martes, 14 de enero de 2014

Elecciones en El Salvador: La antigua derecha y la nueva derecha

Dagoberto Gutierrez
Secretario General del Movimiento por la Democracia Participativa (MDP), Ex Comandante Guerrillero y firmante de los Acuerdos Políticos de Chapultepec.

Hay que darse cuenta que lo que está en juego en las urnas no tiene que ver con la clase de país, ni la clase de sociedad, ni del poder, ni de política. Se trata de quien o quienes serán los socios de las grandes empresas transnacionales que controlan los mercados, y a partir de aquí, quienes serán los usufructuadores de las ganancias en estos negocios.

Esta circunstancia explica la naturaleza de la campaña electoral, el predominio total del mercado y la ausencia de políticas contrastantes. Es que se trata de un solo proyecto –el del mercado-, y de una sola disputa, que es la de quienes gerenciarán desde el aparato de Estado, los negocios a implementarse dentro del proyecto de asocios público privados y de otros que vendrán.

El tema se complejiza porque aunque sea débilmente la derecha antigua gusta de llamar izquierda a la derecha nueva, y esta derecha nueva gusta de llamarse izquierda, así misma. Y de este juego de palabras peligrosas aparece una confusión política en las cabezas, en el alma y los corazones de no pocas personas en nuestro país. Por eso es necesario ubicar históricamente a esta nueva derecha. 

 El FMLN resultó absorbido por la lógica económica capitalista, por la filosofía neoliberal y por la lógica política de la antigua derecha oligárquica


Para entender lo que ocurre en la campaña electoral hay que situarse en el ropaje vaporoso de la crisis, es decir, en medio de los vapores, humos y gases, oscuros todos, de la mayor crisis de nuestra historia.
Esta crisis ha roto los fundamentos del sistema político y las lógicas del régimen. Ha desnudado, casi eróticamente, las contradicciones esenciales que mueven al país.
Se trata del agotamiento del neoliberalismo aplicado a rajatabla después que la guerra terminó, y después que terminó también el acuerdo político llamado FMLN. El Estado de ese momento, a principios de la década de los noventa, creó un nuevo partido que usó el nombre de la antigua y desaparecida guerrilla: FMLN, fortaleció al régimen de partidos políticos y vigorizó al régimen político, que pudo aparecer como un régimen democrático, en donde hasta la guerrilla comunista participaba como partido, y tenía alcaldes y diputados.
La derecha había hecho una de sus maniobras más felices, aunque nunca entendió que los acuerdos de paz no amenazaban sus posiciones y que los recién incorporados al juego de la democracia como juego, tampoco eran amenaza.
Pasaron más de dos décadas en las cuales el capitalismo proletario se resquebrajó, la economía estadounidense se derrumbó, la Unión Europea se hizo pedazos, y el poder de Rusia, China, Irán, Brasil, India, Sudáfrica, construye un nuevo polo economico, militar, ideológico y político en el planeta; mientras que en América Latina se abren procesos novedosos como los de Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Uruguay y Ecuador, que con diferentes tonos y énfasis anuncian y presentan caminos independientes de los Estados Unidos.
Mientras todo esto ocurre, en nuestro país la antigua oligarquía pierde el control de la economía y luego pierde el control del aparato del Estado, todo en diferentes momentos y circunstancias. El recién llegado al juego resulta absorbido por la lógica económica capitalista, por la filosofía neoliberal y por la lógica política de la antigua derecha oligárquica.
Se trata de un proceso que empieza a larvarse a partir de la condición clasista de la cúpula del partido FMLN. Pasa por la naturaleza política de la antigua guerrilla y culmina en una decisión de constituirse en una especie de relevo histórico en el control del aparato del Estado, sin construir ni un nuevo Estado, ni una nueva economía, ni una nueva filosofía política ni nuevas estructuras de poder.
Todo esto significa que el largo proceso de una posguerra no aceptada produjo una nueva derecha que en estos momentos, año 2014, se enfrenta a la antigua derecha en la disputa definitiva del control del aparato de Estado.
A estas alturas, esta nueva derecha tiene suficiente poder económico para perturbar, amenazar y descontrolar a un sector de la economía tradicional del país; pero todavía no se enfrenta a la pequeña capsula burguesa oligárquica integrada por Ricardo Poma, o los Kriete, o los Simán [los más ricos de El Salvador], que siendo los dueños del partido ARENA, tienen sus propios escenarios económicos y políticos mas allá del mundo partidario, y pueden negociar en determinadas circunstancias con la burguesía emergente de Alba Petróleos [los ex-comandantes del FMLN].
Puestas así las cosas, hay que darse cuenta de que lo que está en juego en las urnas no tiene que ver con la clase de país, ni la clase de sociedad, ni del poder, ni de política. Se trata de quién o quiénes serán los socios de las grandes empresas transnacionales que controlan los mercados, y a partir de aquí, quienes serán los usufructuadores de las ganancias en estos negocios.
Esta circunstancia explica la naturaleza de la campaña electoral, el predominio total del mercado y la ausencia de políticas contrastantes. Es que se trata de un solo proyecto –el del mercado-, y de una sola disputa, que es la de quiénes gerenciarán desde el aparato de Estado, los negocios a implementarse dentro del proyecto de asocios [sic] público privados y de otros que vendrán.


