27.1.12 Marcelo Jelen
L’État c’est ¡puaj!
“Históricamente el Estado ha terminado siendo el enemigo número uno del socialismo”. Éste fue el titular con que el presidente José Mujica estrenó el año 2012, entrevistado por el diario La República. Al día siguiente compartió varias horas de charla y festín con empresarios de distintos rubros, a quienes les dijo: “¿Saben lo que no tiene el Estado? ¿Lo que no va a tener nunca? El Estado no tiene amor. Y por más que quiera, no puede tener amor”.
Seguro que los invitados de Mujica se alborozaron. Pero lo más probable es que concibieran el Estado de un modo algo diferente al de su anfitrión. El presidente se refería a “la burocracia que frena”, o sea a los funcionarios que procuran mantener privilegios (algunos supuestos, algunos reales) y a los sindicatos que defienden sus posiciones. Los empresarios deberían estar pensando también en los controles que las normas le asignan al Estado sobre sus actividades y al gasto público, que se traduce en los impuestos que pagan.
Mujica aprovechó la ocasión para pedirles plata. Donaciones. Sobre todo para construir viviendas. Lo mismo para lo cual el propio presidente, quien vive con muy poca plata, aparta la mayor parte de su sueldo. Y la respuesta de los pobrecitos empresarios fue la esperable: si eso les permitirá reducir sus pagos al fisco, adelante.
O sea que el negocio sería redondo. El Estado obtiene plata si resigna su función de fiscalizar las actividades privadas a través del cobro de impuestos. Lo que siempre se olvidan de decir los defensores del liberalismo económico a ultranza es que las contribuciones al tesoro nacional no sólo sirven para financiar al sector público, sino también para controlar ilícitos e irregularidades de todo calibre. ¿Acaso hay que recordar por qué la quedó Al Capone?
El discurso de Mujica no es nuevo. El año pasado le valió de parte de uno de sus antecesores, Jorge Batlle, el calificativo de “anarquista, no sólo ideológico sino también genético”, y de otro, Julio Sanguinetti, el de “anarquista romántico”. No fue en tono de encomio sino de befa. Mujica mismo suele atornillarse la chapa de “anarco” para distanciarse de aliados suyos como el Partido Comunista. Pero poco antes de ser electo le confió al periodista Samuel Blixen, en el libro El sueño del Pepe, que se proponía “reinventar el capitalismo”, aunque sin “renunciar al socialismo”, al cual, según explicó entonces, se llegaría “por otro camino”, una de cuyas veredas serviría para reubicar “al capitalismo en la explotación de la tierra pero que vaya quedando propiedad del suelo con uso social”. Otro detalle de su novedosa propuesta ideológica es restarle al Estado atribuciones de “patrón”.
El actual presidente no engañó a nadie en la campaña electoral: aún competía por la candidatura frenteamplista con Danilo Astori cuando declaró al semanario Búsqueda su intención de “facilitar lo más posible la inversión privada” para crear empleos, sobre todo en el área de la energía, por ahora reservada a las empresas públicas UTE y ANCAP, y en la de vivienda, “combatiendo las trabas burocráticas del Estado” al financiamiento particular.
En la misma entrevista dejó clara su peculiar visión según la cual el Estado se constituye por quienes trabajan en él. “Lo vamos a cambiar si convencemos a los que están adentro. No le vamos a poder pasar con una aplanadora por arriba. Los sindicatos tienen que colaborar y por eso necesito a los comunistas. Hay que dar una batalla por el convencimiento y hacer funcionar más el Estado como funcionan los privados”, dijo entonces. En parte, ése es el propósito de la recién reglamentada Ley de Participación Público Privada, aprobada el año pasado con oposición del PIT-CNT y del Partido Comunista, cuyos legisladores se retiraron de sala porque la consideraban privatizadora. Tampoco es más de lo mismo que ofrecían blancos y colorados. Un gesto que fue con frecuencia ridiculizado en sus tiempos de ministro de Ganadería, el “asado del Pepe”, dejaba en evidencia el error (o la mentira) de gobiernos anteriores según los cuales nada se podía hacer para poner orden en el sector privado. Mujica demostró que ni siquiera eran necesarias leyes o decretos, sino apenas (y nada menos que) presión política. La carne sería fea o rica, grasosa o nutritiva. Pero la negociación fue exitosa y unas cuantas ollas se llenaron.
