>>> Los impunes salen nuevamente a la luz. No es que nos sorprendan...
Montevideo, Miércoles 8 de febrero de 2017
Este martes nuestra periodista Isabel Prieto Fernández sufrió un atentado mientras viajaba en su auto desde El Pinar hasta Montevideo. La periodista logró escapar con vida, aunque con una herida leve en la cabeza.
Prieto Fernández regresaba a su casa por 20 de Febrero cuando dos hombres en moto alcanzaron el auto y dispararon con una 9 mm a la altura de la cabeza. Prieto Fernández logró acelerar, pero al agacharse una bala le rozó la cabeza.
La periodista siguió a toda velocidad por Centenario y luego por Varela. Frente a Coraceros vio una camioneta de la Policía y frenó. Allí pudo realizar la denuncia.
Fue trasladada al Sanatorio Americano, aunque afortunadamente ningún proyectil le impactó en el cuerpo.
Este lunes Prieto Fernández había denunciado en la web de la revista el maltrato al que fue objeto por parte de un oficial cuando intentó obtener información en la Seccional 19 sobre el asesinato de una mujer en Verdisol.
Mujeres de Negro, publicó en su muro de Facebook: “Hoy
otra mujer ha muerto en Uruguay a causa de violencia doméstica”. Busqué
información, pero todo lo que había era del muro del colectivo. Alguna
persona decía que había sido en Melilla, que todo comenzó por una
discusión por dinero, que la mató con una azada, que se entregó en la
Seccional 8ª, que iba cubierto de sangre y que se quiso matar. El
asesino tiene 45 años, la víctima 42.
Datos que, para escribir una nota, había que confirmar.
Así que comencé llamando a esa comisaría. El agente que me atendió me dijo que no tenía nada. Que llamara a Jefatura, de ahí a Investigaciones de la zona 3, que ignoraban el caso. Luego, de vuelta a Jefatura, que me derivaron a la zona 4. En los números que me dieron no atendió nadie, así que volví a llamar a Jefatura. Y el mismo agente me sugirió que, como yo le decía que el crimen había sido cometido en Melilla, me comunicara con la Seccional 22. El cabo que atendió la llamada, y que me trató con mucha diligencia, al igual que lo habían hecho hasta entonces sus colegas, dijo que se había enterado que en el complejo Verdisol mataron a una mujer. Su conocimiento era por comentarios de Facebook, “pero sí es cierto”. Y agregó: “¿Sabe dónde puede conseguir información? En la Seccional 19, que es jurisdicción de ellos, porque acá no tenemos ni idea. Allí le pueden informar algo”. Me dio el teléfono y llamé.
En la 19 me atendió la agente Montero. Y aquí transcribo el diálogo: “Buenas noches, mi nombre es Isabel Prieto Fernández, le hablo de la revista Caras y Caretas. Le llamo porque tengo información que en la tarde de ayer un señor mató a su pareja en el complejo Verdisol. Simplemente quería confirmar para subirlo a la web”. La respuesta fue inmediata: “Nosotros por teléfono información no le podemos dar”. “¿No puede decirme simplemente si es verdad eso?”. “Hubo homicidios, sí. Por teléfono no podemos dar información, señora, tendría que venir personalmente”. “Perfecto, muchas gracias”. “Bueno, de nada”. “Hasta luego”.
Eran casi las 2 de la madrugada. Y fui.
