Bajo la consigna «El agua es del pueblo» y la premisa que «el negocio del privado lo pagará el pueblo con aumento de tarifas», diversos sindicatos y organizaciones sociales convocaron a la Marcha por el Día Mundial del Agua. La actividad comenzó con una concentración en Plaza Libertad (de Cagancha) a partir de las 17 horas, donde se realizó una volanteada informativa, Luego a las 19 horas comenzó la Marcha por el Día del Agua, por la avenida 18 de Julio rumbo a la explanada de la Universidad de la República.
Agua
Semanario VOCES Por Hoenir Sarthou
Perdí la cuenta de las veces en que, en las últimas semanas, una tormenta pareció a punto de desplomarse sobre el mundo. El cielo se oscurece, se levanta viento, la humedad pesa en los huesos. Pero, repentina y milagrosamente, la tormenta se disipa. El cielo vuelve a brillar, celeste inmaculado, y el calor a cocinarnos la piel y los sesos. Una y otra vez.
En el campo, como es lógico, se percibió mucho antes. Meses, y en algunos lugares incluso años, sin llover como es debido. Cosechas en riesgo o perdidas, animales enflaquecidos, con poca agua y sin comida. Todos sabemos, o deberíamos saber, que no es un problema sólo del campo. La pérdida de cosechas y de carne redunda en escasez de alimentos y aumento de precios para todos.
Ahora la sequía llegó a las ciudades y todos tenemos miedo. Hay localidades, incluida Montevideo, en que las reservas de agua alcanzan para pocas semanas, incluso restringiendo los usos innecesarios, como lo ha planteado ya la OSE.
Les propongo un ejercicio. Busquen en Google, o en cualquier otro buscador de internet, por los términos “sequía mundo 2023”. Verán cosas extrañas.
Por ejemplo, que una situación mundial de sequía crónica, junto con otros desastres climáticos, venía siendo anunciada desde hace años.
Ahora, el Banco Mundial declaró formalmente que existe una crisis hídrica mundial y que para 2030 (fecha recurrente) se espera que el agua potable disponible sea un 40% menos de la requerida para cubrir las necesidades de la Humanidad.
Se podría creer que el Uruguay, instalado sobre dos acuíferos y con ríos, arroyos y lagunas por todos lados, no padecería el problema como lo sufren poblaciones de Africa y Asia.
Eso, en un mundo sediento, en el que el agua cotiza en bolsa, podría ser una fortuna incalculable. Algo así como estar parados sobre yacimientos de oro o de petróleo. Aunque todos sabemos cómo les va a los que están parados sobre oro o petróleo.
Pero Uruguay se ha empeñado (en el doble sentido de la palabra) en maltratar y regalar el que probablemente sea su recurso más valioso.
Plantaciones incontroladas, sobre todo de soja, han hecho que los abonos y los productos químicos invadan las corrientes de agua, las contaminen y las llenen de cianobacterias.
Por otro lado, basta recorrer casi cualquier carretera para ver las enormes filas de eucaliptus, plantados para el uso de empresas pasteras, como UPM y Montes del Plata.
Los eucaliptus “chupan” agua en forma asombrosa. Me baso en la experiencia concreta de productores rurales vecinos a las plantaciones. Su testimonio unánime es que los dejan sin agua, reducen el flujo de ríos y arroyos, secan los pozos y los tajamares. Al principio, algunos técnicos lo negaban, decían que no era cierto que los árboles dejaran sin agua a la zona. Claro, muchos técnicos trabajan para UPM o para Montes del Plata. Pero ahora la verdad es tan evidente que se han callado.
Hay muchos millones de eucaliptus plantados en nuestro territorio. Porque desde 1987 la forestación se volvió una política nacional (“nacional” porque se aplica en el país, no porque haya sido resuelta en nuestro país).
