que ha entrado en las estructuras por estar mal cerradas, sino que también observa que algunas de esas cajas con restos mortales están rotas y abiertas. En las tapas hay un cartel que se repite: "Urnario en proceso de desalojo".
Una de las urnas tiene una chapa de metal con el nombre de un hombre cuyas iniciales son J.C.G., y el año de muerte (1974). Esa urna perdió su tapa y los restos solo permanecen tapados con una tela gruesa que tienen por encima. Entre las telas, el polvo y las hojas que cayeron ahí, se ve con claridad un hueso, similar a una costilla, que sobresale. No sólo la imagen es morbosa, sino que las moscas que hay en el lugar y el olor nauseabundo completan una escena penosa.
El entorno, tampoco ayuda. El pasto está largo, hay basura tirada (bolsas y botellas más que nada), y por todos lados hay flores artificiales desparramadas. En uno de los pabellones más alejados, una urna contiene los restos de una mujer con iniciales E.E.F., y fecha de fallecimiento en el año 1975. Allí el olor es particularmente insoportable, y eso se debe a que encima de esa urna hay un gato muerto en avanzado estado de putrefacción.

Horror.

El panorama en el Cementerio del Norte, en especial en esa zona de mayor deterioro, empeora con un par de viejos galpones de trabajo que bien podrían ser locación de una película de terror.
Se trata de dos estructuras amplias, de ladrillos y de techos de chapa con grandes agujeros. En uno de esos galpones, donde El País no encontró ningún funcionario ni guardia, hay 12 ataúdes apilados en dos pilas. Son ataúdes viejos, ya usados, y de los cuales se puede pensar que fueron retirados los cuerpos para ser cremados o reducidos.
Ya unos metros antes de llegar a la puerta de ese galpón el olor se hace insoportable. Una vez en el umbral, y ni que hablar al ingresar a esa sala, el aire se vuelve realmente denso. La sensación golpea a quien pretende avanzar. Revuelve el estómago. No es posible permanecer ahí adentro.
Los ataúdes están mojados y tienen telas arrugadas colgando a sus lados. También hay charcos con lo que parecen ser restos de excrementos y de nuevo moscas. Muchas moscas. Al caminar hacia el otro galpón se ve un guante de goma grueso en el suelo, y al entrar en ese cuarto se ven decenas de urnas apiladas y gran cantidad de mugre en el piso.
Allí el olor de nuevo es repugnante, pero si se compara con el de la sala anterior, puede ser llevadero. Varias de las urnas están rotas, una está sin la tapa y un hueso asoma. A un costado, en el piso, hay un cráneo.
Cuando el asco ante la situación ya fue suficiente, la sensación que permanece es de desazón ante lo que, en definitiva, termina siendo desprecio por los difuntos y sus familias.

En el olvido.

En Montevideo se estima que cada año son enterradas unas 10.000 personas. Los funcionarios dicen que por día realizan cerca de 20 sepelios, además de unas 20 reducciones por jornada en cada cementerio.
En total, en el área de Necrópolis de la Intendencia trabajan 210 funcionarios. Se distribuyen en cinco cementerios (Central, Buceo, Norte, Cerro y Paso Molino), en dos salas velatorias, en un equipo de mantenimiento y la plantilla de administrativos. Los funcionarios de esta dependencia tienen 10 días extra de licencia, pero no reciben pago por insalubridad.
Los trabajadores del área llevan años denunciando grandes carencias en sus condiciones de trabajo, tanto en materia de higiene como en seguridad. Pero ahora, luego del accidente mortal de Óscar Martínez, optaron por pedir directamente al Ministerio de Trabajo que realice un relevamiento en todos los cementerios capitalinos para conocer con exactitud los riesgos.
"Lo que sucedió con este compañero fallecido ya se había denunciado. Los funcionarios están regalados trabajando en los cementerios de Montevideo. No hay cascos, no hay arneses, y nunca se analizan los mecanismos de trabajo", subrayó en diálogo con El País Facundo Cladera, secretario general de Adeom, el sindicato de trabajadores municipales.
"Lamentablemente tuvimos que perder a un compañero para que se tome conciencia de los peligros que vivimos. Es un trabajo que tendría que ser declarado insalubre, y que por las condiciones en las que se realiza solo ofrece 10 días más por año de licencia, pero nada más. No hay atención psicológica, no hay seguimiento ninguno sobre las condiciones de salud de los trabajadores, no se hacen controles de ningún tipo, y entonces lo que vemos es que, lamentablemente, todo incide para que termine habiendo una situación como la que ocurrió el sábado pasado", opinó Cladera.
Los trabajadores municipales afirman que la Intendencia de Montevideo recibe diversos ingresos por los cementerios, y plantean que por lo tanto debería volcar más recursos a mejorar estos sitios. Por ejemplo, afirman que cobra por cada sepelio unos $ 2.500 y cerca de $ 6.500 por cada cremación, según las cifras que maneja Adeom.
Al comenzar el período, el actual intendente de Montevideo, Daniel Martínez, lanzó un plan de obras para renovar la capital, entre las cuales mencionó "la recuperación patrimonial de cementerios". El País procuró hablar con Silvana Pissano, la directora de la división Acondicionamiento Urbano de la IMM, de quien depende Necrópolis, para conocer en qué consisten esos proyectos. La jerarca dijo que esta semana no tendría tiempo para responder.

