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“Va a tener que acompañarme a la delegación” es una de las frases
favoritas del flamante comisario Gésner Gómez en la ciudad de Rivera.
muy
serio, quiere incautarles las patinetas a unos jóvenes, en plena
tarde, en el patio de la utu. Exige con un portuñol severo a uno de
ellos que se ponga la remera y de paso se lleva detenido a otro
desafortunado chico que justo pasaba por el lugar con una latita de
cerveza en la mano. Les explica a todos que ese es su deber y que basa
su accionar en la nueva ley de faltas (19.120). Pero lo que Gómez
hace en Rivera es una interpretación personal y demasiado libre de
esta ley, o de todas las leyes.
Este funcionario, que por momentos parece el Agente Matute
persiguiendo a Don Gato y su pandilla, tiene antecedentes de sheriff
implacable en la ciudad de Tranqueras, donde trabajó antes de ser
derivado a la ciudad de Rivera. Los oyentes de la radio tranquerense lo
eligieron como la celebridad del año; los vecinos lo alababan por la
“seguridad” lograda. Algunos jóvenes de la capital departamental no
piensan lo mismo. Cuentan que de uniforme impecable a pesar del calor,
acompañado de uno o dos agentes en cada “operativo”, Gómez se hace
presente hasta en las situaciones más nimias. Que se lleva para la
comisaría a cuanto joven encuentra tomando alcohol en la calle –cuando
en realidad no está prohibido beber en la vía pública–, y si es menor
cita a los padres para entregárselo e informarles lo que estaba
haciendo. Si los padres no contestan el teléfono, da cuenta directamente
al inau. El comisario Gómez –dicen también– los manda a cortarse el
pelo, y detiene a los que están fumando marihuana en lugares públicos,
los lleva a la comisaría y les obliga a decirle dónde y a quién se la
compraron. Es el mismísimo Gómez el que corta las calles en ocasión
de los desfiles de la ciudad y quien da por finalizados los
espectáculos artísticos a la hora que él considera pertinente. Para
estos muchachos lo que pasó este último 25 de diciembre derramó el
vaso: unos 1.200 jóvenes festejaban la Navidad en el centro de la
ciudad, en su mayoría universitarios que vuelven a sus pagos a visitar
a la familia. Era de madrugada, una mínima rencilla entre dos jóvenes
que se dispersó enseguida fue la excusa perfecta para que la Policía
–con el comisario a la cabeza– llegara con muchos efectivos y varios
móviles. La fiesta se dispersó de obligado, uno de los policías le
habría dado un culatazo a un joven, cortándole la cara, y a otra
muchacha le habrían dejado moretones en los brazos. Varios fueron los
detenidos y muchos de ellos –dicen– simplemente por estar grabando con
sus celulares.
Los mismos involucrados se reunieron cuatro
días más tarde y redactaron el “Informe general de la juventud
riverense”.
El escrito, al que Brecha tuvo acceso, fue elaborado por
diversos colectivos: “Desde hace varios meses notamos la expulsión
autoritaria y abusiva de los jóvenes de los espacios públicos,
acompañado también de cierto abuso de autoridad por parte de efectivos
de la Seccional Primera. Principalmente notamos que justifican
ciertas medidas en la aplicación de la ley de faltas”, resume el
documento que presentarán ante el Mides. Toman como uno entre varios
ejemplos la aplicación de un horario de utilización de la pista de
skate, un espacio público que no debería tener restricciones. Es así
como los grupos sociales dedicados al movimiento por el cannabis, el
candombe, la diversidad sexual y la movida skate son perseguidos
constantemente por oficiales, con la presencia del comisario en
persona. En particular, observan cómo el hecho de permanecer luego de
las 22 horas en espacios “destinados a la convivencia, el disfrute” es
motivo de envío al calabozo. Además, se obliga a los jóvenes a
desplazarse hacia la periferia de la ciudad, donde los espacios
culturales, deportivos y recreativos son nulos. Por otra parte, “en
ningún momento se aplica la ley de procedimiento policial, los
policías no se identifican ni explican el motivo de la detención”,
contó a Brecha uno de los jóvenes riverenses. Y agregó: “Consideramos
que la ciudadanía quiere seguridad, pero no una figura que genere
desigualdad y desprecio dentro de la propia comunidad”. El edil
Enrique da Rosa junto con otros dirigentes del partido Comunista de la
ciudad de Rivera recogieron las manifestaciones de los jóvenes y
denunciaron al comisario Gómez ante Asuntos Internos del Ministerio del
Interior por “abuso de poder”. “La denuncia no es contra la persona
Gómez sino contra sus actitudes puntuales”, explicó a Brecha el edil.
