lunes, 26 de julio de 2021

¿Otra vez gana el imperio?







Julio Severino Martinez
21 julio 2018


La situación en Nicaragua está al rojo vivo. Mucho se ha escrito al respecto, y en la izquierda las aguas están divididas: ¿apoyar o no apoyar a Daniel Ortega?
El presente texto quizá no aporte nada nuevo; en todo caso, presenta más preguntas que respuestas. Pero preguntas, en definitiva, que podrían funcionar para profundizar un debate imprescindiblemente urgente en el campo de la maltrecha izquierda: ¿tanto nos han golpeado, tanto se ha castigado al campo popular que la disyuntiva termina siendo apoyar o no a un presidente-empresario elegido en elecciones dentro de la legalidad capitalista?

 ¿Tanto hemos retrocedido que la disyuntiva se da entre si es “bueno” o “malo” un funcionario público que “hace cosas por su pueblo”? ¿Y los ideales socialistas revolucionarios que levantara la Revolución Sandinista hace 40 años? ¿Dónde queda aquello de poder popular, de gobierno obrero y campesino? ¿El socialismo se restringe a programas asistenciales?


Porque no hay que olvidar que el sandinismo histórico, no hay que olvidar que los valores revolucionarios que pusieran en marcha jóvenes luchadores en la década del 60 del pasado siglo cuando fundaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional, inspirados en muy buena medida en el marxismo (Carlos Fonseca era un consumado marxista), no se restringen a un presidente atornillado en el poder (y que coloca a dedo a su esposa como vicepresidenta). No hay que olvidar que el ideario socialista en nombre del que se llevó a cabo esa gloriosa gesta que fue la revolución del 19 de julio de 1979 no se reduce a apoyar a alguien “no tan bueno” pero “mejor que lo que podrá venir”.


Quizá vale recordar los ideales del Mayo Francés, tan lejanos ahora en el tiempo que parecen utopías tontas: “¡Seamos realistas: pidamos lo imposible!”, pero imprescindiblemente necesarios. ¿Abandonamos los principios revolucionarios que permitieron las primeras revoluciones socialistas de la historia para quedarnos con la democracia burguesa y programas asistenciales? ¿Tan bajo hemos caído?


Abel Bohoslavsky, histórico militante socialista argentino, leyendo uno de tantos materiales de análisis de la situación actual de Nicaragua, se pregunta (pregunta que hago mía):“Si Somoza era el hijo de puta de Roosevelt, ¿el "desastrado timonel" Ortega sería "nuestro" hijo de puta?Si ese desastrado timonel "hipotecó la tradición revolucionaria del sandinismo", tiene "desprecio por la opinión de la base sandinista" y además hizo un "pacto con los enemigos... siempre volátil y transitorio" -todo eso durante 18 años (pacto Ortega-Alemán)- ¿hay que ir a ayudarlo para que "enderece el rumbo?"”.


Apoyar los gobiernos progresistas que aparecieron estos últimos años en Latinoamérica abre preguntas en la izquierda: ninguno de ellos, desde la Revolución Bolivariana con Chávez al orteguismo (¡no sandinismo!) actual en Nicaragua, pasando por distintas variantes (el PT en Brasil, matrimonio Kirchner en Argentina, Evo en Bolivia, Correa en Ecuador, etc.) no cuestionó realmente las bases del capitalismo. Fueron, o son, procesos redistributivos con más justicia social que los planteos neoliberales de capitalismo feroz. Pero no tocaron los resortes últimos de la propiedad privada. ¿Es acaso el actual gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo un planteo revolucionario? Decir que mejoró un poco las condiciones generales de la población nicaragüense puede ser loable (puede ser, tampoco lo afirmaríamos categóricamente, porque ¿a qué costo las mejoró: llenando de maquilas el país con salarios bajísimos), pero eso no es el ideario de una revolución socialista. ¿O sí?


