TOMER URWICZ27 ago 2016
El dormitorio-celda de José Sande tiene
televisión por cable, aire acondicionado, computadora, calcomanías de
Nacional, flores y dibujos de su hijo de tres años. Sande está sentado
en una de las cuatro sillas que compró para cuando recibe visitas y
sonríe dejando entrever un perno de metal en la muela, uno de los pocos
problemas de salud que ha tenido desde que está preso. Habla y casi no
deja hablar, pero su discurso se interrumpe por la aparición de una
figura en la puerta. José Arab, otro de los reclusos, pide permiso y
pasa, como vecino que se ha ganado el derecho de molestar cuando lo
necesita.
—Amigo, ¿terminó ya de colocar esa antena?— pregunta Arab.
—En eso ando— responde Sande señalando el serrucho que dejó apoyado en su cama de una plaza— pero por ahora sigo sin agarrar ningún canal.
En el pasado uno era de los azules y el otro de los
verdes, pero ahora los une una misma realidad. Sande ofrece un café, de
esos que tiene en el mueble junto a las frutas y los chocolates, y su
compañero rechaza la invitación. Es miércoles después del mediodía y
Arab recién se levanta. Todavía está con el salto de cama blanco, el
pijama y las pantuflas; apenas le dio el tiempo de almorzar la pasta
casera que su esposa le había llevado cuatro días antes. Nada hace
pensar que ese hombre de 76 años, que habla de álgebra y filosofía
moderna, cumplirá dentro de dos semanas sus primeros 10 años de
reclusión de una condena de 25, por el homicidio de 28 personas durante
la última dictadura uruguaya (1973-1985). A Sande le dieron 20 años,
también por los asesinatos del llamado "segundo vuelo".
Las celdas de Sande, Arab y los otros cinco reclusos de
la cárcel de Domingo Arena no tienen llaves ni horarios para apagar la
luz. Si bien hay una guardia militar que custodia el perímetro y unos
policías que controlan a quien entra y sale durante las 34 horas de
visita que hay por semana, lo más peligroso es un perro salchicha
llamado Poli que olfatea a todo recién llegado. El resto tiene la
impronta de un residencial de ancianos cercado con alambre de púas.
La Unidad de Internación N° 8, como se llama
técnicamente, es una prisión creada hace 10 años para albergar a los
militares y policías condenados por crímenes de lesa humanidad. Pero a
una década de que Tabaré Vázquez haya inaugurado este predio que el
Ministerio de Defensa le cedió al de Interior, solo queda claro que es
una reclusión con fecha de vencimiento.
La cárcel de Domingo Arena —nombre de la calle en la
que está ubicada en Piedras Blancas— cabalga a la par de la biología de
quienes la ocupan; acá solo la muerte o la enfermedad la van
desocupando. No se reemplazan las ausencias, sino que van contando los
días hasta que el público objetivo de ese centro carcelario finalmente
se agote y se cierre una etapa en la historia reciente de Uruguay.
Desde hace 10 años fueron procesadas 29 personas por
violaciones a los derechos humanos durante la dictadura. Antes había
sido encarcelado el civil Juan Carlos Blanco, por la muerte de la
maestra Elena Quinteros. En tres casos la Justicia revocó el
procesamiento de quienes no tenían otra causa. Del resto, seis ya
fallecieron, cinco están en el hospital, cuatro cumplen prisión
domiciliaria, cuatro están encerrados en Coraceros y otros siete en
Domingo Arena.
Para mantener la vida en prisión de José Arab, José
Sande, Jorge Silveira, Pedro Freitas, Ricardo Medina, Enrique Rivero y
Ernesto Soca el Estado invierte en el salario de unas 100 personas, más
comida, mantenimiento, traslados y TV cable. Los reclusos cuentan con
una enfermera que los visita todos los días —por más que algunos
también tienen su seguro privado—, y tienen la posibilidad de ver en
vivo los partidos del fútbol uruguayo.
