y los de abajo
Uruguay no es un país pobre, es un país desigual. Y el peso de esa desigualdad es el crecimiento de la exclusión social y la pobreza, sobre todo la pobreza infantil.
La contracara es el aumento exponencial de la riqueza detentada en el 1% más rico de la población, que acapara un mínimo de ingresos equivalente a los 600.000 pesos mensuales.
Somos el país de la infamia.
Hasta que cambiemos todo lo que haya que cambiar.
Sergio Sommaruga
Desigualdad, incidencia y profundidad de la pobreza en Uruguay
El Instituto Cuesta Duarte (ICUDU), realizó un estudio sobre la evolución de la desigualdad, la incidencia y profundidad de la pobreza en Uruguay. Según sostiene el texto del documento, el ascenso de la pobreza tiene especial impacto en la niñez y la adolescencia de nuestro país
Desde la web del Pit Cnt se comparte el documento elaborado por el Instituto Cuesta Duarte.
Algunas de las cifras que recoge el estudio señalan que de los 66.000
pobres más, en el entorno de 21.000 tiene menos de 18 años, alcanzando
el 32% del aumento de la pobreza a explicarse por la caída en la misma
de niños, niñas y adolescentes. Asimismo, se sostiene como distintivo
estructural de la pobreza uruguaya la incidencia especial sobre las
minorías étnico raciales, en especial sobre la población afro, donde la
pobreza es 9,3pp superior que en el parámetro poblacional. Así mismo
tiene especial impacto sobre los hogares con jefatura femenina,
superando en 1,6pp al parámetro registrado para los hogares en general y
3,3pp a los hogares con jefatura masculina.
Por último, el trabajo del equipo técnico del ICUDU sostiene que «es
posible afirmar que, el proceso de ascenso de la pobreza se da en un
escenario de aumento de la desigualdad y concentración del ingreso, con
impacto no solo en momentos de retracción económica como el vivido en
2020, sino también de recuperación, como el registrado durante 2021. En
ese sentido se puede concluir que la recuperación no está repercutiendo
en los sectores más vulnerados de nuestra sociedad, concentrando sus
frutos en los sectores de mayores ingresos».
Problemas metodológicos del INE
Según analiza el informe del Instituto: «En octubre de 2021 el
Instituto Nacional de Estadística difundió los datos semestrales de
evolución de la pobreza e indigencia en nuestro país correspondientes al
primer semestre del año. La decisión metodológica de difusión semestral
persigue la intención de generar reportes con mayor sistematicidad
sobre estos -y otros- indicadores que hacen al monitoreo de las
condiciones de vida y bienestar de nuestra población. El aporte entonces
de contar con estas herramientas es, en términos estrictos, algo bueno.
Sin embargo, esto coloca algunos desafíos, pero sobre todo exige
algunos resguardos a la hora del trabajo; en particular al momento de
analizarlos en relación a las series históricas de dichos indicadores,
construidas hasta el año pasado con los reportes anuales.
Para todos los indicadores -como criterio general-, la consideración
de datos segmentados desde el punto de vista temporal (como pueden ser
los datos mensuales o trimestrales), aumenta el peligro de incorporar en
la comparación factores de carácter estacional. En el mismo sentido,
los análisis de corto plazo que se desprenden de esta información,
pueden registrar movimientos transitorios que luego no se sostengan en
un período de tiempo más extenso.
Para minimizar esta distorsión, usualmente se intenta establecer la
comparación interanual de los datos, es decir, comparar datos que –aún
pertenecientes a distintos años- refieren a períodos de tiempo análogos.
En estos casos incluso pueden registrarse distorsiones a partir del
surgimiento de eventos extraordinarios, como puede ser la comparación de
un semestre o año “relativamente normal” con uno “extraordinario”, por
ejemplo por la irrupción de la pandemia mundial.
Las aclaraciones metodológicas anteriores son particularmente
relevantes a la luz del manejo que hicieron las autoridades
gubernamentales de las cifras de pobreza disponibles para el primer
semestre de 2021. En su análisis, las autoridades incurrieron en tres
problemas fundamentales, que en su momento fueron criticados por
diferentes espacios de análisis técnico, medios de comunicación y
población en general.
