Economistas de derecha, de izquierda ninguna.
Este artículo de Gabriel Delacoste, el analiza minuciosamente el libro y el programa de Gabriel Oddone (que será Ministro de Economía el 1 de marzo), porque Oddone tiene todo un programa y no es precisamente de izquierda ni solamente económico…
Las dudas del ministro
– sobre «El Despegue», de Nicolás Batalla y Gabriel Oddone
Gabriel Delacoste
diciembre 19, 2024 https://hormigaroja.uy
1. ¿Qué es este libro?
El despegue (Debate, setiembre de 2024) es un libro de Nicolás Batalla y Gabriel Oddone, dedicado al pensamiento de este último. El foco del libro son una serie de “recomendaciones de políticas” formuladas por Oddone, acompañadas de pensamientos sobre muchos otros temas políticos, históricos y personales. Más allá del interés que esto pueda tener en sí mismo, lo que hace importante a este libro es que Oddone fue designado como ministro de economía del gobierno frenteamplista que va a asumir en marzo. Es razonable suponer que este libro fue escrito teniendo en mente que Oddone podía ser el ministro, siendo que por lo menos desde julio de 2023 estaba sobre la mesa la posibilidad de que ocupara el cargo. Confirma esto que en las primeras páginas, Oddone cuenta que Danilo Astori había aceptado escribir un prólogo, pero no llegó a hacerlo antes de morir. Al reconocer su admiración a Astori y su inspiración en él, Oddone toma la antorcha.
Así, este es un libro sobre el cuarto gobierno frenteamplista, co-escrito por quien será uno de sus protagonistas. El hecho de que Oddone no exponga allí posiciones únicamente sobre cuestiones concernientes a su futura cartera, sino también sobre relaciones laborales, empresas públicas, políticas sociales, educación e inserción internacional hace pensar que Oddone se imagina teniendo un rol que excede sus estrictas atribuciones, siendo o bien una especie de coordinador general de políticas públicas o bien un articulador político central. Más aún, en una conversación entre los autores hacia el final del libro, Batalla dice a Oddone que el lector “legítimamente puede pensar que está frente a un borrador de programa de gobierno”. Aunque el futuro ministro responde que está lejos de serlo1, no es menor que su co-autor nos habilite a tomarnos al libro como un programa. Dado que el Frente Amplio ya tiene un programa, cabe preguntarse cuál es el estatus de este cuasi-programa, elaborado en paralelo por el que será uno de sus principales cuadros.
Más aún porque Oddone explica que si se le ofreciera algún cargo, quien lo ofrezca “lo habrá hecho conociendo mis ideas”, y que si aceptase, lo haría en caso de poder “convencerlo de que mis ideas y propuestas son razonables y valen la pena”. Por si no queda claro: “Si alguien me ofreciera ocupar un lugar, sabrían de antemano que yo sería una persona que ocuparía un gobierno que no se proponga cerrar la economía, menospreciar la estabilidad macroeconómica, realizar una reforma tributaria confiscatoria o promover políticas sin efectividad por más justas que puedan ser”2. Oddone llega con un plan, y con condiciones.
Todo esto hace que El despegue sea un libro importante para entender lo que viene, tanto en términos de las políticas que pueden desarrollarse, como de las discusiones y conflictos que puedan darse. Conviene leerlo, pues, para entrar a la etapa que viene con los ojos abiertos.
Pero ¿qué tipo de libro es este? Empecemos por decir que los co-autores cumplen diferentes roles. En la mayor parte del libro, Batalla tiene el rol de narrador, produciendo el extraño efecto de que un libro de Oddone hable de él en tercera persona. Pero también hay intercalados textos escritos por Oddone, más una entrevista en la que ambos conversan. Esta naturaleza algo fragmentaria, sin embargo, no hace que el libro sea confuso. Es una lectura llevadera y sus contenidos están prolijamente comunicados.
El libro tiene, además, unas cuantas virtudes. Para empezar, habla de política poniendo en juego ideas, cuyos supuestos históricos e ideológicos están explicitados, cosa no tan usual como uno desearía. Aunque en algunos momentos los argumentos no pasen de decir cosas como “sobre este tema hay consenso en la profesión”, de todos modos hay un esfuerzo de persuadir y razonar. El libro se asegura de que, al terminar de leer, el lector entienda claramente los ejes del pensamiento de Oddone, incluso al punto de correr el riesgo de ser repetitivo. Otra virtud del libro es que, mientras Oddone va explicando sus argumentos, también expone sus propias dudas, y los límites de los alcances de sus ideas. Ideas que están organizadas en una visión general expresada de forma ambiciosa, expresando lo que todo dirigente político debería expresar: un rumbo claro hacia el futuro. Estemos o no de acuerdo con este rumbo (de hecho, especialmente si no estamos de acuerdo), siempre da gusto discutir de política con alguien que se toma el trabajo de explicitar sus supuestos, su historia y sus dudas.
En esta reseña me propongo ofrecer un resumen de las principales ideas del libro y un conjunto de reflexiones críticas a partir de ellas. Pero, sobre todo, pensar a partir de las dudas planteadas por Oddone, que son un excelente punto de partida para pensar juntos. Es que si Oddone va a tener el rol de policía malo que dice que no hay plata, es esperable que el período que viene tome la forma de reclamos contra los que afirmará el principio de realidad. Si bien estas disputas serán inevitables, quizás sea más interesante discutir con las dudas del ministro, que señalan problemas importantes a los que todavía no hemos encontrado solución. El despegue es un libro que toca muchos temas y pasa por muchos registros. Reclama ser leído sin prejuicios y sin dejar nada de lado, prestando atención a los detalles, en los que muchas veces se juega lo más importante.
2. El planteo central
Oddone es un economista formado en los 80 en la escuela neoclásica3. Como tal, cree que “una economía abierta es mejor que una cerrada”, que “la estabilidad macroeconómica es fundamental” y que es necesario “dinamizar la inversión”4. Su mirada sobre el Uruguay fue articulada en su tesis doctoral, titulada El declive. Una mirada a la economía de Uruguay del siglo XX. Como ese título indica, Oddone ve al período que comienza hacia la segunda mitad del siglo XX como un período de “crecimiento sorprendentemente bajo”, que hizo que el Uruguay se rezague respecto a países comparables como Chile o Nueva Zelanda5.
Para pensar este problema, Oddone no pone el foco en factores externos, sino en las políticas. En el entendido de que “los uruguayos habían sido en buena medida responsables de este declive”6 y que, por lo tanto, podemos hacer algo para revertirlo. Oddone tiene una idea relativamente precisa sobre lo que habría que hacer para lograr esto. Y le exaspera que eso no se esté haciendo, o no se esté haciendo suficientemente rápido. La continuidad del statu quo, para Oddone, no es aceptable, ya que “si Uruguay sigue creciendo a su ritmo histórico, comprometerá el confort de sus habitantes y pondrá en riesgo los niveles de cohesión social”7. Más concretamente, “si Uruguay no crece por encima del 3% anual, el estado de bienestar no se podrá mantener”8. “Uruguay es un país lento y caro”9, con un nivel de inversión extraordinariamente bajo10, y la continuidad de esa trayectoria es un rumbo de colisión.