Por si eso fuera poco, las empresas pasteras tienen carta blanca para usar gratuita e ilimitadamente el agua de los ríos Uruguay y Negro. En el caso del Río Negro, estamos obligados además a asegurarle a UPM2 un flujo de agua mínimo, que le permita seguir produciendo celulosa y diluyendo sus deshechos, en zona franca, sin pagar impuestos ni, por supuesto, el agua que consume.
De modo que la situación actual es así. Las cosechas están sin agua y los animales sin agua ni comida. Los uruguayos estamos conminados por OSE a restringir el consumo. Pero las empresas pasteras tienen el agua asegurada y sus árboles continúan sorbiendo la de nuestro suelo y subsuelo.
¿Saben que eso, además de una locura, es inconstitucional?
El artículo 47 de la Constitución establece que la prioridad en el uso del agua es el suministro de agua potable y de saneamiento a las poblaciones. Pero contratos como el de UPM2 invierten las prioridades. Uruguay se obliga a garantizar el flujo que necesita la empresa, pase lo que pase.
Un dato más. ¿Saben quién prestó el dinero para subvencionar la plantación de eucaliptus desde 1987, no sólo aquí sino en una región que comprende partes de Brasil, Argentina, Chile y Paraguay?
Sí, el Banco Mundial. El mismo que ahora proclama la crisis hídrica.
¿Y saben de quién dependen los tribunales internacionales a los que tendríamos que ir en caso de juicio con UPM?
Sí, acertaron, del Banco Mundial.
La tesis del Banco Mundial es que lo que nos lleva a la crisis hídrica es, por un lado, el cambio climático (¡faltaba más!), y, por otro, un problema de “almacenamiento”.
Sí, leyeron bien. “Almacenamiento”. Se preguntarán qué significa eso. Traducido, de la jerga eufemística de los organismos internacionales al criollo, significa que los gobiernos no cuidan ni administran bien el recurso, por lo que falta en los períodos críticos.
Uno se pregunta quién y dónde “almacenaría” los enormes volúmenes de agua requeridos para atender las necesidades de la Humanidad.
El Banco Mundial no lo dice claramente todavía. Pero es obvio que, si yo acuso a quien administra un recurso valioso de administrarlo mal, estoy sugiriendo un cambio de administración, o al menos que alguien intervenga para supervisar esa administración, que obviamente no se hará en “almacenes” sino mediante el control de las fuentes naturales de agua.
Desde hace mucho tiempo, grandes corporaciones están empeñadas en hacerse con el control del agua. Por eso no causa sorpresa que el Banco Mundial, invocando la sequía, abra camino para una forma distinta de “almacenar-administrar” el recurso.
Recapitulando: el Banco Mundial promovió y financió, al menos en nuestra región, una política forestal claramente reñida con la conservación del agua. Luego se convirtió en una especie de tribunal-niñera de las empresas forestales, que vienen a recoger al agua contenida en los troncos y a usar la de los ríos para convertirla en celulosa. Y, por último, pone el grito en el cielo por la falta de “almacenamiento” y cuidado del agua. Sólo falta que nos diga exactamente cómo debemos “almacenarla” y administrarla. Pero ya lo hará, no lo duden. Muy loco, ¿no?
En suma, nos encontramos ante una disyuntiva clara. No sabemos con exactitud las causas ni la duración de la sequía. Tampoco podemos controlar esos factores.
Lo que sí podemos hacer es algo que rompe los ojos: una política nacional de aguas. Es decir, marcar prioridades y poner fin al saqueo incontrolado que realizan las empresas forestales y al daño que producen ciertas formas de cultivo.
Me dirán que eso contradice a los contratos firmados con las pasteras. Y es verdad. Esos contratos leoninos e inconstitucionales nunca debieron firmarse. Por eso se firmaron en secreto.
Hoy, recién, vemos con claridad que no pueden cumplirse sin sacrificar cosas absolutamente valiosas, como nuestra salud, nuestra riqueza y nuestra soberanía.
