lunes, 25 de mayo de 2009

Ando en las sandalias de mi madre

La República, Lunes 25 de mayo, 2009




Victoria Moyano cuenta sensaciones y emociones. Su miedo a ser usada políticamente, su charla con otros jóvenes desaparecidos, su dura historia y, a la vez que analiza críticamente la realidad política uruguaya, reivindica la lucha de la generación de sus padres, cuyos zapatos calza, literalmente, con orgullo...

ROGER RODRIGUEZ - rogerrodriguez@adinet.com.uy

Cuando su metro cincuenta y cinco de altura asomó apenas detrás del atril para los oradores en el acto de homenaje realizado en la Intendencia a los jóvenes uruguayos y argentinos que estuvieron desaparecidos durante las dictaduras, impactó con su voz fuerte y firme al reclamar que "ciudadanos ilustres" fueron sus padres.

María Victoria Moyano Artigas tiene 30 años y una niña de 6, Valentina. Hija de un argentino, Alfredo Moyano, y una uruguaya, María Asunción Artigas, nació en el centro de torturasconocido como "pozo" de Banfield en 1978, desde donde sus padres habrían sido trasladados a Uruguay y aún continúan desaparecidos.

Fue recuperada en 1987, a los 9 años y toda su vida la ha llevado a enfrentar, explica, constantes contradicciones que la reafirmaron como activista por los derechos humanos y la llevaron a ser hoy una militante política del trotskista Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina, donde vive.

Entrevistada por LA REPUBLICA "Vicky" evidenció la firmeza de carácter y personalidad que acompañan su pequeña y casi frágil figura que, sin embargo, supo correr ("con diez centímetros de taco") por las calles porteñas cuando los incidentes populares que, en 2001, determinaron la renuncia del presidente Fernando de la Rúa.

- ¿Cómo viviste estos días de homenajes y reconocimiento en Montevideo.?

- Cuando hice el viaje fue con contradicciones, pero me parece que haber estado estuvo bien. Fue emotivo...

- ¿Contradicciones por qué?

- Contradicciones porque yo no opino que nosotros seamos ciudadanos ilustres (suspira). No quería quedar como eso, como una ciudadana ilustre. Quería que se supiera que si hubo ilustres, fueron ilustres nuestros padres...

- Eso lo dijiste claramente cuando hablaste en la Intendencia de Montevideo. Pero, me parece que hay un significado más político en lo que decís. ¿Me equivoco?

- Tengo mi análisis político de por qué en este momento nos declaran ciudadanos o visitantes ilustres. Porque acá en Uruguay la dictadura fue antes que en Argentina y han pasado muchos años. Uno entiende que hay momentos en la historia de un país en la que se puede llevar adelante una política sobre este tema y que en otros momentos no se puede... A mí me preocupaba quedar en una actividad o en un acto en el que me usaran para la campaña electoral. Tal cual, te lo digo.

- ¿Sentís que lo hicieron?

- No lo sé. Traté de despejar ese tema...

- ¿Las contradicciones se resolvieron solas?

- Se resolvieron desde otro lugar, no desde lo político sino desde lo sensible. Haber compartido con otros "hermanos" (lo subraya al hablar) qué era lo que les estaba pasando, poder sentir que tenían las mismas contradicciones que yo -muchos de ellos, otros no-, poder expresarlas, estar juntos y compartirlo.

Nacida en el pozo de Banfield


- ¿Cuándo fuiste recuperada?

- En 1987. El 31 de diciembre. Tenía 9 años.

- ¿Te suena feo eso de que fuiste recuperada?

- No. Ya estoy acostumbrada. Lo tengo incorporado. Apropiación y recuperación son verbos que viven conmigo.

- ¿Tus padres?

- Desaparecidos. Mi mamá era uruguaya: María Asunción Artigas. Mi papá, argentino: Alfredo Moyano. Los dos vivían en Montevideo. Se conocieron en las calles, militando. Mi papá estaba tirando piedras con una gomera y mi mamá pudo aproximarse, a través de su hermano que lo conocía. Tenían 15 y 20 años. Se conocieron así, en el amor y la militancia.

- Ellos se fueron a Argentina y los detuvieron en diciembre de 1977 en Buenos Aires. Fueron secuestrados en el Pozo de Banfield y ambos estarían en los llamados "terceros traslados" a Montevideo de 1978. Tu padre en un vuelo el 18 de mayo y tu madre, probablemente, en agosto, después que tu naciste el 25 de agosto...