En el comedor hay un televisor LED de 32 pulgadas,
en diagonal a la estufa a leña, que siempre está apagado. Los presos
miran la TV en sus celdas y los espacios comunes son solo sitios de
paso. El patio es el lugar de reunión cuando el día está lindo. Es allí
donde Medina aprovecha para caminar, Soca escucha la radio y Rivero mira
pasar los aviones de su Fuerza Aérea: "Cómo se extraña volar", dice
este aviador sentenciado en 2010 a 19 años de cárcel por la detención y
muerte de Ubagesner Chaves Sosa, cuyos restos fueron los primeros
hallados de un desaparecido.
Cuando se les da la posibilidad de hablar, todos
estos presos dicen que están encerrados "injustamente", que "no hay
pruebas contundentes" y que "algún día se sabrá la verdad". Sin embargo,
la mayoría ya tiene condena y hasta la confirmación de la Suprema Corte
de Justicia, contrario a lo que sucede con el resto de los reclusos.
La gravedad de los delitos por los que fueron
sentenciados los hoy prisioneros de Domingo Arena, hace que parte de la
sociedad uruguaya se indigne por el tipo de castigo que cumplen en
relación a otros presos. Sin embargo, para la exfiscal Mirtha Guianze,
que llegó a procesar a 20 personas y que hoy integra la Institución de
Derechos Humanos, "no se trata de que estos presos estén en malas
condiciones, sino de que todos deberían tener un trato digno".
Según Guianze, el castigo les está llegando a
personas mayores, "no es eso lo que se persigue, sino mantener la
memoria". Para la exfiscal los presos de Domingo Arena son solo un
puñado de los muchos responsables de delitos que dejó la dictadura. Dice
que "quedaron enormes expedientes sin resolver", que "apenas se procesó
a dos personas laterales por abusos sexuales contra mujeres", y que
los procesos judiciales están siendo demasiado "largos y secretos".
Medina es uno de los reclusos que tiene más interés
por estos procesos y escribe sobre Derecho como pasatiempo. A diferencia
de Arab, que está "cansado de todo" y que prefiere que su hija abogada
sea quien se encargue de lo legal, a Medina los casos jurídicos le
apasionan. Fue a él quien la Justicia le encontró documentación
reservada en su computadora. Y él es una prueba de la información que
maneja este tipo particular de presos.
Por eso la exministra de Defensa, Azucena Berruti,
justifica que se haya creado una cárcel especial. "Reunir a estos
expolicías y militares con los presos comunes podría crear una situación
de difícil control, ellos saben de inteligencia y de seguridad", afirma
la exjerarca que negoció la creación de este recinto, y que entiende
este hecho, 10 años después, como una de las decisiones "más complejas"
que le ha tocado sortear en su gestión.
En el terreno.
La cárcel de Domingo Arena ocupa 3.400 metros
cuadrados y es la 17ª parte del predio militar que la envuelve, espacio
al que también acceden los reclusos bajo custodia. El patio con piso de
hormigón ocupa la mitad del centro de reclusión, luego hay un pabellón
central con biblioteca, baños, cocina, comedor, aparatos de gimnasia,
lavarropas, y unas 15 celdas en donde están alojados seis de los presos.
Jorge "Pajarito Silveira está en una zona aparte. Su
habitación, conocida en la interna como "el apartamento", es un espacio
más amplio y fue diseñado para albergar a los presos con problemas de
conducta. Desde hace unos años, cuando Silveira denunció que Arab lo
había amenazado, lo cambiaron para allí. Tiene su huerta propia que,
según los compañeros, un soldado es quien la trabaja. No saben si hay
dinero de por medio o lo sigue haciendo por jerarquía militar.
No es lo único que los compañeros hablan de
Silveira. También comentan que se ha llevado prostitutas a la cárcel en
los 10 años que lleva recluido, que desprecia al personal subalterno y
que ha encabezado una huelga de hambre, algo "inadmisible" para la
disciplina militar. El "Pajarito" no se defiende porque dice que "no
habla con la prensa".