En primer término, se incurrió en un problema metodológico básico, al
comparar datos semestrales con datos anuales, cuyas variaciones además
fueron traducidas a valores absolutos relativos a la cantidad de
personas. Esto condujo a que una vez publicados los datos anuales, los
mismos no convalidaran las tendencias presentadas a partir de los datos
semestrales, con lo cual, a la vez que se anunciaban los datos de
disminución de la pobreza del primer semestre, durante la segunda parte
del año, se asistió a un proceso de incremento de la misma, al que a la
postre, no se dio difusión.
Por otra parte, se hizo hincapié en información parcializada, al
difundirse datos de pobreza que hacen a la evolución en una cohorte
específica de edad (los menores de 6 años), para cuyo manejo se dejaron
de lado recaudos metodológicos específicos como fue la baja de la
natalidad que se viene verificando desde 2015 y que afectó la dimensión
de dicha cohorte específica. Es decir, la caída en la cantidad de
nacimientos provocó que haya menor cantidad de niños menores de 6 años; y
como esta caída se concentró fundamentalmente en los hogares más
pobres, hay por esta vía, menos cantidad de niños menores de 6 años
entre los hogares más pobres, aún cuando no se verificó una mejora en la
situación de estos hogares. Nuevamente, la difusión de esta información
partía de importantes errores metodológicos y en los hechos, una vez
disponible la información anual, la misma terminó siendo falsa.
A lo anterior, cabe agregar que en dicha comparación no se tuvo recaudos
respecto al margen de error de los datos, presentándose en valores
absolutos datos, cuyas variaciones, en términos porcentuales, estaban
dentro del margen de error estadístico.
Finalmente, además de los problemas metodológicos antes mencionados,
en la información difundida se presenta el sesgo de tomar como
referencia un dato extremo de la serie histórica, relevado en el momento
de mayor influencia de la crisis sanitaria, sin resguardos que permitan
despejar y cuantificar el impacto estacional de la coyuntura
particular. Desde el punto de vista de las políticas públicas, además,
parece relevante trascender la comparación única respecto al 2020 donde
se registraron valores tan distorsionados por el contexto de pandemia,
con el fin de calibrar el éxito de las políticas actuales en relación
con el manejo de la pobreza y su evolución».
Pobreza: crecimiento y pandemia
Para analizar lo sucedido con los niveles de pobreza en nuestro país
en el último tiempo, así como el vínculo de su evolución con la pandemia
y las políticas púbicas, es necesario contemplar por lo menos tres
momentos. En primer lugar, el comportamiento de los indicadores
inmediatamente antes del advenimiento del covid-19 y la declaración de
emergencia sanitaria el 13 de Marzo de 2020. En segundo lugar, es
necesario observar el comportamiento de los diferentes valores que
permiten un acercamiento al análisis de la pobreza en el peor momento de
la crisis, cuando las derivaciones sociales de la emergencia sanitaria
alcanzaron su punto máximo, resultando de la articulación de la
paralización o disminución de la actividad de diferentes sectores
productivos, con las políticas públicas que se desplegaron para hacer
frente a los efectos adversos que de ello podría derivarse. Por último,
en estos momentos que, sin dejar de estar alerta como país, pareciera
haber pasado lo peor y comienza a retomarse la actividad sin
restricciones, conviene ver cuáles son los valores que prevalecen luego
del impacto distorsivo de un suceso que podríamos caracterizar como
extraordinario, al tiempo que se intenta visualizar posibles desenlaces y
se monitorea la situación a futuro. A su vez, la consideración de la
evolución articulando esos tres momentos, nos permite ver los resultados
en la gestión de la problemática de la pobreza desde las políticas
públicas, a dos años de haber asumido un nuevo gobierno nacional.
Al cierre del año 2019 el valor país de incidencia de la pobreza en
hogares se ubicaba en el 5,9%, mientras que para el caso de las personas
el guarismo era de 8,8%. Esta cifra implicaba que de cada 1000 hogares
que había en nuestro país dicho año, 59 se encontraban por debajo de la
línea de pobreza y de cada 1000 personas, se encontraban debajo del
valor mínimo para hacer frente a los costos alimenticios y no
alimenticios básicos, 88 personas.