- Sí. Nací en el Pozo de Banfield y sólo me mantuvieron 8 horas con ella. A mamá la vieron unos días más, antes de que pudieran trasladarla. A m;i me llevaron a la casa del hermano de uno de los comisarios del "Circuito Camps", Oscar Pena. Su cuñada quería tener otro hijo y la perversidad llega al extremo de que cuida -medianamente porque las condiciones en que estaban eran terribles-, el embarazo de mi mamá, dándole vitaminas y preguntándole qué necesitaba, porque ya había decidido que yo iba a ir a los brazos de su cuñada. A las 8 horas de nacida quedé en esos brazos...

- ¿Cómo viviste esos 9 años antes de ser recuperada?

- También ahí hubo contradicciones... Es una vida contradictoria la mía (sonríe con ironía). Lo vivía como una niña normal, que iba a la escuela, al club, en una familia de clase media alta. Mi supuesto papá se muere cuando yo tenía un año y me cría ella con un hijo de él, ocho años mayor que yo. No sufrí ningún maltrato, fui sobreprotegida y consentida. Más bien, al que despreciaban era a él.

- ¿Por qué esas contradicciones?

- Porque siempre preguntaban si yo era hija de ella. Mi hermano de crianza tiene 2,05 metros de altura, ella medía 1,78, porque está muerta, y yo mido 1,55. No tenía nada que ver (se ríe)... Pero además, y esto es algo que lo he hablado con otros nietos, nosotros hemos tenido una sensibilidad ­no sé por qué y no puedo decir que sea la genética­ por la que alguna duda se nos genera. Cuando yo pregunté, me dijeron que era hija adoptada. Pero, también hubo más perversión. Primero me dijeron que mis padres habían muerto en un accidente y después me dieron otra versión, por la que mi madre había muerto en el parto y mi padre me había abandonado. Hasta los 6 años tuve angustia y lloraba mucho. Quería conocer a mi papá y a mi mamá. No me cerraba que hubiesen muerto. Eso posibilitó mucho la investigación porque mi maestra de primer grado terminó haciendo la denuncia a Abuelas de Mayo. Yo vivía en un barrio de gente con plata, pero barrio al fin y se supo que era sobrina de un comisario y que no hubo embarazo. Se supo todo.

"Soy una militante política"

- Cuando se sospecha tu identidad hubo tres años de juicios en los que vos también estuviste en una total incertidumbre...

- Era una N.N. ...

- Finalmente venís a Montevideo a vivir con tu abuela materna, Blanca Artigas, a lo que todos recordamos... Pero tampoco las cosas fueron sencillas...

- No. No fue fácil. Yo siempre quise vivir con ella y con mi abuelo. No vine antes porque se procesaba el juicio y no tenía DNI. Incluso vine a Uruguay sin documento, aunque con los permisos necesarios...

- ¿Por qué no fue fácil?

- Porque vivir con los abuelos no es fácil en ningún caso. Pero sobre todo, cuando la falta de los padres es por estos motivos. Las familias quedan destruidas. Hay desaparición, pero no hay muerte. Mi abuela decía siempre que no tenía dónde llevar una flor y llorar. Eso es terrible. La ausencia la sienten los abuelos, los hermanos y nosotros los hijos que no tenemos padres. Eso es insuplantable...

- Siendo una adolescente te fuiste de lo de tus abuelos. Viviste con tu hermano de crianza y por otros lados... ¿Cuándo se acomoda el rumbo?

- Viví en todos lados y me fui a Brasil. De los 17 a los 20, tres años. Necesitaba estar conmigo. Yo le decía al secretario del juez que me metieran en un colegio o en cualquier lugar donde estuviera sola.

- ¿Te encontraste a vos misma?

- Cuando volví estaba más calma. Ya había llorado lo suficiente. Fue como mi encierro espiritual. Me sirvió y fue importante. Desde entonces pude recomponer todas las relaciones, porque estaba enojada con todo el mundo, y también que se respetaran las decisiones que yo estaba tomando. Ya no era una nena, sino una mujer. Luego tuve una pareja y a los 24 una hija, Valentina, que tiene 6 añitos (entrecierra los ojos)... Luego me separé y hoy tengo otra pareja.

