“¿Te encontraste? Están por orden de caída”, le comentó un veterano a otro. Dos mujeres pidieron que les sacaran una foto porque el nombre de su abuelo también estaba entre los de 2.872 presos políticos que recuerda el Espacio Memorial Penal de Libertad, en el kilómetro 52,500 de la ruta 1, con un monumento de 15 metros de alto que representa una inmensa puerta abierta. Fue diseñado por los arquitectos Raquel Lejtreger y Javier Olascoaga –cuyos padres fueron presos políticos en esa cárcel–, luego de que su proyecto fuera elegido en un concurso impulsado por la organización de ex presos políticos Crysol, junto con los ministerios de Educación y Cultura y de Transporte y Obras Públicas.
Ricardo Ramírez militaba en la Unión de la Juventud Comunista. En 1975 se había ido de su casa porque lo estaban buscando; estaba en lo de unos compañeros y alguien los denunció. Las Fuerzas Conjuntas los fueron a buscar y se los llevaron. Ramírez estuvo preso 11 años, y ayer de tarde fue la primera vez que volvió al lugar. Dice que fue “muy fuerte” ver su nombre en el memorial. “Me parece formidable que se nos recuerde de esta forma. Siempre sentí que iba a llegar el momento de salir, porque había gente afuera que estaba peleando contra la dictadura, y nosotros también estábamos resistiendo los intentos de matarnos y de enloquecernos”, le dijo a la diaria.
Mientras más personas se buscaban en el memorial, José Arévalo, militante del Partido Comunista, le mostraba a su hija dónde está su nombre, y recordaba a sus compañeros, que estuvieron junto a él en la militancia y hoy también en el memorial. “Es una forma de recordar un tiempo en que se luchó por la democracia y por un país que fue avasallado por el Plan Cóndor y el terrorismo de Estado”, comentó a la diaria. “Estaba durmiendo en mi casa y me sacaron encapuchado. Me tuvieron 22 días en La Tablada, un lugar de tortura, y después estuve tres meses vendado en un depósito del noveno regimiento de Caballería”, indicó. Estuvo preso de 1977 a 1979.
María Julia Muñoz, ministra de Educación y Cultura, dio el puntapié inicial de la inauguración, señalando que por esa zona caminaron buscando a quienes salían de la cárcel en 1985, y que incluso lo hizo el presidente de la República, Tabaré Vázquez, quien estaba sentado en primera fila (su hermano Jorge fue preso político). Muñoz destacó la “tenacidad” de Crysol en la “lucha incesante por la verdad, la memoria y la justicia”, y enumeró las características del memorial. “En esta obra hay sobriedad de recursos y resonancias connotativas, y es ahí en donde radica su fuerza expresiva. Hay austeridad y despojo. No habrá nunca acumulación posible que sea suficiente para representar la dimensión de la tragedia que se vivió en esta ciudad, en este entorno y en este penal”, aseguró.
“Aquí no hubo guerra, sino mujeres y hombres desarmados que fueron perseguidos con crueldad y prepotencia por luchar por sus ideas. Aquí hubo terrorismo de Estado, el más deleznable de los crímenes”, siguió Muñoz, y subrayó que los sobrevivientes de ese terrorismo de Estado “tienen un doble deber”. El primero es “levantarse y seguir adelante con sus vidas, buscando toda la felicidad que les sea posible”, y el segundo es “dar testimonio, y transmitir un legado a las generaciones venideras sobre el valor de la paz, la libertad y el rechazo a toda forma de violencia, odio y discriminación”.
Osvaldo Espinosa, en representación de la Comisión del Espacio Memorial del Penal de Libertad, recordó que en la dictadura los familiares de los presos hacían largas colas –a veces con niños pequeños y llevando pesados paquetes– soportando el frío o el calor, y que en el penal los esperaban “otro tipo de hostilidades”. “Los militares se ensañaron también con los familiares, quienes frecuentemente estaban bajo vigilancia, no pudiendo ser empleados públicos, siendo hostigados y destituidos de sus trabajos”, destacó Espinosa, que por último aseveró que “la falta de verdad y justicia en el tema de los derechos humanos es inaceptable”.
Gastón Grisoni, presidente de Crysol, señaló que celebra la inauguración como un logro en el camino para que “el Estado uruguayo asuma sus obligaciones”, y destacó entre ellas la que marca la resolución 60/147 de la Organización de las Naciones Unidas, aprobada en 2005, en la que se detallan los deberes estatales “en instancias cruciales para que hechos dolorosos como el terrorismo de Estado no vuelvan a repetirse”. Agregó que es hora de que la Justicia cumpla con su cometido y su obligación: “investigar, esclarecer y sancionar”. “Y es hora también de que la Suprema Corte de Justicia y su actual mayoría dejen de ser un obstáculo para ello. Es hora de que, a los efectos del cálculo prescripcional de los delitos, no se compute el tiempo en que estuvo vigente la inconstitucional ley de caducidad”, añadió.
Por último, Grisoni citó unos versos de la canción “Despedida del Gran Tuleque”, de Jaime Roos y Mauricio Rosencof: “Redoblando esperanza y coraje, / con margaritas de amor y de paz. / Por los chiquitos que faltan, / por los chiquitos que vienen: / uruguayos, nunca más”.