jueves, 6 de marzo de 2025

Se va Almagro de la OEA



Luego de 10 años, Luis Almagro culmina un ciclo al frente de la OEA marcado por la "sumisión total a Washington", el apoyo a un golpe de Estado en Bolivia y la amenaza de una invasión a Venezuela. Analistas consultados por Sputnik reflexionaron sobre cómo Almagro "llevó al límite" a la OEA como herramienta de EEUU contra los "díscolos".

Durante la gestión de Almagro se consolidaron algunas tendencias históricas de la OEA como la sumisión a EEUU, el principal 'accionista' de la organización. Pero, además, Almagro construyó una marca propia, muy personalista y en la línea del primer Gobierno de Trump y con el núcleo de republicanos afines a Trump en Miami.

Almagro "eliminó esa característica del organismo y en vez de hacer diplomacia ejerció el intervencionismo directo en la política interna de los países y generó discordia", lo que en definitiva es "todo lo contrario a lo que debería esperarse de un organismo interamericano".

 El episodio "más bochornoso" de la gestión de Almagro se dio con el apoyo de la OEA al golpe de Estado en Bolivia en 2019, cuando el propio secretario general acusó al entonces presidente boliviano Evo Morales (2006-2019) de fraude electoral, sin datos fehacientes que sustentaran esa hipótesis.


Almagro profundizó la inestabilidad y propició un golpe de Estado convencional puro y duro en Bolivia, con un legado de violencia, muertes y desinstitucionalización muy fuerte. La OEA es responsable de eso y todos esperábamos que Almagro tuviera que rendir cuentas, pero parece que se irá impune.

(Sputnik Mundo)




 Almagro, que llegó a la presidencia de la OEA gracias al importante apoyo de Mujica, es actualmente un funcionario más del depto. de estado de EEUU
Apoyó y colaboró con Añez, hoy presa, en el golpe en Bolivia que costó más de 40 muertos.

El esbirro Pro Imperialista y Secretario de la OEA, Luis Almagro fue expulsado del partido histórico Frente Amplio de Uruguay por unanimidad.
Por su conducta frente al organismo.

La OEA fue durante muchos años una organización dedicada a proyectar ante el mundo el consenso entre EEUU y las elites latinoamericanas en la lucha contra el "comunismo". La OEA servía, en esencia, para unificar el hemisferio detrás del liderazgo de EEUU durante la Guerra Fría

Por ello, Cuba fue expulsada de la OEA en 1962 sobre la base de que "el marxismo-leninismo es incompatible con el sistema interamericano". En contraste, ninguna de las dictaduras latinoamericanas más sangrientas - algunas hasta genocidas - fueron expulsadas de la organización.

En las ocasiones en las que América Latina se atrevía a rebelarse en el seno de la OEA (como por ej. en la Guerra de las Malvinas en 1982 o en la invasión estadounidense de Panamá en 1989-1990), EEUU simplemente actuaba de forma unilateral, ignorando las resoluciones aprobadas.

Cuando finalmente terminó la Guerra Fría, la OEA entró en una crisis profunda. Ya parecía no jugar ningún rol. Y los latinoamericanos, entregados al Consenso de Washington y a los ajustes estructurales neoliberales, le prestaban más atención al FMI, al Banco Mundial o al BID.

Los latinoamericanos y caribeños parecían incluso apostarle más a organizaciones subregionales como la CAN (creada en 1969), el CARICOM (1973), el MERCOSUR y SICA (1991). Y en la resolución de conflictos internacionales, llegó a pesar más la Santa Sede que la propia OEA.

Frente a esta situación, la OEA buscó reinventarse. Lo hizo aferrándose a varias iniciativas. Una, en particular, fue la observación electoral. Iniciada en Costa Rica en 1962, fue un nicho fundamental para la OEA durante la etapa de democratización de la región en los 80 y 90s

Con el giro político hacia el progresismo en América Latina en la primera década y media de este siglo, la OEA empezó a tomar distancia de su histórico entreguismo a EEUU. Por primera vez, un Secretario General no apoyado por Washington fue electo en 2005 y reelecto en 2010.