Un planteo capitalista revestido de un discurso progresista y con pirotecnia verbal antiimperialista no deja de ser capitalista, con explotación de la mano de obra, con clases sociales enfrentadas. Eso no hay que olvidarlo: ¡los procesos socialistas no pueden entenderse si no es en la lógica de la lucha de clases! ¿A quién representa Daniel Ortega: al campesinado pobre, a los trabajadores urbanos, a los subocupados del comercio informal, o a la nueva clase empresarial ex sandinista que se enriqueció con la tristemente famosa piñata cuando tuvo que dejar el poder en 1990? ¿Por qué los revolucionarios sandinistas que adversaron eso no siguieron en el FSLN?


Sin dudas en la convulsionada sociedad nicaragüense el imperialismo estadounidense está trabajando. Eso ni se discute. América Latina, lo sabemos, es la reserva estratégica de Washington, y nada de lo que aquí pase en términos políticos escapa a su control. Con absoluta seguridad hay agentes del imperio trabajando a toda máquina en Nicaragua. Pero eso solo no explica los acontecimientos actuales.


Como dice Abel Bohoslavsky: “En Nicaragua hay una insubordinación cívica elementalmente democrática (cese de la represión, cese del autoritarismo gubernamental, cese del nepotismo). Se trata de una rebelión democrática contra un régimen de origen democrático (aunque probadamente fraudulento en lo institucional) originado en el Pacto Ortega-Alemán y Ortega-Iglesia. Tiene un sentido histórico-político inverso a las guarimbas [dadas en Venezuela], aunque no sea ni pretenda ser revolucionario. Endilgarle ese calificativo es parte del fraude propagandístico orteguista”.


Si durante los 11 años de gobierno de Ortega-Murillo todo estuvo “tranquilo”, si el gobierno de Estados Unidos no disparó a matar como sí lo hizo con todos los experimentos progresistas de Latinoamérica, eso abre interrogantes. ¿Qué pasó ahora que se rompió el pacto del gobierno con los sectores empresariales, con la Iglesia católica, con Washington?
No está claro. Podría pensarse que la construcción del canal interoceánico por parte de capitales chinos, o la estación de investigación electrónica rusa instalada en Managua, son un peligro para la geoestrategia de Washington. ¿Todo esto es la reacción a ese “atrevimiento” de Ortega? En el patio trasero de la gran potencia nadie puede osar instalar bases militares chinas y/o rusas. ¿Esta sería la causa?


Quedarse con la idea que todo lo que se está viviendo en el país es solamente una nueva “revolución de colores” no alcanza. El orteguismo no es, precisamente, un gobierno revolucionario: es la expresión de esta nueva burocracia empresarial surgida de la lejana Revolución Sandinista, donde la figura de Daniel Ortega se consolidó como líder absoluto sacándose de encima cualquier atisbo de crítica. Y de principios revolucionarios, de socialismo, de transformación radical de la sociedad a manos de obreros y campesinos… ¡nada!


¿Hay que defender o no este proceso entonces? Difícil disyuntiva. Por supuesto que el imperio no tolera afrentas, e incluso gobiernos redistributivos de “capitalismo con rostro humano” son su enemigo. En ese sentido, si cae Ortega podrá venir un gobierno absolutamente neoliberal, suspendiendo la presencia chino-rusa en Nicaragua. Pero la situación actual en la patria de Sandino, ¿es una revolución? ¿Se trata entonces de defender lo “menos malo”? Un canal construido por los chinos, ¿es un avance para el campo popular?
La sublevación actual de la sociedad, quizá mezcla de activistas pagados por la CIA y reacción espontánea ante el nepotismo autoritario de un ex socialista (acusado de violador, por cierto), de momento está trayendo solo muertos, siempre pobres, siempre del campo popular. No hay organización alternativa, no hay proyecto superador. Los ideales revolucionarios están guardados por ahora, y los líderes históricos que se salieron (o fueron sacados) de la estructura sandinista, hoy día son marginales.