“Habrá actuado bien sacándoles las bebidas a menores de edad,
desarmando líos o resolviendo algunos casos de ruidos molestos, pero
lo que nosotros denunciamos es el ataque casi de persecución
generacional a un montón de jóvenes, usando como argumento la ley de
faltas pero desconociendo tal ley, que él aplica a su gusto,
amenazando con calabozo. Un accionar violento de la Policía.” Lo
cierto es que este es el último año del comisario Gómez en la
frontera: dejará su cargo para especializarse en Montevideo como
comisario inspector.
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"EL CIRCO DEL COMISÁRIO": Bueno esto nos paso ayer domingo 29 de
septiembre mientras patinabamos en la UTU escuela tecnica de Rivera
Uruguay.. Entramos con permición del policia que estaba de guardia no
saltamos muros ni rejas! Solo nos divertiamos filmando ahi algunas
piruetas con mi hermanos menor y amigos.. Dejo CLARO aca que buscamos
otros SPOTS por que la pista publica de RIVERA ya quedo CHIQUITA para el
nivel de algunos skaters y estamos haciendo un video para promover
nuestro deporte de corazon.. No somos MARGINALES no queremos ser
tratados como uno, y patinamos por las calles por ser la esencia del
skateboarding y por amor al mismo! Si hay una posibilidad de disminuir
que andemos por las calles es haciando un SKATEPARK con las condiciones
adecuadas y seguridad para hacer lo que nos gusta, ya que en tanto como
en Montevideo, Maldonado, Durazno, San Carlos, Piriapolis, Minas y otros
departamentos ya tienen sus skateparks diseñados por SKATERS que forman
parte de la AUS (Asociación uruguaya de skate) nosotros tenemos una
PISTA hecha por un arquitecto que nunca se subio ni a un MONOPATIN.. Asi
estamos ABUSADOS por las calles mientras por ahi andan otros haciendo
cosas malas, robando gente, peliando, y GENERANDO ACCIEDENTES por andar
alcoholizados nosotros somos prohoibidos por practicar nuestro deporte
que va mas alla de tan solo un deporte, es un ESTILO DE VIDA y
patinaremos por siempre!!! El skateboarding no es UN CRIMEN y el grito
es SKATE O MUERTE!!!!
2. Firmado por los grupos Riversidad (vinculado a la diversidad
sexual), Movimiento Fronterizo (estudiantes y trabajadores de la
frontera Rivera-Livramento), Movimiento Estudiantil Rivera, Unión de
skate.long.bmx de la Frontera, Movida Cannábica Rivera.
EN TRANQUERAS, SEBASTIÁN CABRERA
Las gotas resbalan por la frente del comisario Gésner Gómez. Se quita la
gorra, se seca el sudor con la mano y se pone un rato debajo de unos
árboles. Son casi las cinco de la tarde, hay unos 30 grados de
temperatura pero al sol parecen bastante más. Estamos en medio de una
nube de tierra con decenas de vacas que corren espantadas de un lado
para el otro dentro del corral y mugen como con desesperación: piensan
que van al matadero, se ve.
Pero no. Resulta que un productor rural denunció que le faltan seis
animales. Gómez, el comisario que desde el 7 de diciembre ha
revolucionado Tranqueras, se subió a la camioneta policial y vino hasta
este campo en la zona de Buena Unión, a unos 20 minutos de la ciudad.
Gómez está acá para contar vacas. Hace tres horas que está contando
vacas. Quiere saber si la denuncia de abigeato es real o si el gaucho se
hizo el vivo.