Por esto, Oddone entiende que es urgente hacer un conjunto de reformas, que están trancadas por un “pacto social implícito” que las posterga. Esto, porque “las corporaciones y los políticos procuran evitar innovaciones que puedan alterar sus situaciones o las de sus vecinos”11. Oddone propone quebrar el pacto y desplegar lo más rápido posible esta agenda de reformas, que tienen su nudo en lo caro que es el “sistema de convivencia”12 y en la ineficiencia del sector no transable (es decir, las actividades cuya producción no se exporta, como el sector público, el transporte, la salud, la educación, etc.)13, que reducen la rentabilidad y la competitividad del sector exportador, al trasladarle sus costos vía precios o impuestos. Abaratar el sistema de convivencia y hacer más eficiente al sector no transable, entonces, son las palancas que permitirían aumentar el ritmo del crecimiento económico, lo que a su vez permitiría cierto nivel de bienestar. Veamos de qué se trata esto.
Las empresas públicas tienen para Oddone un rol fundamental en este problema. Esto, porque son de las empresas con más capacidad para producir a escala y para incorporar tecnología en Uruguay. Oddone critica el marco jurídico y la gobernanza de éstas, que según él diluye responsabilidades y deja a las empresas demasiado a la mano de ser usadas como herramientas coyunturales por los ministros de economía14.
Su solución podría resumirse en la consigna “transformar las empresas públicas en verdaderas empresas públicas”15, enfatizando la palabra empresas. Esto implica instalar los “estándares usuales de gobierno corporativo”16, habilitarlas a que puedan participar de fusiones y adquisiciones de terceras empresas17 y considerar la posibilidad de abrir su paquete accionario18. Aunque Oddone se muestra contrario a una estrategia de privatización directa19, algunas de estas reformas podrían implicar privatizaciones parciales.
La discusión de fondo es en qué medida tenemos que pensar en estas instituciones como empresas (en rigor, un ente autónomo o un servicio descentralizado no es exactamente una empresa), y qué implicaría esto. Es decir, en qué medida su función es solamente ofrecer un servicio y obtener rentabilidad o si necesitamos que cumplan además otras funciones, por ejemplo, en la proyección de una estrategia de desarrollo o en la construcción de capacidades de planificación. En esta discusión hay mucho en juego, entre otras cosas porque, como el propio Oddone reconoce20, el prestigio de las empresas públicas viene en buena medida dado por su carácter de públicas.
Más allá de este punto, Oddone destaca algunos problemas a los que conviene prestar atención. Quizás el más importante entre ellos es el “sesgo antinversión” de las finanzas públicas21, que dificulta que éstas sean un motor de la inversión nacional. Pero también la forma como el exceso de controles ex ante de la legalidad de los gastos resta agilidad22 a la gestión, lo que produce como contracara la proliferación de sociedades anónimas que las empresas públicas crean para eludir esta rigidez, produciendo zonas grises23.
Oddone tiene particular interés en las inversiones en infraestructura, por la forma como, siendo una de las palancas que las políticas públicas tienen a mano, tienen efectos trasversales en la economía. Propone la creación de una Agencia Nacional de Infraestructura que permita generar economías de escala y facilitar la coordinación para la planificación24. Imagina a esta agencia como una tecnoburocracia compuesta de gente muy formada25, y entiende que podría tomar diferentes formas, incluso siendo necesario un aprendizaje por ensayo y error. Oddone encuentra amplios temas en los que existe margen para que la planificación pública y el interés general tengan un mayor protagonismo, citando como ejemplo la pasividad de las autoridades departamentales de Montevideo a la hora de planificar la ciudad y permitir que sean los privados quienes le den forma26.
Otra reforma que Oddone considera importante es la educativa. Principalmente porque para mejorar la productividad de la economía es necesario tener trabajadores más calificados o, como lo llama Oddone en buena jerga neoliberal, mejor dotados de capital humano. Pero también porque ve, razonablemente, que la educación no está siendo el motor de ascenso social27 que debería ser, y que sus dificultades para retener a los jóvenes reproduce desigualdades.
Como con otros temas, Oddone deplora la inacción, llegando a decir que entre los años 50 y 1995 no hubo cambios significativos. Pasa por alto las importantes innovaciones de los años 60, impulsados por los sindicatos y la UDELAR, la ley Sanguinetti y el intento de la dictadura de transformar la educación por medio de la represión.
La reforma que imagina implica hacer al sistema educativo “más pertinente, inclusivo y equitativo”28, haciendo una reforma de “todo el tronco común” para “dar muchas más herramientas”, que incluya tanto la formación por competencias como dar mayor relevancia a la formación técnica29. Oddone opone a esto a una formación “esotérica” que no está orientada al mercado laboral30, aunque más adelante en el libro asignará la baja en la calidad del liderazgo político en las últimas décadas al desbalance en favor de la formación tecnocrática y en contra de las humanidades31.
Según Oddone, la reforma educativa impulsada en este período de gobierno por Robert Silva está bien orientada, y si hubo un problema fue en la “gestión de cambio”. Esto quiere decir es que la forma como se llevó adelante la reforma permitió que en el conflicto los sindicatos tuvieran “el camino relativamente despejado para acumular apoyo entre sus colegas”32. Esta frase, además de dar a entender que no es deseable que los trabajadores apoyen las orientaciones y las medidas de sus sindicatos, muestra una visión sobre cuál es la función de estos últimos: según Oddone “la esencia de un sindicato es maximizar la masa salarial y preservar cierto status quo”33. Es decir, no entiende a las organizaciones de trabajadores como un actor con el que haya que dialogar para pensar las reformas, o que pueda eventualmente ser parte de la solución, sino como un escollo que hay que sortear de alguna forma.
Lo que nos lleva a la siguiente reforma: la laboral. En la línea de su idea central, el objetivo de la reforma es evitar que el sector no transable reduzca la competitividad de las exportaciones. El detalle es que la mayor parte de los puestos de trabajo están justamente en el sector no transable. Encarar este problema necesita de dos movimientos. Por un lado, transformar a trabajadores ineficientes en el sector no transable en trabajadores capacitados para los sectores más dinámicos. Cosa que implica un enfoque de “no proteger al puesto de trabajo, sino al trabajador”34, y un conjunto de estímulos para la capacitación, la instrucción y la reorientación laboral que permitan a los trabajadores “adaptarse a los cambios”35. Por otro lado, esta estrategia necesita evitar que los aumentos salariales en el sector no transable rezaguen al sector exportador36, lo que puede instrumentarse poniendo a los salarios del sector exportador como tope de los del no transable.