Al sector privado el presidente prefiere ponerle la montura despacito. Otros lo espolearían hasta encabritarlo. ¿Servirá para algo? ¿Querrá domarlo o soltarlo libre por las suaves ondulaciones uruguayas? Para responder esa pregunta es preciso contestar otra antes: ¿los empresarios tienen amor? ¿Pueden amarte si te cobran bien caro por sus productos y servicios y te pagan el salario más bajo posible? ¿Vale acusar a los Estados del hambre, la pobreza y el desbarajuste climático que sufre el planeta, o fue la codicia privada lo que, con ayuda estatal, alimentó los monstruos? ¿De quiénes son las penas y de quiénes las vaquitas?
El capitalismo benévolo
Le dijo justo a Angela Merkel que Alemania (mirá que nenes!)
debería aprender de Uruguay (pobrecitos!)
El pedo ideológico del Pepe
21 de setiembre de 2009 Joel Rosenberg
Mujica: “¿Qué estoy haciendo? Reinventando el capitalismo”
José Mujica dijo que no renunció al socialismo pero que en lugar de “jetear” se dedicó a construir. “Nada de poner al Estado de patrón porque esa película ya la vivimos”, le señaló al periodista Samuel Blixen en el libro El sueño del Pepe. Mujica cuenta en el libro algunos de los lineamientos en caso de llegar a la Presidencia y centra su discurso en el agro y la educación.
La obra – que llega una semana después del escándalo que generó el libro de Alfredo García Pepe coloquios- no tiene insultos ni salidas de tono, pero sí varias frases que Mujica adelanta pueden generar polémica y discusión. “En los próximos 15 años no va a haber un sólo gurí que no vaya a la Universidad, esa es la capitalización del país”, señaló Mujica a Blixen. Agregó que está convencido de que se debe impulsar tres o cuatro universidades públicas en el interior del país. “Me temo que se va a armar flor de lío (…) Porque van a aparecer los intereses corporativos”, expresó.
Para Mujica está bien que haya más universidades privadas. Además, dijo que si hay un gobierno de derecha, la autonomía universitaria es fundamental, pero en un gobierno de “corte popular la autonomía debería ser más relativa, una sujeción al interés nacional”.
El libro de Blixen está compuesto por una serie de entrevistas donde Mujica se explaya sobre sus principales preocupaciones y pasiones. El campo es el eje central y llega a un nivel de especificación que es sólo para entendidos: “los cloroplastos tienen sus propios genes, que se parecen más a los de las bacterias que a los de las plantas. Nos estamos asomando a una cantidad de misterios que reclaman respuestas. Si llegamos a imitar de modo medianamente eficiente los discos tilacoides, que están ahí, a la mierda el problema de la energía sobre energía”.
La propiedad privada y los frigoríficos
Mujica se refirió a la propiedad de la tierra y las sociedades anónimas (SA). Señaló que cuando habló de la propiedad de la tierra sólo recordó que Wiilson Ferreira Aldunate proponía un tope para la tenencia. “Pero salieron diciendo que yo quería liquidar la propiedad privada”, señaló. El libro contiene un fragmento del programa de gobierno de Por la Patria propuesto por Ferreira Aldunate. Allí se lee: “La Política de tierras está desarrollada sobre la base de la imposición fiscal y la expropiación, fijando según criterios de potencial productivo los límites para la propiedad de la tierra estableciéndose un máximo de 2.500 ha (hectáreas)”.
Para Mujica la piedra del escándalo con el Partido Nacional -en el gobierno del Frente Amplio- fue la ley que elimina las sociedades anónimas agropecuarias, excepto las que cotizan en bolsa. “Aquí si un veterano se enamora de una piba y quiere dejar en pelotas a su mujer, hace una sociedad anónima”, señaló. Mujica se pregunta por qué debe ser privado el suelo y propone un proceso gradual “que reubique al capitalismo en la explotación de la tierra pero que vaya quedando propiedad del suelo con uso social”.
Mujica propone en el libro una cadena de pequeños mataderos, públicos o privados, para controlar el precio de la carne. Para Mujica el consumidor es víctima de la cadena: “allí hay capitalistas – ganaderos o frigoríficos- que entran en la categoría de malos europeos y peores americanos de Artigas”. Según Mujica, “esto da libertad de mercado, ¿no hablan de la competencia? Bueno, vamos a montar la competencia”, señaló.