Los privilegios de Silveira provocan la mayor
tensión que hay en la cárcel Domingo Arena. Hace un año y medio, el
semanario Búsqueda relató un encontronazo protagonizado por el
exdictador Gregorio "Goyo" Álvarez a la hora de repartir los bizcochos,
pero el nonagenario ahora está internado en el Hospital Militar.
Soca (67), el más joven de los presos, fue quien se
había peleado con Álvarez. Aquel enfrentamiento dejaba entrever otra
fisura que, sin nombrarla, está presente en esta cárcel: las jerarquías.
Mientras Álvarez llegó a ser comandante y presidente de facto
(1981-1985), Soca era parte del personal subalterno; un simple sargento.
Hoy este exsoldado es el único que trabaja en Domingo Arena para
redimir la pena.
Desde hace más de un año que Soca sale con un
carrito con baldes de agua y jabón a lavar los autos de la dependencia
militar, aledaña a la cárcel. Hace ocho horas de trabajo diario, ayuda
en el gallinero del establecimiento y en el traslado de la comida. Según
sus compañeros eso "le ha hecho muy bien" y lo "despejó" de su
afectación psicológica por miedo a ser extraditado a Argentina.
Soca fue acusado de participar en las torturas y
matanza de las 28 víctimas de Automotores Orletti. Recibió una condena
de 15 años, y por cada dos días de trabajo se le descuenta uno de
encierro. El resto de los reclusos prefiere no descontar días de
prisión. Hay un motivo de edad y hay razones ideológicas. Para Medina,
"redimir la pena es para los delincuentes". A Arab le "daría mucha
vergüenza que un soldado le tenga que dar órdenes".
Arab llegó a estudiar Ingeniería y fue mayor en el
Ejército. Si bien gran parte de sus charlas en la cárcel rondan en las
enfermedades —sus camaradas lo embroman de "hipocondríaco"—, es uno de
los presos que pasa más horas leyendo. En su celda tiene una biblioteca
con títulos sobre matemáticas —fue profesor—, novelas de Don Brown y
literatura religiosa. Desde hace unos meses dejó de ir a la misa de los
domingos que ofrecen en la reclusión. Pero su habitación está llena de
estampitas, cruces y un póster del papa Francisco, junto a las camisetas
de Nacional y Atenas.
En el caso de Arab la comida es otro de sus
pasatiempos. Además de los platos caseros que le lleva su esposa, tiene
acumuladas cajas de fábricas de pasta y rotiserías, y en la heladera, al
lado de una Sprite Cero, guarda celosamente unos chocolates suizos.
El resto del ocio, aunque confiesa que cada vez le
da menos espacio, lo dedica al trabajo en la carpintería. Frente a su
cama, atrás del televisor plano, tiene colgados serruchos,
destornilladores, cinceles y martillos.
Junto a Freitas, que casi no ve y no escucha, Arab
es de los que pasa más horas encerrado y sin ánimo. Medina, en cambio,
aprovecha a caminar como también lo hace Rivero. Sande juega a la paleta
con los soldados o repara computadoras. Soca trabaja y escucha la
radio. Silveira recibe visitas y ve al soldado cultivar la huerta. Son
las rutinas que continúan en una cárcel que se está quedando vacía.
Una carrera contra la biología y las demoras.
El 18 de octubre de 2002, el juez Eduardo Cavalli
procesó con prisión a Juan Carlos Blanco por el "homicidio especialmente
agravado" de Elena Quinteros. Desde entonces ya son 30 las personas
procesadas por delitos ocurridos durante la última dictadura, tres de
los cuales fueron revocados. La cifra de presos podría ser mayor si "los
juzgados no estuvieran tan saturados", reclama Raúl Olivera,
coordinador del Observatorio Luz Ibarburu, que lleva el conteo de los
casos. Según Olivera solo el juzgado penal de 7° turno tiene más de 60
expedientes sin resolver. "No es que pidamos un juzgado especializado,
pero sí descongestionar para que las causas avancen". La exfiscal Mirtha
Guianze cuestiona el que no se haya avanzado "casi nada" en relación a
las violaciones a mujeres. Solo hubo dos procesados (Héctor Amodio
Pérez y Asencio Lucero). Para Guianze los juicios deberían ser públicos y
orales, como en los otros países de la región. "Esto daría más
garantías y aceleraría los procesos". El nuevo Código Penal prevé este
tipo de juicios, pero no aplica para las causas que ya están en trámite.