Promediando el año 2020, año en el que se desarrolló el peor momento
de la pandemia en cuanto a contagio y mortalidad derivando en un
conjunto amplio de restricciones económicas y comerciales, así como
concentrando la mayor cantidad de medidas desarrolladas por el gobierno a
raíz de ellas; el valor de pobreza alcanzó el 8% para el caso de los
hogares y trepó al 11,6% para el caso de las personas (80 de cada 1000
hogares y 116 de cada 1000 personas).
El valor concreto implicó un aumento de las personas en situación de pobreza del entorno de 100.000 uruguayos y uruguayas.
Ahora bien, ese resultado puede problematizarse en dos sentidos, por
un lado puede discutirse el alcance de las medidas desarrolladas por el
gobierno nacional en el peor momento de la pandemia, así como su
eficiencia para paliar los efectos de la misma en las condiciones de
vida de los uruguayos y las uruguayas. En segundo término podría
esperarse que luego de superados los peores efectos de la situación
sanitaria, con su impacto distorsivo en este y otros indicadores
sociales y económicos, la situación pueda cambiar o estabilizase. Para
avanzar en la indagación de este segundo elemento veamos los valores
relativos a los niveles de pobreza que brindo el INE para el año 2021.
El año 2021 cerró con 7,5% de hogares por debajo de la línea de pobreza y
un 10,6% de personas en dicha situación; 75 cada 1000 y 106 cada 1000
respectivamente. Los resultados muestran una mejoría con respecto a los
valores anuales del año 2020, correspondientes al peor momento de la
pandemia. Hablamos de medio punto porcentual menos de hogares pobres
(luego del aumento vivido entre 2019 y 2020 de 2,1 puntos porcentuales1)
y 1pp menos de personas pobres (luego del aumento vivido entre 2019 y
2020 de 2,8pp).
Ahora bien, los valores del año 2021 si bien muestran cierta
recuperación, continúan presentando un escenario de importante aumento
de la pobreza. Como ejemplo, mientras la recuperación de los niveles de
actividad se ubica cercana a los niveles pre pandemia, en materia de
pobreza, la recuperación no llega ni al 40% del retroceso vivido entre
2019 y 2020. Esta situación, de prolongarse, estaría confirmando una
tendencia sostenida al aumento de la pobreza con una aceleración del
nivel de variación interanual. Previo al 2020 se llegaron a registrar
variaciones, pero que sin embargo no llegaban a un punto porcentual, aun
sumando dos años consecutivos. El año 2018 significó un aumento de
0,1pp y 0,2pp de pobreza para hogares y personas respectivamente,
respecto de 2017. Mientras que el año 2019 significo un incremento de
0,6pp y 0,7pp, en hogares y personas respectivamente, respecto a 2018.
Sin embargo, y suprimiendo el valor extremo registrado en 2020, el
crecimiento observado en 2021 con respecto al dato pre pandemia (2019)
es de 1,6pp y 1,8pp, para hogares y personas respectivamente. Superando
ampliamente el ritmo de variación anterior.
Los datos observados marcan la pauta de una imposibilidad de las
políticas públicas para contener y revertir una tendencia al alza de la
pobreza en nuestro país en contexto de crisis sanitaria, pero también
aparecen insuficiencias para trasladar a los resultados en materia de
pobreza el escenario de estabilización y recuperación económica
registrado en términos generales para el año 2021. Es preciso continuar
siguiendo la tendencia en los próximos semestres. Sin embargo, debe
servir como alerta a la necesidad de desarrollar políticas activas de
protección que evite, no solo la continuación o profundización de esta
tendencia al alza, sino que permita retroceder en el aumento registrado
entre 2019 y la actualidad, retroceso que se cuantifica en el entorno de
66.000 uruguayos más por debajo de la línea de pobreza. La alerta cobra
especial importancia, a su vez, si tenemos en cuenta que los
incrementos observados se desarrollaron en un período caracterizado por
el llamado a la realización de intervenciones estatales de transferencia
y protección del empleo e ingreso de las personas. Una vez transitado
ese período, no parecería que la mera reactivación y recuperación de la
actividad productiva y comercial esté logrando, al menos en el corto
plazo, revertir la situación descripta. Lo que continúa colocando la
necesidad de desarrollar acciones específicas por parte del Estado.
