El poncho que usaba Raúl Sendic irá a un museo
Se nos han ido físicamente en estos años muchos queridos compañeros. Voy a concentrarme en tres de ellos con quienes me unen lazos que no desparecen con el tiempo, ni con la muerte. Porque anduvimos mucho tiempo tratando de esquivar a la muerte y años quizás, tratando de que esa muerte viniera a buscarnos para romper la angustia de una existencia miserable en los agujeros de la dictadura. Me refiero ahora a Raúl Sendic, a Xenia Itté y al Tambero Zabalza. Con Xenia y Raúl anduvimos en esa etapa en la que decidimos no irnos del país y tratar de sacar a todos los tupamaros que aún estaban en el país. Para después irnos al monte del Queguay y ver cómo hacer para reorganizarnos. Pero nos capturaron. Con Raúl, el Tambero y seis más, anduvimos penando por el brutal camino del aislamiento durante 12 años. Lo que pasamos en esos periodos, cauterizó faltas y errores y nos dejó al final templados, como se tiempla el acero, a puro fuego.
A los tres los marca y los une la solidaridad. La verdadera. El amor por los demás, especialmente por los desposeídos y el desprecio al poder, la gloria, la fama y la vanidad de los hombres. Hoy duele ver a la izquierda uruguaya, sucumbir por la ambición de los sillones, de los cargos, del poder y convertirse en los mismos mercachifles que antes querían erradicar. Hoy el amor por los semejantes, en la izquierda, se ha transformado en hacerse reclames para obtener posiciones, puestos de mando y realizar cosas materiales que se vean, pero que no tienen mucho que ver con ayudar a los desprotegidos. No es extraño entonces que los señores feudales (léase militares) hayan retomado el poder y con arrogancia y maldad, señalen únicamente a los tupamaros asesinos y escondan 197 asesinatos con desapariciones, encubran y abracen a los canallas. A los genocidas.
Y la llamada “izquierda” parece haber aprendido del avestruz, a meter la cabeza en un agujero y no ver lo que sucede. Los distraídos en la nueva izquierda miran para otro lado si cualquier acontecimiento puede amenazar sus sillones. El espíritu renovador, el afán de hacer el bien, que caracterizó a la mayoría de los ministros allá por el 2004, se transformó en una arrogancia de pasión por un sillón bonito y la sensación de estar formando parte de una aristocracia nueva. Muchos, muchísimos se convirtieron en “políticos”. Siempre recuerdo la definición de Raúl: “No soy ni seré un político, soy un luchador social”. La diferencia es enorme. Sendic, el Bebe, Jorge el Tambero y Xenia Itté, nunca fueron políticos, vivieron y murieron como luchadores sociales.
Que el recuerdo de estos luchadores sociales nos inspire para llevar adelante las profundas reformas que el país necesita para erradicar la pobreza y proporcionar trabajo a quienes lo necesitan.
Raúl, Xenia y Jorge: nosotros desde este lado del universo, tenemos que luchar por la tierra y contra la pobreza. Idea fundamental que aún no se ha cristalizado.
¡Hasta Siempre queridos!
Henry Engler
Luchador Social
Qué genial sería la idea de hacer un museo con artículos personales y de la orga de todo tipo que permitan vincular las diferentes épocas y situaciones que les tocó vivir a nivel colectivo pero también individual (artículos relacionados al penal, a los rehenes, del mln antes del 71 etc)
ResponderEliminar