lunes, 2 de marzo de 2009

Borrados del mapa

YVKE Mundial :: Culturales
Nuevo documental sobre la última masacre de Israel
Alberto Arce fue uno de los pocos periodistas extranjeros que vivió desde el interior de la franja de Gaza la masacre que Israel denominó "Operación plomo endurecido" y que causó más de mil cuatrocientos muertos y cinco mil heridos, la inmensa mayoría mujeres y niños. El material que Alberto Arce filmó en Gaza será empleado para fundamentar denuncias a Israel por crímenes de guerra, y además ha servido para elaborar el documental "Borrados del mapa", del que les ofrecemos el avance.

El video, de 8 minutos, muestra parte de este documental de 55 minutos de duración, dirigido por Alberto Arce y Miguel Llorens, y producido por la agencia de Comunicación Independiente (C.I. Comunicación).

"El 19 de diciembre de 2008, el movimiento Free Gaza zarpó desde Chipre en dirección a Palestina. Nuestro objetivo era romper el bloqueo israelí sobre la franja de Gaza. Fuimos los últimos extranjeros que lograron entrar y quedarse en Gaza. Nos vimos envueltos en algo que nadie se esperaba", afirman los realizadores en la sinopsis del documental, que se puede solicitar a través de su sitio web .

Reproducimos a continuación el artículo "Cinco semanas en Gaza", publicado por Alberto Arce en el diario español El Mundo, el pasado jueves 26 de febrero:

El emperador está desnudo. Pero hablaban sobre él como si suaves y bellas pieles le vistiesen. Un día, un niñó gritó "El emperador está desnudo" y todos pudieron elegir entre asentir o decidir que el niño estaba loco.

Entrar en la Gaza bloqueada se ha convertido, desde hace meses, en aventura excepcional. Cada vez más compleja e incluso arriesgada, como nuestra compañera Mónica G. Prieto pudo comprobar personalmente a bordo de un barco en medio del Mediterráneo. Entrar en Gaza constituye, hoy en día, un reto a superar para cualquier informador. Gaza se ha convertido en uno más de los muchos 'cuartos oscuros' en los que se ahoga la libertad de prensa, deliberadamente y a partir del bloqueo y la censura militar ejercidas por los Gobiernos egipcio e israelí.

Mientras tanto, somos los periodistas quienes tenemos la obligación de poner nuestros ojos al servicio de la información, sin mediación ni filtro, sin partes de guerra unilaterales, sin someternos a las reglas militares. Israel y Egipto consiguieron que, a través de su cierre de fronteras, en el caso de los medios de habla hispana, yo fuese la única persona sobre el terreno con capacidad de informar sobre el ataque contra la Franja de Gaza. EL MUNDO fue el único periódico que cubrió el ataque sobre el terreno a través de la serie de artículos publicados y mi cámara recogió un documental de próximo estreno que se convierte en el único testimonio audiovisual recogido por un extranjero en Gaza durante la ofensiva militar.
De la tregua a la guerra

El 19 de diciembre de 2008, tras una rigurosa planificación que había comenzado meses, quizá años atrás —probablemente el 23 de diciembre de 2004, cuando las autoridades de Tel Aviv estamparon una orden de expulsión en mi pasaporte y cuando todos me decían que nunca podría regresar a los territorios palestinos—, pisé el puerto de Gaza. Exactamente en el mismo momento en que se terminaba la tregua de seis meses entre Israel y Hamas.

Mientras los periodistas aceptaban las reglas israelíes y aseguraban que era imposible penetrar en Gaza, cabe preguntarse: ¿tenía yo más experiencia, apoyos, dinero o valor que quienes se vieron atrapados en el lado israelí de la frontera? Definitivamente no.

Se trata de una cuestión de enfoque. Yo decidí violar las normas israelíes que me impedían acceder al territorio palestino y entrar por mar. Todos sabían que esa vía estaba abierta. Incluso para quienes desde hace años, estamos en la lista negra y con entrada denegada al Estado de Israel.

