Gabriel -Saracho- Carbajales, Montevideo, 3 de enero de 2015 / Primavera de la Dignidad.-
Ministro de la Impunidad
UNO
*
Tabaré Vázquez confirma a Eleuterio Fernández como ministro de defensa
de su próximo gobierno, pese a que su sector político obtuvo un muy
exiguo respaldo electoral que equivale apenas a la décima parte (unos
8.000) de los votos en blanco y anulados emitidos el 26 de octubre de
2014.
* Vázquez no da marcha atrás rectificando
esa designación, a pesar del rechazo y el repudio generalizados que
provocan las declaraciones públicas de Fernández tratando de restarle
gravedad a los delitos de lesa humanidad de la dictadura y de
“justificar” una conducta ministerial que es de defensa, sí, pero de los
militares directamente responsables de estos delitos, obstaculizando
las investigaciones tendentes a someterlos al debido proceso judicial y
ubicar los restos de los desaparecidos, cosa que hace mediante el
ocultamiento de información elemental respecto incluso a los actuales
“paraderos” de los acusados y de datos básicos sobre sus actividades de
hoy (torturadores y asesinos cobran sus buenas jubilaciones y hasta
regentean empresas, están inscriptos en los “padrones” del BPS, pero en
algunos casos los secretarios del ministro le han dicho a los
magistrados actuantes que “no se sabe si viven todavía; es imposible
ubicarlos”).
* Vázquez le resta importancia a
los insultos proferidos por Fernández contra organizaciones de DD.HH. y a
la “banalización” de la tortura explicitada en sus increíbles
declaraciones recientes, tan nefastas, por cierto, como las más
fascistoides de Sanguinetti tratando de defender la aberrante Ley de
Impunidad en la segunda mitad de los ´80.
*
Tabaré Vázquez, de hecho, no está avalando precisamente a Fernández,
sino a los contenidos de una actitud político-ideológica que no es
monopolio exclusivo del ministro, y, al hacerlo, naturalmente, permite
que nos hagamos una idea clara –y preocupante- de cuál será la
orientación rectora de su nueva presidencia sobre el tema DD.HH.
DOS
¿Fernández
es un “intocable” o sencillamente el mascarón de proa de “pactos” que
se empezaron a contraer entre civiles y militares hace más de 30 años?
¿O es un “intocable” precisamente por tratarse del “personaje” nominado
no se sabe por quiénes y en nombre de quiénes para “garantizar” el
cumplimiento de esos pactos contra viento y marea, gobierne quien
gobierne?... ¿No será, además, que a él y algunos más de su misma calaña
también les favorece de algún modo la impunidad?. ¿Los pactos no
estarán protegiendo asimismo a un conjunto de civiles que actuaron
“vendiendo su alma al diablo”?.
Sea como sea -y
más allá del “estilo” pedante y baboso del ministro, que a estas
alturas parece demasiado sobreestudiado e impostado para vender la
imagen de “un duro sin remedio”-, el común del pueblo no duda en
calificar de “traición” lo que viene ocurriendo desde hace muchísimo
tiempo, antes de que Fernández fuese la irritante “figura pública” que
es hoy (no solamente para los sectores denominados “radicales”, sino
para la inmensa mayoría de quienes tanto el 26 de octubre como el 30 de
noviembre volvieron a respaldar a la fuerza política a la que pertenecen
tanto Fernández como su promotor Vázquez, y en cuyo siempre renovado
programa de gobierno no deja de figurar el tema de los DD.HH.,
invariablemente, aunque más no sea declarativamente).
TRES
En
lo que quedó a mediados de los `80 como súper contradictoria
sobrevivencia del viejo MLN diezmado por los fascistas cívico-militares
(con la inmensa mayoría de los Tupamaros más veteranos afuera de la
estructura orgánica o en el exilio), Fernández fue adquiriendo un
“ascendiente” bastante inexplicable, a primera vista, ya que por
entonces no eran pocos los elementos de juicio que permitían sospechar
que su práctica derrota/postderrota en los cuarteles, carecía, por lo
menos, de transparencia ética y aconsejaban mantenerlo al margen de
cualquier organismo de dirección o dirección intermedia.