Me perdonarán que les recuerde, una vez más, que la reforma constitucional “Uruguay Soberano” dispone precisamente la nulidad de esa clase de contratos. Firmar para que se apruebe es nuestra decisión.
Escasea el agua
Ángel Segura, Carla Kruk, Claudia Piccini y Guillermo Chalar (*), en La Diaria, 22/3/2023.
Más de la mitad de nuestro cuerpo es de agua. El agua es fundamental para la vida y su valor histórico, cultural y social está consagrado en la Constitución de la República. En este 22 de marzo, Día Mundial del Agua, proponemos algunos temas para la reflexión sobre su situación en Uruguay. Si bien la sequía que asola al país es importante y sus impactos sociales y ambientales son numerosos, en esta nota nos referiremos a otras sequías que, por la vía de los hechos, comprometen la cantidad y la buena calidad del agua, de la que los uruguayos y las uruguayas solíamos jactarnos.
Las sequías a las que nos referimos son las relacionadas con la situación de extracción y contaminación de las aguas, cuyos efectos a diferentes niveles tienen un origen común: el modelo de producción agroindustrial y agrícola-ganadero, impulsados en las últimas décadas desde los distintos gobiernos. En medio de la sequía, con decretos de OSE de restricciones al uso del agua potable, el presidente Luis Lacalle Pou en la inauguración de la 26ª edición de la Expoactiva de Soriano elogió las políticas forestales y sus plantaciones altamente demandantes de agua, y agregó que Uruguay tiene que aumentar el uso del agua para regar plantaciones de cultivos agrointensivos (por ejemplo, de soja transgénica).
En las últimas dos décadas en el río Uruguay se han cerrado plantas potabilizadoras de OSE como consecuencia de las floraciones de cianobacterias tóxicas, inducidas por el ingreso de fertilizantes desde zonas agrícolas. En otras zonas los aportes de efluentes de la ganadería intensiva generan problemáticas similares. La mala calidad del agua provoca un aumento de los costos de potabilización o la imposibilidad de alcanzar los estándares de calidad mínimos exigidos por la legislación.
En otros ecosistemas acuáticos los costos incrementales que asume la OSE por la mala calidad del agua disponible son millonarios (por ejemplo, en compra de agentes precipitantes y coagulantes, carbón activado, cloro). Asimismo, en varios sistemas acuáticos, algunos de ellos destinados a la potabilización, la concentración de pesticidas en el agua y en los peces es alarmante y refleja un problema menos visible a simple vista que el de las floraciones, pero de enorme gravedad. Ambos procesos son causados por el uso masivo de “insumos” necesarios para sostener este tipo de producción, y en este tema la evidencia científica es abrumadora.
Las floraciones tienen consecuencias tóxicas para los seres humanos e impiden el uso recreativo de gran parte de las playas de Uruguay, excluyendo a los usuarios de estos espacios e impactando en la industria del turismo. Dicha exclusión es claramente selectiva y afecta fundamentalmente a los sectores de menores recursos, que no pueden costear alternativas y deben renunciar al uso de esos espacios tradicionales de disfrute y encuentro o exponerse sistemáticamente a riesgos sanitarios. En este sentido, existen casos confirmados y registrados de intoxicaciones agudas por recreación en Uruguay, emblemáticos a nivel internacional. Considerando el efecto de las floraciones, se encienden varias alarmas sobre el estado de nuestros cuerpos de agua.
Como sociedad, no podemos darnos el lujo de perder un bien tan valioso e imprescindible como el agua y debemos incluir en los balances los impactos positivos y negativos de las actividades que se desarrollan.