- ¿Qué haces en Buenos Aires?

- Trabajo y estudio. Trabajo en la Secretaría de Derechos Humanos en el área jurídica. Estudio Derecho. Y, además de ser mamá, soy una militante política.

- Y, tengo entendido, que sos una militante política activa: estuviste en las calles cuando la caída de De la Rúa en el 2001...¿cómo fue eso?

- Parte de la formación que me dio mi abuela no fue sólo la lectura de diarios y la discusión ideológica, sino el que la militancia tenía que ver con ir a acompañarla a todos lados y dar nuestro testimonio. Exponerse. Acá, en Uruguay todavía no había otros hijos o nietos recuperados, salvo Amaral García. Eso me llevó a militar por los derechos humanos, como lo sigo haciendo, pero también me di cuenta que necesitaba una militancia más política, ir por más, porque entendí que no se iban a resolver los problemas de los derechos humanos por fuera de otros problemas más estructurales. En el 2001, cuando ocurrió lo que llamamos "Jornadas Revolucionarias", necesité ser parte de una organización y un partido político. Y lo hice, a partir de que me encontré en las calles, corriendo con diez centímetros de taco, sin ir a ningún lugar y sin saber qué hacer...

En las sandalias de mamá

- Cuando me hablas de tu abuela Blanca (ver recuadro) me decías que te daba a poner los vestidos de tu madre y que te quedaban igual, pero también que hoy aún usas unas sandalias de tu mamá...

- Sí. Cuando supe quién era, me fueron dando cosas de mis padres. Una vez vino mi tío de Suecia y trajo un par de sandalias que eran para mi madre y que nunca pudo llegar a dárselas Me las dieron y cuando me las puse me calzaban perfectamente. Todavía las uso... Yo ando en las sandalias de mi madre.

- ¿Sentís que también estás en sus zapatos?

- Sí.

- ¿Te calzan bien?

- Sí. No estoy en sus zapatos desde el punto de vista de las condiciones. Estamos en una democracia constitucional y no estamos en dictadura ni en momentos de ese tipo, pero estoy en los zapatos de mi mamá en el sentido de la lucha. Yo dije en el acto de la Intendencia, y lo repito, que yo quiero reivindicar su militancia. La militancia de esa generación. Ilustres fueron ellos que lucharon, cada uno con su estrategia, en un contexto que se estaba dando internacionalmente. Yo digo que me saco el sombrero ante la presencia de mis viejos en mi imaginación, porque lamentablemente no los pude conocer. No quiero que los recuerden como jóvenes que tenían ilusiones y utopías, sino que lo de ellos era muy concreto tenían una lucha y sabían o no cómo hacerlo. No eran ilusos. Eran luchadores.

- ¿Culpables de querer cambiar el mundo?

- Sí. Lamentablemente los derrotaron, si no, estaríamos hoy hablando de otra manera. Yo quiero continuar con su lucha, me parece que es el mejor homenaje. Yo quiero ser culpable de lo mismo. Para mí la dictadura lo que quiso fue romper los hilos de continuidad. No sólo derrotarlos, secuestrarlos, torturarlos, desaparecerlos en Argentina y traerlos a Uruguay, sino que además les robaron a sus hijos. Fueron tan perversos que quisieron romper esos hilos de continuidad. Eso es lo que yo quiero recuperar. No tuve a mis padres para que me trasmitieran todo. La abuela Blanca hizo eso y yo lo haré con mi hija.

Uruguay: La ilusión setentista

- ¿Cómo ves a Uruguay?

- Es muy amplia la pregunta...

- ¿El gobierno frenteamplista? ¿También hay contradicciones?

- Hay contradicciones pero no tantas. En ese punto creo que pesa en el imaginario que iba a asumir un gobierno de izquierda, los setentistas, van a poder cambiar un montón de cosas, de factores sociales, políticos, culturales, económicos contra los que ellos luchaban en los setenta. Que se iba a mantener, desde algún punto de vista, parte del programa de aquellos años...

- Pero el Frente Amplio que ganó no tenía el programa de los setenta...