La acelgas
En el último capítulo Mujica habló de capitalismo y socialismo. “¿Qué estoy haciendo? Reinventando el capitalismo. Yo no renuncio al socialismo. Pero en lugar de jetear me dediqué, en la medida de lo que puedo, a construir”, señaló. “Nada de poner al Estado como patrón, porque esa película ya la vivimos. Y no es pasarse al capitalismo. Es buscar el socialismo por otro camino”.
El candidato a la Presidencia por el FA terminó el libro con su amenaza de “volver a las acelgas” si no le llevan sus ideas. “Es una pelea durísima, pero con las que hemos pasado, esto es una bicoca. La gente te da fuerza, el desafío te motiva, te establece una demanda”.
Benévolo: minga!
Denuncian situación de "casi esclavitud" de empleadas domésticas en Punta del Este
Diariamente nos chocamos con el eslogan de que hay que generar riqueza para después distribuir, se habla de repartir la torta. Y se descarta así de ante mano lo que en un principio fue la luz en el túnel que se había generado en años de crisis política. Eran algunos puntos por la que se había decidido luchar: la reforma agraria, "que los mas infelices sean los mas privilegiados", el no pago de la deuda externa, y sin ir a los "ismos" ideológicos se descartó también de antemano al capitalismo ya que este sistema es el generador de todos los males propios y ajenos.
Directora del FMI, Christine Lagarde, en el Foro Económico Mundial en Davos.
El ambiente en el
Foro Económico Mundial era sombrío y los delegados regresaron alarmados por lo que deparará el 2012
Domingo 29 de enero de 2012
Como vemos diariamente la economía mundial liderada por enormes capitales está a la deriva, se hunde como el Titanic y se anuncia el fin de un período capitalista que lamentablemente no será benévolo, a contracorriente de los propósitos de Mujica y el equipo económico gubernamental. Qué habrá pensado Angela Merkel, cuando Mujica le sugirió que ante la crisis del euro que tomara ejemplo del Uruguay para sortear la crisis. Estará Mujica convencido de que esta fórmula uruguaya de dependencia a los planes del BID, la Banca Mundial, el FMI es la salvación?
Leer mas en la página de la presidencia:
http://www.presidencia.gub.uy/wps/wcm/connect/presidencia/portalpresidencia/comunicacion/comunicacionnoticias/apoyo-bid-mgap
Al contrario: vemos que en Uruguay esta política de generar "riqueza benévola", genera mas pobreza y diferencias sociales, mas conflictos sociales y las previsiones son de que 2012 será un año de lucha, estallidos, y esta espiral, añadido como un ingrediente mas a lo que globalmente suceda, encasillará al Uruguay como el fracaso de la utopía de que el capitalismo es benévolo
CUATRO CARTAS A LAS IZQUIERDAS
Boaventura de Sousa Santos
Boaventura de Sousa Santos es una de las referencias reconocidas internacionalmente del Foro Social Mundial y uno de los intelectuales de mayor prestigio. Su discusión con las principales escuelas y pensadores de ayer y de hoy se completa con una epistemología inversa que acude a la experiencia para encontrar, en una recuperación arqueológica de lo escondido y lo silenciado, las propuestas científicas para una emancipación que es posible pero que necesita una teorización que hasta ahora no ha recibido. Aquí, sus ya famosas
"Cartas a las izquierdas".
PRIMERA CARTA A LAS IZQUIERDAS (28.08.11)
No pongo en cuestión que exista un futuro para las izquierdas, pero su futuro no será una continuación lineal de su pasado. Definir lo que tienen en común equivale a responder la pregunta: ¿qué es la izquierda? La izquierda es un conjunto de posiciones políticas que comparten el ideal de que los seres humanos tienen todos el mismo valor, y que son el valor más alto. Ese ideal es puesto en cuestión siempre que hay relaciones sociales de poder de-sigual, esto es, de dominación. En este caso, algunos individuos o grupos satisfacen algunas de sus necesidades transformando a otros individuos o grupos en medios para sus fines. El capitalismo no es la única fuente de dominación, pero es una fuente importante.