Recuperación de la actividad y crecimiento económico, mejora de los
balances fiscales, pero aumento de las uruguayas y uruguayos que se
encuentran por debajo de la línea de pobreza solo puede estar marcando
la pauta de un proceso de ascenso de la desigualdad. Al final de este
informe indagaremos un poco al respecto.
Pobreza: generaciones, ascendencia étnico - racial y género
Partiendo del análisis anterior, si nos enfocamos en la evaluación de
la pobreza por tramos de edad, con énfasis en su incidencia sobre la
niñez y la adolescencia, la situación se vuelve más preocupante.
Al igual que en el caso anterior, los valores extremos se
manifestaron en el año 2020, donde la pobreza pasó de 17% en menores de 6
años, 16,5% entre aquellos con edades de 6 a 12 años y 15% entre los de
13 y 17 años; a ubicarse en 21,3%, 20,3% y 18,9% respectivamente.
Significando aumentos de 4,3pp, 3,8pp y 3,9pp en cada caso. Luego de
cerrado el peor año de pandemia y tras un 2021 que registra recuperación
en varios indicadores económicos, los valores en cada tramo se ubicaron
en 18,6%, 19,4% y 18,8% para los menores de 6 años, los niños de 6 a 12
años y los adolescentes de 13 a 17 años. El saldo respecto a los
valores pre pandemia es de aumentos de 1,6pp para menores de 6 años y
2,9pp para los niños de entre 6 y 12 años y 3,8pp entre adolescentes de
13 y 17 años. Vale remarcar aquí que, para el caso de la niñez y la
adolescencia, el dato promedio anual finalmente no se correspondió al
difundido en su momento relativo al primer semestre. En todas las
cohortes etarias se registraron aumentos respecto a los valores previos a
marzo del 2020. Del aproximado de 66.000 personas más que se registran
por debajo de la línea de pobreza, 21.000 –32%- son menores de 18 años,
niñas, niños y adolescentes.
Al igual que en los datos generales, el ritmo de crecimiento se sostiene
o acelera aun sin considerar los valores extremos del año 2020.
Mientras que el incipiente aumento vivido entre 2019 y 2018 en
desaceleración económica significó un crecimiento de 1,5pp y 1,1pp para
los tramos de 6 a 12 años y 13 a 17 años entre años; el saldo registrado
en 2021 respecto a 2019 es de aumentos de 2,9pp y 3,8pp en cada caso.
Más negativa es la comparación para el tramo de menores de 6 años, donde
no solo se registró un aumento, sino que no se recuperó la tendencia a
la baja confirmada ininterrumpidamente desde el año 2015 hasta el 2019
inclusive, aun en contextos de disminución de la natalidad.
En cuanto a las minorías étnico/raciales, la incidencia de la pobreza
pasó de 18,7% y 8,9% para la población afro y otras ascendencias no
blancas respectivamente, para el año 2019 previa declaración de
emergencia sanitaria a ubicarse en 2021 en 19,9% y 10,8% en cada caso.
En este caso, debido a las modificaciones en el formulario de
relevamiento de la Encuesta Continua de Hogares en el año 2020 para
garantizar su realización pese a las restricciones sanitarias, no se
cuenta con los valores extremos del peor año de pandemia. El proceso de
aumento de la pobreza al que asistimos entonces, continúa teniendo como
distintivo estructural una incidencia especial en la población
racializada de nuestro país. En particular sobre los que declaran
descendencia afro, con una diferencia superior a 9pp respecto a la
media.
También prevalece, como distintivo estructural del fenómeno de pobreza
en nuestro país, la especial incidencia de la misma sobre los hogares
con jefatura femenina. Mientras que los hogares pobres con jefatura
masculina alcanzan el 5,8% (1,7pp por debajo del valor medio), para el
caso de los hogares con jefatura femenina la pobreza trepa en 2021 al
9,1% (1,6pp por encima del valor medio).
