sábado, 5 de julio de 2008

Los mapas del alma no tienen fronteras






Eduardo Galeano abrazado a Macarena Gelman: “Nuestra región es el reino de las paradojas”.




Por Eduardo Galeano





Nuestra región es el reino de las paradojas.


Brasil, pongamos por caso: paradójicamente, el Aleijadinho, el hombre más feo del Brasil, creó las más altas hermosuras del arte de la época colonial; paradójicamente, Garrincha, arruinado desde la infancia por la miseria y la poliomelitis, nacido para la desdicha, fue el jugador que más alegría ofreció en toda la historia del fútbol y, paradójicamente, ya ha cumplido cien años de edad Oscar Niemeyer, que es el más nuevo de los arquitectos y el más joven de los brasileños.

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O pongamos por caso, Bolivia: en 1978, cinco mujeres voltearon una dictadura militar. Paradójicamente, toda Bolivia se burló de ellas cuando iniciaron su huelga de hambre. Paradójicamente, toda Bolivia terminó ayunando con ellas, hasta que la dictadura cayó.
Yo había conocido a una de esas cinco porfiadas, Domitila Barrios, en el pueblo minero de Llallagua. En una asamblea de obreros de las minas, todos hombres, ella se había alzado y había hecho callar a todos.
–Quiero decirles estito –había dicho–. Nuestro enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía ni la burocracia. Nuestro enemigo principal es el miedo, y lo llevamos adentro.
Y años después, reencontré a Domitila en Estocolmo. La habían echado de Bolivia, y ella había marchado al exilio, con sus siete hijos. Domitila estaba muy agradecida de la solidaridad de los suecos, y les admiraba la libertad, pero ellos le daban pena, tan solitos que estaban, bebiendo solos, comiendo solos, hablando solos. Y les daba consejos:
–No sean bobos –les decía–. Júntense. Nosotros, allá en Bolivia, nos juntamos. Aunque sea para pelearnos, nos juntamos.



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Y cuánta razón tenía.
Porque, digo yo: ¿existen los dientes, si no se juntan en la boca? ¿Existen los dedos, si no se juntan en la mano?
Juntarnos: y no sólo para defender el precio de nuestros productos, sino también, y sobre todo, para defender el valor de nuestros derechos. Bien juntos están, aunque de vez en cuando simulen riñas y disputas, los pocos países ricos que ejercen la arrogancia sobre todos los demás. Su riqueza come pobreza y su arrogancia come miedo. Hace bien poquito, pongamos por caso, Europa aprobó la ley que convierte a los inmigrantes en criminales. Paradoja de paradojas: Europa, que durante siglos ha invadido el mundo, cierra la puerta en las narices de los invadidos, cuando le retribuyen la visita. Y esa ley se ha promulgado con una asombrosa impunidad, que resultaría inexplicable si no estuviéramos acostumbrados a ser comidos y a vivir con miedo.
Miedo de vivir, miedo de decir, miedo de ser. Esta región nuestra forma parte de una América latina organizada para el divorcio de sus partes, para el odio mutuo y la mutua ignorancia. Pero sólo siendo juntos seremos capaces de descubrir lo que podemos ser, contra una tradición que nos ha amaestrado para el miedo y la resignación y la soledad y que cada día nos enseña a desquerernos, a escupir al espejo, a copiar en lugar de crear.


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Todo a lo largo de la primera mitad del siglo diecinueve, un venezolano llamado Simón Rodríguez anduvo por los caminos de nuestra América, a lomo de mula, desafiando a los nuevos dueños del poder:
–Ustedes –clamaba don Simón–, ustedes que tanto imitan a los europeos, ¿por qué no les imitan lo más importante, que es la originalidad?
Paradójicamente, era escuchado por nadie este hombre que tanto merecía ser escuchado. Paradójicamente, lo llamaban loco, porque cometía la cordura de creer que debemos pensar con nuestra propia cabeza, porque cometía la cordura de proponer una educación para todos y una América de todos, y decía que al que no sabe, cualquiera lo engaña y al que no tiene, cualquiera lo compra, y porque cometía la cordura de dudar de la independencia de nuestros países recién nacidos:
–No somos dueños de nosotros mismos –decía–. Somos independientes, pero no somos libres.