Primero me atendió un policía. Le di mi acreditación de prensa y le dije por qué estaba allí. Me dijo que esperara y se fue con el documento. Al poco rato volvió acompañado de otro uniformado, quien me informó que no podían dar información. Así de simple. Con modales que me preocupé que fueran correctos, le dije que no era lo que me habían dicho por teléfono, que había ido de lejos a esa hora porque estaba trabajando y que el caso lo ameritaba, que estaba cumpliendo mi labor de informar con responsabilidad. Me mandó a Relaciones Públicas del Ministerio del Interior, recalcando que eso, como periodista, debía saberlo, porque “es lo que se enseña en la escuela de periodismo”. El tono de voz, el talante del hombre, la mirada intimidatoria fue realmente violenta. Le expliqué que no cubría crónica roja, que quizá fuera como él decía, pero que estaba trabajando con el tema femicidio y que, por favor, sólo me confirmara la información, porque no quería desinformar. No sólo siguió en su actitud desafiante, sino que me aseguraba que nadie me podía haber dicho que allí me darían nada. En eso apareció, visiblemente insegura, una mujer. La encaré: “¿Fue contigo que hablé?”. Contestó que sí. “¿Para qué me dijiste que viniera?”. Su superior volvió a meterse: “Ella no le dijo eso”. “Sí, claro que sí. Me dijo que la información se daba personalmente”. La miré y le dije “yo no estoy mintiendo”. Lo admitió con un gesto, pero sus palabras fueron otras: “Acá no damos información, tiene que ir a Relaciones Públicas”. El hombre volvió a hablar: “Yo le dije que le dijera eso porque así le decíamos que tiene que ir a Relaciones Públicas”. No se dirigía a mí con buenos modales. Todo en él transmitía violencia contenida. Sabiendo que no llegaríamos a nada, le tendí la mano para saludarlo y marcharme. Quedó de brazos cruzados, criticando mi proceder, insistía con una escuela de periodismo que sólo existía en su imaginario, como le hice saber. Le dije que era grosero y que su falta de educación me alarmaba. “Yo le hablo bien. Acá se está grabando todo, lo que se dice y las cámaras”. Fue un alivio para mí. Realmente considero que esto lo tiene que ver un superior, porque ese señor que viste un uniforme, se supone que debe defendernos de las agresiones, no que tiene que ser el agresor. Quizá operativamente no podía decirme “sí hubo un femicidio”, pero podía ser amable, pedirme disculpas por haberme hecho ir a las dos de la mañana. Nada. Sólo una actitud soberbia. ¿Es esa la forma de tratar a la ciudadanía? ¿Es así como se frena el trabajo de la prensa que, responsablemente, quiere informar de un tema tan caro para los uruguayos como la muerte de sus compatriotas en manos de asesinos que dicen ser sus compañeros de vida? ¿Es así como nos protegen? Muy triste, suboficial mayor Hugo Coito. Ese me dijo que era su nombre. Una vergüenza que semejante ordinario esté al frente de algo, con métodos propios de tiempos amargos.
En fin. Hoy hay una quinta víctima. Y demasiados victimarios.
Los gráficos de " Saracho"
Datos que, para escribir una nota, había que confirmar.
Así que comencé llamando a esa comisaría. El agente que me atendió me dijo que no tenía nada. Que llamara a Jefatura, de ahí a Investigaciones de la zona 3, que ignoraban el caso. Luego, de vuelta a Jefatura, que me derivaron a la zona 4. En los números que me dieron no atendió nadie, así que volví a llamar a Jefatura. Y el mismo agente me sugirió que, como yo le decía que el crimen había sido cometido en Melilla, me comunicara con la Seccional 22. El cabo que atendió la llamada, y que me trató con mucha diligencia, al igual que lo habían hecho hasta entonces sus colegas, dijo que se había enterado que en el complejo Verdisol mataron a una mujer. Su conocimiento era por comentarios de Facebook, “pero sí es cierto”. Y agregó: “¿Sabe dónde puede conseguir información? En la Seccional 19, que es jurisdicción de ellos, porque acá no tenemos ni idea. Allí le pueden informar algo”. Me dio el teléfono y llamé.
En la 19 me atendió la agente Montero. Y aquí transcribo el diálogo: “Buenas noches, mi nombre es Isabel Prieto Fernández, le hablo de la revista Caras y Caretas. Le llamo porque tengo información que en la tarde de ayer un señor mató a su pareja en el complejo Verdisol. Simplemente quería confirmar para subirlo a la web”. La respuesta fue inmediata: “Nosotros por teléfono información no le podemos dar”. “¿No puede decirme simplemente si es verdad eso?”. “Hubo homicidios, sí. Por teléfono no podemos dar información, señora, tendría que venir personalmente”. “Perfecto, muchas gracias”. “Bueno, de nada”. “Hasta luego”.