Severidad, brecha de pobreza y desigualdad
Para evaluar la evolución del impacto de los niveles de pobreza en el
país es preciso intentar trascender el mero indicador de incidencia.
Indicadores como la severidad o la brecha de pobreza, permiten afinar la
mira sobre la dimensión real del fenómeno.
En primer lugar, la brecha de pobreza es una medida que nos permite
dimensionar el ingreso promedio faltante necesario para que las personas
que se encuentran por debajo de la línea de pobreza, alcancen dicho
valor. En términos más llanos, es una medida para saber que tan lejos
están las personas pobres, en promedio, de dejar de serlo.
Los datos de este indicador muestran, aun luego de la recuperación y
estabilización posterior al valor extremo registrado en el peor año de
pandemia, el sostenimiento de una tendencia de aumento de la brecha de
pobreza con respecto a los valores previos a marzo del 2020.
Similar comportamiento muestran los valores registrados para la
severidad de la pobreza, que indica el nivel de desigualdad en los
ingresos entre las personas que se encuentran por debajo de la línea de
pobreza.
Ahora bien, además de analizar la incidencia y dimensión de la
pobreza, conviene poner un ojo en algunos indicadores que nos permiten
analizar el nivel de desigualdad en nuestro país. Innumerables trabajos y
análisis empíricos han demostrado y mostrado que la pobreza no es un
problema relacionado a la riqueza de los países. Sino que igual o más
impacto puede llegar a tener la forma en la que los recursos se
distribuyen y son apropiados por los distintos sectores de la población.
No sería algo nuevo asistir a procesos de recuperación, o incluso
crecimiento económico en nuestro país, registrando sin embargo el
sostenimiento o aumento de los niveles de pobreza. Se ha dado más de una
vez en nuestra historia procesos de concentración de riqueza ante la
ausencia de instrumentos redistributivos desde las políticas públicas.
Uno de los indicadores de desigualdad más difundidos es el
Coeficiente de Gini, que en el caso como el que presentamos a
continuación, se usa para medir la desigualdad de ingreso de las
personas pertenecientes a una sociedad. En este indicador mientras más
cercano es el valor al 0 más igualitaria es la distribución de ingresos
en una sociedad, por el contrario, mientras más se acerque el
coeficiente al 1 la distribución es más desigual. El problema que tiene
este indicador es que su forma de cálculo y el rango entre el que varía
no ayuda a dimensionar intuitivamente y en el corto plazo lo que sucede
con la desigualdad en un momento dado. Grandes esfuerzos distributivos
impactan en movimientos de décimas o centésimas en el índice de Gini,
por ejemplo.
Igualmente, como se observa en el gráfico, asistimos en los años
mencionados a un proceso de ascenso de la desigualdad en la distribución
de ingresos de las personas, con un nivel máximo en 2020 y una
recuperación en 2021, pero que sin embargo continúa mostrando mayores
niveles de desigualdad que los registrados al cierre del 2019.
Sin embargo, existe un indicador que nos permite observar con mayor
claridad la diferencia de ingreso entre el decil de población de mayor
concentración de ingreso y el decil de menores ingresos. Dicho indicador
muestra con mayor elocuencia, sobre todo si lo relacionamos con los
indicadores macroeconómicos generales, si asistimos o no a un proceso de
concentración del ingreso en la sociedad en un momento dado. Si
observamos el Ratio décimo/primer decil, indicador que presenta la
diferencia (mediante el cálculo del cociente) entre los ingresos del
último decil (con mayor nivel de ingresos) y el décimo (con menor nivel
de ingreso), vemos que el proceso de ampliación de la desigualdad de
ingreso entre las personas integrantes de ambos segmentos de población
ha sido sostenido para los tres años bajo análisis. No solo aumenta la
desigualdad en 2020, sino también en el año 2021 cuando la recuperación
de la actividad fue muy importante, así como la recuperación económica
medida por el crecimiento del PBI.