-Montero, estas son las siete últimas que eu conté -le dirá más tarde a
su fiel acompañante Néstor Montero, una especie de doctor Watson de la
frontera, que lo sigue a todos lados. Literalmente.
Lo que Gómez hace en este campo es lo que hace siempre: ser el
protagonista de cualquier operativo. Porque -así como viene a investigar
una denuncia de abigeato y, si es necesario, se sube a un caballo y se
mete campo adentro- Gómez organiza el tránsito cuando hay una carrera en
Tranqueras. También va a la plaza del pueblo y le saca la cerveza, el
vino o la caña a menores que toman a cualquier hora. Y los manda a su
casa si están haciendo mucho lío. Permite tomar alcohol solo en lugares
habilitados (un banco en la plaza o la vereda no lo son), controla la
venta luego de medianoche y cierra un tablado si se extiende después de
hora. Y, si agarra a un muchacho con porro, lo lleva a la comisaría,
llama al padre y le pregunta a quién le compró.
Todo eso hace Gómez.
Dice que ya ha cerrado cuatro bocas de venta de droga desde que está en
su cargo hace tres meses (la última vez esta semana, cuando fue
procesada con prisión una persona que cosechaba y vendía marihuana).
Gómez ha detenido a unas 70 personas, de las cuales 22 fueron procesadas
por venta de estupefacientes, violación de menores, violencia doméstica
y hurtos, entre otros delitos.
Su estilo marca un antes y un después en Tranqueras. Tanto que en la FM
local los oyentes lo eligieron por abrumadora mayoría como personaje del
año en la encuesta que se hace cada 31 de diciembre. Y eso fue cuando
este policía oriundo de la ciudad de Rivera llevaba unos 20 días en el
cargo. Más allá de lo folclórico, que un comisario reciba elogios de la
mayoría de los vecinos sí que es una novedad. Que se hable bien de un
policía es noticia, sea en Tranqueras o en cualquier lugar. Pero,
también es verdad, la ciudad riverense está dividida y, aunque son
menos, hay quienes dicen que Gómez se ha pasado de la raya. Tanto que ha
recibido un par de quejas en el 0800 5000, la línea del Ministerio del
Interior para denuncias anónimas contra policías (ver recuadro).
DÍA UNO, SEIS DE LA TARDE. Mi encuentro con Gésner Gómez -de 45 años,
hijo de un policía, con hermanos e hijos policías- empieza casi 24 horas
antes de la agitada tarde de campo entre vacas, vaquillonas y algún
toro. Vine a Tranqueras a conocer al comisario que, me habían dicho, le
manda cortar el pelo a la muchachada y los corre para su casa cuando ya
no es hora de hacer ruido.
A esta hora Gómez está en su despacho con el productor rural que
denunció que le faltan seis vacas y con su vecino, el que en teoría se
las robó. El comisario despide a los productores y lo primero que dice
es que no quiere fotos. Pero luego se distiende (lo de las fotos sería
parte de una ardua negociación que incluyó una llamada a su superior) y
empieza a aparecer una sonrisa pícara en su rostro.
El cuadro de José Artigas está atrás de su escritorio, como corresponde.
En otra pared cuelga el mapa de Rivera y, en una esquina, hay un
plumero y cinco gorros. De pelo bien corto y con la ropa siempre
impecable, Gómez habla con un acento apenas abrasilerado, salvo cuando
se dirige a un subalterno y su acento se transforma en un portuñol bien
de frontera.
Parte del secreto del éxito es que el comisario no es de aquí, es de la
capital del departamento. Por eso, no tiene compromisos, a diferencia de
la mayoría de los 29 policías destinados a la zona, que sí son de
Tranqueras. Para ellos es más difícil presionar a un vecino. Aunque
tiene fama de hombre duro, en confianza el comisario hace chistes y se
muestra alegre. A veces hasta se pone sensible: Gómez lagrimea cuando
recuerda lo de la encuesta radial. "Ese día me ericé todito", dice, y
cuenta que si antes trabajaba ocho horas, ahora trabaja 12. "Yo me debo a
la gente", me había dicho por teléfono cuando lo llame unos días antes
desde Montevideo. También, que él no es "el súper policía" sino que hace
"un sacrificio de la masita".
