Hay hambre Según un relevamiento llevado a cabo por el Programa Integral
Metropolitano (PIM) de la Universidad de la República, en el Municipio F
existe «una situación dramática» respecto al déficit alimentario —en
otras palabras: hambre— que viven, sobre todo, adolescentes de la zona.
El docente e investigador del PIM, Agustín Cano, sostuvo en diálogo con
el periodístico Primera Mañana de El Espectador que se trata de
un escenario «realmente muy difícil que en los últimos dos años se ha
recrudecido» en esta zona de Montevideo «que presenta indicadores
sociales y socioeconómicos en general por debajo del promedio y muy por
debajo de los municipios más favorecidos de la ciudad».
Según una investigación de la Udelar hoy funcionan 26 ollas en el Municipio F, pero no es suficiente para evitar la situación de hambre que enfrentan muchos estudiantes de la zona. Cano dijo que la cobertura alimentaria en Secundaria no está prevista y que no hay respuesta institucional a una situación grave que diariamente enfrentan los docentes, los estudiantes y sus familias.
El Psic. Agustín Cano informó que una investigación del PIM de la Udelar arrojó que durante la pandemia los colectivos docentes del Municipio F tomaron la iniciativa de gestionar la distribución de canastas de alimentos, pero que no pudieron sostener la tarea en el tiempo, lo que llevó a que la situación hoy sea más grave.
A los casos denunciados a través de un informe del Semanario Brecha, Cano dio cuenta de la situación de un liceo en el que el colectivo docente detectó a 34 adolescentes con problemas alimentarios y se vio forzado a “seleccionar” sólo a 20 para que la lista no fuera rechazada por Secundaria.
Asimismo agregó que la situación genera mucha preocupación en el cuerpo docente que con el cierre de las aulas comunitarias y la disminución de las horas de coordinación, tienen menos chances de gestionar la emergencia.
En otro orden Agustín Cano, psicólogo especialista en Educación, dijo que hay “nudos problemáticos” en el sistema educativo que hay que atender antes de plantear una reforma educativa. Agregó que en su opinión, una reforma educativa sólida debe incluir la situación de los jóvenes y no sólo enfocarse en cambios curriculares:
“Decir que el cambio curricular hará que los estudiantes no se aburran y entonces no abandonen es una simplificación” que no ayuda. Y agregó que “el oportunismo electoral dificulta la transformación”.
https://cdn.espectador.com/810mp3/22522.mp3
Aporías de la reforma educativa Agustín Cano Brecha 13 mayo 2022
En un barrio de la periferia de Montevideo, un profesor cuenta que en
su liceo una estudiante se desmayó de hambre. Nadie se asombra. Otros
docentes narran que suelen comprar, pagando de su bolsillo, barritas de
cereales o bizcochos de cantina a estudiantes que a las 17 horas no han
comido nada desde el café con leche de la mañana. Una profesora comenta
que el taller de cocina de su liceo tuvo casi 150 alumnos inscritos,
muchos más que cualquiera de los otros talleres, en los que no se come.
El intercambio sigue. Nadie se acuerda del orden del día. La reunión se
consume cotejando versiones sobre unas partidas que se anuncian
reducidas y compartiendo tácticas para gastar en alimentos fondos
asignados a la compra de materiales. En la otra punta de la mesa, dos
profesoras repasan una lista de estudiantes a incluir en un pedido de
acceso a viandas escolares. El trámite es engorroso y tienen que
seleccionar a los que tienen las insuficiencias alimentarias más graves.
Cuentan más de 30 solo en un liceo. Deberían ser más, dicen, pero temen
que el pedido sea rechazado si incluyen a muchos. Si todo sale bien,
conseguirán entre 20 y 30 viandas infantiles, que podrán ir a buscar a
una escuela cercana. «Un adolescente no come lo mismo que un niño, pero
cuando no ha comido nada, esa vianda es todo», razona una docente,
levantando la vista de un papel con nombres tachados. Estamos reunidos
en una biblioteca y pienso en el poema de Federico García Lorca. Falta
el «medio pan» para abrir el libro.
La pobreza infantil en Uruguay creció y se ubica hoy en el entorno
del 19 por ciento de los niños, niñas y adolescentes menores de 18 años.
El rango de edad de entre 13 y 17 años es el que registra el mayor
aumento. En los liceos no existe una política de alimentación.
***
El discurso oficial busca hacer pie en el mito de la meritocracia.
Pero es un mito agujereado que ya no es capaz de sostener nada. Sin mito
no hay promesa, por lo que la propuesta educativa solo se puede apoyar
en un criterio de realidad puro y duro. La máxima pareciera ser aquella
amarga frase de Mauricio Macri: «Estábamos viviendo por encima de
nuestras posibilidades». Según la cooperativa de economistas Comuna, en
2022 la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) perdió 80
millones de dólares en términos reales. El ajuste económico en la
educación es la confesión de parte del gobierno, que, «crisis de la
educación» mediante, no concede el relevo de pruebas.
