>>> Solo un grupito de acomodados
Según Adeom la información manejada por Brenta "solo puede explicarse por incapacidad o mala intención" y en función de ello detallan los salarios de la administración capitalina.
"El Intendente gana $ 233.178 (166.554 de sueldo base + 66.624 de gastos de representación); los directores de departamento ganan $ 133.244, los directores de división $ 106.595, los alcaldes $ 133.244" sin tomar en cuenta salario vacacional, aguinaldo y otros beneficios.
También figuran los exalcaldes "es decir aquellos que no se presentaron a las últimas elecciones o perdieron estas" que tienen "un subsidio mensual (un seguro de paro de lujo) de $ 108.200".
"Con respecto a los asesores y personal de designación directa, hay al día de hoy casi 70, con un promedio de $ 66.230, pero con salarios que en muchos casos superan los $ 90.000", agrega Adeom.
Sin embargo, el sindicato remarca que "en el otro extremo" figuran "5.130 trabajadores presupuestados, de las categorías de administrativos, especializados y obreros, ganan, en valores nominales, promedialmente $29.200" de sueldo base más un 30% de compensación unificada, lo que muestra que "es bien distinta la situación a la planteada por Brenta desde sus $ 133.244".
>>> Los promedios mienten
"La dirección de la comuna, por su parte, hizo su faena informando sobre un salario “promedio” que resulta envidiable para la mayoría de los trabajadores, retirando así del foco los problemas de gestión que tienen a media flota de camiones fuera de combate y ocultando el hecho de que la basura se produce a un ritmo que vuelve insustentable todo el sistema.Y los promedios, como ya se sabe, MIENTEN."
Los que pagan el pato
Por Soledad Platero.
El
problema suscitado por la acumulación de basura en Montevideo (causado
por la convergencia de diversos factores entre los que las medidas
sindicales no fueron el más importante) desnudó la virulencia con que la
opinión pública -esa máquina malévola alimentada por los medios- atacó a
los municipales, acusándolos de ser unos oportunistas que se quejan y
joden a todo el mundo a pesar de que ganan sueldos principescos
convenientemente engordados por beneficios obtenidos vaya uno a saber
mediante qué atropellos.
Gente que no trabajó en su vida pero que da
la cara en nombre de la izquierda salió a decir que para volver a ganar
la Intendencia de Montevideo hay que eliminar a Adeom, exactamente del
mismo modo en que otro que nunca trabajó había dicho, hace algún tiempo,
que para cambiar la educación había que hacer mierda a los gremios
docentes.
La dirección de la comuna, por su parte,
hizo su faena informando sobre un salario “promedio” que resulta
envidiable para la mayoría de los trabajadores, retirando así del foco
los problemas de gestión que tienen a media flota de camiones fuera de
combate y ocultando el hecho de que la basura se produce a un ritmo que
vuelve insustentable todo el sistema. Y los promedios, como ya se sabe,
mienten. Para quien quiera verlos, los salarios de los trabajadores
municipales están publicados en el sitio web de la Intendencia,
ordenados por escalafón y carga horaria. Son salarios nominales,
obviamente, y cualquiera con dos dedos de frente puede darse cuenta de
que los que andan en la calle juntando basura y limpiando las cloacas no
son los que están en la punta superior del escalafón. Pero eso a nadie
le importa, porque los municipales, a diferencia de otros trabajadores
del Estado, cobran salario vacacional. Un abuso, realmente. Claro que
tampoco les va mejor, en la consideración pública, a los demás
trabajadores estatales. Sin ir más lejos, hay quienes se quejan de que
en 2002, cuando tanta gente fue a parar a la calle debido a la crisis,
“los públicos” conservaron sus empleos. Increíble. Los bancos y los
gobiernos hunden a todo un país en la miseria y nadie tiene una palabra
de reproche para ellos. El rencor es contra los trabajadores que no
fueron a dar a la calle.
