viernes, 3 de abril de 2009

Serguéi


Por Horacio Fontova







Ser o no ser homosexual es un dato objetivamente sin importancia. La pregunta es: ¿por qué parece que fuera tan obligatorio eso de tener que rendir cuentas de las tendencias sexuales de cada uno?

Y la respuesta es simplemente que el sistema en que nos toca vivir es de muy poco alcance, opaco, falto de luz, con cabida para pocos y exclusión para muchos. El oscuro sistema de los Torquemadas, de los Quarracinos, de los Lombarderos, de los Pinochets, de los Videlas, de los Bush. El sistema diseñado para la obligatoria, aberrante “confesión”.

Siguiendo la lógica estúpida de estos desalmados y en el caso de haber tenido que blanquear tal o cual tendencia sexual, en algún momento de mi adolescencia yo debería haberle confesado a mi padre o a algún cura de mi colegio con toda mi culpa: “¡Papá, o... padre, debo confesarlo, soy heterosexual!”.

Y aquí me viene a la memoria un viejo libro, el I-Ching, libro de antiguos sabios, que dice que en la Creación, en el Universo “no hay ninguna ley que indique cual es el camino a seguir, ninguna ley que indique cual es el camino correcto”.

Y obviamente para los sombríos jefes del sistema la libertad no es algo que resulte muy conveniente que digamos.

“Libertad”, una palabra que nunca pudieron llegar a eliminar del diccionario y que está definida como: “la facultad humana de dirigir el pensamiento o la conducta según los dictados de la propia razón y de la voluntad del individuo, sin determinismo superior ni sujeción a influencia del prójimo o del mundo exterior".

Y en este caso, la falta de libertad por el hecho de ser homosexual afecta a quienes lo son simplemente por causa de la falta de derechos, de la discriminación y la marginación a las que siempre los condenó injustamente este régimen descabellado.

Y me pregunto: ¿por qué nunca se comenta que también los homosexuales, junto con los gitanos y el pobre pueblo judío, fueron víctimas elegidas del Holocausto?

Es por el viejo síndrome de la boca “monedero”. El mutis.

La discriminación que padecen los homosexuales lleva al desamparo. El desamparo al que se somete a los supuestos culpables de algún delito que nunca han cometido.

Esto a causa de la inferiorización que siempre se hizo y se le sigue haciendo al homosexual, considerándolo una especie de fenómeno contranatura, de una amenaza para las creencias tradicionales, de una abominación ante el Dios Todopoderoso.

Aunque la tradición religiosa va muchísimo mas allá y comienza condenando a cualquier tipo de erotismo. Porque la sensualidad, el deseo sexual en cualquiera de sus formas es el maligno, perverso, el repugnante “pecado de la carne”.

En realidad, el pecado de la carne es que aumente el precio de la bola de lomo. Y lo mas contranatura que podemos encontrar es esa masoquista farsa del celibato.

Todo esto muestra que vivimos en medio de un fenómeno incomprensible, en el que lamentablemente los derechos no son tan igualitarios como deberían ser entre los humanos, así como lo son en el ejemplar, en el hermoso, puro y libre sistema animal.

En el que ni siquiera existe el concepto de los derechos. Porque en el reino animal simplemente se es como se es y nada es ni más ni menos importante que eso.

Tratando de interiorizarme en las bondades del reino animal, encontré que en Oslo, Noruega, se realizó no hace mucho una exposición en el Museo de Historia Natural que mostraba las tendencias homosexuales de insectos, perros, gatos, jirafas, burros, pingüinos, loros e incluso pulpos, entre aproximadamente 3.000 especies animales.

Al parecer, la muestra es de las primeras que intentaba examinar en profundidad el tema de la homosexualidad en el reino animal, y pretendía contribuir, con gran criterio de los noruegos, a la desmitificación de la homosexualidad en el ser humano, dada nuestra difícilmente aceptada condición animal.

Allí se comentaba que hasta Aristóteles ya había contemplado casos de lesbianismo en un grupo de leonas, pero por supuesto, la ciencia no le dedicó ninguna atención al fenómeno por razones obvias, que van desde la censura religiosa al escepticismo y el terror social.

Y ahora los científicos por fin deben admitir que la homosexualidad en los animales está más extendida de lo que se cree. Entre otras cosas, se observó:

Que las ballenas macho son más fieles a su pareja cuando ésta es otro macho.

Que una de cada cinco parejas de pingüinos en cautividad son parejas del mismo sexo.

Que los machos de las morsas copulan con otros machos y con hembras durante la temporada de apareamiento y que hay orcas a las que sólo les gusta su mismo sexo.

Y que la homosexualidad en animales domésticos como gatos, perros y loros es la más sencilla de observar, si es que no da demasiado miedo o prejuicio, por supuesto.

A pesar de la aplastante cantidad de pruebas científicas, algunos estudios persisten en negar la evidencia.

Por ejemplo, las prácticas homosexuales son muy comunes entre las jirafas africanas. Pero diversos biólogos (del tipo de los pelotudos, obviamente) que estudiaron la sexualidad en esos animales anotaban en sus libretas que si un macho olisqueaba a una hembra, esto se trataba de “interés sexual” pero cuando el macho eyaculaba sobre otro, tras una penetración anal, a esto lo calificaban como “lucha ritual”.

En la muestra de los noruegos también se comentaba que los animales, al contrario que el ser humano, no pasan por una etapa vital en la que se cuestiona su identidad sexual, sino que copulan entre sí simplemente porque "tienen ganas y es placentero", y también indicaba que, desde siempre, en las costas de Noruega se han visto infinidad de ballenas del mismo sexo que se lamen las unas a las otras o se frotan los orificios respiratorios y las aletas.

La mayoría de las hipótesis indica que, curiosamente, el homosexualismo entre los animales contribuye a fortalecer los lazos sociales.

Así es que gracias al ejemplo de los queridos animales ya no habrá que preocuparse por las absurdas medidas que quieren seguir tomando los altos mandos religiosos, como por ejemplo esta última, la que proponía eliminar en Rusia a uno de los mas antiguos nombres masculinos de la región: Sergei (pronúnciese "serguéi")

Y me gustaría hacer una aclaración ante tanta fobia mía a la “hiperreligiosidad”, y es que también tenemos que considerar que no todos los religiosos son o han sido intolerantes y homofóbicos. No nos olvidemos del padre Mugica, de Angelelli, de Novak, de De Nevares, del Padre Elvio de Paso del Rey y de muchísmos otros, gracias a Dios.

Tal vez haya llegado la hora de comenzar a bombardear a las ornamentosas, doradas computadoras de las “Santas Sides” con fotos de animales haciendo lo que se les canta. Aunque no sé si se van a espantar o van a confesar que...

Así es que gritemos un hurra por algunos de los animales más destacados de la historia: por Sócrates, por San Agustín, por Miguel Angel, por Leonardo da Vinci, por William Shakespeare, por Florence Nightingale, por Marlene Dietrich, por Pier Paolo Pasolini, por Federico García Lorca, por Arthur Rimbaud, por Oscar Wilde, por Chavela Vargas, por Pedro Almodóvar, por Carlos Jáuregui, por mi tío José María y por todos ustedes.

¡Hip hip C.H.A.!

(Charla ofrecida en un aniversario de la C.H.A. - Comunidad Homosexual Argentina)

www.elortiba.org

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