Estas “sequías” son fruto de un modelo de desarrollo que genera numerosos impactos a los ecosistemas y, por lo tanto, a la salud humana. La sociedad tiene el derecho y la responsabilidad de participar en la toma de decisiones sobre su futuro, de manera informada y vinculante. Las soluciones que se plantean para mejorar el escenario del abastecimiento de agua potable apelan al uso de tecnologías y a la elección de fuentes de agua alternativas, que se propagandean como inagotables, pero que a nuestro modo de ver nos adentran aún más en un callejón sin salida. En particular, se plantean emprendimientos en zonas del estuario del Río de la Plata donde los problemas de floraciones son recurrentes (como la zona de Arazatí), catalogadas como de baja concentración de oxígeno (hipoxia) y cuya expansión podría llevar a la generación de “zonas muertas”. Además, se registran en esa zona aumentos estivales de salinidad (principalmente en verano) que dificultan o imposibilitan la potabilización y que requieren grandes cantidades de energía.
En este escenario queremos recordar que conocemos alternativas que se basan en una lógica diferente, no extractivista, no predatoria, que minimizan los impactos ambientales y que permiten un desarrollo justo y equitativo, aportando además a la soberanía alimentaria. Debemos plantearnos si otras formas de producción son posibles, preguntarnos quiénes son los beneficiados con las formas actuales, cuánto perduran en el tiempo las prácticas productivas y cuáles son sus consecuencias. Como sociedad, no podemos darnos el lujo de perder un bien tan valioso e imprescindible como el agua y debemos incluir en los balances los impactos positivos y negativos de las actividades que se desarrollan. Recuperar el funcionamiento natural y un estado generalizado de calidad del agua saludable en Uruguay es posible y debería ser un faro guía común.
(*) Carla Kruk, Claudia Piccini y Ángel Segura son investigadores del Departamento de Microbiología del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable y de Modelización Estadística de Datos e Inteligencia Artificial del Centro Universitario Regional del Este de la Universidad de la República. Carla Kruk es además investigadora del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias, Universidad de la República, al igual que Guillermo Chalar.
Sequías y agua
José Antonio Rocca
Sequía, restricciones para el uso de agua potable e incendios formaron parte de la agenda de febrero. Lo curioso, es que Uruguay tiene una cantidad muy importante de ríos, lagos, lagunas, arroyos.
Por si todo esto fuera poco el país se encuentra sobre diversos acuíferos, entre los que se destaca uno de los más importantes del mundo como lo es el Guaraní.
Más allá de la incidencia de fenómenos naturales, parece evidente que existen causas vinculadas a la estructura y funcionamiento económico del país, que determinan entre otras consecuencias el uso inadecuado de los recursos hídricos.
Enormes latifundios, monocultivos, la tiranía de la rentabilidad privada, han generado un fuerte deterioro ambiental que altera de manera negativa, la cantidad y calidad del agua a la que acceden la mayor parte de los orientales.
Grandes grupos y empresas privadas utilizan el agua en su beneficio exclusivo, desperdician, contaminan. Sobran ejemplos. Desde el uso de cursos de agua como vertedero de agroquímicos, como el glifosato, hasta la enorme cantidad de agua que absorben la cadena económica con base en plantaciones de eucaliptus. Cada tronco que se utiliza para exportar chips, pasta de celulosa, lleva en su seno una cuota de agua y energías del territorio oriental.
Paralelamente el gobierno promueve privatizaciones en el rubro, violando claramente la voluntad popular plasmada en la constitución, respecto a la consideración del agua potable como derecho humano a ser administrado exclusivamente por el sector público.
Otra de las enseñanzas que brinda la situación actual es una nueva evidencia de la hipocresía de muchos “liberales” de manual o de conveniencia.
Los mismos grandes grupos vinculados al agro negocio que recitan versos sobre el “libre mercado” y que no invirtieron para generar fuentes de regadío en el momento de vacas gordas, solicitan subsidios y prebendas frente a la sequía y el gobierno fundamentalista de la supuesta reducción de gastos se los otorga.
La moraleja es clara. Cuando el negocio les va bien, para el pueblo, las vaquitas son ajenas, cuando tienen problemas, terminan pagando los trabajadores.
