viernes, 10 de enero de 2025

El rostro de Irmo

Irmo Bidegaray


Samuel Blixen
10 enero, 2025 Brecha

 Un recuerdo de la primera Marcha del Silencio


Junto con máquinas fotográficas, trípodes, banderines, folletos, pegotines, Daniel García, de la Rel UITA, llevó a Porto Alegre, para obsequiarle a Jair Krischke, presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos, un ejemplar de Presente. Imágenes del Silencio, esa magnífica recopilación de fotografías de las 29 marchas del 20 de mayo, precedida por una oportuna y acertada presentación de Carlos Demasi e ilustrada, en la portada, por una instantánea de Héctor Piastri, editor de fotografía de Brecha. La obra fue presentada en la Feria Internacional del Libro en octubre de 2024.

Pasando las páginas al azar, una fotografía en blanco y negro de Leo Barizzoni de la marcha de 1996 destaca, como si hubiera sido a propósito, en medio de la multitud, los rostros de Irmo Bidegaray y de su hija Alicia; él con un gesto de sorpresa, ella con el ceño fruncido. La imagen de Irmo, en la primera Marcha del Silencio, fue como un irónico toque de atención en la inminencia de un conversatorio con abogados, militantes de derechos humanos, docentes universitarios, todos brasileños, al que, junto con Nilo Patiño, íbamos a desbrozar las aristas perversas de la impunidad de los militares uruguayos y la infamia de su expresión más acabada, la omertà sobre los cementerios clandestinos de los detenidos desaparecidos, en oportunidad de un premio concedido a Desaparecidos. En busca de la verdad. Porque el rostro de Irmo me recordó que, aunque muy muy pocos, no todos los oficiales fueron reclutas del terrorismo de Estado.

Irmo nació en Colonia en el seno de una familia muy pobre, que hizo grandes esfuerzos para que el adolescente completara los estudios secundarios. A los 20 años se trasladó a Montevideo con la ilusión de ingresar a la Facultad de Ingeniería y, como reprobó el examen, para sobrevivir se alistó en una unidad militar de Caballería. Gracias a sus estudios, rápidamente el soldado raso escaló hasta llegar a suboficial, y se propuso dar el salto, aprovechando una norma que permitía a los clase concursar para alférez sin pasar por la Escuela Militar. En 1949, fue destinado en Tacuarembó como teniente segundo y a los 30 años se le «sugirió» que aceptara un generoso plan de retiro para oficiales provenientes de la tropa. Demasiado viejo para ser teniente y demasiado humilde para ser oficial, Irmo regresó a Montevideo con una recomendación para ingresar en FUNSA, cuando los anarquistas defendían su derecho a la sindicalización y enfrentaban a los rompehuelgas armados por la patronal. Accedió a un importante cargo administrativo, del que fue degradado cuando se afilió a la Unión de Obreros, Empleados y Supervisores de FUNSA y al Partido Socialista. ¿Fue su origen extremadamente humilde lo que le despertó la sensibilidad social?, ¿fueron las luchas clasistas? En todo caso, fue el único socialista en medio de la mayoría anarquista que integró la dirección del sindicato, y compartió los agitados años del protagonismo obrero en los cincuenta y los sesenta.


El año 1971 lo encuentra como uno de los fundadores del comité de base Volteadores, y en 1973 el general Esteban Cristi lo reconoce como uno de los militantes que ocupan la planta industrial de FUNSA en medio de la huelga general contra el golpe de Estado. Pasa unos meses preso y lo liberan, pero entonces como desocupado. En 1974 volverá a ser detenido, pero esa vez como subversivo. Veinticinco años después de su pase a retiro un tribunal militar, que no encuentra indicios de su subversión, lo degrada, lo pasa a reforma por traidor y lo mantiene prisionero durante tres años.

Aquel suboficial que llegó a teniente segundo alguna vez habrá agradecido que sus camaradas de entonces no se sintieran a gusto de compartir el casino de oficiales con un antiguo soldado, porque ahí está la causa de que Irmo volviera a sus raíces para convertirse en sindicalista y socialista. La determinación de Azucena Berrutti, la primera ministra de Defensa Nacional del primer gobierno frenteamplista, permitió que, después de un trabajoso proceso parlamentario, finalmente se aprobara la recomposición de la carrera militar para los oficiales que la dictadura degradó y encarceló por su actitud de demócratas. Así fue que el teniente segundo terminó siendo coronel y como tal siguió marchando los 20 de mayo, mientras le dio el cuerpo. 

Uruguay se encamina hacia la 30.a Marcha del Silencio, pero esta vez con un nuevo gobierno frenteamplista. Es hora de que sea la última Marcha del Silencio. 






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