12 mayo 2017
Hemisferio Izquierdo (HI): Desde Hemisferio Izquierdo pensamos que la izquierda hace tiempo descansa en un estadio de "orfandad estratégica", lo que lleva a reproducir esquemas pensados para otro tiempo o directamente a adaptarse cómodamente a la agenda de los think tank del capital. ¿Comparte este diagnóstico? ¿Qué elementos podrían estar detrás de esta situación?
Fernando Charamello (FCh): En
primer lugar y antes de hilvanar conceptos y ensayar una respuesta, me
parece necesario hacer algunas puntualizaciones respecto a términos que
se usan habitualmente y que se da por obvio su significado.
Puntualización más que necesaria ya que no quiero contribuir a la
confusión generalizada que existe en el campo de las ideas políticas, y
por el contrario, pretendo (modestamente) contribuir a su clarificación.
Me
refiero concretamente al término “izquierda”, concepto que, si nos
atenemos a su origen que viene de la revolución francesa, refiere a
aquellas fuerzas que pretenden eliminar un sistema social y político, y
no a quienes quieren reformarlo o modificarlo.
Normalmente
se habla de la izquierda (y por lo que he leído, Hemisferio Izquierdo
incurre en esa deformación) englobando en ese espacio a las fuerzas
políticas denominadas “progresistas” que desde hace unos 15 años están
gobernando en muchos países de América Latina.
Como
no es el tema de la entrevista no puedo abusar de los lectores y
explayarme sobre la naturaleza de los regímenes llamados progresistas,
pero sí dejar sentado a cuenta de futuros desarrollos con el rigor
necesario; que la política del progresismo (más allá de su discurso) no
pretende eliminar el capitalismo sino reformarlo con la peregrina idea
de “humanizarlo”, o de lograr una coexistencia estable entre el capital y
el trabajo.
Las
medidas tomadas en estos años no van (aunque más no fuera a paso de
tortuga) en dirección del socialismo; por lo que no creo que sea una
cuestión de grado sino de rumbo, se está yendo para otro lado.
No
pueden, por lo tanto, ser de izquierda aquellas fuerzas que llevan
década y media administrando el capitalismo sin haber modificado
sustancialmente y en un sentido de ruptura, las estructuras económicas y
políticas que sostienen la explotación y la opresión del Pueblo
Trabajador.
De
la propia pregunta inicial surge el absurdo, ya que a aquellas fuerzas
que “se adaptan cómodamente a la agenda del capital”, solo se las puede
considerar de izquierda subvirtiendo groseramente el lenguaje.
De
todos modos no nos va la vida en la utilización del término
“izquierda”. Creo que el pensamiento revolucionario en los últimos 150
años ha acuñado términos mucho más precisos para denominar los
diferentes cuerpos de ideas que sustentamos y las sociedades que
queremos construir.
Pero
para no eludir la pregunta y anclarnos en el sentido original del
término, me permitiré contestar estas preguntas refiriéndome
exclusivamente a aquellas organizaciones e individuos de intención
revolucionaria, es decir, que desechan cualquier posibilidad de reformar
el capitalismo (que no es lo mismo que pelear puntualmente por
reformas) y siguen empujando el objetivo de enterrar este sistema y
construir una sociedad, a la que algunos imaginamos comunista y
libertaria.
Desde
este enfoque entonces, me permitiré sostener que no se debe prostituir
el lenguaje, la izquierda es revolucionaria o no es izquierda.
Hechas
estas puntualizaciones y yendo a la pregunta, me parece que no es
correcto hablar de “orfandad estratégica” ya que dicho concepto
implicaría, a mi modo de ver, una ausencia de estrategia, lo cual es
inexacto.
A la estrategia de la izquierda se le puede hacer todas las críticas que se quiera, pero estrategia tiene.
La
estrategia, entendida como el conjunto de los elementos políticos
(etapas, vías, fuerzas motrices, alianzas, etc.) que componen el camino
hacia los objetivos trazados; está presente en las formulaciones
programáticas de todas las organizaciones y con más o menos elaboración
también en la cabeza de los miles de individuos que no están encuadrados
en ninguna orgánica específicamente política.
Lo
que sí es inocultable a esta altura, son las carencias, algunas
endémicas, y las insuficiencias de los lineamientos estratégicos que la
izquierda intenta desplegar para convencer a la mayoría de los
explotados y oprimidos de que el capitalismo es irreformable y que si no
emprendemos cuanto antes un rumbo decidido hacia un orden social
radicalmente diferente; la propia existencia de la especie humana está
comprometida.
