6%
VAN POR TODO
Avance radical en sindicato de Secundaria
El sindicato de Secundaria se prepara para luchar, otra vez, por el 6% para la educación. Lo hace con un cambio de estrategia: un líder menos dialoguista y más adepto a los paros y las huelgas, alejado del Frente Amplio y del Partido Comunista, y que se define como "libertario" y "anarco".
CARLOS TAPIA
sábado, 03 marzo 2018
Sindicato se preparan para reclamar el 6% del PBI, pedir aumentos y frenar plan de liceos por PPP.
Radicales,
anarquistas y marxistas dominan hoy el sindicato de Secundaria.
Desplazaron a los frenteamplistas moderados y también a los comunistas.
De cara a la última oportunidad de lograr el 6% del Producto Bruto
Interno (PBI) para la educación en la próxima Rendición de Cuentas,
donde se negociarán las partidas para 2019 y 2020, la federación de
profesores decidió poner al frente del sindicato a su líder más rebelde,
Marcel Slamovitz, uno de los que cree que el cambio se logra a fuerza
de paros y ocupaciones.
"Me
tienen como del ala radical y está muy bien que así sea, porque así es.
Hace años que no soy frenteamplista; lo fui, como lo fue todo el mundo.
Tampoco soy trotskista, nada de eso. Creo en la democracia sindical, en
el anarco-sindicalismo de origen", se define Slamovitz. Aunque viene de
Montevideo, se presentó a la elección desde la filial del sindicato en
San José, donde trabaja en el liceo de Playa Pascual, el cual fue
ocupado el lunes por él y otros trabajadores. Slamovitz toma el lugar de
Virginia García Montecoral, que aunque es crítica con el gobierno, se
define como frentista.
A la
interna de la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria
(Fenapes) se suele decir que el nuevo presidente es "libertario". Fue
uno de los que propuso el año pasado el paro del 8 de marzo por el Día
Internacional de la Mujer, tan cuestionado por algunos sectores, y que
este año se llevará a cabo de vuelta. Es parte de un ala que a veces
sostiene que es mejor cortar una negociación y recurrir a la fuerza,
antes que hablar y hablar sobre una base que está muy alejada de los
reclamos del sindicato.
El
Comité Ejecutivo de Fenapes que se reúne hoy para discutir el "plan de
lucha" para este 2018, está dividido en tres: los llamados
independientes, que incluye tanto a radicales no alineados como a
marxistas y militantes del Partido de los Trabajadores (que son siete),
los miembros del Partido Comunista (que son cuatro) y los
frenteamplistas sin sector político (también cuatro).
El
Comité Ejecutivo no se elige en forma directa, sino que luego de la
elección los más votados se reparten los cargos. En este caso, los que
obtuvieron más votos, empatando, fueron Slamovitz y el presidente de la
Asociación de Profesores de Enseñanza Secundaria (ADES), Luis Martínez,
que también se define como independiente, aunque se dice marxista.
Un
voto abajo, también empatando, estuvieron José Olivera, frentista
independiente, ex secretario general y miembro del Ejecutivo desde 2003;
y Emiliano Mandacen, comunista y expresidente de ADES. Son las caras
más visibles de Fenapes desde hace varios años.
Con
Martínez en ADES, se decidió que Slamovitz fuera el presidente de
Fenapes. Varios querían a Olivera en ese cargo por su perfil moderado,
pero él se negó, alegando que ya está "en retirada" y que es bueno
"empezar a dejar el lugar a las caras nuevas" (ver entrevista en pág. A4).
Sin embargo, no se quedó afuera: Olivera es el vicepresidente y también
uno de los miembros más visibles de las comisiones de asuntos
internacionales y nacionales.
La
cara nueva, entonces, es Alejandra Vespa —que igual ya había sido parte
del Ejecutivo hace algunos años—, que es la nueva secretaria general, y
pertenece al Partido Comunista. Así que los tres principales cargos
quedaron repartidos entre las tres grandes agrupaciones.
El
mandato tiene una duración de dos años. Desde 2015, tras la declaración
de la esencialidad en la educación por parte del gobierno, después de
una ola de paros en el marco de la negociación salarial, las alas más
radicales y menos frenteamplistas empezaron a hacer pie dentro del
sindicato. El último congreso de Fenapes, que se celebró del 7 al 10 de
diciembre, ya declaró al partido de gobierno "antagónico" de todos los
intereses que tienen los trabajadores de la educación.
Los
cercanos a Slamovitz son los que le pegan a la política económica del
ministro Danilo Astori —que más de una vez ha acusado a los profesores
de ser parte de una corporación—, diciendo que prioriza la ganancia de
los capitalistas, al tiempo que cuestionan el pago de la deuda externa.