Oddone propone cambiar la lógica de la negociación colectiva, reorientándola desde la búsqueda de aumentos de salario real en relación a la inflación hacia aumentos por productividad. Esto implica un movimiento hacia la desindexación de los salarios37. Es decir, los trabajadores deberán arriesgarse a pérdidas de salario real, y atar futuros aumentos a la medida en la que las empresas en las que trabajan logren ser más productivas. Del lado de los empresarios, Oddone explica que es necesario que las empresas compartan más información, de modo que sean posible medir la productividad por sector38. En cuanto al diseño del proceso, Oddone entiende que el sistema de negociación colectiva está excesivamente centralizado, y que es necesario darle mayor flexibilidad, especialmente aclarando las reglas para los “descuelgues”39.
Finalmente, está la reforma que Oddone ve como central: la de lo que llama la “matriz de protección social”, a la que ve, no solo como cara e ineficiente, sino también como obsoleta40. Cosa que da a entender que la reforma que tiene en mente es profunda. El problema central en esta área es que el sistema, en Uruguay, excluye de forma sistemática a unos 300.000 uruguayos, cuyas necesidades se ven postergadas. Implícito en esta narración está que los trabajadores “incluidos”, aunque no tiren manteca al techo, se están llevando los recursos que deberían ir a los 300.000 que están peor. Por esto, llegar a la inclusión de los 300.000 implica redireccionar fondos41, y también revisar apoyos y subsidios42, lo que generará costos políticos que habrá que asumir43. Específicamente, Oddone propone centrar los esfuerzos en políticas focalizadas para el sector informal44 y para los niños.
Entre los sectores desde los que se tendrían que redireccionar fondos, Oddone incluye a la seguridad social, siendo conocida su posición de que el país gasta demasiado en los viejos. Su posición sobre la reforma de la seguridad social impulsada por el gobierno de Lacalle Pou no solo es que va en la dirección correcta, sino que sería necesario ir más allá45. Oddone entiende que es un problema que la financiación de la seguridad esté unida a aportes ligados al empleo, ya que esto funciona como un incentivo a la informalidad46. Por esto, propone ir hacia un modelo basado en una renta básica universal financiada con impuestos47. Esta es una idea intrigante, que no desarrolla lo suficiente como para entender exactamente cómo se vería completamente desplegada.
Pensando en el futuro, Oddone entiende que hacer estas reformas es necesario, pero no suficiente. Será importante que además aparezca un nuevo sector o un nuevo rubro exportador que dinamice la economía, como antes lo hicieron la forestación y la soja. Oddone especula que la nueva gallina de los huevos de oro serán “los temas que giran alrededor del agua”: energía, alimentos, materia prima48. Que quien va a estar al frente de la estrategia económica del próximo gobierno piense que justo el agua va a dinamizar las exportaciones del país es francamente alarmante, en medio de una crisis ambiental global y apenas un año después de la crisis hídrica más aguda de la que se tenga memoria. Aunque Oddone aclara que esto debe hacerse teniendo en cuenta el cuidado del medio ambiente, la forma como celebra la forestación sin reflexionar sobre sus efectos ambientales convoca un sano escepticismo. Si Oddone invoca la fábula de la gallina de los huevos de oro, conviene tener muy presente cómo termina esa historia.
Es de esperar, e incluso sería sano, que la agenda de Oddone sea controversial, y genere discusiones y resistencias. Pero Oddone no solo está convencido, sino que acompaña la explicación de sus propuestas con un gran apasionamiento, e incluso algo de desesperación. Oddone insiste obsesivamente en que no solamente es necesario hacer estas reformas, sino que es necesario hacerlas ya: “el peor error que podríamos cometer es asumir que tenemos tiempo”49. No podemos dejarnos llevar por el espejismo que nos produce el hecho de que “Uruguay es como la UTE, es caro pero funciona”50. El pacto de postergar las reformas, justamente, es el problema.
Oddone quiere instalar un sentido de urgencia, y es sabido que las emergencias no son la mejor situación para discutir. Lo que va a ser un problema, porque las reformas que propone Oddone están lejos de ser unánimes, y seguramente no tengan apoyo mayoritario en la izquierda, el Frente Amplio ni la sociedad en su conjunto. De hecho, el propio Oddone reconoce que “la sociedad uruguaya está dispuesta a resignar ciertos niveles de eficiencia (...) para no afectar la convivencia”51. Si Oddone critica al actual gobierno que su “gestión de cambio” dificultó las reformas, ¿cuál va a ser su estrategia de gestión de cambio? Lo veremos.
En cualquier caso, como lo explica el propio Oddone, el contenido de estas reformas no está completamente claro, por lo que los detalles irán tomando forma al desarrollarse el proceso político. De todos modos, hay un rumbo general trazado, que cabe preguntarse en qué medida es efectivamente el rumbo que llevará adelante el gobierno del Frente Amplio. ¿Son meramente las opiniones del ministro, un bluff para negociar otras cosas o algo así como el programa real, aunque extraoficial?
3. Economía política, ideología y la posibilidad de un diálogo.
Recapitulemos: para Oddone, el eje de la solución a los problemas del país es la reforma del sistema de protección social y del sector no transable, con el objetivo de habilitar que la dinamización del sector exportador relance el crecimiento económico. El problema es que como en el sector no transable concentra las actividades intensivas en mano de obra, introducir cambios allí arriesga el bienestar de muchas personas52. Es decir, va a tener un costo social. Oddone identifica a este problema, correctamente, como un problema de economía política. Y lo enmarca como una oposición entre el interés general (que se vería, según él, beneficiado por estas reformas) y corporaciones53 que defienden sus intereses parciales. Veamos.
Por decirlo de una manera bruta, el proyecto de Oddone propone una alianza de clases entre los pobres (esos 300.000 excluidos del estado de bienestar uruguayo) y los exportadores… contra el millón y pico de incluidos que, por estar organizados, se logran constituir en corporaciones capaces de capturar a la política para defender sus intereses, y mantener afuera a los 300.00054. Ciertamente Oddone no piensa en términos de lucha de clases, pero sí propone otras líneas de conflicto, fundamentalmente entre diferentes grupos de edad, y entre trabajadores formales e informales. El discurso de Oddone está organizado por una idea de equidad, pero esta idea siempre es usada para denunciar la desigualdad entre fracciones de la clase trabajadora y la clase media, y nunca entre estas y la clase capitalista.
Este enmarque tiene muchos problemas, pero uno de los principales entre ellos es que es enunciado por quien va a ser ministro de economía de un gobierno del Frente Amplio. Y que muchos de los sujetos que Oddone llama “corporaciones” (trabajadores sindicalizados, funcionarios públicos, docentes, usuarios de servicios públicos) son, en buena medida, la base social del Frente Amplio. Lo que quiere decir que si este despliega las políticas propuestas por su ministro de economía, es esperable un período de agudos conflictos entre el gobierno frenteamplista y su base social. Algo de esto ya se ha visto en estos meses, en la forma como varios dirigentes frenteamplistas expresaron dudas, preocupaciones y desacuerdos con expresiones de Oddone.