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Quince años después de la muerte del loco Rodríguez, Paraguay fue exterminado. El único país hispanoamericano de veras libre fue paradójicamente asesinado en nombre de la libertad. Paraguay no estaba preso en la jaula de la deuda externa, porque no debía un centavo a nadie, y no practicaba la mentirosa libertad de comercio, que nos imponía y nos impone una economía de importación y una cultura de impostación.
Paradójicamente, al cabo de cinco años de guerra feroz, entre tanta muerte sobrevivió el origen. Según la más antigua de sus tradiciones, los paraguayos habían nacido de la lengua que los nombró, y entre las ruinas humeantes sobrevivió esa lengua sagrada, la lengua primera, la lengua guaraní. Y en guaraní hablan todavía los paraguayos a la hora de la verdad, que es la hora del amor y del humor.
En guaraní, ñeñé significa palabra y también significa alma. Quien miente la palabra traiciona el alma.
Si te doy mi palabra, me doy.


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Un siglo después de la guerra del Paraguay, un presidente de Chile dio su palabra, y se dio.
Los aviones escupían bombas sobre el palacio de gobierno, también ametrallado por las tropas de tierra. El había dicho:
–Yo de aquí no salgo vivo.
En la historia latinoamericana, es una frase frecuente. La han pronunciado unos cuantos presidentes que después han salido vivos, para seguir pronunciándola. Pero esa bala no mintió. La bala de Salvador Allende no mintió.
Paradójicamente, una de las principales avenidas de Santiago de Chile se llama, todavía, Once de Setiembre. Y no se llama así por las víctimas de las Torres Gemelas de Nueva York. No. Se llama así en homenaje a los verdugos de la democracia en Chile. Con todo respeto por ese país que amo, me atrevo a preguntar, por puro sentido común: ¿No sería hora de cambiarle el nombre? ¿No sería hora de llamarla Avenida Salvador Allende, en homenaje a la dignidad de la democracia y a la dignidad de la palabra?


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Y saltando la cordillera, me pregunto: ¿por qué será que el Che Guevara, el argentino más famoso de todos los tiempos, el más universal de los latinoamericanos, tiene la costumbre de seguir naciendo? Paradójicamente, cuanto más lo manipulan, cuanto más lo traicionan, más nace. El es el más nacedor de todos.
Y me pregunto: ¿No será porque él decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en este mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?


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Los mapas del alma no tienen fronteras, y yo soy patriota de varias patrias. Pero quiero culminar este viajecito por las tierras de la región, evocando a un hombre nacido, como yo, por aquí cerquita.
Paradójicamente, él murió hace un siglo y medio, pero sigue siendo mi compatriota más peligroso. Tan peligroso es que la dictadura militar del Uruguay no pudo encontrar ni una sola frase suya que no fuera subversiva y tuvo que decorar con fechas y nombres de batallas el mausoleo que erigió para ofender su memoria.
A él, que se negó a aceptar que nuestra patria grande se rompiera en pedazos; a él, que se negó a aceptar que la independencia de América fuera una emboscada contra sus hijos más pobres, a él, que fue el verdadero primer ciudadano ilustre de la región, dedico esta distinción, que recibo en su nombre.
Y termino con palabras que le escribí hace algún tiempo:
1820, Paso del Boquerón. Sin volver la cabeza, usted se hunde en el exilio. Lo veo, lo estoy viendo: se desliza el Paraná con perezas de lagarto y allá se aleja flameando su poncho rotoso, al trote del caballo, y se pierde en la fronda.
Usted no dice adiós a su tierra. Ella no se lo creería. O quizás usted no sabe, todavía, que se va para siempre.
Se agrisa el paisaje. Usted se va, vencido, y su tierra se queda sin aliento.
¿Le devolverán la respiración los hijos que le nazcan, los amantes que le lleguen? Quienes de esa tierra broten, quienes en ella entren, ¿se harán dignos de tristeza tan honda?
Su tierra. Nuestra tierra del sur. Usted le será muy necesario, don José. Cada vez que los codiciosos la lastimen y la humillen, cada vez que los tontos la crean muda o estéril, usted le hará falta. Porque usted, don José Artigas, general de los sencillos, es la mejor palabra que ella ha dicho.

