miércoles, 6 de marzo de 2019

Situación de calle




La ministra de Desarrollo Social Marina Arismendi relativizó el aumento de personas en situación de calle y explicó que el fenómeno no es sinónimo de indigencia. “Tenemos colegas de ustedes, profesionales universitarios, gente educada de altísimo nivel que está en calle por consumo, por haber roto los vínculos familiares, con la comunidad, por haber estado privados de libertad o por problemas de salud mental”.
La situación de calle es un problema “muy complicado”, que “hay que abarcar multidimensionalmente”, dijo. En ese marco se refirió a la nueva ley de salud mental y a la ventaja que supone la erradicación de las instituciones asilares.




Un refugio a cielo abierto en 18 de Julio

Más de 20 personas duermen en las puertas de locales y bancos de la principal avenida

El Pais (Uruguay) 6 Mar 2019 C. BELTRÁN / J. P. DE MARCO



▃ El verano fue raro y los refugios para la gente que vive en la calle se mantuvieron abiertos, pero en Montevideo hay indigentes que prefieren dormir a la intemperie. Una recorrida a lo largo de la Avenida 18 de Julio permite registrar que por lo menos una veintena de personas están instaladas cada noche bajo aleros o techos de comercios o instituciones oficiales, como el Banco República, entre Minas y Magallanes, o en la Plaza Libertad. Unos se quedaron sin trabajo, otros son cuidacoches. Dicen que no van a los refugios porque los roban.

Faltan 10 minutos para las 11 de la noche. El movimiento en 18 de Julio comenzó a mermar hace ya algunas horas; las cortinas de los comercios están bajas y solo se escucha el sonido de algunos autos y ómnibus o de algún grupo de amigos que camina por la zona. En ese ambiente, al menos 20 personas intentan descansar a lo largo de los 3.6 kilómetros de la principal avenida, en bancos, plazas, puertas de peluquerías y edificios oficiales. En un rincón de la Plaza Cagancha se ve a lo lejos unos pies por detrás de una estructura en obra.

Al acercarse, los pies se multiplican: hay ocho personas que están tiradas en la vereda arriba de colchones y tapados con mantas; en algunos casos no se les ve ni la cabeza, la mayoría de ellos duerme. Tres, están sentados conversando.




Óscar, de 32 años, es uno de ellos. Hace 12 días que quedó en situación de calle, algo que se ve reflejado en su vestimenta: un jean y una remera azul aún en buenas condiciones. Antes había estado casi un año durmiendo en las veredas hasta que consiguió un trabajo como guardia de seguridad que le permitió quedarse en un refugio de forma permanente. Allí entraba a las 6 de la tarde, cenaba y al otro día a las 8 de la mañana desayunaba y se iba a trabajar. A los pocos meses la empresa cerró. Le dieron ocho meses para conseguir un trabajo, si no debía abandonar el refugio.

“Hablé con una asistente social, me dio las pautas a seguir, mandé currículum pero no encontré nada. A los 8 meses me dijeron que el tiempo se había

La mayoría se levanta a las 5:30 para adelantarse al movimiento matinal.

vencido, que al otro día debía ir a ‘Puerta de Entrada’ a ver si había un lugar en otro refugio, pero no había nada por lo que tuve que volver a la calle”, cuenta. En ese momento decidió pasar por la Plaza Cagancha, el lugar donde había dormido durante tantas noches unos años atrás, y se encontró con varias personas allí, entre ellas a Fernando Finocchietti a quien conocía de su anterior vez en la calle. En aquella ocasión, pasó casi todo el invierno en esa situación y se alimentaba de las comidas que suelen ofrecer las oenegés. Pero esta vez, dice, debido a la época del año, no pasan tanto. Por eso todos los días se revuelve para comer buscando en los contenedores.




Los vecinos de los edificios de la plaza, asegura, los miran con desprecio. “Nos hacen sentir mal, pero uno no está acá porque quiere”, agrega.

Su amigo Fernando también descansa en este sitio luego de que su casa se le incendiara. Si bien podría encontrar un techo para vivir, prefiere estar en la calle acompañando a otros que duermen en la vía pública. “Yo estoy acá por voluntad propia. Paso por las mismas necesidades: ir a juntar puchos, ir a un bar y pedir para ir al baño o pedir comida”, cuenta.

Le molesta que la gente del entorno los critique. “Acá no hay ningún adicto. Y la mayoría es gente mayor”, señala. Y cuestionó a quienes merodean la plaza drogándose.

Óscar cree que ahora la calle “está más tranquila” respecto de la última vez que estuvo. “Antes éramos como 15 durmiendo acá, todos estaban consumiendo y noche por medio había peleas con cuchillos. Ahora ya no pasa eso, pero lo que sí he notado es que, en general, hay mucha más gente en situación de calle”, comenta.




Todas las mañanas y algunas noches, Antonio Villares (58) pasa a saludar a sus compañeros de la Plaza Cagancha y se queda un rato charlando. Aunque desde hace un mes y medio duerme en una pensión, dice que sabe lo que es dormir en la vereda porque así vivió durante muchos años. Si bien ahora tiene un techo propio que lo paga su hermano —“6 palitos sale”, aclara— a él le gusta la calle; por eso cada vez que puede se levanta, se afeita, se baña, se lava los dientes y dice “me voy para la Plaza Cagancha o a la Plaza de los Bomberos porque ese es mi lugar”.

A METROS DEL MIDES. Las arrugas y el tono pausado para hablar de Julio denotan una edad superior a las seis décadas. Pero Julio tiene 48 y “hace años” vive en la calle. Acostado en un local comercial de 18 de Julio y Javier Barrios Amorín, a metros del Ministerio de Desarrollo Social, escucha un partido de Defensor Sporting en una radio de las de antes, que compró con lo que gana cuidando coches. A su alrededor hay una botella de agua, otra de Fanta. Viste un gorro de lana que combate el rocío que cae en la madrugada. También tenía al alcance un palo de 50 centímetros para defenderse de algún delincuente que suele intentar robarle. “Por lo general acá te encontrás con cualquier mugre (…) Después de la una, acá es tierra de nadie”, dijo.

Julio, oriundo de Nueva Palmira, descansa en las puertas de un local comercial junto a un joven que conoce hace cuatro meses. Los vecinos le dieron un acolchado y una frazada para tener un sueño más reparador. La dueña del local comercial le permitió descansar allí siempre y cuando mantuviera el lugar limpio.



“Me llevo bien con todo el mundo. Teniendo educación no tenés problema”, aseguró. Julio duerme hasta las seis de la mañana. Sabe que a esa hora se tiene que ir. Luego, se va a cuidar coches en la cuadra de Barrios Amorín. La opción de ir a un refugio siempre la descarta, por seguridad.

El Ministerio de Desarrollo Social, situado a media cuadra de donde dormiría Julio esa noche, estima que hay más de 600 personas en situación de calle en todo el país.

En el último año, esa cartera admitió que esta cifra “ha aumentado”.










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