Es imposible predecir el resultado de estas disputas. Su magnitud dependerá, en buena medida, de cuán dolorosas sean las reformas y de cuál sea efectivamente la transferencia hacia los 300.000 (a pesar de su tono tecnocrático, el texto no da ningún objetivo ni estimación cuantitativa, cosa importante para entender de qué estamos hablando). En cualquier caso, como bien explica Oddone, el Frente Amplio no lo hubiera convocado si no estuviera dispuesto a llevar adelante su agenda. Por lo que es posible que el FA se enfrente en el próximo período a dilemas dramáticos, y se exponga al riesgo, de forma aún más aguda que con el conflicto de la educación de 2015, de sembrar la confusión y producir la dispersión de sus bases militantes y sociales, abriendo paso a una victoria estratégica de la derecha.
Oddone, naturalmente, ve las cosas desde otro punto de vista. Para él, la fortaleza de los partidos políticos uruguayos está en su policlasismo y su ausencia de ideologías doctrinarias55. Incluso más, a la hora de mirar las diferencias ideológicas, ve una disputa no entre la izquierda y la derecha, sino entre un gran centro liberal transversal (que incluye los sectores aperturistas del FA y a los partidos tradicionales) y los extremos que lo flanquean (los radicales del FA de un lado y Cabildo Abierto del otro)56. Es decir, Oddone no ve un país dividido en dos bloques, sino en tres. Y es posible especular sobre que, si existen en el parlamento mayorías para un proyecto como el de Oddone, esa mayoría no se superpone completamente con la bancada del FA. Podemos ver en Oddone una mirada que podríamos llamar macronista. Cosa que puede ser preocupante si recordamos que Macron, antes de ser el líder de un proyecto de centroderecha, fue ministro de economía de un gobierno de centroizquierda, para luego romper al Partido Socialista y crear un nuevo partido junto con grupos de centro y de derecha. No han faltado, en los últimos años en Uruguay, especulaciones y tímidos intentos de hacer algo similar.
La agenda de Oddone es, en su mayor parte, la que típicamente ha reivindicado la centroderecha uruguaya: reforma eficientista del estado, protección de la rentabilidad del sector exportador, apertura de las empresas públicas a capitales privados, más una agenda internacional que se propone tensionar al Mercosur para buscar otros mercados. Sin embargo, Oddone no se ve a sí mismo como un centroderechista, ni siquiera como un centrista o un centroizquierdista. Se define directamente como de izquierda. Específicamente como de izquierda liberal o socialdemócrata57. Para poder dar las discusiones que vienen, es necesario desmalezar este malentendido ideológico.
Empecemos por la forma como Oddone entiende su propia posición: se declara partidario de una economía capitalista de mercado gobernada por una democracia de partidos, en la que las políticas públicas están para “asegurar igualdad de oportunidades, para promover la competencia, para garantizar el acceso a bienes y servicios que los mercados fallan cuando los proveen, para corregir inequidades y desigualdades que los mercados provocan, etc.”58. Encuentra su principal diferencia con los economistas de derecha en que él no sólo defiende una idea de igualdad de oportunidades, sino también “la corrección de las diferencias de ingreso y de riquezas”59. Al mismo tiempo, como ya vimos, es contrario a los impuestos confiscatorios y piensa que debería haber reformas para que más instituciones públicas funcionen como empresas.
Sus argumentos parecen ser básicamente idénticos a los de la centroderecha neoliberal de toda la vida, solo que en vez de defender la eficiencia en sí misma y esperar al derrame, ve a la eficiencia como un medio para habilitar políticas públicas que mejoren las condiciones de vida de la población.
¿En qué medida esa posición puede ser calificada como socialdemócrata o liberal de izquierda? Para empezar, cabría aclarar que estas dos expresiones no son sinónimos, y que hablan de tradiciones políticas distintas. La socialdemocracia nace como una corriente marxista, que articula la política de masas en un contexto de democracia electoral con una agenda de reformas tendientes a la sustitución del capitalismo por el socialismo, entendido como socialización de los medios de producción. Si bien con el correr del siglo XX esta posición se fue moderando, esta aspiración todavía era claramente visible en los ejemplos más virtuosos de reformismo socialdemócrata. Si miramos hacia Suecia, Gosta Esping-Anderson, el clásico estudioso de los estados de bienestar, considera que las políticas socialdemócratas son aquellas que aspiran a una cobertura universal (es decir, no focalizada) y a una tendencia hacia la desmercantilización de los bienes y servicios. Además, históricamente, las socialdemocracias europeas impusieron impuestos confiscatorios y coquetearon con la idea de planificación económica. Queda claro que esta no es la posición de Oddone, que se parece no tanto a la socialdemocracia clásica, sino a las posiciones como la posterior a la “vuelta en U” en la que Miterrand abandonó su programa de reformas, o la posterior al abandono de la aspiración al socialismo por parte del laborismo británico con Tony Blair. Esta posición se llamó “Tercera Vía” y se propuso, de hecho, desmantelar el estado de bienestar socialdemócrata.
Vayamos, pues, al liberalismo de izquierda. En teoría política, suele llamarse de este modo a los grandes intelectuales del liberalismo estadounidense de posguerra, como John Rawls o Robert Dahl. Se trata de autores que hacen poderosos argumentos normativos en favor de la democracia y de las condiciones de libertad e igualdad económica que le sirven de fundamento. Estas ideas se parecen más a las de Oddone, aunque el ministro no las siga hacia sus consecuencias más radicales: por ejemplo, la crítica de Rawls a la herencia o la insistencia de Dahl en que la democracia debe extenderse a la empresa. Hilando fino entre las cepas del liberalismo, quizás sería más preciso decir que Oddone es, más que un liberal de izquierda, un ordoliberal o un neoinstitucionalista.
Oddone es un defensor del capitalismo, desde el argumento schumpeteriano de que éste premia a las innovaciones de los empresarios con rentas monopólicas transitorias60, y por eso promueve el progreso técnico. Por ello, considera al rol del capitalista como fundamental. Su visión no deja de ser una versión del viejo discurso de que si a los exportadores les va bien, a todos nos va bien. En el habla gramsciana, esta forma de identificación de los intereses de una clase con los del todo se llama hegemonía. También se llama hegemonía al liderazgo intelectual y moral de los intelectuales orgánicos de una clase. Oddone viene de ser, en rigor, un intelectual orgánico del capital, desde su rol de asesor de grandes empresas.
Naturalmente, el pensamiento de Oddone no puede ser reducido al hecho de que pueda ser clasificado como un intelectual orgánico del capital, y su defensa de la honestidad intelectual y la objetividad es pertinente. Pero también conviene reconocer que los lugares de donde venimos introducen sesgos en las cosas que pensamos y que somos capaces de ver. Y corresponde pedir, para que la conversación sea posible, que quienes defendemos ideas distintas a las de Oddone no seamos reducidos a defensores corporativos del statu quo, calificación que podría, sin hacer un esfuerzo retórico demasiado grande, darse vuelta y apuntarla contra él.