-¿Es verdad que le manda cortar el pelo a los jóvenes?
-No, no, no... -responde y los ojos otra vez se le llenan de lágrimas,
la voz se le entrecorta-. ¿Arriesgaría mis años de servicio y mi
trayectoria haciendo cuestiones que sé que no corresponden? Eso es
falso, es descabellado.
Montero, el número dos de la comisaría, se sienta en un sillón, prepara
un mate y escucha al jefe, quien dice que los principales problemas de
Tranqueras eran el alcohol, las drogas y la circulación vial (en las
motos casi nadie usaba casco, por ejemplo).
Pero lo del alcohol es casi una cruzada personal. Luciana, una
adolescente que está con su bici frente a un quiosco, dice que ella
misma ha visto cómo el comisario llega después de las 12 de la noche a
la plaza y "tira la cerveza" que tiene alguna gente. Que disuelve
reuniones. La quiosquera interviene y agrega que eso solo ha pasado con
menores, que a los mayores los deja tomar tranquilos.
En su despacho, el comisario argumenta que las cosas no son como algunos
cuentan. Que los operativos suele hacerlos luego de la medianoche y, si
encuentra menores tomando, los lleva a la comisaría y le hace sabe al
padre que su hijo "está en un lugar público ingiriendo bebidas
alcohólicas". Si es mayor de edad, lo deja libre, siempre y cuando no
haya alterado el orden. Eso sí, Gómez admite que un par de veces vio
muchachos tomando cerveza de la botella y que la tiraron cuando él pasó.
El comisario les preguntó si "eso es suyo", respondieron que no, por lo
que él llevó la botella hasta el cesto de la basura.
El 30 de diciembre a las 3 de la mañana, por ejemplo, le requisó un
casillero con 24 botellas de cerveza a unos jóvenes. Estaban tomando en
la plaza. Y hace unos días, el 27 de febrero, Gómez hacía la recorrida
nocturna y vio en un banco de la plaza a dos muchachos, uno de 23 y otro
de 14 años, "empinando la botella". Al de 14 se lo llevó a la
comisaría.
El comisario también cuenta que, cuando llegó a Tranqueras, había
"vendedores ambulantes" de droga en la plaza y en la vieja estación de
trenes. Su estrategia consiste en abordar a los compradores y preguntar
de dónde sacaron la droga, principalmente marihuana.
-Sos menor. ¿Tu padre sabe que consumís? -les pregunta.
-No -suelen responder.
-Me vas a tener que acompañar.
A eso de las siete de la tarde Gómez camina al club Uruguay Artigas,
donde está reunida la mesa local de convivencia y seguridad ciudadana.
Mientras, cuenta que hay un porcentaje nada despreciable de jóvenes de
Tranqueras que está en la droga. "Metidos en la droga, droga, ¿eh?",
insiste. El comisario saluda uno a uno a la veintena de integrantes de
la mesa: a las mujeres con un beso, a los hombres con la mano. El
alcalde Milton Gómez toma la palabra y reconoce "la eficiente labor del
comisario", que le ha dado "tranquilidad a Tranqueras y seguridad a los
trabajadores".
A unas cuadras de allí, el juez Gerardo Villalba admite en su despacho
que desde el principio tuvo sintonía con Gómez, a quien considera un
hábil trabajador que cuando tiene que proceder, procede. "El problema es
que acá no estaban acostumbrados a eso", dice el juez, de voz cascada y
pelo algo desaliñado.
Villalba piensa que la droga no es un problema fuerte en Tranqueras,
pero sí el alcohol, asociado a la violencia doméstica y problemas de
vecindad. "La caña blanca les da vuelta el coco", resume. Cuando llegó a
Tranqueras a mediados de 2012 tenía un caso de violencia doméstica casi
cada día (generalmente de hombres a mujeres, a veces también al revés)
pero ahora ha bajado un poco.