También sostienen que el gobierno ha convertido a los entes en
organismos recaudadores, y que hay un plan orquestado entre el Poder
Ejecutivo y la bancada del Frente Amplio para votar en bloque,
favoreciendo siempre a los mismos. Ellos concluyen, además, que no hay
dos frenteamplismos (como señalan algunos dentro del gremio): uno
alejado y otro cercano a los sindicatos. Hay uno solo, y está a años luz
de los trabajadores.
Slamovitz,
el primer presidente que no es frenteamplista, es uno de los que peleó
para que ya no sea posible firmar convenios salariales sin que estos
pasen por la asamblea general de Fenapes. Hasta hace cuatro años, la
dirección del sindicato podía poner la rúbrica en acuerdos sin hacer
consultas. Esto molestaba a los radicales justamente por la cercanía
entre algunos sindicalistas y miembros del gobierno.
Veredas opuestas.
En
marzo de 2016, en medio de un conflicto por la cantidad de horas
docentes que quedaban por cubrir, El País publicó una conversación
entre los miembros del Consejo de Educación Secundaria. Allí expresaban
que el problema de relacionamiento entre ellos y Fenapes no tenía que
ver con las políticas que se proponían desde el organismo, sino que se
debía a una guerra de bandos que tenía lugar dentro de Fenapes.
La
consejera en representación de los docentes, Isabel Jaureguy, fue quien
puso sobre la mesa esta hipótesis. "Nuestro sindicato está dividido,
partido en dos. Están los ultras y los que vendieron el rico patrimonio
de los orientales al bajo precio de la necesidad. Esos somos nosotros.
Los del gobierno, los del Pit-Cnt y blablablá", empezó a decir. La
interrumpió el consejero Javier Landoni, quien dijo que "todo el
sindicalismo uruguayo" estaba en la misma situación, a lo que la
directora general, Celsa Puente, acotó que la "polaridad" en Fenapes
era, en comparación, "mucho mayor".
En la
elección pasada, Slamovitz también había obtenido la mayoría de los
votos. Sin embargo, la alianza entre frenteamplistas y comunistas
impidió que este accediera a la presidencia o a la secretaría
general del Comité Ejecutivo. "La verdad es que a Olivera lo pusieron
como secretario general para que no fuera Marcel", dijo Jaureguy en
aquella charla con los demás consejeros. Landoni, en tanto, expresó que a
veces Olivera cedía ante lo que querían los sectores más radicales,
porque no tenía más remedio. "Lo que pasa es que él necesita Montevideo
para dirigir un sindicato con ese nivel de polarización", señalaba el
consejero.
Montevideo,
históricamente, fue donde más paros han hecho los trabajadores. Lo
hicieron bajo el liderazgo de Mandacen, que aunque es comunista está muy
cercano al sector radical, y se espera que pase lo mismo ahora bajo el
mando de Martínez, en el marco de las negociaciones presupuestales que
se vienen.
Cinco
miembros del Ejecutivo de hoy son de Montevideo, seis de departamentos
cercanos (dos de Canelones, dos de Colonia, uno de San José y uno de
Maldonado), y los otros cuatro vienen de Rivera, Salto, Paysandú y Cerro
Largo.
En lo
concreto, sin embargo, el sindicato no tiene diferencias de fondo en
cuanto a lo que pretende: 6% del PBI para la educación pública (hoy
ronda 4,9%), mejores salarios (por 20 horas de trabajo semanales, los
profesores que recién entran ganan $ 29.308, y $ 48.118 los que ya
tienen 25 años de trabajo), y un fuerte rechazo a la privatización (que
incluye desde negarse a los proyectos de participación público-privada,
hasta oponerse a planes como el del director del Centro de Estudios de
la Realidad Económica y Social -Ceres-, Ernesto Talvi, que quiere llevar
la idea de centros como el Impulso, de gestión público-privada, a la
educación pública). La diferencia no está en lo que se quiere, sino en
cómo conseguirlo.
José Olivera, vicepresidente de Fenapes
"Sectores del FA están perdiendo pie en los sindicatos"
—Varios de sus compañeros lo querían otra vez como secretario general, sin embargo decidió replegarse a un rol menos protagónico, el de vicepresidente. ¿Por qué?
—Llega
un momento en que se tienen que dar procesos de recambio. Estoy desde
el año 2003. En 2019 completo 16 años. Y cuando estás mucho tiempo en
una responsabilidad no sabes si lo estás haciendo bien o mal. También es
cierto que hay todo un sector del sindicato con perspectivas de
cambios. Hay dos alternativas: o se toma ese dato de la realidad y se
asume una decisión política, o se desconoce. El hecho de que este
Ejecutivo esté formado así demuestra pluralidad y madurez.
—¿Qué lo diferencia del sector más radical del partido?