Todos sabían también que implicaba romper las reglas. ¿Desde cuándo los periodistas aceptan las reglas de juego marcadas por los Ejércitos y las asumen como inexorables? ¿Dónde queda esa motivación que, cuando niños, nos impelía a abrir las puertas que nuestros mayores cerraban y nos han convertido, años más tarde en periodistas? Yo no visitaba Israel, visitaba Palestina. Los israelíes no tenían derecho a dictar las reglas que marcasen mi entrada. El bloqueo israelí a la Franja de Gaza, una cámara y varios meses por delante. Sin saber exactamente cuándo sucedería lo que finalmente sucedió. Pero siendo consciente de que entraba en un territorio sin prensa extranjera.

Junto al enfoque imaginativo y un tanto rebelde que enciende una antorcha para iluminar en el cuarto oscuro, entendiendo que esa y no otra es la labor del periodista, me encuentro ante el género documental como instrumento para transmisión de la realidad. Una cámara sometida a la dictadura de la realidad y la paciencia.

Mientras los informativos se ven obligados a relatar los hechos en dos minutos, el documentalista puede regodearse en la reflexión, el seguimiento continuado de las personas y el desplazamiento sin prisas ni plazos de entrega por el territorio bombardeado. Puede encender su cámara un día y comenzar a grabar sin saber si sus personajes llegarán vivos a los títulos de crédito, dejarse sorprender por una historia que no maneja ni controla, por una historia que le guía y sorprende. Ponerla en manos del público a través de la televisión. De Internet. Del DVD. Modificar las narrativas del conflicto. Aplicar a la narración de los hechos en Oriente Próximo, un nuevo enfoque, que objetivamente los ciudadanos reclaman.

Las reglas de unos y otros

'Borrados del mapa' está construido a partir de las imágenes que filmé empotrado con los civiles, con un chaleco de paramédico, viajando en las ambulancias de la Media Luna Roja. Son las imágenes que filmaba mientras escribía textos para este periódico y, en un diálogo imaginario, me habría gustado que viesen aquellos periodistas que decidieron aceptar empotrarse en la jaula que los israelíes diseñaron para ellos en la frontera.

El documental se compone a partir de las imágenes que Israel quería ocultarle al mundo en una batalla, la de la comunicación, que quienes logramos entrar y permanecer en Gaza hemos logrado ganar en nombre de la buena salud y vigor del periodismo. Llegando, en barco, donde nadie quería que estuviésemos. Nos hemos empotrado con los equipos médicos, en defensa de la libertad de información, mientras se fuerza a decenas de periodistas a trabajar empotrados desde los ejércitos y aceptando sus reglas.

No es sólo el relato del ataque israelí contra la Franja de Gaza, que habla por sí mismo y cada espectador podrá valorar después de verlo. Tiene valor en tanto único testimonio audiovisual de los hechos. Más allá de su calidad como pieza, pendiente de la decisión del público, constituye un ejercicio de defensa de la libertad de expresión e información. Siempre que un gobierno o un ejército traten de ocultar los efectos que sus ataques generan sobre la población civil, un periodista estará presente para molestar, con su libreta y su cámara. Para vencer en nombre de la libertad.

¿He tenido la inmensa suerte de que esta vez, por casualidad, me ha tocado a mí? ¿O me he limitado a aplicar esas viejas reglas del oficio que parecen olvidarse? El emperador está desnudo, y seguimos contándolo como si estuviese vestido. Frente al eterno conflicto palestino-israelí, la ocupación israelí de Palestina, la más larga e ilegal de la historia. El niño que grita y espera. ¿Estaré loco o conseguiré con este trabajo que poco a poco comience a modificarse la narrativa de referencia en torno a Palestina y cómo contar la ocupación y bloqueo a la que se encuentra sometida?

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