Oddone no está conforme con el estado de la disputa hegemónica en Uruguay. Constata frustrado que la “sociedad uruguaya está dispuesta a resignar ciertos niveles de eficiencia” para mantener el clima social y la convivencia61 y que la ciudadanía uruguaya tiene una preferencia muy marcada por la cohesión social. Teme que “si esos marcos no evolucionan, pueden terminar constituyéndose en restricciones para que los aumentos de productividad ocurran”62. Hace décadas que los neoliberales se quejan de esto, e intentan imponer a la sociedad un cambio cultural que ésta, al parecer, resiste de manera porfiada.
Esta disputa es el tema de uno de los grandes libros contemporáneos de la ciencia política uruguaya, llamado Memorias de Ciudadanía. Avatares de una polis golpeada, de Amparo Menéndez-Carrión (Fin de Siglo, 2015). Lo interesante es que allí donde Oddone ve corporativismo, aversión a molestar al vecino y un inexplicable apego a la ineficiencia, Menéndez-Carrión encuentra otra cosa: una forma de ciudadanía, la de los hacedores y custodios de lo público, personas que orientan su vida a la producción de bienes públicos. Esta forma de ciudadanía, al haber logrado una hegemonía a lo largo de buena parte del siglo XX, pudo dejar su huella en el estado, el espacio público y las formas de convivencia. Aunque cascoteado por décadas de asedio neoliberal, este ethos parece seguir ahí, con suficiente fuerza como para seguir exasperando economistas.
La disputa hegemónica no suele ser una disputa entre el universalismo y el particularismo, sino entre las aspiraciones universales de las distintas partes. Así, si no reducimos las resistencias a las “reformas pro-eficiencia” a corporativismos, podemos tener ojos para ver otras cosas: escuelas de ciudadanía que forman personas con capacidad para lo colectivo, externalidades positivas de tener muchos ciudadanos orientados a la custodia de los bienes públicos o instituciones capaces de, si fuera necesario, asumir tareas de planificación económica y producción directas. Todas cosas que hay que pensar muy bien antes de atacar, y que no son ajenas al interés general.
Además, no puede decirse que sea irracional cierta dosis de escepticismo hacia la idea de que, si se hacen las reformas, va a llegar el esperado crecimiento con distribución. Es difícil pedirle a la sociedad que renuncie a algo tangible en favor de algo incierto. La ciudadanía va a pensárselo muy bien antes de aceptar una reforma profunda del “sistema de convivencia” que ponga en riesgo lo que queda de la “cohesión social” a cambio de nada. La persuasión va a requerir de mucho más que apelaciones ideológicas a la apertura y vagas promesas de crecimiento.
En un pasaje importante del libro, Oddone expresa un sentimiento de deuda con el Uruguay, principalmente por su formación en la Universidad de la República63. Es un bello sentimiento, compartido por muchos de nosotros. Detengámonos a pensar, con algo de atrevimiento, con qué, específicamente, es que Oddone está en deuda. ¿Qué es lo que hace que la Universidad de la República dé la formación que da? ¿Esto no tiene nada que ver con su historia? ¿Con su cogobierno? ¿Con la forma como la política está presente dentro suyo? ¿Con su condición de espacio público abierto? ¿Qué de todo esto hubiera existido si las “reformas pro-eficiencia” hubieran ido todo lo rápido y todo lo profundo que los reformadores hubieran deseado? ¿No hay nada de todo esto que valga la pena proteger?
No es difícil para el lector que llegó hasta este punto darse cuenta que no estoy de acuerdo con buena parte de la agenda que propone Oddone. Sin embargo, no creo que, en el momento histórico en el que estamos, alcance con la crítica. Lo queramos o no, estamos en el mismo barco. Para quienes apoyamos explícitamente al Frente Amplio aunque las posiciones de Oddone (y de quienes lo eligieron) fueran conocidas, la ética política más elemental indica que es necesario hacer el intento de construir diálogos y síntesis que permitan sacar algo bueno de los próximos cinco años. El futuro dirá hasta qué punto esto es posible. Hasta que eso quede claro, va a ser necesario tener muchas discusiones, públicas e internas, formales e informales. La izquierda frenteamplista deberá pensar muy bien cuales son sus líneas rojas, y cómo hacerlas valer. Y las militancias sociales, por supuesto, defenderán sus ideas y sus legítimos intereses.
Más allá de esto, la discusión con pensamientos como los de Oddone puede ser fructífera para la izquierda. Si esperamos que algo de lo que tenemos de razón sea escuchado, nos conviene meditar sobre la parte de verdad que tienen las visiones críticas sobre nosotros. Es innegable, por ejemplo, que la izquierda en las últimas décadas tuvo problemas para tener iniciativa y creatividad intelectual más allá de la crítica. No podemos negar que, al estar muchas veces a la defensiva, eso entrenó en nosotros reflejos conservadores, y que para defender a nuestra base social, por momentos perdimos de vista problemas estratégicos. También, nos convendría meditar sobre cómo cierta forma del moralismo de izquierda muchas veces inhibe la iniciativa, y aunque no debamos reducir a esta a sus versiones empresariales, quizás sobre este tema tengamos algo para aprender de los liberales. Negarnos a asumir estos problemas no nos fortalece.
Además, existen amplias zonas en las que posiciones de izquierda podrían encontrar acuerdos con las posiciones de Oddone. Por ejemplo, la necesidad de promover tecnoburocracias con gente formada que ganen capacidades de planificar. Incluso más: sería muy bueno hacer un esfuerzo por pensar dónde y cómo se deberían formar los gerentes de lo público. También es muy importante corregir el sesgo antinversión del sector público, ya que la transición ecológica va a necesitar de enormes esfuerzos para transformar la infraestructura de sectores enteros de la economía, lo que necesariamente necesita de inversión, y de capacidades para direccionarla. También es atendible (aunque no como dogma ni como fin en sí mismo) la preocupación por la estabilidad macroeconómica en un mundo donde los problemas de la deuda y la inflación están destruyendo sociedades enteras. Por cierto que es comprensible la desesperación por direccionar recursos hacia la parte de la población que ha sido sistemáticamente postergada en las últimas décadas. Finalmente, es muy compartible la preocupación de Oddone por el problema histórico que Uruguay ha tenido para incorporar tecnología en la producción.
Así, los puntos de acuerdo en los que sería posible conversar y avanzar en conjunto no son necesariamente pocos. ¿Es posible una síntesis? Quizás. Pero para que la haya, es necesario que todas las partes la busquen. Para eso, lo deseable es la conversación directa. El libro de Oddone, al explicitar las posiciones de una parte de la élite intelectual frenteamplista, es útil para esta tarea. Pero es cierto que leyéndolo, uno se queda con las ganas de una discusión seria con posiciones como las de Luis Bértola, Rodrigo Arocena, Daniel Olesker, Gabriel Oyhantçabal o Rodrigo Alonso.