Derecha e izquierda
El tema se complejiza porque aunque sea débilmente la derecha antigua gusta de llamar izquierda a la derecha nueva, y esta derecha nueva gusta de llamarse izquierda a sí misma. Y de este juego de palabras peligrosas aparece una confusión política en las cabezas, en el alma y los corazones de no pocas personas en nuestro país. Por eso es necesario ubicar históricamente a esta nueva derecha.
Estamos frente a un proceso en donde una fuerza guerrillera es clasificada como comunista por el gobierno estadounidense, y este calificativo –equivocado-, se traslada al nuevo partido que al final de la guerra se incorpora al régimen político con el mismo nombre de la guerrilla. Este fue un recurso electoral muy necesario y hábil, porque así los electores identificaban al nuevo partido con el heroísmo, la inteligencia, la imaginación y la audacia de la guerrilla que hizo la mayor proeza de nuestra historia. Y estos votantes no estuvieron en condiciones de guardar distancia de una serie de decisiones políticas que marcaron y determinaron la naturaleza y la conducta política del nuevo actor del régimen.

En primer lugar, este nuevo partido rompe todos sus vínculos con el movimiento social, y lo hace en nombre de la independencia de este movimiento - cuando en realidad se trató de romper todo compromiso con las luchas reales de las gentes reales. Acto seguido, se adopta y se adapta la filosofía del mercado, y de esta manera, los conceptos fundamentales como el crecimiento económico, la macroeconomía, el desarrollo, pasan a sustituir en el cerebro a figuras como la lucha de clases, las contradicciones y los intereses determinantes.
El nuevo partido renuncia a ser sujeto político y se convierte en un actor político, leal al sistema y al orden establecido. Ya no se trata, para nada, de sustituir al sistema o al régimen por un nuevo orden, sino de trabajar para fortalecer el orden actuante, y en todo caso, convertirse en los nuevos gerentes del mismo.
Por supuesto que la disputa deja de estar situada en el terreno propiamente político y económico y pasa a situarse en la lucha por el control del aparato y por su usufructo. Como se puede ver, en este proceso se va definiendo un relevo histórico que no supone ni una nueva política, ni una nueva manera de hacer política, ni un nuevo orden, si no un nuevo dueño del aparato estatal, un nuevo gerente y un nuevo socio.
Puestas así las cosas, no se trata de la confrontación histórica entre una derecha y una izquierda subversiva, democrática y revolucionaria. La confrontación aparece entre una nueva derecha, que adopta la filosofía, la política y la práctica de la antigua derecha y la resistencia de ésta a ser sustituida en el mismo terreno que antes dominó y controló.
La derecha no ganó la guerra pero ganó la posguerra
El proceso que describimos significa que si bien la derecha no gano la guerra de 20 años, pudo ganar, sin embargo, la posguerra de más de 20 años. Pero no termina de darse cuenta de lo que ha ocurrido en su casa y no acepta, por lo menos hasta ahora, ni compartir los negocios, ni entregar el lucrativo aparato de Estado, ni las nuevas reglas del mismo juego.
Por supuesto que este juego se realiza en medio de una elevada ebullición social y también ideológica, porque el Estado de El Salvador, el magro Estado que hemos conocido, se encuentra prácticamente desaparecido, y es el mercado el que fija los juegos y las reglas, y los seres humanos, llamados ciudadanos, aparecen abandonados totalmente a su suerte.
Cuando un Estado y una clase dominante no son capaces de asegurar ni mínimamente el más pequeño nivel de vida a los súbditos, entonces estamos en un momento de zozobra que puede transformarse en momentos de rebelión.
Gane quien gane en el próximo febrero, será este pueblo que ahora luce dormido el que con su despertar podrá decir, en este drama, la última palabra.


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