Los recortes de egresos del sector público no son para los “malla oro”, a los que se los favorece por todas las vías, son para el gasto social y lo que es peor, sin medir consecuencias. En este caso también el ejemplo es nítido. La racha de múltiples incendios dejó al desnudo las carencias de OSE y del cuerpo de Bomberos tanto en términos materiales como de recursos humanos exigiendo a los trabajadores esfuerzos sobrehumanos.
El disparate conceptual que significa la no reposición de vacantes como norma, general, provoca tercerizaciones que favorecen intermediarios, elevan costos y rebajan salarios de los trabajadores y desmantelan servicios básicos. El ente que suministra agua potable, es un fiel reflejo de sus consecuencias. Mientras aconseja ahorrar agua potable, las cañerías carecen de mantenimiento y falta personal. El resultado es que se pierden cantidades inverosímiles del líquido elemento.
El gobierno y sus voceros nos intentan mostrar un país de maravillas, mientras el patrón de acumulación capitalista dominante exhibe sus carencias en los más diversos ámbitos.
Monocultivos forestales consumen 22M de m3 de agua por díaEl 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua, un recurso que escasea cada vez en Uruguay, en gran parte por los monocultivos forestales.
22 de marzo de 2023
.La tarde de este miércoles 22 de marzo habrá marchas en todo el país en defensa del agua en el marco del Día Mundial del Agua. Según la OMS más de dos mil millones de personas carecen de agua potable
a nivel mundial. Cuidar este recurso esencial para la vida es tarea de
toda la sociedad, pero el impacto de las acciones individuales es de una
escala mucho menor al de las empresas y las instituciones, por ejemplo,
con los monocultivos forestales.
El agua en Uruguay es un derecho humano fundamental consagrado en la Constitución, por ello debe ser especialmente protegida.
"No es solo sequía, es saqueo", dicen las profesoras de geografía nucleadas que elaboraron una serie de placas con información relevante acerca del agua en Uruguay:
Forestación
Los monocultivos forestales consumen 21.742.180 metros cúbicos de agua por día. La silvicultura en Uruguay ocupa más de un millón de hectáreas. Cada hectárea tiene 1000 árboles y u eucaliptus consume 20 litros de agua diariamente. Por esto ha disminuido el 50% de los caudales hídricos.
Arroz
Para producir arroz en Uruguay se utilizan suelos cubiertos de grandes cantidades de agua con agrotóxicos. En 2022 se cultivaron 160.000 hectáreas de arroz. Se utilizan diversos agrotóxicos: herbicidas, plaguicidas y fertilizantes, que en gran medida terminan en los cursos de agua, entre ellos el glifosato. investigaciones recientes encontraron más de 90 agrotóxicos en la laguna Merín, cuya cuenca es la región arrocera por excelencia.
Suelen emplearse doce millones de litros de agua por hectárea a lo largo del ciclo productivo, pero en medio de la sequía se está tomando un 20% más de la prevista, ya que los suelos han perdido mayor cantidad de humedad.
Soja
Para conseguir la producción máxima de soja se consumen en todo el ciclo entre cuatro millones y medio y ocho millones de litros de agua por hectárea.
En Uruguay hay 1.165.000 hectáreas sembradas de soja, más del 50% ubicadas en Soriano, Colonia y Río Negro. La soja requiere entre 52.450.000 y 932.000.000 metros cúbicos de agua para su producción. El consumo de agua del cultivo es el valor de la evapotraspiración acumulada a lo largo del ciclo.
Plantas de celulosa
Las plantas de celulosa consumen y contaminan el agua sin pagar, de acuerdo con el estudio de impacto ambiental de la empresa analizado por Bacchetta en Sudestada.
Las dos plantas ya instaladas consumen 180.000 metros cúbicos de agua por día y la nueva UPM va a extraer del río Negro 125.000 metros cúbicos. Además, 305.000 metros cúbicos de agua contaminada se van a volcar día a día en nuestros ríos, lo que es equivalente al consumo de dos millones (2.000.000) de personas diariamente.