Después de hablar con unos cuantos vecinos y referentes locales, el
discurso se empieza a repetir: que hasta fines de 2012 Tranqueras era
"tierra de nadie", que era "un Carnaval". Que casi todos los comercios
habían sido robados alguna vez. Que el quiosco de la plaza, a una cuadra
de la comisaría, fue vaciado completamente una noche. No quedó ni un
chocolate. Ahora, dicen, la cosa es distinta, las familias pueden
pasear. Dicen, también, que algo así como menos del 10% de los
tranquerenses está en contra de Gómez y son, sobre todo, quienes tienen
intereses económicos vinculados a la venta de alcohol y drogas. Que
inventan y exageran para perjudicar su imagen. Así lo resume el
farmacéutico Ruben Olivera, que preside la comisión de apoyo a la
comisaría: "Esa gente buscó la forma de perjudicarlo y lo han denunciado
al Ministerio, sin razón... Pero él está bien respaldado por el jefe de
Policía y por la gente bien de acá".
DÍA UNO, DIEZ DE LA NOCHE. El comisario invita a cenar a un trailer (lo
que para el resto de los uruguayos es un carrito): hamburguesas
completas, de esas que tienen hasta choclo y arvejas. Vestidos de civil,
Gómez y Montero llegan a la plaza y se sientan en un carrito. Un grupo
de seis o siete muchachos está sentado en una mesa ahí cerca y el aire
se pone espeso.
El comisario está en su hora de descanso, pero igual trabaja. "Montero,
esa camioneta no es de acá", le dice a su acompañante, y señala un
vehículo estacionado a media cuadra. Un coche policial patrulla y pasa
por la plaza cada cinco minutos. Al rato Gómez y Montero vuelven a la
comisaría, que tiene esa iluminación blanca típica de los tubos luz.
A veces el comisario se va a dormir a a su casa en Rivera. Hoy no. Se
quedará en el único cuarto con baño privado (y ducha con Rialco) que
comparte con Montero. Una vez por semana viaja a Montevideo, donde dicta
clases en la Escuela Nacional de Policía.
En el trailer "La Familia", ahí en la plaza, un muchacho está sentado
sobre varias sillas blancas de plástico y le da pequeños sorbos a su
vaso de cerveza. Dice que a veces hay "abuso de autoridad" de la
Policía. "Al que trabaja, que lo dejen tomar", reclama, "y los menores
sí, que marchen presos". Alba Godoy, una ama de casa de 58 años,
coincide en lo del abuso de poder y dice que no estamos en dictadura,
que el comisario no le puede decir a la gente "tienen dos minutos para
retirarse de la plaza". Pero la encargada del negocio sale en defensa de
Gómez: desde que está él no ha habido más robos, dice. Eso no es tan
así. Las estadísticas oficiales indican que en enero hubo tres robos en
Tranqueras y en diciembre cuatro. En octubre y noviembre había habido
siete hurtos cada mes.
DÍA DOS, OCHO DE LA MAÑANA. Hace un rato que Gómez y Montero están en
pie. Y tienen el parte de la noche anterior: solo un incidente con un
hombre que, borracho, fue a la casa de su exmujer y la agredió
verbalmente. Ahora está en el calabozo esperando al juez.
Tranqueras tiene ese ritmo lento típico de las ciudades chicas del
interior y más a esta hora. Afuera pasan pocos autos. Más bien se ve
gente caminando, en bici o en moto. Y algún que otro carro de caballo.
Muchas calles son de tierra. La 18 de Julio es la avenida principal y de
las pocas asfaltadas. Allí está la comisaría y casi todos los
comercios. La General Artigas también es asfaltada y ahí está la FM de
Tranqueras, la 107.3. Uno de los conductores de la mañana, Alexis Reyes,
cuenta una anécdota que lo pinta bien al comisario y que muestra que no
es una persona de delegar responsabilidades. Hace poco hubo una
correcaminata "7K" en el pueblo y Reyes estaba en la organización.
Cuando faltaban 10 minutos para el comienzo pasó un policía en moto
cortando el tránsito. Reyes se le acercó y vio que el de la moto era el
mismísimo Gómez.
-Pero comisario… ¿Qué hace acá?- le preguntó.
-¡Hay que estar, hay que estar!- respondió Gómez.