Raúl
Sendic Antonaccio era el más preocupado por este asunto y de algún modo
trató de hacer notar su preocupación advirtiendo sobre el riesgo que
suponía la creciente influencia de lo que él llamaba “mentes brillantes”
(Fernández era la más “brillante”, por lejos) en el infecundo intento
de reconstrucción del MLN. Pero realmente no tuvo éxito, sobre todo
porque no buscó fáciles “compinches” para expulsar al futuro ministro y
porque trataba de actuar, como lo hizo siempre en circunstancias
semejantes, sin que el asunto aparentara ser lo que no era: una cuestión
personal o de “celos” entre “dirigentes históricos” (que algunos
verdaderamente lo eran) y “vacas sagradas” herederas de una mitología
sesentista cuya consideración crítico-autocrítica merecería un capítulo
aparte en la búsqueda de los por qué de una derrota histórica propinada
sin duda por los fascistas, pero de características que sólo se explican
por factores que hacían a la interna del movimiento popular organizado,
muy especialmente a la del MLN...
Fernández,
por otra parte, gozaba de una cierta renovada aureola de “proficuo
teórico” que sabía utilizar con sagacidad profesional: había sido antaño
el redactor principal de al menos cuatro de los documentos estratégicos
del MLN, y, sin dudas, el más activo de los cofundadores en materia de
“pienso” literario para la organización; éso, y su forma de ser
avasallante e incansable -siempre impulsando “ideas” y proyectos,
siempre rodeado de “incondicionales” a los que botijeaba sin descanso y
repetían sus ocurrencias como loros parlanchines- aun después de la
dictadura, facilitaron que mucha cosa previa al golpe y la derrota y
durante la misma derrota respecto a su comportamiento, pasaran a segundo
plano como factores que “se irían aclarando en el futuro”...
La
misma idiosincrasia de “El Bebe” (de “mirar lejos” y muy confiado en
que a la corta o a la larga los elementos nocivos irían quedando
autoexcluidos por su misma naturaleza en la dinámica de la vida
política), que ni había sospechado su temprana muerte atrapado por el
Mal de Charcot, hizo posible que el “mariscal de derrotas” de Fernández
pudiera seguir moviéndose a sus anchas en una organización que
continuaba eludiendo la cuestión clave de orientar su accionar político
priorizando y profundizando el compromiso con la clase trabajadora
concebida como motor potencial del proceso revolucionario hasta sus
últimas consecuencias.
CUATRO
El
tema es que “el futuro que iría aclarando las cosas” (un futuro sin “El
Bebe”, ya fuera de la orgánica antes de morir, en 1989, por serias
diferencias que tenían que ver no solamente con “el caso Fernández” y
mientras mascullaba escribir su propia versión sobre las famosas
“negociaciones” de los ´70 y el rol singular del actual ministro) llegó
explicando “la forma de ser” y la trayectoria de Fernández en dictadura
por vía de los hechos contantes y sonantes...
El
futuro es hoy, y aunque pueda considerarse muy discutible que lo que
presenciamos actualmente sea propiamente “una traición” o una conducta
intrínsecamente coherente a lo largo del tiempo, a muy poca gente de la
época del surgimiento y del fracaso MLN y luego, le caben dudas sobre la
severa enseñanza que deja “el caso Fernández”, que no debería pasar a
la historia simplemente como triste anecdotario con maestro de la ironía
al cuete de primer protagonista:
Personajes
como Fernández, son los que creen y suelen hacernos creer que abrazan la
causa de la clase obrera y del socialismo como propias, cuando en
realidad lo que hacen es actuar arrastrados por circunstancias
históricas de potente auge de la lucha popular, ideológicamente
motivados por concepciones pseudo revolucionarias que en esencia
constituyen los residuos casi inertes de la ideología burguesa en
crisis, alentando una idea de “futura sociedad” que por sus contenidos
es lo mismo que la sociedad capitalista: se trate de “la nueva clase
dominante” o de castas privilegiadas surgidas del proceso y aunque el
“cambio” sea violento, estos personajes conciben la “nueva sociedad”
regida por círculos elitistas de “genios insustituibles”, de “cuadros
infalibles”, que, obviamente, a la corta o a la larga, resultarán un
serio escollo contrarevolucionario.