Por ejemplo, sería importante una discusión profunda sobre cuáles son los actores que pueden promover la innovación y la incorporación de tecnología en Uruguay, y cuál debería ser el rol del sector público en eso. También, es interesante que posiciones radicales también están preocupadas como Oddone por lo pronunciado de los ciclos económicos y la perspectiva de que estamos en un rumbo de colisión (aunque no por las mismas razones). Y no vendría mal que nos tomáramos el tiempo de ser más claros sobre cuáles son las visiones de futuro que estamos imaginando para entender mejor por qué algunos hablan de crecimiento, otros de desarrollo y otros incluso podemos querer otras cosas.
4. Historia y geopolítica.
Además de hablar de economía, de política y de políticas, Oddone habla mucho, en su libro, de historia. Esto se debe, seguramente, a su formación, y al hecho de que considera que los economistas deberían aprender mucho más sobre ciencia política e historia64. Pero también a que busca pensar las tareas del presente desde una mirada larga, y elaborar sus posiciones no de forma abstracta, sino dentro de un devenir histórico. Sin duda esto es una virtud, por cierto, no tan usual. Por esto, para entender el pensamiento de Oddone es muy importante detenerse en su narración histórica.
Oddone piensa el siglo XX en tres grandes tercios, definido cada uno por su nivel de apertura económica. Básicamente, el primer tercio es abierto y exitoso, el segundo cerrado y fracasado, y el tercero nuevamente abierto y exitoso. El declive del Uruguay, en buena medida, viene determinado por el segundo momento, marcado por la sustitución de importaciones, el neobatllismo y el largo estancamiento entre el 58 y el 68.
En buena medida, el pensamiento de Oddone puede entenderse como una polémica contra el legado del Uruguay de mediados del siglo XX65. Esto es, de la forma como la sustitución de importaciones necesitó apostar por el mercado interno subiendo los salarios, generando un situación insostenible, con industrias incapaces de ser competitivas y un estado tremendamente ineficiente. Oddone enmarca este problema como un problema de malas opciones de políticas, aunque por momentos admite que la sustitución de importaciones no fue tanto una elección, sino una adaptación a una situación en la que la economía mundial era menos propicia para políticas aperturistas66. Este detalle, que Oddone reconoce pero del que no se hace completamente cargo, no es menor para pensar el presente y el futuro.
Los años 60 no son especialmente interesantes para Oddone. No se detiene en el gran dinamismo intelectual y político de ese tiempo de crisis, y no parece interesado en profundizar sobre las discusiones económicas de ese momento. En su narración, lo importante sucede en los 70, más específicamente a partir de 1974, gracias a la acción de Vegh Villegas; ministro de economía de la dictadura, que trazó una línea de políticas aperturistas que permitieron a Uruguay cambiar la pisada67. Oddone destaca como algo bueno que los gobiernos democráticos posteriores hayan seguido con esta línea68. Aunque admite que las políticas de la dictadura se implementaron en un contexto de autoritarismo y de ausencia de libertad, no parece considerar necesaria una reflexión sobre la relación entre esas políticas y el autoritarismo, ni el significado histórico que pueda tener la continuidad de políticas iniciadas como parte del proyecto de la dictadura.
Cuando cuenta los 90, Oddone se siente en casa. Para él, la globalización de finales del siglo XX fue “parte de las mejores décadas de la historia de la humanidad”, en las que gracias a los principios de la “libre movilidad de personas, de bienes y de capitales”, el “planeta alcanzó niveles de paz, prosperidad y desarrollo sin precedentes”69. Oddone celebra la prosperidad y el optimismo de los 9070, y la calidad de líderes como Miterrand, Khol, Felipe González, Regan o Thatcher71. A Oddone le conmueven los 90 como a un socialdemócrata podrían conmoverle los “30 gloriosos”, a un comunista la revolución rusa o a un republicano radical el batllismo. En cuanto a Uruguay, Oddone considera que las reformas que se llevaron a cabo en esos años eran correctas en su orientación general, e incluso critica la lentitud y la falta de profundidad de éstas72.
Debo decir que, aunque ya tenía una vaga idea de que Oddone pensaba cosas como estas, la lectura de los pasajes en los que Oddone habla sobre estos períodos me dejó perplejo. Por un lado, por su completa ajenidad respecto de la memoria frenteamplista. Por otro, porque parece no estar en diálogo con la abundante literatura historiográfica que se produjo en Uruguay sobre ese período. No solamente Oddone no dice una sola vez la palabra “neoliberalismo”, sino que adhiere con entusiasmo a gran parte de lo que la izquierda combatió durante las últimas décadas.
Ciertamente Oddone tiene derecho a pensar lo que quiera sobre la historia y a priori el desempeño de un ministro de economía no viene determinado por lo que piense sobre Fukuyama. Pero el asunto no deja de ser significativo. Primero, porque Oddone, pudiendo evitarlo, elige dar esa discusión. Segundo, porque dice mucho sobre el momento actual del Frente Amplio y su trayectoria histórica. Es difícil calibrar el efecto que podría tener sobre el frenteamplismo como tradición política escuchar estas narraciones en boca de algunos de sus principales dirigentes.
Si los 90 fueron un tiempo brillante, luego de la crisis financiera de 2008 las cosas se empezaron a complicar. Oddone llega al punto de decir que 2008 representa “un punto de quiebre” que dio lugar “a una nueva era”73. En los años posteriores a la crisis se demostró que “lo que ha postulado el mainstream económico (globalización, apertura, libertad de movimiento de capital, etc.) está lejos de haber generado bienestar generalizado y amplia aprobación”, volviendo a tomar relevancia “pensamientos que habían dejado de difundirse en forma masiva hace cuatro décadas”74. Algo falló en la forma como se armó la economía global75, lo que desató una ola de descontento, que se expresa en fenómenos como Trump, el brexit, los chalecos amarillos o los neonazis de Europa Oriental76. A lo que se suman “izquierdas algo adolescentes” como Mélenchon, Corbyn o Iglesias77 (no dice nada de la forma como las izquierdas latinoamericanas de los 2000 son también expresiones de una protesta contra las políticas de los 90).
Oddone, como buen liberal centrista, ve todo esto con gran preocupación. Incluso llega a hablar de una “crisis del capitalismo”78, aunque advierte que las profecías sobre el “fin del capitalismo”, los “temores por la vuelta del intervencionismo estatal” y los “anuncios del fin de la globalización (…) no parecen tener mayor fundamento”79. Oddone se mueve en arenas movedizas. Claramente la nueva era no le resulta cómoda. Reflexiona: “Occidente ha adherido a una creencia de que las economías de mercado, las democracias de partidos y la globalización terminarían por imponerse como un modo de convivencia universal”, pero “ello no estaría ocurriendo”80. Las bases del proyecto de Occidente, al que Oddone parece adherir, están en crisis.