—Yo
no diría que es un sector radical, lo que diría es que tienen un
posicionamiento diferente en cuanto a las tácticas que se deben
utilizar. De hecho son compañeros que han tenido cambios en los últimos
años, que antes no querían saber nada con la negociación colectiva, por
ejemplo; decían que había que resolver todo con movilización. Hoy
participan de los ámbitos de negociación. Muchas veces no van como
primera medida al paro o la huelga, buscan caminos de diálogo. La gente
madura y va cambiando.
—¿Hay un desgaste de los dirigentes frentistas dentro del sindicato?
—Y
sí, hay cierto desgaste. No comparto lo que dijo una vez el expresidente
(José) Mujica, de que era muy fácil ser dirigente sindical en los
gobiernos frenteamplistas. Es al revés. Es más complejo. Y los sectores
frenteamplistas dentro de ciertos sindicatos —y esto no excluye a
Fenapes— han perdido pie.
—Fenapes
es un sindicato dividido: frentistas, no frentistas y frentistas
moderados como usted en el medio, tratando de equilibrar el barco...
—Se
necesita gente que busque puntos de síntesis cuando no hay acuerdos en
determinadas cosas, y eso trato de hacer. Capaz que hace 20 años mi
discurso era el más radical. Me han dicho "tira bombas" y también por
firmar un convenio me han gritado "entreguista".
—¿No le tienta la política partidaria?
—La
verdad es que me han llamado de todos lados, por supuesto que dentro del
Frente Amplio. Es obvio, cuando ven que hay una persona que tiene
entrada con alguna gente la llaman. Pero no me ha interesado.
—¿Qué es lo que diferencia a los sectores alineados con el FA dentro del gremio de los no alineados?
—Los
matices entre las partes muchas veces son tácticos, de cómo encarar una
situación de conflicto, o de cómo llevar a la práctica las acciones. En
el último congreso las diferencias programáticas fueron mínimas, pero se
generó un fuerte debate sobre de qué manera se llegaba a los objetivos.
Se discutió mucho si había que empezar el año con un paro.
—Los radicales proponían el paro...
—Lo
hacían distintos grupos. Capaz que uno, que tiene la responsabilidad de
construir una síntesis de todas las opiniones, hace que su opinión pase a
segundo plano. Pero hay cuestiones que son transversales: hay
compañeros de todos los palos que decían que no había condiciones para
empezar las clases, y eso era algo real. La mayoría dijo que había que
comenzar, que había que regularizar la situación pero dentro de los
liceos, y quienes estaban por el paro entendieron y acataron. Nadie
se fue con el ánimo crispado. Otra diferencia táctica clave es que
algunos sectores, a mi entender equivocadamente, a veces dicen que es
solo movilización o solo negociación. Y yo creo que no, que ambas cosas
tienen que ir juntas.
—¿Fenapes hoy tiene diálogo con el Consejo de Secundaria?
—Diálogo
hay, pero es un diálogo infértil. Porque aunque no esté expresamente
señalado, y mucho menos escrito, el poder se concentra en la
Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). Secundaria no
manda, manda la ANEP.
—Ernesto
Talvi, a través de Ceres, propuso crear 136 liceos públicos con la
misma forma de trabajar que el Impulso. ¿Qué opinión le merece?
—Eso es privatizar la educación.
—Pero él propone que sean públicos de gestión pública, solo que fuera del marco de la ANEP.
—Él
lo que quiere es que funcionen en la órbita del Plan Ceibal, o sea que
sea público no estatal, o sea que se regirían por el derecho privado.
—Pero
sería público. ¿No se deberían buscar otras soluciones para arreglar el
problema de la educación, sobre todo en las zonas de contexto crítico?
—Si
alguien dice que lo público obtiene malos resultados, hay que
demostrarlo. Porque los resultados no se pueden medir solo en términos
de retención y promoción. Hay gurises que ganan premios internacionales.
Hay dos mitos: que lo privado es mejor que lo público, y que hay que
fragmentar el sistema. Los países que han fragmentado el sistema han
fracasado. Finlandia, ¿por qué no lo fragmenta? Claro, tienen otro tipo
de funcionamiento. Hace 40 años que hacen lo mismo. Acá cada cinco años
están cambiando.
—El
nuevo plan de protección de trayectorias educativas establece que no se
repetirá si no que se cursarán de nuevo las materias bajas, sin
importar cuántas sean, mientras el pase queda en suspenso. ¿Qué opina
al respecto?
—La
ANEP inventó esta cuestión de la protección de las trayectorias: crearon
cargos, una dirección, sueldos, y nadie sabe qué hacen. El desafío era
universalizar la educación media: se ha avanzado, hay más estudiantes,
pero si a eso no le sumás una propuesta cualitativa, es la nada.
La gente se canso de lo mismo, echo andar. Ahora hay que ver. Los que impulsaron a la gente que la cansaron.
ResponderEliminar