A media cuadra de la radio está la iglesia de Tranqueras, que tiene el
mismo cura desde hace 52 años: Juan Gorostidi. Hablar de él y de su
estilo también es hablar de Tranqueras. Cuentan que Gorostidi no deja
entrar a las mujeres a misa de pantalón ni de pollera corta y que tranca
las puertas una vez que empieza la ceremonia. Eso generó un gran lío
hace ya unos años, cuando un fiel llegó tarde y empezó a golpear la
puerta de la iglesia para entrar. No pudo y, enojado, mandó construir
otra iglesia.
Gorostidi hoy está en silla de ruedas y dice que está más cerca de los
90 que de los 80 años de edad. No sale de su casa, pero igual celebra
que haya alguien que se anime a aplicar las leyes. "Eso lo digo por lo
que me cuentan", aclara después. La que sí sabe es la dueña del
tradicional bar Don Emilio, que está en la esquina de la plaza y tiene
100 años de historia. Mientras dos parroquianos toman whisky, Stella
Maris Irisaga sale de la cocina y dice que el comisario "metió para
adentro al bandidaje" y que "la gurisada drogada" ya no molesta.
Es media mañana y en la comisaría están preparando un guiso de fideos y
carne. En la entrada del edificio está encendido un ventilador sin la
carcaza de protección, con las aspas al aire, lo que lo convierte en un
arma potencialmente peligrosa. La comisaría tiene un patio interior con
un busto de Artigas en el medio. Hay que pasar por allí para ir al
calabozo, al comedor y a la cocina. En la vuelta está Blanco, un pequeño
gato al que siempre echan y siempre vuelve.
Todos se sientan a comer y el agente López es casi el único que repite.
Come dos abundantes platos. "¿Querés otro plato más, López?", le
pregunta, sonriente, el comisario. López, de bigote fino y abdomen
prominente, festeja la chanza.
DÍA DOS, UNA DE LA TARDE. La camioneta policial va a los saltos por un
camino de piedra entre campos forestados y sierras. Maneja el comisario y
adentro lo acompañan Montero y López. Van rumbo al campo del productor
rural. Cuatro horas más tarde, los policías le informan al productor
que las cuentas dicen que faltan dos vacas y no seis.
-Puede ser que en uno o dos tengas razón -le dice el comisario- Pero ya seis bichos no...
-Me faltan vacas, me faltan unas vacas buenazas -protesta el gaucho, de
hablar atravesado, lentes, gorra y un arma en la cintura.
El productor reclama que se vuelva a contar todo su ganado, pero Gómez
da por terminado el tema: "Para mí esto ya está contado, che". Al
regreso, el comisario se saca las botas y deja el cinturón sobre su
escritorio. Se sienta y sonríe satisfecho. Pero luego cuenta que a veces
tiene ganas de dejar todo, que es mucha responsabilidad y que se queda
por toda la gente de Tranqueras que quiere el bien. "Lástima las dos
manzanas podridas, que quieren pudrir todo", dice después.
Y no lo dice porque sí. Ya hace algunas semanas se empezó a correr el
rumor de que a Gómez le queda poco tiempo en Tranqueras. Algunos dicen,
incluso, que el comisario sería enviado a Vichadero, al este del
departamento, donde hoy existe una situación de mayor inseguridad y
robos. Ahí, dicen, se lo precisa más. En Tranqueras ya ha dejado su
sello.
7
robos hubo entre diciembre y enero en Tranqueras. En octubre y noviembre fueron siete por mes.
0
denuncias de abigeato hubo en diciembre y enero, contra 11 denuncias durante todo el año pasado.
SANDÍAS, ÁRBOLES Y TRAILERS
Cuando el ómnibus deja la ruta 5 y toma la 30, esa que va hasta Artigas,
el paisaje característico de cerros de esta zona del país empieza a
cambiar porque -de un lado y otro del camino- también se ven árboles y
más arboles. Ahí enseguida aparece Tranqueras, que desde hace ya unos
años vive gracias a la forestación. Eso ha traído mucha gente nueva al
pueblo, todos lo dicen. Y ha movido al comercio y la economía local.
De hecho, la población casi se duplicó desde 1985, cuando había 4.469
personas en la segunda ciudad riverense. Hoy, según el último censo, hay
7.235 tranquerenses. En 1996 eran 5.792 habitantes. Y, si se cuentan
los alrededores, la cifra se acercaría a las 10.000 personas.