PARA CERRAR LAS VENAS DE AMÉRICA LATINA
EDUARDO GALEANO ES EL PRIMER CIUDADANO ILUSTRE DEL MERCOSUR


Mariana Mactas (Crítica)

Inaugural. El escritor uruguayo comienza una lista que probablemente continúe con el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer.

El presidente de Paraguay apareció por sorpresa en la ceremonia. Hubo reconocimientos de todos los mandatarios de la región, pero la ausencia de Tabaré Vázquez generó polémica en Uruguay.

Los representantes del Mercosur decidieron dejar de hablar de "integración cultural", esa cosa difusa que siempre queda subordinada a otras problemáticas, para transformarla en el primer hecho oficial vinculado a la cultura de estos países que nos han tocado: la declaración de Eduardo Galeano como primer ciudadano ilustre del Mercosur, inaugurando un nombramiento que, se dice, tiene próxima parada en la figura del centenario arquitecto brasileño Oscar Niemeyer.

Así lo dijo ayer Chacho Álvarez, presidente de la Comisión de Representantes del Mercosur, en una mañana de sol que magnificaba la vasta rambla montevideana, sobre la que se alza el edificio francés que alguna vez fue el Parque Hotel y ahora es sede de las oficinas mercosuriales.

Lo escuchaban unas setecientas personas que habían colmado el Salón Dorado. "A mí me dio mucha emoción que Evo se haya puesto a escribir él mismo, en la reunión de presidentes en la que hablamos de esta declaración -contó Chacho-. Fue una de las veces en las que noté que éste es un hecho trascendente, para agradecer a alguien que trasciende las ideologías y hasta los géneros literarios." La adhesión de Evo, claro, levantó los primeros aplausos.
Decía, en una rara caligrafía: "Para el hermano Eduardo Galeano. Un gran escritor revolucionario que con sentimiento por la patria grande quitó las vendas de los pueblos para cerrar las venas abiertas de América Latina".

Y Michelle Bachelet firmó: "Eduardo, ha ayudado como pocos al conocimiento de nuestra historia común y a las inevitables perspectivas del proceso de integración. Su emblemática obra, muy especialmente Las venas abiertas de América Latina, ha ayudado a varias generaciones de jóvenes de nuestra región a querer mejor a sus patrias y a entenderlas como parte de la construcción de una nación grande y común". Y Cristina Fernández, en una larga carta que arranca así: "Alguna vez leí que usted prefería definirse a sí mismo como 'un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América, pero sobre todo de América Latina, tierra despreciada y entrañable.

Como eso usted lo ha logrado sobradamente, si me preguntaran diría que, en ese 'mar de fueguitos' que describe aquel hombre del pueblo de Neguá que pudo subir al alto cielo y contemplar la vida humana, Eduardo Galeano es una de aquellas personas que arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear. Esta distinción es tan sólo un pequeño acto de justicia, que no alcanza para retribuirle tanto fuego que nos ha dado".

También hubo mensajes de Lula da Silva, de Hugo Chávez -"Eduardo marcó siempre nuestro norte y, como se sabe, nuestro norte es el sur"-, de Carlos Tomada, de Estela de Carlotto, de Alicia Kirchner, de Hermes Binner y de Miguel Lifschitz, entre otros argentinos. Hasta que una interrupción generó la primera ovación de pie, larga y espontánea del acto, cuando apareció el presidente electo -y obispo- de Paraguay, Fernando Lugo, que viajó a Montevideo sólo para estar presente y saludar a Galeano.

"No me hubiera perdonado no estar aquí -dijo, emocionado-. El pueblo ha secuestrado la voz de Galeano. Y la mantiene cautiva, en la trinchera de los sueños. Eduardo ha sido y es nuestra voz. Lo amamos, aun sin conocerlo personalmente, y estoy convencido de que hoy el Mercosur se anota una estrella en el cielo." El antropólogo uruguayo Daniel Vidart, amigo personal de Galeano, leyó un texto delicioso sobre su obra en el que se permitió incluso contar que en los márgenes de algún libro había anotado "aquí lloré". "Como sigo llorando por dentro cada vez que lo releo."