El discurso de la gestión, el liderazgo y la autonomía de los centros
se da de bruces con una realidad en que los (insuficientes) cargos
técnicos existentes en los liceos no se han llenado. Faltan profesores
de tutorías, psicólogos o referentes de educación sexual, que se suman a
las horas docentes, cuya asignación se ha demorado. El celo por el
control ha aumentado burocracias ya de por sí robustas. Intentar
enfrentarlas doblega al más fuerte. De la voluntad al voluntarismo y
luego a las tácticas adaptativas de cada quien, por el tiempo plano de
la desesperanza. Mark Fisher incluye la burocracia entre sus «aporías
del realismo capitalista», no como una falla, sino como una condición de
funcionamiento bien disimulada. Entre los docentes, es frecuente la
expresión mundos paralelos para referirse a la distancia que existe entre la gestión institucional y las realidades de los centros educativos.
***
Estos mundos paralelos tienen su punto impropio bastante más acá del
infinito y se encuentran a los ponchazos. El discurso tecnocrático
convive bien con el autoritarismo cuando se presenta como sinónimo de
liderazgo. La autonomía es para ejecutar, los educadores tienen miedo y
parece que todo eso era el futuro que debía haber llegado hace rato.
Pero el futuro tiene aspecto setentista, del corte tradicional. Se
persigue a los estudiantes por pintar sus consignas en los muros. Se
persigue a los docentes por sus campañas sindicales. Se censuran
boletines gremiales por su contenido. En un centro educativo, un jerarca
inició un procedimiento administrativo a un docente luego de entrar en
su clase en el momento en que se proyectaba una cita de un filósofo
alemán de iniciales F. W. N. O., sospechoso de fomentar el ateísmo.
Desmarxistizar la enseñanza ha vuelto a ser una preocupación
omnipresente, como en los tiempos del Consejo de Estado, cuando algún
senador actual trabajaba sumariando educadores. Y hasta un jerarca de la
evaluación educativa, socialdemócrata y modernizante, se sumó comedido
al discurso setentista del adoctrinamiento de izquierda en la educación.
El episodio permitió constatar la cohesión del «nuevo pacto laico» del
que habla Antonio Romano, que observa un desplazamiento del sentido de
la laicidad desde el anticlericalismo hacia el antisindicalismo,
transformando a los docentes en sospechosos permanentes.1
El clamor de la laicidad se hace en nombre de la pluralidad. Si el
clamor viene de arriba, viene con trampa. De repente, la laicidad pasó a
significar la participación equidistante de todas las posturas
políticas existentes sobre un tema. En la práctica, la aplicación de
este mandato empobrece el abordaje de cualquier asunto más o menos
profundo o complejo, cuando no directamente lo inhibe ante la
imposibilidad o el absurdo de contar con algo así como «todas las
posturas» sobre algo. Cuando el pluralismo desplaza al antidogmatismo
como principio articulador de la laicidad, la postura laica por
excelencia es la abstención y la actitud laica la autocensura.
***
El documento «Marco curricular nacional», difundido recientemente por
la ANEP como texto orientador de la reforma educativa, afirma que «la
propuesta curricular vigente es un factor de expulsión de miles de
estudiantes en la Educación Media». La distancia que hay entre la
ilusión tecnocrática del cambio educativo como cambio curricular y las
condiciones concretas en que estudiantes y docentes viven, estudian,
trabajan y habitan los centros educativos evidencian las aporías de
nuestro debate educativo.
***
A fines de 2004, próximo a volver a Uruguay, el maestro Miguel Soler
Roca escribió una propuesta de lineamientos para orientar una acción
educativa en la situación en que se encontraba entonces el país. El
documento, titulado «Uruguay en emergencia socioeducativa», tenía diez
objetivos:
«1. Llevar a cero por ciento el hambre infantil.
2. Llevar igualmente a cero por ciento la subescolarización en la enseñanza primaria.
3. Llevar a cero el analfabetismo puro o funcional entre los jóvenes.
4. Erradicar la ignorancia que padecen actualmente alumnos y docentes respecto a la historia reciente del país.
5. Eliminar las actuales barreras a la participación de la comunidad educativa en la conducción de la acción educativa.
6. Suprimir la pobreza extrema que hoy afecta a los servicios educativos, a los docentes y a los alumnos.
7. Reducir a cero, de inmediato, el endeudamiento externo para la atención de la educación general básica.
8. Erradicar de los procesos educativos toda forma de discriminación, en particular la de género.
9. Suprimir las actuales indefiniciones respecto a la política a aplicar en la educación pública.
10. Liberar al cuerpo docente de toda manifestación de cansancio moral, desaliento o falta de motivación».2
Como decía Mark Twain, «la historia no se repite, pero rima».
1. Antonio Romano, «Un nuevo pacto laico, a la uruguaya», en Pablo Martinis (coordinador), ¿Se terminó el recreo? El proyecto educativo conservador, Sujetos Editores, Montevideo, 2021.