Tranqueras es, además, la ciudad de la sandía: buena parte de la
producción nacional es de esta zona. Por eso, cada febrero se realiza la
tradicional "Fiesta de la Sandía y de la Forestación", que junta las
dos cosas más típicas de este pueblo norteño.
Pero Tranqueras parece ser, también, la ciudad de los trailers, como le
llaman a los carritos y pequeños puestos de hamburguesas y panchos.
Esa es la principal (y casi única) opción gastronómica del pueblo:
cuatro trailers en la plaza, la 33 Orientales. Y un quinto unos metros
más allá.
DOS VISIONES
EDIL COLORADO
Mano dura
Larry Martínez, edil del Proba, dice que una traba para que el comisario
pueda ejercer autoridad es la idiosincracia de pueblo chico: "Muchos
quieren que él ponga mano dura siempre que no le toquen el negocio".
Martínez dice que, aunque los extremos son malos, es necesaria la mano
dura. "Si me das a elegir", admite, "prefiero que se pase un poquito en
la mano dura y no el relajo de antes". Dice, por ejemplo, que en la
esquina de su casa siempre había grupos de muchachos hasta tarde
"fumando y tomando". Eso ya no pasa.
EDIL DEL MPP
Mudanza
Rosales do Prado es edil del MPP por Tranqueras y dueño de Casa Prado,
un almacén del pueblo. Piensa unos segundos y responde: "Que esto ha
cambiado, ha cambiado". Antes de que llegara el comisario -dice Do
Prado, parado en la vereda de su comercio- había "libertinaje en la
gurisada", que estaba hasta tarde en las esquinas. Pero después matiza:
esos mismos muchachos que ahora no están tomando alcohol y haciendo
ruido hasta cualquier hora en el centro, hacen lo mismo en los barrios
periféricos del pueblo.
DENUNCIA Y DEFENSA DEL ALCALDE
La noche del tablado
Fue, quizás, el episodio más tenso desde que asumió el comisario Gésner
Gómez. Entre el 10 y el 16 de febrero la agrupación tradicionalista Los
Andariegos organizó un tablado en la avenida principal de Tranqueras.
Una de esas noches actuaba un grupo de cumbia de Rivera y un rato
después de la una de la mañana la fiesta seguía para rato. Por eso,
Gómez decidió intervenir. La versión que da uno de los organizadores del
festejo, quien pide no ser identificado, es que el comisario llegó "con
escopetas y balas de goma" y amenazó con llevar preso a uno de los
responsables del tablado, porque había menores tomando alcohol. Los
organizadores argumentan que ellos no vendían alcohol a menores, sino
otros comercios. "A los del grupo musical también se los llevó a la
comisaría y le faltaron el respeto a un montón de gente", dice el
denunciante.
El comisario, en cambio, dice que en el tablado se vendía alcohol cuando
no tenían habilitación para ello. Y que, además, se había cortado la
avenida de acceso a la ciudad, por donde entran los ómnibus. "Fui con
dos policías y pedí que se dispersaran, lógicamente que la gente se
molestó", cuenta Gómez. Y dice que también reclamó que la fiesta se
terminara a la 1 de la mañana, pero igual se extendió media hora más.
Gómez cuenta, igual, que él no le metió "el gaucho a nadie" porque eran
tres policías contra 300 personas eufóricas. Tras ese episodio, el
comisario recibió un par de acusaciones anónimas en el 0800 que el
Ministerio del Interior tiene para denuncias de malas prácticas
policiales.
Ante estas críticas, el alcalde de Tranqueras, Milton Gómez, responde
que "los compatriotas a veces nos detenemos mucho en los derechos
humanos y nos olvidamos de los deberes". Después del incidente del
tablado, el alcalde le envió un memorando al intendente de Rivera, Marne
Osorio, transmitiéndole que el comisario "ha demostrado niveles de
eficacia y eficiencia que hacen notoria una situación en cuanto a
seguridad y prevención del delito". La nota sugiere que se dé cuenta del
informe al jefe de policía.