domingo, 11 de abril de 2010

Yerbas en la vereda del frente


Voy a quebrar por un momento uno de mis principios aunque no me gusta demasiado la idea. Al fin de cuentas hay un tipo que los quebró todos y hoy es presidente de un país y encima muchos lo aplauden. Yo no pretendo tanto. Este principio, más que principio una obligación que me impuse, es no mezclarme en discusiones al cuete. Esas discusiones de tono masturbatorio, que no aportan nada a nadie, teniendo a ésa como su principal característica. Que no merecen el gasto de tiempo y el desgaste intelectual que producen. Lenin decía por ahí que las elecciones burguesas sólo servían para tener una idea del estado de conciencia de las masas. Estas discusiones son más o menos lo mismo. Una de esas discusiones, es la que se armó a causa de la carta que un lame bo….tas del imperio como el tal Arias mandó a su par, presidente de otro país que integra la confederación sudamericana de repúblicas bananeras, (con o sin bananas) instándolo, con aire entre paternal y sobrador, a liquidar al eficiente, impoluto, querido y nunca bien ponderado, guardián de nuestros valores patrios: EL EJERCITO NACIONAL.!!! Y AHÍ SE ARMÓ EL RELAJO GENERALIZADO. Generales de cartón pintado defendiendo a muerte el curro de su comunidad milicar, políticos (presidente incluido, faltaba más), pegando alaridos de virgen profanada por el ataque a nuestra soberanía, (¿quedará alguna latita de eso en algún boliche de barrio?), gente común, de lo que normalmente llamamos pueblo, y algunos que se presumen y se asumen como… militantes.
Hasta lo de las opiniones de gente de pueblo, venía todo bien. En la vereda de enfrente, termo y mate en mano orejeaba la polémica entre divertido y con bronca. Alguna de las cosas que por ahí se decían, con suerte movían a risa, y otras decididamente daban tremenda bronca, tanto por lo que manifestaban defensores y detractores de la idea. Dejando de lado las opiniones milicares y de nuestros insignes políticos por obvias, me concentré en analizar las otras dos vertientes. Las opiniones de la gente común, sin sorpresas. Prácticamente unánimes, se prendieron sin reparos a la idea de la eliminación de las fuerzas armadas cuando apuntan sus armas contra el pueblo y desarmadas cuando tienen que defender a su pueblo contra agresiones del exterior. Razonamiento lógico. En ambos casos, para que carajo las precisamos. Es más efectivo un pueblo defendiendo su dignidad a pedradas que el ejército mejor pertrechado sin dignidad. Tenemos, en general una inquina contra el uniforme. Mi viejo no podía ver ni a los pobres heladeros de conaprole cuando pasaban con sus carritos tratando de vender el ais crem osopolar heladooooos. Cierta vez, en uno de mis delirios adolescentes me picó por hacer la carrera militar. Fui a la escuela militar, hice los trámites, pero como era menor necesitaba que el Viejo firmara los papeles autorizándome. Asumiendo los riesgos posibles y como buen cabeza dura, le presenté los papeles. No por calculada su reacción me afectó tanto. Sin decir palabra, (en el momento, porque después me largó una serie de palabrotas muy de su estilo), rompió los formularios, me pego un boleo allá donde termina la camiseta, y no me habló no me acuerdo por cuantos días. Ese sentimiento incorporado al inconciente colectivo, más todo el dolor que nos causaron en esos diez años en que asolaron el país, que no se circunscribe solamente a un número de muertos, desaparecidos, presos, torturados, primera fila de todos los que hemos sufrido y que no he visto mencionar demasiado, (yo diría que casi nada) por los defensores de los DDHH, hacen lógicas sus reacciones a favor de liquidar sin más trámite a este sector de la sociedad.
Ahora, cuando aparecen comentarios, e inclusive ideas de cómo deshacernos del lastre que significa el ejército hechos por quienes por su léxico y forma de ver las cosas uno intuye es militante de algo, la cosa se empioja bastante. Parece ser que algunos no se han notificado que vivimos en una sociedad dividida en clases sociales o se le perdieron algunas hojas a su manual del buen revolucionario. Desde el fondo mismo de la historia, apenas el desarrollo económico hizo posible la división en clases, apareció la necesidad de tener un Estado. Que no es otra cosa que la maquinaria que posibilita la dominación de una clase sobre las demás. Junto con el Estado aparece un cuerpo armado que es usado para reprimir cualquier intento de subvertir el orden establecido por la clase dominante. Este asume el control sobre el uso de las armas hasta ahí efectuado por el pueblo y se subordina a la clase que ejerce el poder. De tal modo que, independientemente de cual sea la clase dominante, el Estado como institución estará presente y la fuerza armada será uno de sus estamentos fundamentales. Esa fuerza así constituida sólo desaparecerá cuando el Estado desaparezca. Y para que eso se efectivice hará falta que desaparezca la sociedad de clases. El devenir histórico confirma lo dicho por la teoría hasta acá. Desde la sociedad esclavista, pasando por la feudal y llegando hasta nuestros días en la sociedad burguesa. Lo que permite inferir que continuará con ese esquema en la sociedad socialista cuando se haya instalado, y que desaparecerá recién en la sociedad comunista. Cuando apenas se han hecho algunos intentos aislados de instalar sociedades socialistas, es un despropósito total querer embarcarse en un proyecto que tenga como finalidad reclamar a la burguesía que prescinda de una de sus herramientas fundamentales para mantenerse en el poder. Máxime cuando, desde los sectores supuestamente concientes, no se hace nada por organizar al pueblo para la lucha por el poder real.
Concluyendo, no podemos pedirle a los milicos ni a los políticos, meros empleados de la burguesía que atenten contra el poder de sus patrones. Ni es dable reprochar a quienes no asumieron su conciencia de clase y que reaccionan, teniendo como base la nefasta experiencia que nos han dejado los genocidas de uniforme, intuitivamente a favor de desembarazarse de esta lacra social.
Pero sí hay que reprochar a quienes, habiendo supuestamente asumido su conciencia de clase, participen de estas discusiones bizantinas sin denunciar y esclarecer al pueblo acerca del carácter de las mismas. Que no es otro que lanzar maniobras de diversión para desviar la atención del problema central que es organizarse para resistir la dominación y arrebatarles el poder a los que cortan el bacalao, o el queso, o los burgueses, o los representantes del Nuevo Orden Mundial, el nombre es lo de menos. Y dejar bien en claro que lo que se busca es desgastarnos, hacernos gastar pólvora en chimangos, mantener nuestra atención en temas que nos dividen mientras ellos llevan adelante sin oposición sus planes de exterminio de la población degradando el medio ambiente, sembrando hambre, guerras y cuanta cosa les asegure rentabilidad económica sin importarles el precio, que por supuesto pagaremos nosotros y nuestra descendencia. Mientras no demos la lucha en ese sentido, seremos cómplices por omisión de todas las barbaridades que se cometan contra nuestro pueblo.


Publicado por juan dellepere

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