domingo, 30 de noviembre de 2008

Algunos -por suerte- se mantuvieron ariscos


Creo que sería bueno rastrear más atrás para entender este hoy. Por ejemplo, empezar en aquella "tregua" y "negociación" que hizo alentar falsas esperanzas en "peruanistas". Vamos a no olvidarnos de la calentura del Bebe con la posición que venía de los cuarteles. Vamos a no olvidarnos que en febrero del 73, no solo algunos sectores "reformistas" de la izquierda le abrieron alguna cuota de crédito a los comunicados 4 y 7; también entre filas hubo quienes se esperanzaron y eso, además de poder deberse a debilidad ideológica, también fue fruto de la confusión creada con la tregua. Tampoco es todo blanco y negro. Muchos de los que se opusieron a la tregua lo hicieron por simple mentalidad militarista.

Pero volviendo a los antecedentes. También tengo presente la resistencia de muchos en la cana a la profundización ideológica y a inentar un análisis de clase para entender el pasado y proyectarse al futuro.

Y tengo presente también el caudillismo post-cana, aquél que aceptó incluir de todo en los documentos de la IIIª Convención, para apaciguar a los ariscos y luego centrar todo en la elección de los cargos; porque a partir de ahí la línea la iba a marcar la dirección, independientemente de lo que dijeran los papeles aprobados. Ese caudillismo es padre de los consentimientos de hoy.

Algunos de los más firmes defensores hoy de "la tarea revolucionaria de juntar votos" ponían dudas entonces de la adhesión al FA y hasta olfateaban reformistas en quienes la defendíamos. No era un problema de principios, evidentemente, sino de mero cálculo político. También pusieron trabas o menospreciaron la formación político-ideológica de los nuevos militantes, resbalando hacia una vieja práctica de la izquierda, en la que la formación de cuadros no era la creación de hombres con cabeza propia, capaces de algún día cuestionar hasta a los propios maestros, sino la formación de "entendedores y aplicadores de la línea". Así también se van formando consentidores.

Luego ya viene la parte de la historia que vos contás, a lo que hay que sumar la irresistible tentación a los asientos que tienen algunos culos y el descubrimiento de que el aparato del Estado, además de ser algo al servicio de la clase dominante, también puede estar al servicio del propio confort y buen vivir (¿o esto será una forma de irle minando la primera característica? uno es ignorante y de repente no entiende ciertas tácticas).

Y acá estamos. Yo no paso de ser un medio militante del montón, que trato de ayudar en lo que puedo a comprender junto con otros la realidad en que vivimos y ver si le encontramos la vuelta para empujar a transformarla en un sentido revolucionario. Ni siquiera estoy seguro de estar haciéndolo bien.

Pero en este sentido, ya no me calientan tanto las volteretas y las luchas por posiciones electorales. Si alguna vez relativizamos la importancia del circo electoral, vamos a no agrandarla ahora. Allí se expresa también, aunque bastante deformada, la lucha de clases. Y en definitiva lo realmente importante no va a ser qué nombre o qué estructuras ganen (para el pueblo siempre van a ser preferibles unos triunfadores que otros), sino de qué manera puede servir una coyuntura en la que inevitablemente se vuelcan a la discusión temas trascendentes, para seguir avanzando en conciencia y organización de los de abajo, que es en definitiva lo único que puede garantizar saltos en calidad en un futuro, que espero no sea tan lejano.

Un abrazo

Pardal

P.D.: seguramente ne lo que escribí hay incoherencias y contradicciones; no importa: no lo hice para dar línea, sino para tratar de aportar a la reflexiòn colectiva.

Algunos -por suerte- se mantuvieron ariscos. Otros siguieron haciendo cálculos políticos y de oportunismo en oportunismo llegaron a defender cualquier cosa.

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