2. Miguel Soler Roca, «Uruguay en emergencia socioeducativa», Voces, n.º 18, 2005.
Cano, que trabaja en el territorio, sostuvo que puede «dar testimonio»
de las cosas que ve, pero también de las cosas que cuentan los y las
docentes, que en realidad «ellos pueden tomar nota de estas situaciones
en casos muy agudos, un desmayo o una descompensación» o a veces en
situaciones que pueden percibir a partir de tener «ciertas intuiciones»,
y es recién en un ámbito de más «intimidad» donde los estudiantes
reconocen «que no han comido desde la mañana».
M24 FM 26 de Mayo de 2022
Pedro
Rodríguez, vocero de la Coordinadora Popular y Solidaria Olla por Vida
Digna, habló con Nada Que Perder de M24 sobre la situación actual de las
ollas, qué población asiste y sus perfiles. “A veces tenés 14 mil kilos
entre gallina y verduras, pero después cuando lo empezás a repartir te
quedás en nada”, enfatizó.
El vocero del colectivo indicó que el problema de acceder a la comida
no comenzó con la pandemia, sino que se debe a razones estructurales
del país.
El caso de la señora que se desmayó de hambre en la olla Telva
Juárez, contó, “se ha dado en muchos lugares, lo que pasa es que no ha
tenido trascendencia (…) de gente que camina más de 5 kilómetros para
llegar a una olla, para buscar un plato de comida, porque si no va ahí,
no come”.
Además, señaló que las personas que deben trasladarse en grandes
distancias no pueden pagar el boleto de un ómnibus, que por otra parte a
veces tiene el servicio de transporte limitado por residir en zonas
alejadas.
“La gente no tiene ningún ingreso, a veces alguna prestación del
Mides que cada vez son más menguada. El Mides entregaba una canasta de
1.200 pesos”, acotó.
Asimismo, contó que hay cansancio en la gente que organiza la olla
popular, ya que lleva un importante trabajo, de servir 100 litros de
comida diariamente, a lo que hay que sumar la infraestructura en el
entendido de que “no hay garrafas (…) muchas veces se cocina en la leña”
y del lugar en donde se hace.
También narró que muchas ollas se están sosteniendo a partir de la
colaboración de personas y de algunos sindicatos, como la Intendencia de
Montevideo, que “da una gran mano” en barrios como Villa Española,
Casavalle, Marconi, que nos lleva hasta los puntos de acopio y eso
alivia”.
“Pero hay una logística interna (de las ollas) que hay que
solventarla y se necesita dinero para eso, sino es imposible”,
puntualizó.
En este sentido, dijo que resolvieron que con los fondos que obtienen
de una donación de uruguayos que residen en Canadá, los redistribuyen
en cada red.
Por otra parte, recordó que el último relevamiento (del mes de abril)
que se hizo de 800 ollas respecto a la cantidad de porciones que se
sirven periódicamente, registró que únicamente la Coordinadora Popular y
Solidaria sirve 189 mil porciones por semana.
“A veces tenés 14 mil kilos entre gallina y verduras, pero después cuando lo empezás a repartir te quedás en nada”, añadió.
Consultado respecto al vínculo que actualmente mantienen con el
Ministerio de Desarrollo Social, Rodríguez respondió que “ninguno”, si
bien tuvieron en marzo de 2021 una entrevista con el ex ministro Pablo
Bartol.
Rodríguez dijo que se ha estado buscando tener una reunión con las
actuales autoridades para expresarles que deben hacerse cargo de la
situación.
“Y que también se hiciera cargo de ese dinero que le destina Uruguay
Adelante y que después nos llega a nosotros a través de insumos, que no
estamos de acuerdo con esa distribución ni desde el punto de vista
logístico ni de las cantidades, ni del tipo de insumo. Necesitamos mejor
calidad de arroz, mejor carne, lentejas”, reclamó.
Al comentarles a la Escuela de Nutrición que no recibían ni lentejas
ni pulpa de tomates, desde la institución “se querían morir”. “Y el
Mides no se hace cargo”, remarcó.
A mitad del año pasado le entregan al Mides una evaluación sobre las
entregas que había hecho la cartera a las ollas y para darles el
documento se solicitó una reunión. “Nos dijeron que sí. Cuando fuimos al
Mides, era una abogada que nos estaba recibiendo y la mujer no sabía ni
siquiera de lo que le estábamos hablando. Nuestro enojo fue muy grande
porque era un desprecio hacia toda la situación. Nuestra intención era
que nos recibiera el ministro”, afirmó.
Para Rodríguez existe un factor político por el cual no los reciben,
en tanto se entiende que las ollas pretenden desestabilizar al gobierno.
“Por favor, estamos todos locos. Lo único que estamos haciendo es que a
través de cientos de voluntarios dar una mano ante una emergencia
alimentaria que es real”, puntualizó.
2.11.0.0
2.11.0.0
2.11.0.0