Lo que nos lleva a uno de los temas del presente sobre los que más medita el futuro ministro: la competencia entre China y Estados Unidos, y las orientaciones de política exterior que puede tomar Uruguay en el contexto actual. Esto es central para él, ya que, como vimos, la apertura de la economía (y, por lo tanto, la existencia de un contexto globalizador que la habilite) es un problema crucial. Según Oddone, “Estados Unidos ha cedido parte de la hegemonía y comienza a compartir el liderazgo mundial con China, un país continente que parece ofrecer un sistema político y económico distinto al que predomina en Occidente”81. Hace diez años, se mostraba seguro de que China no iba a lograr reemplazar a Estados Unidos del liderazgo global. Hoy, está mucho menos convencido82.
Oddone ve a China fundamentalmente como una autocracia que “es capaz de ofrecer un modelo político alternativo a la democracia liberal occidental para gestionar la economía de mercado”83. Si bien el autoritarismo de China es innegable, esta descripción parece algo superficial. ¿No nos convendría detenernos a pensar si no tendremos algo para aprender de lo que está sucediendo en la lejana Asia? Después de todo, no deja de ser llamativo que un país donde el estado tiene una gran presencia en la economía, capacidades de planificación considerables y una disposición a disciplinar a la clase capitalista sea tan exitoso en términos de crecimiento económico (del mismo modo que convendría prestar atención a la deriva autoritaria de buena parte del mundo Occidental, y su relación con la forma como se han apuntalado las economías de mercado).
El futuro ministro reconoce que China es uno de los principales socios comerciales del Uruguay, y que “eso quiere decir que debemos mantener relaciones estrechas y amistosas”. Pero advierte que “no debemos perder de vista que Uruguay pertenece al área de influencia estratégica de Estados Unidos”84, y que es posible que en un futuro los Estados Unidos nos fuercen a elegir entre ellos y China85. Parece claro que en esa eventualidad, sería partidario de Estados Unidos, ya que Uruguay está ligado “geográfica, política y culturalmente” a Occidente86. La construcción de una posición tercerista no está, para él, entre las posibilidades.
En cuanto a la región, Oddone entiende que el Mercosur está agotado87, y que Uruguay debe tensionar al bloque, transgrediendo sus reglas con una política de hechos consumados que fuerce a los socios a decidir si quieren expulsar al Uruguay o no88, en una estrategia que llama “irnos sin irnos”89. Sin embargo, reconoce los riesgos de esta estrategia, y no considera que sea viable que Uruguay se transforme en un Singapur sudamericano90. Oddone entiende que las exportaciones con mayor valor agregado tienen como destino la región, que el Mercosur puede darnos en ciertas circunstancias la posibilidad de salir de la restricción de escala91 y reconoce que Brasil tiene el rol de custodiar los equilibrios políticos de la región92. Su posición sobre la región, así, está llena de ambigüedades.
Oddone es un convencido defensor de la apertura económica, especialmente para el caso uruguayo. Por lo tanto, ve como una amenaza la tendencia a la coordinación de los regímenes tributarios a escala mundial, en la medida que eso dificultará la estrategia de captación de capitales del Uruguay. Desde un inesperado soberanismo, advierte contra los burócratas internacionales que atacan a los paraísos fiscales93, y propone una estrategia de “no ser los primeros de la clase”, es decir, resistir las reglas internacionales sobre tributación mientras sea posible, sabiendo que probablemente vamos a terminar teniendo que aceptarlas eventualmente94. A Oddone, además, le preocupa que la implementación de este tipo de políticas haga inviable la estrategia uruguaya de zonas francas95. Y sostiene que, contra viento y marea, Uruguay debe insistir con la apertura comercial. Considera que las salidas de Uruguay de las negociaciones del TISA y el TTP fueron errores96, aunque no menciona que ambos acuerdos fracasaron sin lograr firmarse.
5. Las dudas.
En El despegue, Oddone se hace muchas preguntas: “¿Cuál será el lugar del multilateralismo en el nuevo escenario global? ¿Se podrá separar lo comercial de lo político en materia de relaciones internacionales? ¿Cuán frecuentes serán las guerras en el nuevo mundo? ¿Qué papel jugará América Latina en este entramado? ¿Qué recursos naturales sustituirán al gas y el petróleo en la lista de demandas de las industrias que promoverán la actividad? ¿A qué ritmo seguiremos destruyendo el planeta? ¿Cuál será el estado de salud de las democracias liberales para entonces?”97.
También está lleno de dudas. Sus certezas sobre la inevitabilidad de la expansión a escala mundial de la democracia, la economía de mercado y la paz fueron puestas en cuestión después de 200898. Reconoce que “las cartas de navegación que nos trajeron hasta acá ya no son, por sí solas, capaces de ayudarnos a navegar las aguas que nos disponemos a cruzar”99. Llega incluso a preguntarse si sus posiciones no serán, en realidad creencias. Concluye que no, pero se da cuenta de que su actitud es menos contundente que hace unos años100.
Estos no son, para él, problemas abstractos, sino que le incumben personalmente. Se hace cargo de que “nuestra profesión ayudó a construir” la agenda de la globalización liberal, “validó el discurso que la sustenta y fue la que estuvo a cargo de poner en práctica esas ideas”101. Después de 2008, “ese cuerpo de ideas de nuestra profesión fue impactado por un exocet en la línea de flotación”, lo que fuerza tener “más cuidado, más modestia”102. Aunque aclara que todo esto “no quiere decir que todo el marco conceptual sobre el que se inspiraron los consensos mencionados es inadecuado”103, y no termina de soltar la idea de que tales consensos siguen existiendo.
En este punto, Oddone se presenta como un personaje trágico. Es el drama de un economista neoclásico de los 80 que, en el momento en el que debería jubilarse104 es convocado afrontar enormes responsabilidades mientras el mundo para el que fue formado se viene abajo.
Esto lo lleva a una meditación generacional: “¿Qué significa esto para mí, para mi generación de economistas?”105. Oddone se queja de que entre los menores de 45 no haya macroeconomistas, y de que los economistas que se formaron después de los 90 se enfocaron en temas como la desigualdad, el funcionamiento de los mercados, la pobreza, el empleo o los impuestos106. Oddone reconoce que su paradigma está en crisis, pero trata a las nuevas izquierdas de adolescentes y afirma que todavía no hay un paradigma alternativo107. Sobre esto último, sin duda tiene razón, y no es totalmente culpa suya que quienes venimos atrás no tengamos claro qué es lo que habría que hacer si no hiciéramos lo que él dice.
Nos encontramos en el mundo del fukuyamismo zombie. Las ideas noventistas no funcionan, pero nada mejor las sustituye. Oddone es tan consciente y está tan adentro del problema como nosotros. Es comprensible que se aferre a su caja de herramientas, siendo perfectamente consciente de sus limitaciones. Su estrategia, de hecho, no es descabellada en un mundo capitalista y globalizado que tiende a la institucionalización del mercado mundial. El problema es que no hay ninguna certeza de que ese mundo vaya a existir en unas décadas, y sí tenemos la certeza de que no hacer cambios profundos en el sistema lleva a la catástrofe.