Las diferentes comprensiones de este ideal produjeron diversas fracturas. Las principales fueron respuestas opuestas a las siguientes preguntas. ¿Puede el capitalismo ser reformado para mejorar la suerte de los dominados, o esto sólo es posible más allá del capitalismo? ¿La lucha social debe ser conducida por una clase (la clase obrera) o por diferentes clases o grupos sociales? ¿Debe ser conducida dentro de las instituciones democráticas o fuera de ellas? ¿El Estado es, en sí mismo, una relación de dominación, o puede ser movilizado para combatir las relaciones de dominación?
Las respuestas opuestas a estas preguntas estuvieron en el origen de violentas fracturas. En nombre de la izquierda se cometieron atrocidades contra la izquierda; pero, en su conjunto, las izquierdas dominaron el siglo XX (a pesar del nazismo, el fascismo y el colonialismo) y el mundo se volvió más libre e igualitario gracias a ellas. Este siglo corto de las izquierdas terminó con la caída del Muro de Berlín. Los últimos treinta años fueron marcados, por un lado, por una gestión de ruinas y de inercias y, por el otro, por la emergencia de nuevas luchas contra la dominación, con otros actores y otros lenguajes que las izquierdas no pudieron entender.
Mientras tanto, liberado de las izquierdas, el capitalismo volvió a mostrar su vocación antisocial. Ahora vuelve a ser urgente reconstruir las izquierdas para evitar la barbarie. ¿Cómo recomenzar? Con la aceptación de las siguientes ideas:
Primero, el mundo se diversificó y la diversidad se instaló en el interior de cada país. La comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo; no hay internacionalismo sin interculturalismo.
Segundo, el capitalismo concibe a la democracia como un instrumento de acumulación; si es preciso, la reduce a la irrelevancia y, si encuentra otro instrumento más eficiente, prescinde de ella (el caso de China). La defensa de la democracia de alta intensidad debe ser la gran bandera de las izquierdas.
Tercero, el capitalismo es amoral y no entiende el concepto de dignidad humana; defender esta dignidad es una lucha contra el capitalismo y nunca con el capitalismo (en el capitalismo, incluso las limosnas sólo existen como relaciones públicas).
Cuarto, la experiencia del mundo muestra que hay inmensas realidades no capitalistas, guiadas por la reciprocidad y el cooperativismo, a la espera de ser valoradas como el futuro dentro del presente.
Quinto, el siglo pasado reveló que la relación de los humanos con la naturaleza es una relación de dominación contra la cual hay que luchar; el crecimiento económico no es infinito.
Sexto, la propiedad privada sólo es un bien social si es una entre varias formas de propiedad y si todas están protegidas; hay bienes comunes de la humanidad (como el agua y el aire).
Séptimo, el siglo corto de las izquierdas fue suficiente para crear un espíritu igualitario entre los seres humanos que sobresale en todas las encuestas; éste es un patrimonio de las izquierdas que ellas han estado dilapidando.
Octavo, el capitalismo precisa otras formas de dominación para florecer, del racismo al sexismo y la guerra, y todas deben ser combatidas.
Noveno, el Estado es un animal extraño, mitad ángel y mitad monstruo, pero, sin él, muchos otros monstruos andarían sueltos, insaciables, a la caza de ángeles indefensos. Mejor Estado, siempre; menos Estado, nunca. Con estas ideas, las izquierdas seguirán siendo varias, aunque ya no es probable que se maten unas a otras y es posible que se unan para detener la barbarie que se aproxima.
SEGUNDA CARTA A LAS IZQUIERDAS (11.10.11)
La democracia política presupone la existencia del Estado. Los problemas que vivimos hoy en Europa muestran dramáticamente que no hay democracia europea porque no hay Estado europeo. Y porque muchas prerrogativas soberanas fueron transferidas a instituciones europeas, las democracias nacionales hoy son menos sólidas porque los Estados nacionales son post–soberanos. Los déficit de las democracias nacionales y el déficit democrático de Europa se retroalimentan y se agravan porque, mientras tanto, las instituciones europeas decidieron transferir a los mercados financieros (es decir, a media docena de grandes inversores, al frente de los que está el Deutsche Bank) parte de las prerrogativas transferidas a ellas por los Estados nacionales. Al ciudadano común hoy le será fácil concluir (lamentablemente sólo hoy) que fue una trama bien urdida para incapacitar a los Estados europeos de desempeñar tanto sus funciones de protección de la ciudadanía contra riesgos colectivos como de promoción del bienestar social. Esta trama neoliberal ha sido urdida en todo el mundo, Europa sólo tuvo el privilegio de ser “tramada” a la europea. Veamos cómo sucedió.