A PESAR DE TODO HAY OBRAS EN EL CEMENTERIO CENTRAL

En una visita realizada esta semana al Cementerio Central, El País pudo constatar que había obras de refacción en marcha, a pesar de que el gremio de funcionarios afirma que el Ministerio de Trabajo dejó clausurado el lugar para todo tipo de trabajos hasta nuevo aviso (arriba). En el Cementerio del Norte, en tanto, los lugares donde se depositan las urnas exhiben un gran deterioro. Unas cuantas tapas están caídas y otras tantas están partidas.

GREMIO PIDE QUE SE REVISEN TODOS LOS ACCIDENTES

Luego del fatal accidente ocurrido el sábado pasado en el Cementerio Central, el gremio de trabajadores municipales, Adeom, comenzó a tomar distintas medidas para enfrentar la situación. Según dijo a El País Álvaro Soto, secretario de Finanzas del sindicato, lo primero que se hizo fue pedir al Ministerio de Trabajo que realice un relevamiento de todos los cementerios de Montevideo para detectar cuáles son los peligros reales que allí existen para los funcionarios, y así tomar las medidas necesarias. Pero además, Soto comentó que se buscará analizar todos los accidentes que se han registrado en los cementerios en los últimos años. El sindicalista dijo que si bien es la primera vez que un funcionario muere cumpliendo tareas en un cementerio, no es la primera vez que hay algún tipo de accidente en estos lugares. "Las condiciones de trabajo son muy embromadas y queremos que se tomen medidas al respecto", expresó Soto al ser consultado sobre el asunto.

CEMENTERIO DEL NORTE

Un galpón digno de una película de terror

En el Cementerio del Norte hay un par de galpones de trabajo que están totalmente abandonados y que dan una imagen de gran deterioro. En una de esas estructuras, en una recorrida realizada este miércoles, El País encontró 12 ataúdes apilados. La escena era totalmente nauseabunda. Los cajones se veían húmedos, con telas colgando y con charcos que mostraban restos humanos. Evidentemente estos ataúdes habían sido vaciados para proceder con cremaciones o con reducciones, pero los mismos habían quedado allí abandonados sin ningún tipo de cuidado. El olor era intolerable, había un montón de moscas y en general la escena se hacía difícil de soportar. Los funcionarios municipales afirman que el Cementerio del Norte es uno de los que tiene peores condiciones laborales entre los cinco cementerios que tiene la Intendencia de Montevideo a lo largo y ancho de todo el departamento. Llevan años reclamando mejorías.


​Un cuarto con urnas, mugre y un cráneo

La segunda habitación a la que se podía ingresar entre los antiguos galpones que aparecen sobre uno de los rincones del Cementerio del Norte, presentaba decenas de urnas apiladas. Eran blancas, aunque el paso del tiempo las ha dejado casi grises, y solo conservan unas pequeñas chapas metálicas con el nombre del difunto y la fecha del fallecimiento. La mayoría de las urnas allí guardadas datan de la década de 1970. Algunas de ellas están rotas, y eso ha permitido que se llenen de mugre, polvo y hojas de los eucaliptos que hay en el cementerio. Una urna, por ejemplo, se veía sin tapa, y entre las telas que cubren los restos allí contenidos, se veía asomar un hueso, muy similar a una costilla, aunque era difícil de determinar con exactitud de qué se trataba. Además, en esa sala en la que había basura desparramada en el suelo y adonde apenas entraba algo de luz por unas ventanas rotas, se podía encontrar un cráneo humano tirado en un rincón. El cráneo estaba partido, mezclado con restos de basura y con mucho polvo. La limpieza en esa zona del cementerio es uno de los grandes debes.

Donde descansan las coronas de flores

Hay un rincón del Cementerio del Norte que está destinado para apilar la basura, los restos de ofrendas y los restos de los trabajos de jardinería que los funcionarios hacen a lo largo y ancho del extenso parque. En ese lugar, que está a tan solo unos pocos metros de los cuatro bloques de urnas antes señalados, se ven grandes bolsas negras de basura, pero lo que más llama la atención son las decenas de coronas de flores que son arrojadas allí. Respecto a las cuestiones vinculadas a la limpieza y la higiene, Facundo Cladera, el secretario general del gremio de funcionarios (Adeom), dijo a El País que no logra entender como una tarea de este tipo no recibe un especial seguimiento en materia sanitaria. “Los trabajadores no son monitoreados en su salud, menos todavía tienen algún tipo de apoyo psicológico, y sólo se les dan 10 días extra de licencia cada año. Eso no sirve para compensar el tipo de tarea que enfrentan”, expresó el sindicalista al analizar el asunto.





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