La gráfica anterior nos muestra que, no solo estamos asistiendo a un
escenario de aumento en la trayectoria de la pobreza, sino que el mismo
está acompañado de un proceso de ascenso de la desigualdad y
concentración del ingreso por parte de los sectores más poderosos de
nuestra sociedad. Los aumentos de pobreza registrados no pueden
explicarse, al menos no enteramente, por carencia de dinamismo
económico, sino que tienen raíces en un escenario de ascenso de la
desigualdad.
Conclusiones generales
La información difundida inicialmente desde el Poder Ejecutivo no
solo careció de rigurosidad técnica y fue parcial; sino que al cierre de
2021, una vez que se accedió a la información anual completa, las
conclusiones sacadas con los datos del primer semestre no se
confirmaron.
Asistimos entre 2019 y 2021 a un proceso de ascenso de los niveles de
pobreza, tanto para el caso de personas como para la consideración de
los hogares.
Si bien los datos más extremos se registraron en el año 2020 (año
atravesado por los peores impactos de la pandemia respecto a movilidad,
actividad, crecimiento económico, etc.), los datos que emanaron del
cierre del 2021 confirman la tendencia registrada en 2020 en relación a
los datos pre pandemia y anteriores al comienzo de la actual
administración. Lo cual permite afirmar la insuficiencia de las
políticas públicas implementadas para contener y evitar la caída por
debajo de la línea de pobreza de decenas de miles de uruguayos, tanto en
escenario de paralización económica, como de recuperación.
El saldo al cierre de 2021 respecto a los datos registrados al cierre
de 2019 es del entorno de 66.000 personas pobres más. El hecho de que
el año 2021 haya arrojado como resultado el sostenimiento de un proceso
de ascenso de la pobreza con respecto a los valores del 2019 (previo a
la pandemia y comienzo de la nueva administración), especialmente
impulsado por una evolución negativa de su segundo semestre respecto al
primero, aún cuando en el mismo se registran mejoras en los niveles de
empleo en general, puede impulsarnos a establecer como hipótesis que el
volumen de ocupación alcanzado descansa en gran medida en puestos de
trabajo precarios, de pocas horas y bajos ingresos (jornales solidarios)
o con salarios reales que en general sostienen una tendencia a la baja.
Si bien podría sostenerse que el impacto de la recuperación económica
en los niveles de pobreza pueden expresarse con mayor lentitud; el hecho
de que la distancia con los valores pre pandemia sean significativos,
al tiempo que es el segundo semestre de 2021 el que explica al alza el
resultado promedio expresado en las cifras finales, nos recuerda que la
pobreza no solo se vincula con la falta de trabajo o insuficiencia en
las políticas de transferencia, sino también con la precariedad del
empleo y el deterioro de los ingresos.
El ascenso de la pobreza tiene un especial impacto en la niñez y la
adolescencia de nuestro país, registrando aumentos en el mismo sentido
de los antes mencionados para todas las cohortes etarias, incluso para
aquellos que mostraban previo a la pandemia una tendencia decreciente
(menores de 6 años). De los 66.000 pobres más, en el entorno de 21.000
tiene menos de 18 años, alcanzando el 32% del aumento de la pobreza a
explicarse por la caída en la misma de niños, niñas y adolescentes.
Se sostiene como distintivo estructural de la pobreza uruguaya la
incidencia especial sobre las minorías étnico raciales, en especial
sobre la población afro, donde la pobreza es 9,3pp superior que en el
parámetro poblacional. Así mismo tiene especial impacto sobre los
hogares con jefatura femenina, superando en 1,6pp al parámetro
registrado para los hogares en general y 3,3pp a los hogares con
jefatura masculina.
Por último, es posible afirmar que, el proceso de ascenso de la
pobreza se da en un escenario de aumento de la desigualdad y
concentración del ingreso, con impacto no solo en momentos de retracción
económica como el vivido en 2020, sino también de recuperación, como el
registrado durante 2021. En ese sentido se puede concluir que la
recuperación no está repercutiendo en los sectores más vulnerados de
nuestra sociedad, concentrando sus frutos en los sectores de mayores
ingresos.
Martes 5 de abril, 2022
2.11.0.0
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