Cuando por fin le tocó la palabra, Galeano habló, pausado, acerca de la región, "el reino de las paradojas", en un discurso que enhebró textos de varios de sus libros, anécdotas y observaciones vinculadas a Brasil, la Argentina, Chile -"¿no será hora de que en ese país que quiero tanto cambien el nombre de la avenida 11 de Septiembre, que recuerda a los verdugos, por el de Salvador Allende?", y el aplauso lo obligó a una pausa- y Paraguay.

Dejó para el final, con la voz casi cortada por la emoción, la referencia a su país y a José Artigas. Y así como se cerró el acto, la oratoria de quien pocos días antes había recibido el título de ciudadano ilustre de Montevideo fue reemplazada por los rumores en un ronroneo creciente. Se hablaba, claro, de la escandalosa ausencia del presidente Tabaré Vázquez. Se sabe que Galeano tuvo una postura contraria a la del gobierno uruguayo con respecto al conflicto de las papeleras. Será por eso, o quién sabe por qué. Lo cierto es que el presidente uruguayo no apareció ni siquiera por escrito. Y en Montevideo, pueblo chico que estrena primer ciudadano del Mercosur, ahora no se habla de otra cosa.

FINAL DEL DISCURSO DE ACEPTACIÓN

"Los mapas del alma no tienen fronteras, y yo soy patriota de varias patrias. Pero quiero culminar este viajecito por las tierras de la región evocando a un hombre nacido, como yo, por aquí cerquita. Paradójicamente, él murió hace un siglo y medio pero sigue siendo mi compatriota más peligroso. Tan peligroso es que la dictadura militar del Uruguay no pudo encontrar ni una sola frase suya que no fuera subversiva, y tuvo que decorar con fechas y nombres de batallas el mausoleo que erigió para ofender su memoria.

"A él, que se negó a aceptar que nuestra patria grande se rompiera en pedazos; a él, que se negó a aceptar que la independencia de América fuera una emboscada contra sus hijos más pobres, a él, que fue el verdadero primer ciudadano ilustre de la región, dedico esta distinción, que recibo en su nombre. Y termino con palabras que le escribí hace algún tiempo: 1820, Paso del Boquerón. Sin volver la cabeza, usted se hunde en el exilio. Lo veo, lo estoy viendo: se desliza el Paraná con perezas de lagarto y allá se aleja flameando su poncho rotoso, al trote del caballo, y se pierde en la fronda. Usted no dice adiós a su tierra. Ella no se lo creería. O quizás usted no sabe, todavía, que se va para siempre. Se agrisa el paisaje. Usted se va, vencido, y su tierra se queda sin aliento. ¿Le devolverán la respiración los hijos que le nazcan, los amantes que le lleguen? Quienes de esa tierra broten, quienes en ella entren, ¿se harán dignos de tristeza tan honda?

Su tierra. Nuestra tierra del Sur. Usted le será muy necesario, don José. Cada vez que los codiciosos la lastimen y la humillen, cada vez que los tontos la crean muda o estéril, usted le hará falta. Porque usted, don José Artigas, general de los sencillos, es la mejor
palabra que ella ha dicho."


"INVASORES CIERRAN PUERTAS A LOS INVADIDOS"

(La República)

En la sede del Mercosur, el escritor compatriota Eduardo Galeano fustigó ácidamente las normas restrictivas sobre inmigración impuestas por la Unión Europea, afirmando que "Europa, que durante siglos invadió el mundo, cierra las puertas en las narices de los invadidos".

Eduardo Galeano fue galardonado ayer como primer Ciudadano Ilustre del Mercosur, durante una ceremonia a la cual asistieron el canciller de la República, Gonzalo Fernández, y otras altas autoridades nacionales, el intendente municipal de Montevideo, Ricardo Ehrlich, el rector de la Universidad, Rodrigo Arocena, Macarena Gelman, legisladores y otros dirigentes políticos entre los que se destacaban José "Pepe" Mujica y Lucía Topolansky.

Los dos invitados de honor al acto, que se desarrolló en la sede del Mercosur, fueron el presidente electo de Paraguay, Fernando Lugo, y el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel. Antes del comienzo de la parte oratoria se leyeron las adhesiones de los presidentes de Brasil, Luis Inácio "Lula" Da Silva, de Argentina, Cristina Fernández, de Bolivia, Evo Morales, de Chile, Michelle Bachelet, y de Venezuela, Hugo Chávez.

