martes, 4 de mayo de 2010

Para reir y pensar


George Carlin - El Sueño Americano - Subtitulado





Para llorar y pensar

de Federico Leicht

Estoy un poco cansado de escuchar hablar de Derechos Humanos por parte de gente que los reclama -con justicia- hacia el pasado; mucha de ésta gente, sin embargo, es incapaz de ver las violaciones a los derechos humanos que hoy se cometen. Porque convengamos que un gobierno que condena al hambre, la prisión inhumana (entiéndase tortura) a una enorme cantidad de sus "gobernados" es tan violador de los Derechos Humanos como aquellos que un día enfrentaron la protesta y las armas de los que se hastiaron de agachar la cabeza ante el atropello. Porque la libertad de vivir dignamente, de abortar libremente, de trabajar, tener vivienda y comida para la familia es un derecho, no lo olvidemos. Y si encima éste gobierno de hoy se sirve de la demagogia de las mayorías ciegas, de la mentira institucional, de la prensa alcahueta, de los sindicatos y otras organizaciones sociales amarillas, de la maquinaria publicitaria, así como de sus aparatos represivos para desvirtuar, confundir, manipular y reprimir cualquier síntoma de disidencia, entonces nos hallamos frente a una acción criminal por parte de un Estado tan democrático como aquel que en los sesenta y setenta cometió los peores atropellos. La pregunta es: ¿Cómo reaccionaria éste gobierno progresista frente a la acción organizada y sistemática de las minorías que -con absoluta y brutal razón- podrían encender la mecha de la violencia? Ante una situación similar ¿Mujica reaccionaría mejor que Pacheco o Bordaberry? ¿O es tan sólo una cuestión de circunstancias fortuitas las que hacen que el poder brutal del Estado se ejerza con más o menos resistencia? La coherencia tiene que ver con plantearse desde el presente las injusticias del pasado. Hacerlo desde el pasado (y nada más) resulta en una brega que se desentiende de las cuestiones que, de hecho, determinan que las mismas injusticias que condujeron a la lucha y el enfrentamiento de ayer puedan repetirse ante sus ojos cotidianamente y que sin embargo nunca se termine de entender lo que se ve (o lo que se vive). A mí que me disculpen, pero nadie que tenga esta actitud puede llamarse a sí mismo "militante por los Derechos Humanos".

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