Es cierto que la propaganda de la derecha ya puso a Ortega como “villano de la película”, igual que en su momento Chávez, o Gadafi, o Sadam Husein. El guión ya está escrito. Sumarse a las voces de la derecha, a la prensa comercial, a los lacayos de Washington que vociferan contra la “barbarie” en marcha, es un error. Defender un gobierno empresarial que pactó con el enemigo de clase, también.


¿Quién saldrá beneficiado de todo esto? El “pobrerío” seguramente no. No hay condiciones para una real y profunda sublevación popular como la de 1979. Entonces… ¿otra vez gana el imperio?


Nicaragua. Personalidades de la izquierda uruguaya firman un manifiesto crítico con el gobierno de Ortega-Murillo
 

By Resumen Latinoamericano on 2 julio, 2021



Otro zarpazo y… ¿otro silencio?

 
Es difícil saber si Daniel Ortega se enfermó por el poder, está enfermo por mantener el poder o ambas cosas, pero esto –ahora y a efectos prácticos– no importa. Lo cierto es que un hombre que en su historia registra hechos loables (como su participación en la lucha antisomocista o cuando, aceptando su derrota electoral de 1990, entregó, como corresponde, la presidencia a su sucesora, Violeta Barrios de Chamorro, de la alianza opositora) se ha transformado en un presidente autócrata y autoritario, aliado, hasta hace poco, a las grandes fortunas (Consejo Superior de la Empresa Privada mediante), capaz de reprimir sin piedad a su pueblo, junto con el cual no supo, no quiso o no pudo construir calidad de vida ni una institucionalidad democrática, transparente, que le permitiera realizar, en libertad, pacíficamente, su destino.
Vistos desde nuestras latitudes, los sucesos actuales pueden parecer una inesperada caída al abismo. Sin embargo, no lo son. Ortega y el sector del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que lo sigue fueron transitando un largo proceso de deterioro, que registra episodios de corrupción, abandono de principios, enriquecimiento ilícito, maniobras y acomodos junto con la peor derecha, destinados a amasar fortunas y a perpetuarse en el poder. Todo esto fue pasando, para la mayoría de nosotros, que lo observamos desde la lejanía poco informada, bastante inadvertido. No obstante, había hechos contundentes que sí se conocían; entre otros:
 su enorme enriquecimiento a partir de 1990 y, más aún, desde su vuelta al poder en 2007, en una fórmula cuyo candidato a la vicepresidencia era un banquero vinculado a la contra;
 los pactos electorales que hizo con el empresario y dirigente derechista Arnoldo Alemán (presidente de Nicaragua entre 1997 y 2002, famoso por la «derivación» de millones de dólares del Estado a cuentas personales y familiares), destinados a bajar el porcentaje de votos necesarios para conquistar la presidencia y obtener la reelección presidencial, que ahora transformó en indefinida;
 su persecución, ya nuevamente como gobernante, de los veteranos sandinistas y las organizaciones que crearon después de irse de «su» partido, que llevó a Dora María Téllez a hacer, en 2008, una huelga de hambre en el centro de Managua, que logró una gran repercusión y solidaridad popular, a la cual apoyaron con una carta, entre muchos intelectuales, Noam Chomsky, Juan Gelman, Eduardo Galeano y Mario Benedetti;
