El nuevo Uruguay en marcha. La primera ciudad privada
Zur 9 mayo, 2022
Por Raúl Zibechi
Las privatizaciones de empresas estatales es cosa del pasado, ya que una y otra vez fueron rechazadas en plebiscitos. Ahora el capital avanza en otras direcciones: de los barrios privados se escala hacia la primera ciudad privada, proyecto que cuenta con la bendición de instituciones y partidos.
“Todos son bienvenidos, sin importar género, etnia, credo ni orientación sexual”, señalan los impulsores de +Colonia, una ciudad diseñada para 30 mil personas, con siete mil viviendas en un área de 500 hectáreas a sólo 800 metros del puerto de Colonia y 500 del aeropuerto internacional. La nueva ciudad está pensada para argentinos, que dormirán a apenas 45 minutos de Buenos Aires, contarán con un ambiente natural y seguro, con todos los servicios imaginables de alta calidad, desde colegios y sanatorios privados, hasta comercios, centros de espectáculos, parques con espacios públicos y viviendas inteligentes, según detalla La Nación del 2 de mayo.
La inversión prevista es de 1.900 millones de dólares y el diseño está a cargo del estudio Gómez Platero, que viene desarrollando complejos residenciales para extranjeros. El proyecto proviene del empresario Carlos Bastitta, y de su hijo Eduardo, que compró las tierras hace 35 años y lo vende como “una ciudad ecológica, una ciudad del futuro”, según el medio argentino.
En los últimos años está creciendo de forma exponencial el número de argentinos que inician trámites de residencia en Uruguay. De los poco más de dos mil que los iniciaron en 2017, en 2020 se llegó a casi siete mil, trepando hasta 11.835 en 2021.
Cuentan con el apoyo del gobierno de Luis Lacalle que se propone facilitar las condiciones de residencia y los trámites para inversiones, para facilitar que familias argentinas se muden a nuestro país. “A Uruguay le hace falta gente para agrandar el mercado interno y aquí se puede pensar a largo plazo”, dijo Lacalle según La Nación.
Los promotores de +Colonia aseguran que será una “smart city”, que permitirá el “manejo digital y remoto de la vivienda”, así como un tipo de gobernanza que incluye una “organización autónoma descentralizada, con participación directa y activa sobre decisiones de los distritos, asesorados por el consejo de la ciudad”.
Los inversores no han descuidado la cuestión ambiental dentro de la nueva ciudad. Apuestan a las energías renovables, a la gestión eficiente del agua y los residuos y a que la mitad de la superficie sean espacios verdes, conservando bosques y playas, con senderos para deportes y bicicletas, a orillas del Río de la Plata.
Los edificios de hasta diez pisos estarán alejados de la costa, pero la mayoría serán construcciones pequeñas de hasta cuatro pisos y casas unifamiliares, rodeadas de los correspondientes espacios verdes. Las primeras viviendas se comenzarán a construir a fines de este año y los residentes llegarán ya en 2023.
Hasta aquí, a grandes rasgos, el proyecto tal como ha sido difundo por el diario argentino. Surgen una serie de preocupaciones y cuestionamientos, tanto en relación con la iniciativa +Colonia como con el tipo de país que van dibujando este tipo de inversiones.
El primer punto es constar el notable cambio demográfico para Colonia que supone la ciudad privada donde vivirán 30 mil personas, frente poco más de 26 mil que viven actualmente en la capital departamental. Más allá de la cifra, debe constatarse que quienes vivan en la nueva ciudad tendrán un poder adquisitivo muy superior a los habitantes del entorno y probablemente supere el poder adquisitivo de los 130 mil habitantes actuales del departamento.
Aunque quienes comentan favorablemente el proyecto enfatizan en los empleos que serán creados, no toman en cuenta que habrá más polarización social y económica, ya que la riqueza estará más concentrada geográficamente. Los célebres “derrames” del polo de riqueza, serán con empleos como trabajadoras domésticas, jardineros y otros servicios, en general muy mal pagos y precarios. ¿Alguien se ha puesto a pensar cómo ha evolucionado la pobreza en la ciudad de Maldonado, que abastece de trabajadores a Punta de Este?El segundo se relaciona con el tipo de país que las elites están diseñando. Si en la década de 1990 Uruguay era una plaza financiera donde lavaban activos argentinos y brasileños, ahora se tiende a algo similar a las monarquías petroleras del Golfo (Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Catar y Baréin), países poco poblados con zonas enormemente ricas rodeadas por trabajadores precarizados.
Todo el brillo de Catar no hace olvidar que en la construcción de las obras para el Mundial 2022 murieron 6.500 trabajadores migrantes, que componen la casi totalidad de la fuerza de trabajo del enclave petrolero, porque soportan jornadas de casi 20 horas con temperaturas de 50 grados y viven en condiciones precarias, según informe de The Guardian (https://bit.ly/3slkGqb).
El tercero es que nadie refrendó este tipo de sociedad hacia la que nos encaminamos. La va diseñando el capital, como señala David Harvey, a su imagen y semejanza. Una sociedad para ricos en la que los pobres están a su servicio, dependencia que deben agradecer porque, legalmente, se respetan sus derechos. Ahora no se trata ya de privatizar empresas públicas, empeño en el que fracasó el padre del actual presidente en la década de 1990. Lo que se privatiza es la vida, de forma paulatina y contumaz.
Una última y tremenda cuestión. Los de arriba se han apropiado de las demandas más sentidas por los sectores populares: ecología, feminismo y racismo. Aceptan todos los colores de piel; defienden el medio ambiente y la vida en contacto con la naturaleza; rechazan la discriminación de las mujeres y de las diversidades sexuales. Hasta hablan de “comunidad” (https://www.mascolonia.com/). Pero dentro de sus espacios y en la clase social a la que pertenecen.
Lo que suceda en la vereda de enfrente, no es asunto de ellos. Al
privatizar el espacio y la geografía, también sueñan privatizar una vida
sin discriminaciones. Sin embargo, la historia enseña que aquello que
expulsamos por la puerta, imaginando que nunca volverá, lo hace con más
fuerza aún entrando por la ventana. O por cualquiera de las grietas que
nunca lograron cerrar.
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