Está en curso un proceso global de desorganización del Estado democrático. La organización de este tipo de Estado se basa en tres funciones: la función de confianza, por medio de la cual el Estado protege a los ciudadanos contra fuerzas extranjeras, crímenes y riesgos colectivos; la función de legitimidad, a través de la cual el Estado garantiza la promoción del bienestar, y la función de acumulación, con la cual el Estado garantiza la reproducción del capital a cambio de recursos (tributación, control de sectores estratégicos) que le permitan desempeñar las otras dos funciones.
Los neoliberales pretenden desorganizar el Estado democrático a través de la inculcación en la opinión pública de la supuesta necesidad de varias transiciones.
Primera transición: de la responsabilidad colectiva a la responsabilidad individual. Según los neoliberales, las expectativas de la vida de los ciudadanos derivan de lo que ellos hacen por sí mismos y no de lo que la sociedad puede hacer por ellos. En la vida tiene éxito quien toma buenas decisiones o tiene suerte, y fracasa quien toma malas decisiones o tiene poca suerte. Las condiciones diferenciadas de nacimiento o de país no deben ser significativamente alteradas por el Estado.
Segunda transición: de la acción del Estado basada en la tributación a la acción del Estado basada en el crédito. La lógica distributiva de la tributación le permite al Estado expandirse a costa de las ganancias más altas, lo que, según los neoliberales, es injusto, mientras que la lógica distributiva del crédito obliga al Estado a restringirse y a pagar todo a sus acreedores. Esta transición garantiza la asfixia financiera del Estado, la única medida eficaz contra las políticas sociales.
Tercera transición: del reconocimiento de la existencia de bienes públicos (educación, salud) e intereses estratégicos (agua, telecomunicaciones, correos) que deben ser cuidados por el Estado a la idea de que cada intervención del Estado en un área potencialmente rentable es una limitación ilegítima de las oportunidades para el lucro privado.
Cuarta transición: del principio de la primacía del Estado al principio de la primacía de la sociedad civil y del mercado. El Estado es siempre ineficiente y autoritario. La fuerza coercitiva del Estado es hostil al consenso y a la coordinación de los intereses y limita la libertad de los empresarios, que son quienes crean riqueza (a los trabajadores no se los menciona). La lógica imperativa de gobierno debe ser sustituida en la medida de lo posible por la lógica cooperativa de gobierno entre intereses sectoriales, entre ellos el Estado.
Quinta transición: de los derechos sociales a la filantropía y a las ayudas en situaciones extremas de pobreza o incapacidad. El Estado social exageró la solidaridad entre ciudadanos y transformó la desigualdad social en un mal cuando, de hecho, es un bien. Entre quien da limosna y quien la recibe no hay igualdad posible, uno es sujeto de la caridad y el otro es objeto de ella.
Ante este perturbador recetario neoliberal, es difícil imaginar que las diferentes izquierdas no estén de acuerdo sobre el principio “mejor Estado, siempre; menos Estado, nunca”, y que de eso no saquen conclusiones.
TERCERA CARTA A LAS IZQUIERDAS (23.12.11)
Cuando están en el poder, las izquierdas no tienen tiempo para reflexionar sobre las transformaciones que ocurren en la sociedad y, cuando lo hacen, siempre es como reacción a cualquier acontecimiento que perturbe el ejercicio del poder. La respuesta siempre es defensiva. Cuando no están en el poder, se dividen internamente para definir quién será el líder en las próximas elecciones, de modo que las reflexiones y los análisis están relacionadas con este objetivo.
Esta indisponibilidad para la reflexión, que siempre ha sido perniciosa, hoy es suicida. Por dos razones. La derecha tiene a su disposición a todos los intelectuales orgánicos del capital financiero, de las asociaciones empresariales, de las instituciones multilaterales, de los think tanks y de los grupos de presión, que le proporcionan a diario datos e interpretaciones que no son siempre faltos de rigor y siempre interpretan la realidad llevando el agua a su molino. Por el contrario, las izquierdas no disponen de instrumentos de reflexión abiertos a los no militantes e, internamente, la reflexión sigue la línea estéril de las facciones.