Primero me atendió un policía. Le di mi acreditación de prensa y le dije por qué estaba allí. Me dijo que esperara y se fue con el documento. Al poco rato volvió acompañado de otro uniformado, quien me informó que no podían dar información. Así de simple. Con modales que me preocupé que fueran correctos, le dije que no era lo que me habían dicho por teléfono, que había ido de lejos a esa hora porque estaba trabajando y que el caso lo ameritaba, que estaba cumpliendo mi labor de informar con responsabilidad. Me mandó a Relaciones Públicas del Ministerio del Interior, recalcando que eso, como periodista, debía saberlo, porque “es lo que se enseña en la escuela de periodismo”. El tono de voz, el talante del hombre, la mirada intimidatoria fue realmente violenta. Le expliqué que no cubría crónica roja, que quizá fuera como él decía, pero que estaba trabajando con el tema femicidio y que, por favor, sólo me confirmara la información, porque no quería desinformar. No sólo siguió en su actitud desafiante, sino que me aseguraba que nadie me podía haber dicho que allí me darían nada. En eso apareció, visiblemente insegura, una mujer. La encaré: “¿Fue contigo que hablé?”. Contestó que sí. “¿Para qué me dijiste que viniera?”. Su superior volvió a meterse: “Ella no le dijo eso”. “Sí, claro que sí. Me dijo que la información se daba personalmente”. La miré y le dije “yo no estoy mintiendo”. Lo admitió con un gesto, pero sus palabras fueron otras: “Acá no damos información, tiene que ir a Relaciones Públicas”. El hombre volvió a hablar: “Yo le dije que le dijera eso porque así le decíamos que tiene que ir a Relaciones Públicas”. No se dirigía a mí con buenos modales. Todo en él transmitía violencia contenida. Sabiendo que no llegaríamos a nada, le tendí la mano para saludarlo y marcharme. Quedó de brazos cruzados, criticando mi proceder, insistía con una escuela de periodismo que sólo existía en su imaginario, como le hice saber. Le dije que era grosero y que su falta de educación me alarmaba. “Yo le hablo bien. Acá se está grabando todo, lo que se dice y las cámaras”. Fue un alivio para mí. Realmente considero que esto lo tiene que ver un superior, porque ese señor que viste un uniforme, se supone que debe defendernos de las agresiones, no que tiene que ser el agresor. Quizá operativamente no podía decirme “sí hubo un femicidio”, pero podía ser amable, pedirme disculpas por haberme hecho ir a las dos de la mañana. Nada. Sólo una actitud soberbia. ¿Es esa la forma de tratar a la ciudadanía? ¿Es así como se frena el trabajo de la prensa que, responsablemente, quiere informar de un tema tan caro para los uruguayos como la muerte de sus compatriotas en manos de asesinos que dicen ser sus compañeros de vida? ¿Es así como nos protegen? Muy triste, suboficial mayor Hugo Coito. Ese me dijo que era su nombre. Una vergüenza que semejante ordinario esté al frente de algo, con métodos propios de tiempos amargos.
En fin. Hoy hay una quinta víctima. Y demasiados victimarios.
Los gráficos de " Saracho"
APU CONVOCA A CONFERENCIA DE PRENSA POR ATENTADO A PERIODISTA
La Asociación de la Prensa Uruguaya (APU), condena enérgicamente el atentado sufrido por la compañera Isabel Prieto Fernández, periodista de Caras y Caretas y exige una investigación a fondo de lo sucedido. Expresa además su completo apoyo a Isabel y su familia en estos momentos tan difíciles.
La APU convoca a colegas y compañeros a una conferencia de prensa hoy a las 17.00 horas en nuestra sede San José 1330, esquina Ejido.
La colega, de extensa trayectoria, periodista de Caras y Caretas, retornaba a su casa en la noche de ayer martes en auto con su esposo, cuando fue abordada por una moto que se alineó con su vehículo y le efectuó un disparo. Gracias a una rápida maniobra logró evitar la ejecución, aunque resultó lesionada.
La APU entiende que lo sucedido es muy grave y se constituye un ataque a la Libertad de Expresión y la Democracia imperantes en nuestro país.
Además se solicitó una reunión con el ministro del Interior, Eduardo Bonomi y se espera que las autoridades competentes encuentren a los responsables y los deriven a la Justicia.
Montevideo, 8 de febrero del 2017
CONSEJO DIRECTIVO CENTRAL
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