- No, no era el programa de los setenta, pero creo que yo, y muchos setentistas con los que he hablado, teníamos esa ilusión, aunque la plataforma no planteara eso. Ellos seguían teniendo esa ilusión, porque eran sus compañeros de lucha a los que hoy veían en el poder, aunque no fuera por los mismos métodos. Eso es en sí contradictorio. La mayor contradicción es esa, son un gobierno constitucional que no tiene nada que ver con la lucha que daban en los setenta donde se planteaba una revolución total.

- ¿Y los derechos humanos?

- Puede haber más contradicciones todavía. Son muchos años de impunidad. Está el tema de que caiga la Ley, que sería muy positivo para el pueblo uruguayo, porque permite que se transite un camino que lleve al juicio y castigo de los culpables, sobre quienes está haciendo más efecto el reloj biológico que la justicia. Son grandes, viejos, se van a morir y seguimos sabiendo poco. Yo no sé hoy qué pasó con mis padres. En Argentina hay juicios emblemáticos, que siempre son los mismos. Condena sólo tienen 44. No quiero que pase lo mismo en Uruguay. Para mí la impunidad es un tema sobre el que se tienen que recontraredoblar los esfuerzos, porque no podemos permitir que estén los torturadores genocidas, desaparecedores de toda una generación, en las calles con nosotros. La Ley de Caducidad debe caer por todo lo que se ha hecho, porque la voluntad política vino después y no se hizo caer la ley en el Parlamento. Estoy convencida de que las cosas se ganan con la lucha y la movilización, que no son gratis. ¿Cuántos condenados hay en Uruguay por los secuestros, desaparición o tortura de toda una generación?

- ¿Vas a venir a votar?

- No tengo la credencial.

- ¿Algo que agregar?

- Que ojalá esto sirva para toda mi generación y las futuras generaciones. Que hablar de la impunidad o de política es necesario. En Argentina, mi generación habla poco del tema y creo que acá también. Que entiendan que no hay salidas individuales, que hay que comprometerse y que, como te decía hoy, las cosas por las que luchó la generación de mis padres siguen pendientes. Y es algo que no puede quedar inconcluso para la generación de mis hijos y los suyos.


La abuela Blanca



La abuela Blanca fue alguien importante en lo que hoy eres...

­A pesar de todas las contradicciones, la abuela Blanca fue una figura que me generó una imagen muy fuerte de mujer. Hoy a los 30 años lo veo con otros ojos, distintos a los de aquella adolescente. Ella luchó toda la vida por buscar a su hija y a su yerno, al mismo nivel que defendió a sus hijos presos políticos o buscó a su nieta, en las peores condiciones. Era la esposa de un trabajador que tenía que sostener toda una casa y que también cayó en la adicción del alcohol. Ella venía a Buenos Aires a buscarme a mí sin plata para tomarse ni un café. Recorría todos los organismos y se sentaba en Plaza de Mayo hasta esperar el horario de vuelta a Montevideo. Esa fue la abuela Blanca hasta que encontró a su nieta, y cuando la encontró no sólo hizo que yo viera los parecidos con mis padres en la cara de la foto o en los gestos, sino que me dio los vestidos de mamá que me quedaban iguales y las sandalias que hoy uso, además de demostrarme que ellos no eran ni unos locos ni unos idealistas, sino mostrarme realmente su militancia política y lo que eso implicaba. Luchó contra toda la educación que yo tenía y a los 11 años me leía el diario y me explicaba las noticias. Discutía conmigo de ideología. Y yo pude recuperar a mis padres en el imaginario, no sólo con las fotos sino con todo lo que implicaron ellos y su generación...

Mi "tío" Rey Piuma

(ver entrevista a Daniel Rey Puima)

¿Tenés un "tío postizo"?

­Sí. Daniel Rey Piuma.



­Hace un tiempo lo entrevisté y me contó que antes de desertar de la Armada ya estaba vinculado con la izquierda, la resistencia a la dictadura y que, precisamente tu abuela Blanca Artigas era uno de sus contactos para sacar información y fotos de la dictadura...

­La familia Artigas ha cumplido algún rol en la historia. Estos compañeros también lo hicieron. Daniel siempre reivindica a mi abuela Blanca por todo lo que implicaba jugarse en ese momento. Me lo imagino con todas las contradicciones de la vieja. Hoy es un tío más porque es casi un hermano para mi tío y un tío para mí por el rol que cumple. Es parte de la familia que quedamos.



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