Hoy en día, circula por el mundo una ola de informaciones y análisis que podrían tener una importancia decisiva para repensar y refundar las izquierdas tras el doble el colapso de la socialdemocracia y el socialismo real. El desequilibrio entre las izquierdas y la derecha en relación con el conocimiento estratégico del mundo es hoy mayor que nunca.
La segunda razón es que las nuevas movilizaciones y militancias políticas por causas históricamente pertenecientes a las izquierdas se están realizando sin ninguna referencia a ellas (con excepción, tal vez, de la tradición anarquista) e incluso, muchas veces, en oposición a ellas. Esto no puede dejar de suscitar una profunda reflexión. ¿Se está haciendo esta reflexión? Tengo razones para creer que no y la prueba de ello está en los intentos de captar, educar, minimizar o ignorar a la nueva militancia.
Propongo algunas líneas de reflexión. La primera se refiere a la polarización social que está emergiendo de las enormes desigualdades sociales. Vivimos en una época que tiene algunas semejanzas con la de las revoluciones democráticas que convulsionaron Europa en 1848. Entonces la polarización social era enorme porque el proletariado (en ese momento una clase joven) dependía del trabajo para sobrevivir, pero (a diferencia de lo que ocurría con los padres y abuelos) el trabajo no dependía de él, dependía de quien lo daba o quitaba a su arbitrio, es decir, el patrón; si uno trabajaba, los salarios eran tan bajos y la jornada tan larga que la salud peligraba y la familia vivía al borde del hambre; si era despedido, no tenía ningún tipo de apoyo, salvo el de alguna economía solidaria o el recurso a la delincuencia. No resulta extraño que en estas revoluciones las dos grandes banderas de lucha fueran el derecho al trabajo y el derecho a una jornada laboral más corta. Ciento cincuenta años después, la situación no es exactamente la misma, pero las banderas siguen siendo actuales.
Y probablemente hoy lo sean más de lo que lo eran hace treinta años. Las revoluciones fueron sangrientas y fracasaron, pero los gobiernos conservadores que siguieron tuvieron que hacer concesiones para que la cuestión social no desembocara en una catástrofe. ¿A qué distancia estamos nosotros de la catástrofe? Hasta ahora, la movilización contra la escandalosa desigualdad social (similar a la de 1848) es pacífica y tiene una fuerte tendencia moralista de denuncia.
No asusta al sistema financiero-democrático. ¿Quién puede garantizar que siga así? La derecha está preparada para responder represivamente a cualquier alteración potencialmente amenazadora. ¿Qué planes tienen las izquierdas? ¿Volverán a dividirse como en el pasado, unas tomando la postura represora y otras la de la lucha contra la represión?
La segunda línea de reflexión también tiene mucho que ver con las revoluciones de 1848 y consiste en cómo volver a conectar la democracia con las aspiraciones y decisiones de los ciudadanos. Entre las consignas de 1848, sobresalían liberalismo y democracia. Liberalismo significaba gobierno republicano, separación entre Estado y religión, libertad de prensa; democracia, por su parte, significaba sufragio “universal” para los hombres. Se ha avanzado mucho en este aspecto en los últimos ciento cincuenta años. Sin embargo, en los últimos treinta años las conquistas logradas han sido cuestionadas y la democracia, últimamente, parece más bien una casa cerrada y ocupada por un grupo de extraterrestres que decide democráticamente sus propios intereses y dictatorialmente los de las grandes mayorías. Un régimen mixto, una democradura.
El movimiento de los indignados y el movimiento Occupy rechazan la expropiación de la democracia y optan por tomar decisiones por consenso en sus asambleas. ¿Están locos o son un indicio de los retos que vienen por delante? ¿Ya han pensado las izquierdas que, si no se sienten cómodas con formas de democracia de alta intensidad (dentro de los partidos y en la república), deberían retirarse o refundarse?