Por eso Olivera afirma que "no se espera ningún cambio".
Presos que juegan con los beneficios de la edad.
Sobre uno de los muebles de su celda, José Sande
tiene cuatro paletas de madera. Casi todos los días aprovecha para
pelotear unas horas junto a los militares que custodian la cárcel de
Domingo Arena. Antes iba con algunos de sus compañeros reclusos, pero la
vejez y la falta de voluntad fue bajando la cantidad de participantes.
Cada vez que Sande quiere jugar a la paleta debe pedir permiso, porque
la cancha está fuera del cerco que controla el Ministerio del Interior.
Es una formalidad, no es que teman su fuga. De hecho los presos de
Domingo Arena pueden portar serruchos, tijeras, y elementos que en un
centro de reclusión convencional serían objetos peligrosos. "No hay
problemas de relación entre estos presos y el exterior, no existe el
temor a la fuga o el mal comportamiento", explica Juan Miguel Petit,
comisionado parlamentario para las cárceles.
Según Petit, lo "ideal es que no haya diferencias
entre los presos, pero por la edad y por el tipo de reclusos no sería
conveniente juntar" a estos privados de libertad con otros. El
comisionado no sabe qué será de esta cárcel el día después del cierre.
.
>>> Una cárcel de mentira: "DOMINGO ARENA" por Miguel Olivera
LA FARSA DE LA COBARDÍA URUGUACHA:
"... nadie
puede negar que en este país,
nos estamos todos muriendo de vergüenza."
PACO URONDO
...declaraciones oficiales
cuarteles/ batallones/ regimientos
contra-sures ocultos
contra-nortes mentidos
predio de una unidad/ chacra/ terreno
aledaños/ viñedos/ cimientos de un galpón
cancha/ chiquero/ monte/ arroyo
pista de aterrizaje/ frontón/ casino de oficiales
culpa/ memoria/ pozo
dato/ conciencia/ mapa
declaración/ excavación/ operación
in-olvido
in-justicia
in-perdón
cortina de humo
nada
100 puntos cardinales
para marear la brújula
y
en 20 años
ni un proceso
ni un preso
ni un hueso
o
recién ahora
diez procesos
diez presos
diez huesos
10 miserables asesinos viejos
para llenar el ojo
y el gobierno
que no quiere comprar el geo radar
y las excavaciones quedan para el año que viene...
mientras tanto
nombrar a los ausentes
nombrarlos es traerlos
tenerlos abrigarlos recibirlos abrazarlos
ponerlos a danzar a cantar a compartir
ponerlos a parir y alumbrar las noches negras....
nombrarlos
es ponerles un lugar en la mesa
en la rueda del mate en la esquina del barrio
en la copa colectiva de brindar y decir que no hay olvido
ni perdón ni convivencia posible con los criminales...
nombrarlos
es alzar más estandartes más chispas y más llamas
para el incendio luminoso..........................
recordar sus nombres
mantenerlos encendidos como antorchas
izarlos como banderas sobre las cenizas
ese horizonte siemprevivo
como brasas
como semillas
que sembró la vida...
no hay olvido
no hay tregua
no hay perdón
la historia es un campo de batalla
entre la victoria y la derrota
y olvidar sería darnos por venci...
coda:
la IMPUNIDAD
emana de los otros
y
sólo cesará
ante nuestra presencia soberana...
miguel ángel oliverA
(fragmento de "CL/AMOR POR DESPAREC/IDOS")