Están
llamados a ser, por su arraigada esencia ideológica y su pujanza
personal, destacados referentes de la misma burguesía, o, en el mejor de
los casos, “amigos de la revolución” (es decir, “aliados
circunstanciales”); pero la dialéctica de la lucha de clases,
desdichadamente, los coloca muchas veces donde jamás deben estar:
conduciendo organizaciones de intención revolucionaria, manejando
aspectos delicadísimos de la lucha revolucionaria, erigidos en “jefes”
sin ser otra cosa que oportunistas e individualistas “de fuerte
carácter” que a lo sumo entienden el socialismo como algo parecido a lo
que muchos de nosotros, en la más tierna adolescencia, creímos
erróneamente: hay que hacer la revolución para que los explotadores
pasen a ser los explotados (con la perversidad, obviamente, que esto
supone).
CINCO
En
el presente, Fernández actúa según una esencia ideológica veleidosa y
exitista, que no posee, por supuesto, en exclusividad. La comparte con
otros personajes infaltables en todo proceso histórico, que sobresalen
mucho más cuando, como es el caso, disponen de una preparación
intelectual-cultural que destaca en su medio particular, aunque padezcan
una brutal déficit en la praxis como criterio de verdad.
Fernández
no pudo ser, en realidad, “un traidor” a su propia ideología decadente
camuflada por el fraserío “combativo” y provocador. No pudo ser, no es,
no lo será jamás, un “traidor” como efectivamente lo fue, lo es y lo
seguirá siendo hasta el último suspiro Fidel Castro (por poner sólo un
ejemplo muy conocido por todos de auténtico revolucionario que renegó de
sus propios orígenes, se rebeló contra la clase a la que perteneció, la
engañó y la sigue derrotando hasta en las peores circunstancias, junto a
un pueblo que ha abrazado la causa del socialismo como alternativa de
vida social y humana liberada de todo tipo de ataduras a falsos mesías,
farsantes de buena labia e intelectualoides que en menos de lo que canta
el gallo, muestran la hilacha vilmente contrarevolucionaria.
Fernández
no es “un traidor” porque jamás fue un revolucionario, y cada paso que
da es una reafirmación más de fe en la causa de los chupasangre y los
criminales a los que, muy suelto de lengua, procura defender.
Las
va de “antimperialista” acusando ligeramente a organizaciones de DD.HH.
como organizaciones al servicio de intereses imperiales, cuando él, si
es enemigo del imperialismo, lo es únicamente del desaparecido Imperio
Romano o del Imperio Azteca.
Estrictamente y
seriamente hablando -el presente nos lo muestra-, Fernández ha vuelto al
redil del que nunca debió intentar escaparse, y nada mejor para su
encomiable gestión de reafirmación ideológica que el cargo de Ministro
de la Impunidad que hoy ocupa adelantándose a la que nos espera con el
“nuevo” reinado de Tabaré Vázquez con un gobierno que al parecer no se
detendrá en la “trivial” tarea de colaborar con la Verdad y la Justicia.
Como
traidor de la burguesía y la pequeño burguesía advenediza, al menos,
Fernández ha sido un magistral fracaso, pero también una dramática
enseñanza para el movimiento popular en cuanto a cómo debemos entrelazar
los hilitos de la lucha sin quedar encandilados por las luminarias
multicolores que la historia se encarga de mandar al galpón de los
cachivaches como mandó al mismísimo “Don Frutos” de tan triste pasaje
por este mundo.
Fernández debe irse, ni qué
hablar; pero con él debe irse también el colaboracionismo antipueblo
empeñado en hacernos creer que los asesinos del proceso cívico-militar
son ya “unos pobres viejitos” y que el ministerio de defensa debe serlo
de defensa de la impunidad burguesa-fascista de ayer y de hoy.
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