No hace demasiado tiempo, existía entre los
trabajadores una solidaridad básica, esencial, que no sabía de envidias
ni de acusaciones por los beneficios obtenidos luego de largas luchas.
Fueron miles y miles los trabajadores que pagaron con cárcel o hasta con
su vida eso que hoy algunos miran con rencor y hostilidad:
presupuestación, un escalafón claro, un sistema de concursos que
ofreciera garantías, beneficios sociales, condiciones seguras para
trabajar. Cosas básicas que sólo pueden ser vistas como privilegios
debido a un brutal proceso de deterioro de la solidaridad de clase. Pero
el deterioro se produjo, y hoy hay que escuchar que está mal que un
trabajador que gana 25 mil pesos nominales haga paro, porque resulta que
hay otros que ganan 15 mil. (Por cierto, esa condescendencia de la
opinión pública con los que ganan menos desaparece en el mismísimo
momento en que éstos toman una medida de lucha, a menos que esa medida
sea completamente invisible y no moleste el normal desarrollo de las
actividades del resto).
Es que siempre los que pagan el pato son
los trabajadores, dicen, queriendo decir “yo”. Algunos, más audaces,
dicen cosas como “les pagamos el sueldo y no nos dan el servicio”. Pagan
800 pesos de tributos municipales y 180 de tasa de saneamiento cada dos
meses, y con eso creen que pagan el sueldo de los que les limpian la
mugre. Por cierto, tienen saneamiento y servicios, pero en su
imaginación esa loca suma que le pagan a la Intendencia un mes sí y otro
no sostiene los salarios magros de los barrenderos y los abultados de
los directores de división o de departamento.
Hace algunos meses vimos la misma película
cuando maestros y profesores hacían sus reclamos. Se dijo que trabajaban
poco, se los acusó del desastre educativo en el que parece que estamos
sumergidos y se habló de que no importa que no ganen mucho, porque por
lo general se casan con alguien que gana bien, así que no necesitan
tanta plata. Pero nadie vaya a pensar que el odio contra las medidas de
lucha de los trabajadores alcanza sólo a los funcionarios públicos.
Basta ver lo que pasa cuando para el transporte, por ejemplo. Juan
Pueblo, el furioso, no pierde un minuto de su tiempo para saber qué
pasó, quién no cobró el sueldo, quién fue asesinado, cuántos van a
quedar en la calle.
Se me dirá que hay medidas que joden al
pobre, y es verdad. Que probablemente haya otras formas de hacer presión
para conseguir un aumento o una mejora en las condiciones de trabajo, y
también es verdad. Que entre los funcionarios públicos hay burócratas
indefendibles y entre los privados hay atorrantes de campeonato, y no
soy quién para discutirlo. Pero el trabajador no es el pelado cara de
orto que no te dio entrada al trámite o la mina que te maltrató en la
mutualista cuando precisabas un remedio. Tampoco es el guarda servicial y
buena onda que te hizo el viaje más fácil y te alegró el día. No. El
trabajador es un concepto. Es el que vende su fuerza de trabajo, y en
una de esas tiene suerte y lo hace en algo que le gusta, y en una de
esas no, y lo hace igual, porque tiene que ganarse la vida. El
trabajador es uno de los polos en una ecuación que tiene en el otro
extremo a alguien que decide cuánto le va a pagar y cuánto le va a
exigir. Y no conozco casos en los que ese extremo se muestre
espontáneamente generoso.
Por eso, los que se apuran a recordar que
los trabajadores del ámbito privado ganan una miseria y no pueden hacer
paro porque los rajan, harían bien en considerar que tal vez si no
saltáramos como clientes defraudados ante cada medida de lucha las
probabilidades de hacerse respetar crecerían considerablemente para los
más vulnerables. Y quedarían haciendo gárgaras con sus bravuconadas los
que, sin haber sido asalariados en su pinche vida, no vacilan en
cacarear para reclamar la aniquilación de un sindicato.
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