En 2009, la OEA invitó a Cuba a reincorporarse a la organización. La Habana agradeció pero declinó. El mismo año, Honduras fue suspendida después del golpe de Estado contra el Presidente Zelaya. Solamente fue reincorporada después de un acuerdo que permitió su retorno al país.

Los progresistas, aún sospechosos de la OEA y el poder de los EEUU, optaron por crear otros espacios de integración regional y concertación política, como la UNASUR (con un tratado constitutivo y la promesa de construir varias instituciones de gobernanza regional) y la CELAC.


   Pero el retorno de la derecha en la región frustró estas iniciativas regionales. Almagro se volvió el gran títere del gobierno de Trump en el hemisferio y optó por dedicarse de lleno, por encima de cualquier otra tarea, a la consecución de un cambio de régimen en Venezuela.

Almagro apoyó las ilegales sanciones de EEUU (aquellas que han causado decenas de miles de muertos, ver👉cepr.net/report/economi), e hizo eco de la amenaza de EEUU de que "todas las opciones [incluyendo las militares] están sobre la mesa", asustando de paso a algunos aliados.

En abril de 2019, Almagro logró finalmente que el caribe se dividiera y consiguió algo sin precedentes en la historia de la OEA: que un gobierno autoproclamado de Guaido y que no ejerce soberanía alguna pueda ocupar el lugar de un Estado soberano en el Consejo Permanente de la OEA.


  Lógicamente, esta violación del derecho internacional siembra un precedente nefasto. Nunca antes un gobierno en las sombras, o en el exilio, o que no ejerce el poder en el territorio había sido reconocido como representante de un Estado ante el Consejo Permanente de la OEA.

En directa contraposición con su obsesión venezolana, Almagro no se interesó en los atropellos a la democracia y los DDHH en varios otros países. No le interesó el golpe a la democracia en Brasil, la cárcel de Lula, ni la persecución a los dirigentes progresistas de la región.

Almagro tampoco tuvo interés en denunciar los atropellos a los DDHH cometidos por varios gobiernos durante las protestas antineoliberales de 2019-2020 en Haití, Ecuador, Chile o Colombia. Ni criticó al presidente salvadoreño por haber mandado militares a tomarse el Congreso.

 Almagro jugó un rol especialmente nefasto durante las jornadas del golpe de Estado de 2019 en Bolivia. Utilizando a la herramienta de la observación electoral (que la OEA había cultivado cuidadosamente para recobrar protagonismo), Almagro logró impulsar el relato del fraude.


Varios estudios (ver, por ejemplo, aquí: cepr.net/press-release/) han evidenciado que la OEA nunca pudo demostrar una manipulación intencional de los resultados electorales en Bolivia en las elecciones presidenciales del 2019.

Pero Almagro y sus acólitos exprimieron la poca credibilidad que le quedaba a la OEA, utilizando la reputación técnica de su departamento insignia, el DECO (a cargo de la observación electoral), para justificar el cambio de régimen.

Almagro logró, finalmente, devolver a la OEA a la Guerra Fría. Es este fervor neo-macartista y el renovado monroísmo de EEUU en su recobrado "patio trasero" que Mike Pompeo celebraba, en su discurso de enero, al alabar el retorno "del espíritu de la OEA de los años 50s y 60s"

El problema es que la OEA de Almagro indignó a muchos actores políticos latinoamericanos y caribeños. Los progresistas pero también varios centristas, ávidos de diplomacia y multilateralismo, están preocupados con la beligerancia, polarización y exacerbación de los conflictos.

Lejos de "reinventarse" para ser más neutra e imparcial, la OEA volvió a sus instintos más reaccionarios. Por ello, cuando cambie de nuevo el signo político, los muchos indignados de nuestra región pensarán dos veces antes de otorgar un sitial protagónico a esta organización.

El unilateralismo de Almagro y Trump es, a la final, un error histórico. Ratifica la urgente necesidad de una mayor unidad e integración latinoamericana. Y pone en entredicho la relevancia de una OEA anacrónica, con sede en Washington, para el futuro de nuestra región

Por Guillaume Long










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