Triunfó Piñera; los mayordomos son expulsados del palacio. La Concertación agoniza
Triunfo de derecha dura concretó los pronósticos que se han hecho hace años:la muerte de la Concertación o el derrumbe de un bloque que se fraguó en los acuerdos con el enemigo y las traiciones.
UN BUEN AMIGO me llama por teléfono para gritarme, casi con ira: “debes estar feliz, tus malditos pronósticos se cumplieron”. Él es un hombre de izquierda, consecuente con sus propias elucubraciones, aunque poco despierto y nada informado.Yo le he dicho esto mismo muchas veces cara a cara, por lo que la opinión transcrita en las líneas que usted acaba de leer no constituye despropósito ni ‘mala leche’.
Por cierto, no estoy feliz… ni siquiera porque los porfiados hechos han puesto en evidencia concreta lo que he venido pregonando desde el año de la pera. La verdad es que debería estarlo, ya que fui mil veces basureado por el establishment local (donde Alianza y Concertación se unieron en la fronda de la corruptela y del ‘familisterio’) cada vez que uno de mis artículos conoció la luz pública a través de diarios electrónicos (más leídos, por cierto, que muchos de los periódicos de papel)… y ahora, las materias contenidas en los artículos de marras han sido desgraciadamente bendecidas por el juez del tiempo, es decir, por la objetiva e ínclita dureza de los hechos fríos y concretos.
¿Será necesario, a objeto de demostrar cuán certeros estuvimos en los pronósticos políticos, recomendar a ese amigo releer, por ejemplo, http://www.kaosenlared.net/
Como nunca antes en los últimos 70 años, la izquierda mostró una debilidad tan acentuada, una carencia de simpatizantes, de socios y colaboradores tan indesmentible, que puso en tela de juicio cualquier intento por revivirla.
Desde el punto de vista netamente electoral, jamás la izquierda había tenido votaciones tan magras como las que actualmente presenta.
Cierto, demoledor e irrebatible: en nuestro país la izquierda tocó fondo. Por ello, me sumo a las palabras de ese asertivo y honesto columnista que esHernán Montecinos, quien escribió: “si el precio para la izquierda es volver a empezar de cero, así tendremos que hacerlo, y no debemos de temer a ello. Quizá sea necesario para aventar de una vez por todas a toda una clase política indigna y corrupta que nos ha mal representado. La historia ha demostrado, no pocas veces, que después del desastre viene el florecimiento y la reconstrucción. Quizá éste sea el momento para que así empiece a suceder”.
¡Y claro que es el momento! Soy un absoluto convencido de que la coyuntura histórica actual, sustentada en el triunfo del lado más salvaje del neoliberalismo representado por, quizá, el epítome de los negociados turbios y aprovechamientos ilegítimos, ofrece la dorada oportunidad a una izquierda que debe renacer de sus propias cenizas, aprovechando la concreción de los pronósticos que se han venido vertiendo desde hace un par de años: la muerte de la Concertación, o el derrumbe de un bloque que se fraguó -desde su nacimiento- en los acuerdos ‘políticamente correctos’, las traiciones al pueblo progresista y la decisión de servir de mayordomos a los dueños del capital, respetando a ultranza las arrogantes normas del sistema neoliberal y cuidándole las espaldas a Pinochet y a sus asesores más despiadados.
Hoy, el 52% del electorado decidió que era preferible, más directo y franco, entregar el palacio a los patrones y no renovar el contrato de los mayordomos concertacionistas.
Entonces, a partir de este momento (dorado momento, en verdad) comienza la hora de la izquierda…puesto que siempre, en nuestra historia política de los últimos años, cuando la derecha –la verdadera, la patronal, no la mayordomil disfrazada de ‘progresismo’- ha tomado el mando en La Moneda, se provoca la unidad del pueblo, el cual recupera la certeza de luchar por la reconstrucción de las esperanzas, de esas mismas ilusiones que el establishment, la farándula y el consumismo desatado hicieron añicos a través de los ‘realities’, el mercadeo farandulero y las continuas traiciones políticas que los dirigentes creyeron poder efectuar perenne y gratuitamente.
Más temprano que tarde, la clase trabajadora, los estudiantes ‘pingüinos’, la altiva raza mapuche, los pobladores, los jubilados, los cesantes, los deudores habitacionales, los ‘encalillados’ alumnos universitarios, los trabajadores temporeros, los gremios profesionales, la CUT, la ANEF y todo el amplio abanico del Chile real, abandonarán la posición genuflexa actual, poniéndose de pie para exigir –por fin- respeto y cumplimiento a sus decididas impetraciones de una vida mejor,solidaria, justa y democrática en esencia.
Es que ya se hace imprescindible equilibrar la balanza. No más todo el poder puesto en un solo platillo, en aquel donde se mezclan Alianza y Concertación (o patrones y mayordomos).
Veinte años después del derrumbe de los muros ideológicos, el mundo ha venido a caer en cuenta que la tan vapuleada “guerra fría”, lejos de haber constituido un peligro de hecatombe nuclear para la humanidad, fue un período de equilibrio político, en el cual las dos grandes potencias de esa época –USA y URSS- disputaban la hegemonía global mediante la consecución del apoyo de naciones tercermundistas, a las que ayudaban y/o protegían ante cualquier intento de descalabro que el adversario –la otra cara de la moneda- tuviese a mal idear.
Por ello, precisamente, la Historia señala que los equilibrios son necesarios ya que ofrecen mejores réditos a quienes menos tienen y más sufren. Es lo que ocurrirá, y pronto, en nuestro país gracias al retiro de la clase mayordomil cuyos miembros (algunos de ellos) abrirán los ojos y entenderán que no es ese el lugar ni la trinchera donde deben ubicarse, así como –cabizbajos y silentes- reconocerán en sus fueros íntimos que todo aquello que se les dijo durante más de una década, se concretó finalmente, otorgándole a las críticas la veracidad fría y dura de los hechos ciertos.
La Concertación ha muerto y, sus parlamentarios, deberán cautelar desde el Congreso Nacional los avances que lograron en estos 20 años…
Aunque parezca incluso risible, el nuevo Presidente de Chile, Sebastián Piñera, está obligado a gobernar (si es que desea hacerlo sin tensiones ni luchas) mediante la ‘política de los acuerdos’ con quienes hasta ayer eran los mandantes.
Pero es una nueva época la que se viene sobre el país, ya que es un hecho más que posible que la Democracia Cristiana –muerta la Concertación- regresará a su redil histórico cercano a sus genes conservadores. El Partido Socialista tendrá que limpiar su actual mesa directiva estalinista y fracasada, mientras que otras tiendas, como el PC y los Humanistas, deberán efectuar un público mea culpa por sus jugarretas fútiles que sólo sirvieron para prolongar la agonía de una izquierda que, ahora, por obra y gracia de la derecha dura, tiene la magnífica oportunidad de aglutinar fuerzas, oxigenarse, levantar un programa antineoliberal, anticapitalista, y saltar al escenario político donde debería ocupar –como mínimo- el 20% de ese espacio.
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