Tras agradecer el merecido reconocimiento, el homenajeado ensayó una radiografía alegórica de América, afirmando que "nuestra región es el reino de las paradojas". Mencionó a varios prohombres del continente que, pese a nacer en la pobreza, fueron responsables de memorables épicas en el arte, el deporte y otras actividades no menos relevantes. En ese contexto, evocó que "en 1978, en Bolivia, cinco mujeres voltearon a una dictadura militar.
Aunque paradójicamente todo el país se burló de ellas cuando hicieron una huelga de hambre, también toda Bolivia terminó ayunando con ellas hasta que cayó la dictadura".

Galeano recordó haber conocido a Domitila Barrios, "una de esas mujeres porfiadas, quien, en una asamblea de mineros, dijo que nuestro enemigo principal no es el imperialismo, la burguesía ni la burocracia, sino el miedo que llevamos adentro". Al referirse a la necesidad de construir una América unida e integrada, el escritor ensayó numerosas metáforas de fuerte sesgo testimonial. "Tenemos que juntarnos y no sólo para defender el precio de nuestros productos, sino también para defender el valor de nuestros derechos".

Con relación a las naciones ricas y desarrolladas, precisó que "aunque de vez en cuando simulen riñas y disputas, bien juntos están los pocos países ricos que ejercen la arrogancia sobre todos los demás. Su riqueza come pobreza y su arrogancia come miedo".
Deploró la reciente aprobación, por parte de la Unión Europea, de una ley que restringe sustancialmente los derechos de los inmigrantes, afirmando que "convierte a los inmigrantes en criminales. Es una paradoja de paradojas, porque Europa, que durante siglos invadió el mundo, cierra las puertas en las narices de los invadidos cuando le retribuyen la visita".

Consideró que esa ley "se ha promulgado con una asombrosa impunidad que resultaría inexplicable, si no estuviéramos acostumbrados a ser comidos y a vivir con miedo, miedo de vivir, de decir y de ser. Esta región nuestra forma parte de una América Latina pensada para el divorcio de sus partes, para el odio mutuo y la mutua ignorancia. Sólo estando juntos seremos capaces de descubrir lo que podemos ser, contra una tradición que nos ha amaestrado para el miedo, la resignación y la soledad y que cada día nos enseña a desquerernos, escupir al espejo y copiar en lugar de crear".

Aludió a Simón Rodríguez, un venezolano que, en el siglo XX, "se dedicó, a lomo de mula, a andar los caminos de nuestra América y a desafiar a los nuevos dueños del poder. Era escuchado por nadie y lo llamaban loco, porque cometía la cordura de creer que debemos pensar con nuestra propia cabeza y proponía una educación para todos y una América para todos".

Galeano añadió que, quince años después de la muerte de ese profético personaje, que afirmaba que América era independiente pero no libre, "Paraguay fue exterminado. El único país hispanoamericano libre de verdad, fue paradójicamente asesinado en nombre de la libertad. No estaba preso en la jaula de la deuda externa, porque no debía un centavo a nadie".

Visiblemente emocionado, Eduardo Galeano recordó al derrocado presidente socialista chileno Salvador Allende, quien, en setiembre de 1973, resistió el golpe de Estado fascista encabezado por Augusto Pinochet y se quitó la vida en la propia casa de gobierno.
"La bala de Salvador Allende no mintió", sentenció enfáticamente. Deploró que exista una calle llamada 11 de setiembre, en homenaje a "los verdugos de la democracia", que, a su juicio, debería llamarse Salvador Allende.

También homenajeó al emblemático guerrillero Ernesto "Che" Guevara, a quien calificó "como el argentino más famoso y universal de todos los tiempos. Cuando más lo manipulan y lo traicionan, más sigue naciendo". Eduardo Galeano culminó su oratoria rindiendo un vibrante tributo al caudillo José Artigas, a quien recordó, en su doloroso exilio paraguayo. Antes del galardonado, hicieron uso de la palabra el presidente de la Comisión Permanente de Representantes del Mercosur, Carlos "Chacho" Alvarez, y el docente e investigador Daniel Vidart.

Galeano: Ciudadano Ilustre del Mercosur








Gracias:
elartiguista2


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