Oddone, una vez más, es consciente de esto. En el último texto del libro, advierte que “el modelo de consumo que está detrás de la prosperidad alcanzada no parece ser sostenible desde el punto de vista medioambiental”, al punto de que “la perdurabilidad de nuestra civilización está amenazada como pocas veces antes”108. Esto viene acompañado de una dosis de culpa generacional, pues ve al deterioro del ambiente como “un grave problema que mi generación legará a nuestros hijos”.
Lo curioso es que, a pesar de esta comprensión tan urgente del problema, la estrategia de crecimiento que Oddone presentó en las 485 páginas anteriores no parece tener en cuenta la restricción ambiental, al punto de que considera que la intensificación de la explotación del agua puede ser el gran rubro exportador del futuro.
Es posible que estemos a tiempo de hacer algo para que la situación no sea completamente catastrófica. Pero tenemos que actuar de forma urgente y decisiva, y crear rápidamente las ideas y las instituciones que nos permitan hacerlo, en todas las escalas. Tendremos que lograr un control político del uso del suelo, rechazar inversiones destructivas como las prospecciones de petróleo, cambiar radicalmente la idea que tenemos sobre el confort y construir enormes capacidades de planificación económica.
Por lo menos, necesitamos no hacer cosas que aceleren el deterioro de la situación, ni reformas que destruyan las capacidades para enfrentar estos problemas en el futuro. No se trata meramente de que los economistas sean más modestos, sino de que dejen de entenderse a sí mismos como los guardianes del principio de realidad, aceptando que ese rol tendrán que tomarlo la ecología y las ciencias ambientales. Si hablamos de tecnoburocracias, escuchar más al IPCC y menos al FMI.
Las dudas de Oddone son muy razonables. Muestran su capacidad de ver los desafíos del futuro más allá de la ideología. Su honestidad para admitir estas dudas es algo que debe ser reconocido. Es tranquilizador saber que, aunque pensemos muy distinto, estemos viendo básicamente el mismo mundo. Oddone se formó cuando las ideas de la liberalización económica eran completamente dominantes. Mi generación se formó cuando ya estaban en crisis. Miramos la situación desde perspectivas diferentes, pero quizás sea posible que los caminos se crucen.
Toda la reflexión de Oddone tiene su centro en cómo la inercia del modelo de sustitución de importaciones, al continuar cuando este ya no era adecuado, dañó al país. Hoy, corremos el riesgo de que la inercia de las ideas que se hicieron dominantes entre los 70 y los 90 nos impida enfrentar los urgentes problemas del presente. No repitamos el mismo error. Como diría el propio Oddone, tenemos que instalar un sentido de urgencia.
El futuro no va a parecerse a la ideología de Oddone. Tampoco a la mía. La historia es incierta y caprichosa. Si Oddone, y muchos que piensan como él, siguen el camino que estas dudas abren, nuestra chance de sacar algo bueno de los próximos años es mucho mayor. Vienen tiempos muy difíciles, y vamos a necesitar toda la virtú y la fortuna que podamos conseguir.
Notas
- Pág. 312. ↩︎
- Pág. 341. ↩︎
- Pág. 319. ↩︎
- Pág. 17. ↩︎
- Págs. 71-3. ↩︎
- Pág. 17. ↩︎
- Pág. 18. ↩︎
- Pág. 71. ↩︎
- Pág. 70. ↩︎
- Pág. 77. ↩︎
- Pág. 18. ↩︎
- Pág. 90. ↩︎
- Pág. 24 y 82. ↩︎
- Pág. 178 ↩︎
- Pág. 185. ↩︎
- Pág. 191. ↩︎
- Pág. 187. ↩︎
- Pág. 191. ↩︎
- Pág. 193. ↩︎
- Pág. 180. ↩︎
- Pág. 183. ↩︎
- Pág. 379. ↩︎
- Pág. 185. ↩︎
- Pág. 204. ↩︎
- Pág. 198. ↩︎
- Pág. 222. ↩︎
- Pág. 227. ↩︎
- Pág. 86. ↩︎
- Pág. 245. ↩︎
- Pág. 246. ↩︎
- Pág. 486. ↩︎
- Pág. 247. ↩︎
- Pág. 248. ↩︎
- Pág. 253. ↩︎
- Pág. 254. ↩︎
- Pág. 263. ↩︎
- Pág. 264. ↩︎
- Pág. 256. ↩︎
- Págs. 260-2. ↩︎
- Pág. 314. ↩︎
- Pág. 103. ↩︎
- Pág. 292. ↩︎
- Pág. 293. ↩︎
- Pág. 290. ↩︎
- Pág. 300. ↩︎
- Pág. 304. ↩︎
- Pág. 282. ↩︎
- Pág. 315. ↩︎
- Pág. 285. ↩︎
- Pág. 197. ↩︎
- Pág. 100. ↩︎
- Pág. 82. ↩︎
- Págs. 195-6. ↩︎
- Pág. 102. ↩︎
- Pág. 97. ↩︎
- Pág. 98. ↩︎
- Pág. 342. ↩︎
- Pág. 324. ↩︎
- Pág. 235. ↩︎
- Pág. 47. ↩︎
- Pág. 100. ↩︎
- Pág. 252. ↩︎
- Pág. 335. ↩︎
- Pág. 44. ↩︎
- Pág. 115. ↩︎
- Pág. 114. ↩︎
- Pág. 118. ↩︎
- Pág. 119. ↩︎
- Pág. 32. ↩︎
- Pág. 37. ↩︎
- Pág. 54. ↩︎
- Págs. 360-364. ↩︎
- Pág. 34. ↩︎
- Pág. 42. ↩︎
- Pág. 57. ↩︎
- Pág. 33. ↩︎
- Pág. 41. ↩︎
- Pág. 59. ↩︎
- Pág. 381. ↩︎
- Pág. 485. ↩︎
- Pág. 23. ↩︎
- Pág. 30. ↩︎
- Pág. 31. ↩︎
- Pág. 62. ↩︎
- Pág. 64. ↩︎
- Pág. 60. ↩︎
- Pág. 122. ↩︎
- Pág. 108. ↩︎
- Pág. 132. ↩︎
- Pág. 130. ↩︎
- Pág. 121-3. ↩︎
- Pág. 151. ↩︎
- Pág. 385. ↩︎
- Pág. 156. ↩︎
- Pág. 172. ↩︎
- Págs. 135 y 144. ↩︎
- Págs. 30 y 31. ↩︎
- Pág. 42. ↩︎
- Pág. 468. ↩︎
- Pág. 44. ↩︎
- Pág. 43. ↩︎
- Pág. 44. ↩︎
- Pág. 44. ↩︎
- Pág. 43. ↩︎
- Pág. 43. ↩︎
- Págs. 317-8 ↩︎
- Pág. 320. ↩︎
- Págs. 484-487. ↩︎
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