 su cruel hostigamiento al poeta y sacerdote Ernesto Cardenal (el mismo que, por ser ministro de la revolución sandinista, debió soportar las iras y las sanciones papales), imponiéndole desde el Estado, en 2017, una multa de 800 mil dólares (¡!) por el uso indebido de predios e infraestructura (una escuela de formación de líderes campesinos construida por la revolución del 79, posteriormente transformada en hotel) en los terrenos de lo que fue aquella comunidad de Solentiname, que pertenecen –como sostiene Cardenal– a la Asociación para el Desarrollo de Solentiname, pero que la viuda de su administrador reclama como propiedad privada.
Fue en uno de esos islotes olvidados del mundo del Gran Lago de Nicaragua donde Cardenal compró unas manzanas de tierra, en las que fundó y asentó, a mediados de los sesenta, una comunidad cristiana para artistas y artesanos en convivencia integradora, alfabetizadora y culturizadora con agricultores, pescadores y demás lugareños. Icónica en el mundo, cosechó el odio de la dictadura de Anastasio Somoza, fue referencia en la teología de la liberación y origen de sandinistas que se brindaron por entero a la revolución. Fue por esto que la dictadura de Somoza la destruyó en 1977. Cardenal también recibió la solidaridad de poetas, escritores y asociaciones civiles y políticas del mundo entero.
También sabíamos que Ortega fue, sucesivamente:
 integrante y coordinador-presidente de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional entre 1979 y 1985;
 presidente de Nicaragua entre 1985 y 1990;
 candidato a la presidencia por el FSLN –además de que ejerció ininterrumpidamente la jefatura de este– de 1990 en más;
 presidente de Nicaragua entre 2007 y 2012;
 presidente de Nicaragua entre 2012 y 2017;
 presidente de Nicaragua –esta vez la vicepresidencia la ejerció su esposa, Rosario Murillo, quien es tan responsable como él de lo que está pasando– entre 2017 y 2022.
Pero no fue hasta 2018 –cuando se reprimieron a mansalva las protestas pacíficas (sobre todo las estudiantiles) que conmovían al país, en las que centenas de nicaragüenses murieron, otros fueron apresados y torturados, y miles debieron emprender el exilio– que Nicaragua volvió a ser cotidiana en nuestras vidas. En esa ocasión, una parte de quienes militamos por la democracia, los derechos humanos, el progresismo y/o la izquierda nos solidarizamos con las víctimas y exigimos al gobierno nicaragüense que cesara la represión; otra prefirió dar por buena la «explicación» orteguista que atribuía todo a una desestabilización golpista orquestada por Estados Unidos y se plantó en un cómodo «antimperialismo»; otro sector directamente no le prestó atención y actuó como si no pasara nada.
Desde esa fecha, han continuado la obstaculización y el hostigamiento contra los organismos de derechos humanos, como el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, presidido por una inclaudicable luchadora, la doctora Vilma Núñez; el desconocimiento de las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y de las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Se ha actuado contra la prensa no oficialista y contra los opositores. A principio de este mes fueron detenidos cuatro precandidatos presidenciales (Cristiana Chamorro, Arturo Cruz, Félix Maradiaga y Juan S. Chamorro) y el fin de semana del 12 y el 13 de junio varios militantes con responsabilidades en la Unión Democrática Renovadora, antes llamado Movimiento de Renovación Sandinista, entre ellos, Ana Margarita Vijil, los comandantes revolucionarios Dora María Téllez y Hugo Torres, además de Víctor Hugo Tinoco, quien, en el período 1979-1990, fue negociador en el proceso de paz, embajador ante la Organización de las Naciones Unidas y vicecanciller. Todo en tiempos próximos a las elecciones fijadas para noviembre, en las que muy probablemente Ortega volverá a postularse a la presidencia.
Los derechos humanos no son una concesión graciosa de los Estados y sus gobiernos: son conquistas de los pueblos. Los Estados que los reconocen y plasman en distintos instrumentos jurídicos tienen el deber de promoverlos y respetarlos. Para conquistarlos fue necesaria una infinidad de luchas de distinto tipo, en distintos lugares y épocas, con distintas inspiraciones filosóficas, políticas y religiosas. Así se fueron sucediendo y entrelazando las luchas contra la esclavitud, por los derechos laborales, por la independencia, por los derechos de las mujeres, contra el racismo, por la libertad, por el cuidado del ambiente, etcétera, hasta conformar una malla –sin solución de continuidad– que sustenta, en esta desquiciada y trágica contemporaneidad, los sempiternos anhelos y las luchas populares emancipadoras. No son exclusividad de nadie: son patrimonio de la humanidad y, como tales, nos asisten y obligan a todos sin diferencias de ningún tipo, aquí, en Colombia, en Palestina, en Myanmar, en el Mediterráneo o donde sea. Son el corazón de la esperanza de un mundo mejor. Defenderlos, que es un deber, nos educa a todos y es una sólida guía en la construcción de nuestros países para un ahora y un futuro justos y promisorios. No es digno ni decente defenderlos cuando, por «razones políticas», nos conviene y callar cuando no. Tampoco es válido «justificar» su violación porque otros «los violan más» ni la hipocresía de políticos, partidos y gobiernos propensos a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Una vez más con preocupación, con pena y con fuerza, nos solidarizamos con las víctimas y exigimos al gobierno de Nicaragua que cese la persecución y la represión, que libere a los presos políticos y respete el Estado de derecho. Invitamos a los sectores democráticos y populares a solidarizarse sin temor a que los confundan con los oportunistas que hoy se espantan por lo que sucede en Nicaragua por mera conveniencia publicitaria, pero que no vacilan en arrebatarles a sus pueblos aun sus banderas más sagradas con tal de sacar provecho. Más bien, quienes ayer callaron deben preguntarse cuánto contribuyó su silencio –sin quererlo– a la soberbia y la impunidad con las que el orteguismo protagoniza una nueva satrapía y cuánto mal le hace este silencio a la conciencia humanitaria que tanto necesitamos para contribuir a un mundo más justo, libre y fraterno.
18 de junio de 2021
Firmas: 1.Ademar Olivera, Uruguay
2.Adriana Belloso, Uruguay
3.Adriana Grisoni, Uruguay
4.Agustín Cano, Uruguay
5.Alberto Rosselli, Uruguay
6.Aldo Marchesi, Uruguay
7.Alejandro Bielli, Uruguay
8.Alvaro F. Días Spinelli, Uruguay
9.Alvaro García, Uruguay
10.Américo Rocco, Uruguay
11.Anabel Rieiro, Uruguay
12.Angel Caputi, Uruguay
13.Antonio Carámbula, Uruguay
14.Asdrúbal López Zuasnábar, Uruguay
15.Aynn Setright, USA
16.Barbara Byers, USA
17.Bernardo Ramazzi, Uruguay
18.Brigitte Hauschild, Alemania
19.Carlos Lamancha, Uruguay
20.Carolina Pallas, Uruguay
21.Christian Di Candia, Uruguay
22.Claudia Conteris, Argentina
23.Claudio Invernizzi, Uruguay
24.Constanza Moreira, Uruguay
25.Cristina Pastro, Uruguay
26.Daniel Bolani, Uruguay
27.Daniel Gatti, Uruguay
28.Daniel Martínez, Uruguay
29.Denise Chávez, USA
30.Edgardo Rubianes, Uruguay
31.Eduardo Joly, Argentina
32.Eduardo León Duter, Uruguay
33.Eduardo Pirotto, Uruguay
34.Edward J. McCaughan, USA
35.Elena García, Uruguay
36.Emilia M. Carlevaro, Uruguay
37.Ernesto Kreimerman, Uruguay
38.Eva Ana Tost, Uruguay
39.Ewe Vaz, Uruguay
40.Fernando Butazzoni, Uruguay
41.Fernando López D’Alessandro, Uruguay
42.George Bowering, Canada
43.Gerardo Caetano, Uruguay
44.Gonzalo Reboledo, Uruguay
45.Gonzalo Serantes, Uruguay
46.Graciela Muslera, Uruguay
47.Graciela Villar, Uruguay
48.Gregory Randall, Uruguay
49.Gustavo Olmos, Uruguay
50.Gustavo Ramos, Uruguay
51.Hugo Achugar, Uruguay
52.Inés Vidal, Uruguay
53.Isabel Carlevaro, Uruguay
54.Jesús Munárriz, España
55.Jorge Humberto Chávez, México
56.Jorge Pedro Zabalza, Uruguay
57.José Díaz, Uruguay
58.Juan Carlos Herrera, Uruguay
59.Juan Carlos Pita Alvariza, Uruguay
60.Juan Raúl Ferreira, Uruguay
61.Juana Canosa Bonjour, Uruguay
62.Judith Parnás, Uruguay
63.Julio Dimitrioff, Uruguay
64.Julio García, Uruguay
65.Laura Carlevaro, Uruguay
66.Laura Fernández, Uruguay
67.Lee W. Field, USA
68.Lía Margarita Randall, Uruguay
69.Lilian Celiberti, Uruguay
70.Lincoln Bergman, USA
71.Lucio Ornstein, Uruguay
72.Lucy Garrido, Uruguay
73.Lucy R. Lippard, USA
74.Luis Calegari, Uruguay
75.Luis María Benvenuto, Uruguay
76.Lynda Yanz, Canada
77.Mabel Bellucci, Argentina
78.Mara Martínez, Uruguay
79.Marcelo Estefanell, Uruguay
80.Marcelo Viñar, Uruguay
81.Marcos Supervielle, Uruguay
82.Maren Ulriksen Ugarte, Uruguay
83.Margaret Randall, USA
84.María Dibarboure, Uruguay
85.María Elia Topolansky, Uruguay
86.María Vázquez Valdéz, México
87.Mariela Mazzoti, Uruguay
88.Marilyn Lindstrom, USA
89.Marisa Silva, Uruguay
90.Martín Puchet. Uruguay
91.Martín Randall, Uruguay
92.Miguel Fernández Galeano, Uruguay
93.Milton Fornaro, Uruguay
94.Milton Romani Gerner, Uruguay
95.Mónica Xavier, Uruguay
96.Nelson Villarreal Durán, Uruguay
97.Odilia Galván Rodríguez, USA
98.Olga Talamante, Argentina / USA
99.Orin Starn, USA
100.Oscar Destouet, Uruguay
101.Pablo Anzalone, Uruguay
102.Pablo Carlevaro, Uruguay
103.Rafael Sanseviero, Uruguay
104.Raul Arias, Ecuador
105.Raúl Vallejo, Ecuador
106.Raul Zurita, Chile
107.Regina Katz, Ecuador
108.Ricardo Elena, Uruguay
109.Ricardo Levins Morales, USA
110.Ricardo Roca, Uruguay
111.Robert Cohen, USA
112.Roberto Massari, Italia
113.Rosana Cheirasco, Uruguay
114.Sandra Stevenson, USA
115.Sarah Mondragón, México
116.Sergio Meresman, Uruguay
117.Silvia Dutrenit, Uruguay
118.Silvia Pose, Uruguay
119.Susana Mallo, Uruguay
120.Tineke Ritmeester, Holanda
121.Valeria Conteris, Uruguay
122.Vicente García-Huidobro, Chile
123.William I Robinson, USA
124.Ximena Mondragón, México
125.Zoraida Soza Sánchez, Nicaragua.
Firmas que llegaron luego de publicada inicialmente esta nota:
1.Brian Miller, USA
2.Carla Cererols, Uruguay
3.Carlos Baraibar, Uruguay
4.Carlos Liscano, Uruguay
5.Carmen García, Uruguay
6.Daniel Daners, Uruguay
7.Deborah Barndt, Canadá
8.Elena Poniatowska, México
9.José Pepe Mujica, Uruguay
10.Julio García, Uruguay
11.Katia González Martínez, Colombia
12.Lucía Topolansky, Uruguay
13.Luis Yarzabal, Uruguay
14.María Pollak, Uruguay
15.María Sara Ribero, Uruguay
16.Marina López Munguia, México
17.Mijail Yapor, Uruguay
18.Rafael Zeni, Uruguay
19.Roberto Elissalde, Uruguay
20.Roberto Tejada, USA
21.Sergio Mondragón, México







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