El pedagogo y activista paraguayo Martín Almada lee hoy un libro durante una entrevista con Efe en su residencia de Asunción (Paraguay)
La temida cárcel del dictador Stroessner
SALUDO CON ADMIRACION Y AFECTO.
Martín Almada
La poesía fue uno de los refugios del Premio Nobel Alternativo Martín Almada para soportar las inhumanas condiciones de vida del "sepulcro de los vivos", uno de los centros en los que fue encarcelado por la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), la más larga de Sudamérica.
Almada, de 84 años, se encuentra recopilando esas poesías, escritas a mediados de los setenta en la Comisaria Tercera, el temido "sepulcro" en el centro de Asunción al que se referían los presos políticos, las cuales le sirvieron para "convertir el dolor el coraje", según dijo a Efe.
"Yo no soy poeta, nunca lo fui, pero con la necesidad y el tiempo que disponía, me imaginaba poeta", apuntó.
Poesías del dolor que tiene previsto agregar a sus "Retazos de mi testimonio carcelario", viñetas de una vida penitenciaria de vejaciones, a veces con anécdotas absurdas, propias de un régimen obsesivo hasta el delirio en su anticomunismo, y que ultima para ser publicadas en un libro conjunto.
Una recopilación y unos recuerdos que son el último capítulo de la lucha por la justicia y la memoria del activista que logró que la Justicia condenara a los responsables de la muerte de su mujer en uno de esos centros de detención.
Y que en 1992 descubrió los Archivos del Terror, la gigantesca documentación sobre la represión de la dictadura stronista y su coordinación con las de los regímenes militares del Cono Sur al amparo de Estados Unidos, el denominado Plan Cóndor.
POESÍA EN EL HORROR
Detenido en 1974, y matriculado como peligroso subversivo por su actividad docente, su primer destino fue la Dirección General de Investigaciones, donde conoció la "la picana eléctrica y las zambullidas en bañeras de agua fétida".
Y también la muerte de su esposa, Celestina Pérez, maestra de escuela, que él siempre denunció que fue a causa de la tortura sicológica.
En ese contexto le trasladan a la Tercera.
"Eran dos o tres calabozos donde estábamos todos encimados. La vida era inhumana, miserable, una permanente violación de los derechos humanos", dijo Almada a Efe sobre esa comisaria.
Bajo esas condiciones van cobrando forma sus poemas, que memoriza o escribe en cajetilla de cigarrillos encargadas a un carcelero, algunas transcritas con sangre de la uña del pie como tinta, y entregadas como una "pelotita" a su madre en las visitas.
El primero sería pasado a limpio en Panamá, en 1978, donde le dio asilo el entonces presidente, Omar Torrijos, tras ser puesto en libertad ante la presión internacional.
AJEDREZ
El ajedrez es el otro salvavidas de Almada en la Tercera, pese a reconocerse un "amateur".
Allí los "campeones" eran históricos del Partido Comunista que llevaban unos quince años encerrados, entonces entre los "presos más antiguos de América Latina".
Cuenta Almada que ese caudal ajedrecístico se incorporó después a la cárcel de Emboscada, a unos 40 kilómetros de Asunción, donde la dictadura concentró a los presos políticos que estaban repartidos en las comisarias.
"Éramos más de 400 presos, la mayoría políticos, era un campo de concentración feudal", apuntó Almada.
Y señala en sus "Retazos" sobre Emboscada: "la personalidad humana ni existía ni nada valía y los derechos del individuo desaparecían totalmente".
Una degradación a cargo del coronel José Félix Grau, a quien describe como "brutal" y servil a Stroessner.
IMPUNIDAD
En su primera poesía, Almada anhela "justicia para los soldados de la victoria" y tribunales para los "torturadores y criminales".
Sin embargo los derroteros fueron otros tras la caída de Stroessner, por un golpe militar promovido por su consuegro, el general Andrés Rodríguez, presidente del primer Gobierno en democracia.
En 2015 la Coordinadora de Organizaciones de Derechos Humanos de Paraguay señaló que, de las 448 personas, cuya vinculación directa con la represión stronista está constatada, sólo 8 fueron procesadas entre 1999 y 2008.
Entre sus muchas denuncias, Almada presentó en 1989 una querella criminal contra Stroessner, la primera dirigida al dictador, ya exiliado, en la que siguió perseverando.
Así, en 2019 un juez condenó a siete y doce años de cárcel a tres jefes policiales, reconociendo como homicidio la muerte de Pérez y como "lesión grave y privación ilegítima de libertad" el encarcelamiento de Almada.
Almada admite que son avances, aunque lentos y tardíos, con muchos de los torturadores fallecidos y sin haber rendido cuentas a la Justicia.
Stroessner, por su parte, murió exiliado en Brasil, en 2006, a los 93 años.
"A veces tengo la sensación de que fue un autogolpe, y de que nada ha cambiado (..) No hubo Justicia. La Justicia paraguaya ha sido siempre el basurero de la democracia", dijo Almada.
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