Esas
enormes carencias nos han llevado al pobre panorama que presentamos hoy
las fuerzas anti sistémicas, fragmentadas en infinidad de pequeños
grupos, incapaces de articular una mínima unidad de acción en torno a
elementos en común que los hay, infectadas de sectarismo, personalismo y
suficiencia teórica, y con un implante absolutamente marginal en la
clase trabajadora (ni hablemos en los sectores excluidos), que
compromete cualquier mínima incidencia en el proceso político del país y
la región.
Creo
que más que hablar de orfandad, diría a modo de diagnóstico que la
izquierda descansa hace tiempo en un estadio de “precariedad
estratégica”, en una falta de realismo político y en una inconsistencia
propositiva; que la lleva a repetir esquemas perimidos, o a refugiarse
en una dinámica autorreferencial y autocomplaciente, o a rebotar una y
otra vez contra el medio social.
Las
explicaciones a esta situación hay que buscarlas, me parece, en
cuestiones que hacen a la etapa histórica que vivimos, por un lado, y
por otro a la falta de un balance colectivo, sincero e implacable, de
las luchas del siglo XX, para sacar todas las conclusiones y no repetir
los mismos errores.
La
etapa histórica que vivimos es todavía de retroceso. La clase
trabajadora está todavía aplastada por la derrota de todas las variantes
de superación del capitalismo que se desplegaron en la década del ’60 y
que sucumbieron frente a la reacción. A esas derrotas hay que sumarle
la derrota de las “ilusiones democráticas” de la salida de la dictadura y
la caída del llamado campo socialista que repercutió negativamente en
todos los sectores, aún en aquellos que considerábamos a la URSS una
potencia imperialista liderando un bloque que de socialismo tenía muy
poco.
Esas
derrotas, además del altísimo costo en vidas que le significó a nuestra
clase, marcaron el retiro (momentáneo en términos históricos) de
cualquier proyecto anti capitalista y la adaptación a lo existente, con
el consiguiente deterioro ideológico y político de las aspiraciones y
demandas de los trabajadores.
Es
cierto que hubieron en las últimas cuatro décadas infinidad de
revueltas, levantamientos, expresiones de rebeldías varias, porque la
rebelión de los oprimidos es una constante que se verifica en cualquier
época histórica.
El
caracazo, el levantamiento zapatista, el argentinazo, la guerra del
agua en Bolivia; fueron todas muestras de que seguían habiendo reservas
de rebeldía en los sectores explotados y oprimidos de nuestra América y
que no sería en forma pacífica que se impondrían los planes imperiales
para nuestro continente.
Pero
no fue posible darle continuidad y perspectivas a esos ramalazos de
dignidad y las fuerzas del sistema terminaron recomponiendo la
normalidad burguesa, aunque tuvieran que sacrificar a muchos de los
viejos partidos del establishment político.
Esos
signos de la etapa histórica, marcan los límites objetivos que tiene la
izquierda para incidir decisivamente en el curso histórico. Sería anti
dialéctico pretender una incidencia que no se correspondiera con el
estado ideológico y espiritual de las clases explotadas y oprimidas. Eso
hay que tenerlo claro.
Lo
que sí es nuestra responsabilidad y no podemos eludirla, es pasar
revista a los momentos históricos donde tuvimos incidencia y los
resultados, sabiendo que las conclusiones que saquemos deberán ser
insumos para un tiempo histórico muy distinto, con desafíos inéditos
algunos, y también con elementos intemporales que están en el ADN de
cualquier sistema de dominación, desde el esclavismo en adelante.
Varias
revoluciones e innumerables situaciones revolucionarias y
pre-revolucionarias a lo largo y ancho del planeta, contienen un bagaje
enorme de experiencias, de cuyas enseñanzas no se puede prescindir por
más rasgos diferenciados que encontremos en la configuración del
capitalismo de hoy.
Seguramente
haya más elementos que expliquen nuestra marginalidad actual, pero
considero que estos dos tienen que estar en los análisis de la situación
actual, de cara a revertirla.
HI: En la actualidad, por diferentes razones y circunstancias, a las izquierdas les resulta muy difícil proponer y abordar temas relacionados con las vías para la superación del capitalismo. ¿Qué temas o nudos problemáticos deberían formar parte de un programa de pensamiento estratégico de transformación profunda del Uruguay actual?
FCh: La
transformación profunda del Uruguay no puede pensarse más que en el
marco de un proceso internacional, mínimamente regional, más allá de lo
específico de cada formación social.
Esto,
que ya era un rasgo bastante evidente a principios del siglo XX; hoy
con la internacionalización de todos los aspectos de la vida social y
política y la posibilidad de interconexión plena entre los seres humanos
al alcance de la mano; ha tirado al basurero de la historia cualquier
planteo del tipo “socialismo en un solo país” e incluso de “liberación
nacional” en los términos más vulgares al uso.
Respecto
a la superación del capitalismo lo primero que quiero señalar es que no
adhiero en absoluto a ninguna variante del pensamiento determinista.
Aquella frase famosa muy usada en los ’60: “la humanidad marcha
inexorablemente hacia el socialismo” es nada más que una simple
expresión de deseos, sin respaldo empírico alguno, a mi modesto
entender.
La
humanidad no va “inexorablemente” a ninguna parte. Ira, no
inexorablemente sino concretamente, hacia donde la empuje la voluntad
consciente de la mayoría de las mujeres y los hombres, orientados hacia
la tarea de hacer posible una sociedad de igualdad y bienestar para
todos.
La
segunda afirmación ineludible es que ESTÁN DADAS TODAS LAS CONDICIONES
MATERIALES para que en el planeta vivan el doble de los humanos que
vivimos hoy, en armonía entre las distintas comunidades, y en armonía
con la naturaleza, con la tierra, que es nuestro hogar común. No tienen
ningún sustento empírico los planteos reduccionistas de que los recursos
naturales o el territorio habitable ya no alcanzan para todos.
Naturalmente
que la condición para que esto sea posible es la de enterrar
definitivamente este sistema irracional e inmoral que es el capitalismo y
cerrarle el paso a cualquier variante post-capitalista que reproduzca
bajo nuevas formas la explotación y la opresión de las grandes mayorías.
La
tercera afirmación es que es cada vez MÁS URGENTE enterrar este
sistema, porque los riesgos reales de una catástrofe nuclear o climática
se han acrecentado dramáticamente, y el panorama sombrío de extinción o
de degradación civilizatoria de la especie humana; dejan la ciencia
ficción y se instalan en la historia. Los pronósticos de Rosa Luxemburgo
a principios del siglo XX de “Socialismo o Barbarie”, cobran
estremecedora actualidad.
Por lo tanto la superación del capitalismo es un imperativo moral de primer orden para los revolucionarios.
Respecto
a la estrategia de la izquierda para reanudar el curso hacia la
emancipación del Pueblo Trabajador, es un tema de extrema complejidad
como para abordarlo globalmente y con el rigor necesario en este breve
comentario, por lo que me permito exhortar a los lectores y
colaboradores de este espacio a jerarquizar la elaboración y el debate
en torno a este tópico, del cual solamente aportaré hoy algunas simples
reflexiones.
Me
parece imprescindible, ineludible, urgente, tener una caracterización
adecuada de la fase en que se encuentra el capitalismo en términos
globales, porque vemos a menudo análisis que se apoyan en una fisonomía
del capitalismo siempre igual si mismo, como si no fuera un producto
histórico en permanente evolución, en función de las contingencias de la
lucha de clases.
Sin
hacer concesión alguna al determinismo ni al catastrofismo, parece
bastante claro que hace rato se terminó el periodo de auge del
capitalismo, que ya dio todo lo “positivo” que podía dar y hoy está en
plena decadencia, sin que esto signifique que va a colapsar solo, por
sus propias contradicciones.
Consideramos que el capitalismo vive una fase depredadora, parasitaria y mafiosa.
DEPREDADORA
porque la lucha por los recursos naturales adquiere ribetes de rapiña y
saqueo como en la época colonialista, y tiene al planeta
permanentemente al borde de una conflagración mundial.
PARASITARIA
porque los instrumentos financieros se han multiplicado
exponencialmente y su valor ficticio decuplica el valor de la producción
material sobre la cual descansa.
MAFIOSA
porque todas las formas del delito organizado, de la “economía ilegal”
(tráfico de drogas, armas, órganos, personas y su correlato de
homicidios) se han salido de madre por la necesidad imperiosa del
capital de contrarrestar la implacable caída de la tasa media de
ganancia y justificar la multiplicación y tecnificación de los aparatos
represivos.
Ese
progresivo despojamiento de todo ropaje civilizatorio alcanza
naturalmente a las formas burguesas de representación y a todo el
entramado político-jurídico que sustenta y le presta justificación a las
relaciones de explotación.
De
la época en que la burguesía era “una clase revolucionaria” al decir de
algunas corrientes, no quedan ni rastros y la rozagante sonrisa del
parlamentarismo de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, ha
dejado lugar a una mueca avejentada que se sobrevive penosamente a sí
misma.
Esta
caracterización, de ser correcta, da de lleno en la estrategia de
aquellas corrientes políticas que consideran que los ámbitos
institucionales del sistema (gobiernos, parlamentos, instituciones
estatales y para-estatales) son “un frente más de lucha” y le otorgan un
grado de neutralidad que permitiría el despliegue de una política
revolucionaria en su seno.
Esta
estrategia institucionalista tuvo condiciones materiales y políticas de
justificación en la época “juvenil” de la democracia liberal, época en
la que Lenin planteara su famoso axioma de que “el parlamentarismo está
agotado históricamente pero no políticamente” (debate con los comunistas
alemanes).
Pero
pasaron casi 100 años y el proceso histórico ofrece ejemplos a puñados
de la aplicación concreta de esa estrategia de avanzar desde la
ciudadela del enemigo y parece haber dado su veredicto sobre las
posibilidades reales que ofrecen esos “frentes de lucha” a la
emancipación de nuestra clase.
Creo
que cualquier estrategia realista de transformación pasa
inevitablemente por esquivar la telaraña mortal de las instituciones
burguesas, por no ceder al canto de sirena del capital, por evitar los
callejones sin salida que la ideología del sistema disfraza de “caminos
de superación”.
*Fernando Charamello
es Secretario de Propaganda del Sindicato de Artes Gráficas y militante
de la Tendencia Clasista y Combativa.
EL CAPITALISMO ES MAS DIALÉCTICO QUE LA IZQUIERDA, LA DIFERENCIA ESTA EN QUE EL PUEBLO TE INTERPRETE Y SE IDENTIFIQUE CON SUS INTERESES , UN LABURANTE NO NACE CON EL LIBRO DE ROSA LUXEMBURGO BAJO EL BRAZO, ES MAS UN COMPAÑERO QUE ESTUVO POR LOS CUARTELES 2 AÑOS Y CADA TANTO LE DABAN MAQUINA , CUANDO LLEGO AL PENAL LE PREGUNTAMOS COMO HIZO PARA AGUANTAR Y HACERSE LA BOLETA, Y EL NOS DIJO" UNA COSA ES EL CONOCIMIENTO INTELECTUAL DE UNA IDEOLOGÍA Y OTRA ES TENERLA ASIMILADA" ,HAY GRUPOS DE IZQUIERDA QUE LEVANTAN LA DEFENSA DEL "PROLETARIADO" ,Y PRIMERO SON ELITISTAS INTERNAMENTE Y EXTERIORMENTE NO UN SOLO TRABAJADOR EN SU DIRECCIÓN ,SON TODOS PROFESIONALES. MUCHAS VECES NO HAY QUE PREOCUPARSE DE TRAER INVESTIGADORES DE EUROPA PARA QUE NOS DIGAN DE QUE COLOR HUZADA LAS BOMBACHAS ROSA LUXEMBURGO. Y SI DE TENER LOS HUEVOS DE IR A HABLAR Y EXPLICARLE A UN CHICO ,DE QUE NO SE DROGUE O SALGA A AFANAR, Y QUE ESO LO INCENTIVA EL ESTADO PARA JUSTIFICAR SU APARATO DE REPRESIÓN, SENTARNOS A RETORIZAR ES UNA COSA , NO TENER PARA COMER Y ROPA PARA PONERTE, ESAS GENERACIONES SE VUELVEN LUMPENES , PERO A SU VEZ EL SISTEMA LE SIRVE MUCHA GENTE QUE SE CONVIERTE EN ELÍPTICA Y SE MUEVEN DENTRO DE SU CIRCULO. PERO LOS INVITO A IR A UN CANTE A HACER TRABAJO POLÍTICO Y U A BARRIOS POBRES . SIEMPRE CUENTO LA ANECDOTA DEL PENAL DE LIBERTAD QUE ESTAS NUEVAS GENERACIONES DE "INTELECTUALES", POR LO QUE SE PUEDA ENTENDER DE INTELECTUAL, DE UN COMPAÑERO QUE ESTAVA EN EL SEGUNDO PISO INTEGRANTE DEL COMITÉ EJECUTIVO DE UN PARTIDO DE IZQUIERDA DE MUCHO PESO ,CON VARIOS LIBROS ESCRITOS, SU COMPAÑERO DE CELDA ERA UN PELUDO QUE NO SI HABÍA TERMINADO LA ESCUELA, ESE PELUDO QUE NO TENIA NI POR LEJOS LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE ESTE COMPAÑERO, LO AYUDABA A SOBRELLEVAR LA PRISIÓN MILITAR , YA QUE ESTE"CUADRO" INTELECTUAL ESTAVA TAN RAYADO QUE SE HUBIERA SUICIDADO EN CUALQUIER MOMENTO. LA RETORICA SEGÚN PLATON ES EL ARTE DEL BUEN POLÍTICO BURGUÉS, Y ALGUNOS PEQUEÑOS BURGUESES QUE SE LA CREEN. POR ESO ESTAMOS COMO ESTAMOS Y ADONDE LLEGAMOS. EL SISTEMA INCENTIVA NUESTRO EGO, Y EL SISTEMA NO SON SOLO LOS MILICOS Y SUS APARATOS DE INTELIGENCIA, ES SU IDEOLOGÍA DE PENETRACIÓN
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