CUARTA CARTA A LAS IZQUIERDAS (19.01.12)
Las divisiones históricas entre las izquierdas se justificaron por una construcción ideológica imponente, pero en realidad su sostenibilidad práctica (la credibilidad de las propuestas políticas que les permitieron captar seguidores) se basó en tres factores: el colonialismo, que permitió desplazar la acumulación primitiva de capital (por desposesión violenta, en general ilegal y siempre impune, con incontables sacrificios humanos) fuera de los países capitalistas centrales, donde se libraban las luchas sociales consideradas decisivas; la emergencia de capitalismos nacionales con características tan diferentes (capitalismo de Estado, corporativo, liberal, socialdemócrata) que daban verosimilitud a la idea de que habría varias alternativas para superar el capitalismo; y, por último, las transformaciones que las luchas sociales fueron produciendo en la democracia liberal, permitiendo alguna redistribución social y separando, hasta cierto punto, el mercado de las mercancías (los valores que tienen precio y se compran y venden) del mercado de las convicciones (las opciones y valores políticos que, por no tener precio, ni se compran ni se venden). Si para algunas izquierdas esta separación era un hecho nuevo, para otras era un engaño peligroso.
Sin embargo, en los últimos años estos factores han cambiado tan profundamente que nada será como antes para las izquierdas tal y como las conocemos. En lo que respecta al colonialismo, los cambios radicales son de dos tipos. Por un lado, la acumulación de capital por desposesión violenta ha vuelto a las antiguas metrópolis (robo de salarios y pensiones; transferencias ilegales de fondos colectivos para rescatar a bancos privados; total impunidad del gangsterismo financiero).
Es por ello que la lucha anticolonial también tendrá que librarse en ellas, una lucha que, como sabemos, nunca se pautó por las cortesías parlamentarias. Por otro, aunque el neocolonialismo (el mantenimiento de las relaciones coloniales entre las antiguas colonias y metrópolis o sus sustitutos, como el caso de Estados Unidos) ha permitido hasta hoy la continuidad de la acumulación por desposesión en el antiguo mundo colonial, parte de él está asumiendo un nuevo protagonismo (India, Brasil, Sudáfrica y el caso especial de China, humillada por el imperialismo occidental durante el siglo XIX), hasta el punto de que no sabemos si habrá nuevas metrópolis y, por tanto, nuevas colonias.
Las izquierdas del Norte global (y, salvo algunas excepciones, también las de América Latina) empezaron siendo colonialistas y más tarde aceptaron acríticamente que la independencia de las colonias eliminaba el colonialismo, desvalorizando así la emergencia del neocolonialismo y el colonialismo interno. ¿Serán capaces de imaginarse como izquierdas frente a nuevos colonialismos y de prepararse para luchas anticoloniales de nuevo tipo?
En cuanto a los capitalismos nacionales, su final parece estar marcado por la trituradora del neoliberalismo. Es cierto que en América Latina y China parece que están emergiendo nuevas versiones de dominación capitalista, pero curiosamente se aprovechan de las oportunidades que el neoliberalismo les confiere. No obstante, el 2011 ha demostrado que la izquierda y el neoliberalismo son incompatibles. Sólo hay que ver cómo las cotizaciones bursátiles suben en la misma medida en que aumenta la desigualdad social y se destruye la protección social. ¿Cuánto tardarán las izquierdas en extraer conclusiones?
Finalmente, la democracia liberal agoniza bajo el peso de los poderes fácticos (las mafias, la masonería, el Opus Dei, las transnacionales, el FMI, el Banco Mundial…), la impunidad de la corrupción, el abuso de poder y el tráfico de influencias. El resultado es una fusión creciente entre el mercado político de las ideas y el mercado económico de los intereses. Todo está en venta y nada se vende porque no hay quien lo compre. En los últimos cincuenta años, las izquierdas (todas) han contribuido fundamentalmente a que la democracia liberal disponga de una cierta credibilidad entre las clases populares y a que los conflictos sociales se puedan resolver en paz. Como a la derecha sólo le interesa la democracia en la medida en que sirve a sus intereses, las izquierdas son hoy la garantía de su rescate. ¿Estarán a la altura del reto? ¿Tendrán el coraje de refundar la democracia más allá del liberalismo? ¿Defenderán una democracia sólida contra la antidemocracia, que combine la democracia representativa con la democracia participativa y la directa? ¿Abogarán por una democracia anticapitalista frente a un capitalismo cada vez más antidemocrático?
Primera y Segunda cartas traducidas por Javier Lorca
Tercera y Cuarta cartas traducidas por Antoni Jesús Aguiló y revisado por Àlex Tarradellas
LUNES 30 DE ENERO DE 2012 - COMCOSUR / MONTEVIDEO
Ver ademas: