lunes, 21 de diciembre de 2009

La última noche de Trabal


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El coronel Ramón Trabal estaba "nervioso" y "temeroso" cuando pasó la última noche de su vida refugiado en la casa de una diplomática brasileña en París, desde donde se trasladó a la sede de la embajada uruguaya antes de ir a almorzar a su domicilio del 16 de la rue Ramon Poincarré, en cuyo garaje fue asesinado al mediodía del 19 de diciembre de 1974, hace 35 años.

La insólita revelación fue confirmada a LA REPUBLICA por Laurita Mourâo de Irazábal ­hija de un general golpista brasileño­, quien entonces se desempeñaba en la Embajada de Brasil en Francia y habitaba un amplio departamento en el número 6 de la rue Jean Goujon 75008, de París, en el que Trabal se escondió en su última noche de vida, tras gestiones del primer secretario de la embajada uruguaya, Gonzalo García Lagos.

Laurita Mourâo dio a conocer el episodio durante un reportaje con el periodista Paulo Mendonça, cineasta de Canal Brasil, quien está realizando un documental sobre la muerte de Joao Goulart, para el que también entrevistó al ex agente uruguayo Mario Barreiro Neira, quien en 2002 dijo a LA REPUBLICA que "Jango" había sido asesinado en el marco del Plan Cóndor.

El padre de Laurita, general Olimpio Mourâo Filho, fue quien salió con sus tropas desde Minas Gerais para provocar el golpe de Estado contra Goulart el 1º de abril de 1964 y obligar a la acción a otros militares brasileños que planificaban el golpe para más adelante. El apresuramiento llevó a que Mourâo fuera desplazado y nunca llegara a cargos de relevancia en la dictadura.


Una visita sorpresiva

"Como funcionaria en la Embajada de Brasil en París y madre de once hijos, residía cerca de mi trabajo, en un apartamento de más de 500 metros cuadrados... Estando yo en la intimidad de mi casa, serían no más de las diez de la noche, sonó el timbre y al abrir estaba mi amigo Gonzalo, acompañado de un hombre buen mozo, serio, de unos cuarenta y pico de años, en apariencia, bien vestido y algo incómodo en su manera de saludarme y serme presentado", explica Laurita a LA REPUBLICA.

"Me dijo entonces que ya me había visto antes en una de las tantas recepciones que ofrecen las embajadas y consulados entre sí. Luego de haber entrado y sentarse en el living, Gonzalo me dijo que a ellos les gustaría comer algo y me encargué de que prepararan algo de comer y lo sirvieran en la mesa del comedor, porque "Don Gonzalo y su amigo estaban con hambre"... Mi casa en todos los lugares en donde he vivido y hasta hoy es una casa así: la gente llega, es bienvenida y pide lo que está necesitando", narra.

"Cenaron, tomaron un buen vino tinto francés, charlamos y, de repente, Gonzalo me dijo: 'Laurita, yo deseo que por esta noche permitas dormir aquí en tu casa a mi amigo Ramón. El debe quedarse quieto, sin hablar por teléfono y sin ser visto por nadie. He venido ahora, justamente, porque pasé antes con mi coche y me permití preguntarle a tu portera si tenías visitas, y ella contestó que no había subido nadie salvo la gente de tu familia'", agrega.

"No niego que me quedé estupefacta, pero lo primero que se me ocurrió era que de pronto ese señor habría tenido un problema doméstico con su esposa y, en vez de ir a aquella hora a un hotel, su amigo Gonzalo le habría propuesto que viniera a mi casa, porque además de ser amigos íntimos por gran amistad de nuestras familias, yo tenía un piso amplio y espacio suficiente, y también porque era funcionaria de una embajada que no era la de su país", explica.


Un vínculo uruguayo

Laurita Mourâo, hoy viuda, estaba entonces separada de su esposo, el hacendado uruguayo Rubén Pedro Irazábal Villar, propietario de la estancia "La Enramada", cerca de Trinidad, departamento de Florida, con quien había tenido once hijos que vivían con ella en París. "Todos eran solteros y teníamos tres empleados domésticos", cuenta a LA REPUBLICA.

El refugio de Trabal en la casa de Mourâo durante la noche del 18 de diciembre de 1974 fue solicitado por el entonces primer secretario de la Embajada uruguaya en París, Gonzalo García Lagos, quien consultado por LA REPUBLICA admitió el hecho, pero dijo tener dudas si fue aquella la última noche de Trabal. Laurita Mourâo, repreguntada, reiteró que así fue.

La diplomática había cumplido funciones en la Embajada de Uruguay, donde conoció a su esposo y al propio Gonzalo García Lagos, también oriundo de Flores, con cuya esposa Annie mantiene una estrecha amistad, que continúa en una relación de ambas familias. Cuando el golpe contra Goulart, Laurita pasó a desempeñarse en la embajada brasileña en España.

Laurita (76), convertida en escritora escandalizó a Itamaraty en 1979 cuando editó el libro "A mesa do Jantar", en el que narra su vida como funcionaria diplomática desde 1962 y revela todas sus aventuras amorosas con embajadores, cónsules y colegas, particularmente los casados. Recientemente escribió, sobre su padre, el libro "Mourâo: O General dos Pijamas Vermelhos".


"Temía muchas cosas"

"Gonzalo se despidió y don Ramón Trabal se quedó solo conmigo en el living con una copa de vino en la mano", continúa Laurita el relato de aquella última noche. "Empezamos a charlar mientras yo llamé a mi hija Fátima y también a una de mis empleadas y di la orden de que en ese dormitorio, el de Fátima, se hiciera la cama para ese huésped que causaba, entre mis hijos mayores, una cierta curiosidad".

"Luego de una charla en la que él me dijo que estaba extremadamente nervioso y temía muchas cosas, hablaba bastante en lenguaje general sin propiamente citar nombres o hechos de carácter político, y entonces yo empecé a tener una cierta suspicacia de que no se trataba de una rencilla con su esposa. Apenas la habitación estuvo lista, nos despedimos y lo dejé en la habitación de Fátima, que pasó a dormir con una de sus hermanas", describe.

"Mi horario en la Embajada de Brasil comenzaba, en aquellos años, a las nueve y media de la mañana, así que, cuando me levanté al día siguiente, encontré a don Ramón Trabal sentado en el living y con un aire extremadamente preocupado. Lo invité a venir a mi antecocina al final del pasillo a tomar el desayuno. Un poco lleno de reticencias, él aceptó y tomamos el desayuno juntos cuando le dije que se quedara tranquilo, que yo tenía que salir a trabajar pero que él no se molestara en casa para nada"...

"Así fue como nos despedimos, y él muy agradecido y siempre demostrando una perfecta educación... Estaba yo en la Embajada de Brasil cuando, más o menos al mediodía ­solíamos salir para el almuerzo a eso de la una de la tarde­ me dijeron que había sido brutalmente asesinado en su garaje, entrando en su casa el agregado militar de la Embajada del Uruguay, don Ramón Trabal...", concluye su relato.


"No tuve el coraje..."

Laurita Mourâo sostiene que es lo único que sabe. Trabal le dijo aquella mañana del 18 de diciembre que tenía que ir a Varig, que quedaba cerca de su casa, para buscar un pasaje para una de sus hijas que en poco tiempo volvería a Montevideo. Fue lo último que supo de él, cuando lo dejó en su antecocina aún con una tasa de café en la mano.

La diplomática brasileña explica que nunca había hablado de la muerte de aquel agregado militar sobre quien nadie le preguntó nada. "Se dijo que habían sido los Tupamaros, que los ejecutores habían venido de Andorra y eran profesionales de la ETA... Otras versiones, tiempo después, dijeron que fue por la Operación Cóndor, cuyo inventor había sido el general Pinochet de Chile".

Pero el episodio finalmente salió a la luz cuando Laurita se enteró de que era posible que el ex presidente Joao Goulart también hubiera sido asesinado en el marco del Plan Cóndor. El testimonio que el ex agente Barreiro Neira dio a LA REPUBLICA en 2002 motivó nuevas investigaciones que hoy dan por probable que Jango fuese otra víctima de la coordinación represiva de los militares.

"Cuando mataron a Trabal yo me quedé fría y horrorizada. No tuve el coraje de comentar con nadie que él había salido de mi residencia pocos momentos antes. No sé a qué hora se fue, porque al llegar a casa mis empleados me dijeron que él no se demoró mucho en irse. Tampoco sé si salió acompañado o solo", cuenta Laurita, a quien ningún policía llegó a interrogar por el crimen.

Cinco muertes infames



El testimonio de Laurita Mourâo, confirmado por el ex diplomático Gonzalo García Lagos, reafirma la hipótesis de que el coronel Ramón Trabal sabía que iba a ser asesinado y evidencia la infamia del fusilamiento, hace hoy 35 años, de cinco uruguayos que había sido secuestrados en Buenos Aires y fueron ejecutados como simple coartada del homicidio del militar uruguayo.

El coronel Ramón Trabal había sido advertido por servicios de inteligencia de Francia y Alemania que podría ser víctima de un atentado. Los mismos servicios habían alertado también al general chileno Carlos Prats, que fue asesinado en un atentado en Buenos Aires el 28 de setiembre de 1974. También Zelmar Michelini sería alertado por "servicios" dos años más tarde.

Trabal fue enviado a París en febrero de 1974, cuando el general Gregorio Alvarez asume la División de Ejército IV, y cuando el presidente Juan María Bordaberry realiza una serie de reuniones con Juan Domingo Perón de Argentina y en la asunción del general brasileño Ernesto Geisel en Brasil, toma contacto con el general Augusto Pinochet de Chile y el general Hugo Banzer de Bolivia. Allí comienza la coordinación represiva entre los estados.

En 1974 comienzan los secuestros y traslados de uruguayos exiliados en Argentina y también se inicia el proceso de represión que determinará la muerte y desaparición de muchos uruguayos. En Argentina fueron asesinados Guillermo Jabif, Daniel Banfi, Luis Latrónica, Raúl Parachnik y Raúl Feldman, y fueron desaparecidos Washington Barrios y Natalio Dergan, a la vez que Floreal García, Mirtha Hernández, Héctor Brum, María de los Angeles Corbo y Graciela Estefanel fueron trasladados a Uruguay y fusilados cerca de la localidad de Soca como supuesta represalia por el homicidio del coronel Ramón Trabal en París.

Entrevista a García Lagos. "Los últimos cuatro meses no recibía su sueldo" "Le escribían los tupas, que no lo amenazaban"

Ciudad luz. Un crimen aún en la oscuridad.



"No estoy seguro de que la noche que pasó en lo de Laurita Mourâo haya sido la víspera de su asesinato. Pero fue en esos días. Con Laurita teníamos una relación familiar desde Uruguay", admite en Montevideo Gonzalo García Lagos, quien dejó la carrera diplomática hasta la asunción del presidente Julio María Sanguinetti, "que fue el que me destituyó", afirma. "En la casa de Laurita también recibimos a Strauch, Canessa y Zerbino, tres sobrevivientes de los Andes, cuando fueron a París para el estreno de una película sobre la tragedia. No fueron atendidos en la Embajada, porque la Fuerza Aérea estaba molesta con declaraciones que hicieron sobre la responsabilidad del piloto en el accidente...", recuerda.

García Lagos, quien fue dirigente de la Federación Rural, prestó su testimonio al periodista Sergio Israel para el libro "El enigma Trabal" (Trilce, 2002), pero en su relato sobre los últimos días de Trabal en París olvidó hacer referencia al episodio del refugio del militar en la casa de la diplomática brasileña.

"El coronel Trabal llegó a París sin ningún tipo de apoyo de la dictadura uruguaya. Vivió en una residencia de la misión diplomática uruguaya a la que le habían cortado la luz y tenían que iluminarse con velas. La casa había sido clausurada", cuenta el ex diplomático.

García Lagos explica: "Cuando lo mataron, hacía cuatro meses que no recibía su sueldo. Yo lo trasladaba en mi vehículo. Un día me di cuenta de la situación en la que vivían. Se sentaban en cajones de la mudanza. Yo le conseguí un televisor. Trabal siempre andaba con la pistola martillada", explica.

"Yo no tuve una buena relación inicial con Trabal. Tardamos en entrar en contacto y finalmente nos hicimos amigos. Entramos en contacto cuando yo hice sacar las cortinas de mi escritorio en la Embajada para que me vieran a mí y no me tiraran... Entonces temíamos a los sediciosos".

"Lo recibí muy mal porque sabía quién era, pero a medida que fuimos conviviendo comprendí que el milico venía con plomo en las alas. El ya sabía que lo iban a matar. Después de un mes a vela, me dijo que su mujer estaba desesperada y necesitaba encontrar un apartamento. Yo se lo conseguí en tres horas. Fui a ver a unas amigas y a las tres de la tarde lo había alquilado. A partir de eso comencé una relación y fue el único amigo que tuvo...", dice.

"Me leía cartas de los tupas"

"Trabal tenía una división grande con el Ejército, con aquellos que para él desvirtuaron lo de febrero del 73. Trabal seguía más bien la línea del Goyo Alvarez, pero mantenía contacto con los Tupamaros. Me leía cartas que le mandaban los Tupamaros. Las cartas de los tupas le hacían una radiografía del país, sobre cómo los militares se habían hecho del poder y lucraban. Ninguna carta lo amenazaba, le pintaban la situación de Uruguay".

"Yo tenía una relación fluida con Wilson Ferreira Aldunate y Trabal me pidió un contacto. El era de la línea peruanista del general Velasco Alvarado y se entusiasmó mucho con la revolución de los claveles en Portugal. Trabal había sido el motor y ejecutor de los comunicados de febrero. Había sido batllista de la Lista 15 y yo lo jodía porque soy blanco. El quería una reunión con Wilson y con Pacheco, que estaba de embajador en España, pero Wilson dijo que para Pacheco ya era tarde..."

García Lagos sostiene que el cuerpo diplomático uruguayo en Francia no se hizo cargo del asesinato de Trabal. "El embajador Jorge Barreiro era un pusilánime. Defendía más a los franceses que a los uruguayos. Le sacó a (el general) Reissig de las manos un bibliorato delante de mis ojos. El embajador se fue a la mierda. Mario Fernández, representante ante Unesco, me dijo que no tenía nada que ver, que me correspondía a mí como primer secretario".

"Después del atentado, dos o tres noches me rodearon la casa y me vigilaban. No dormí en mi casa. Decían que lo mataron los mismos que balearon al embajador español en Francia. El que estaba a cargo era el comisario Tabioli. Yo lacré la oficina, porque estaban esas famosas cartas. A Trabal le escribía mucha oficialidad joven, pero tenía relación con los tupas y ellos le metieron ideología", dijo a LA REPUBLICA el ex diplomático.











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