Asentamientos:
Acaba de difundirse el relevamiento realizado por la ONG
Techo, antes conocida como Un Techo para mi País, sobre los
asentamientos en todo el país. Las cifras brindadas muestran que existen
en Uruguay 656 asentamientos totalizando en conjunto 60191 viviendas.
La mayor concentración es en Montevideo y Canelones, pero hay otros
departamentos como Artigas que muestran cifras alarmantes.
¿Es imposible solucionar este tema que arrastra muchas
décadas? ¿Esta situación deja en evidencia que la especulación señorea
sobre una necesidad básica de la población? ¿Sirven para algo las
acciones que realiza Techo en los asentamientos? ¿La solución debe pasar
por el voluntariado? ¿Es rentable socialmente regularizar los
asentamientos, cuando hay que llevar todos los servicios públicos? ¿No
es más económico y más rápido utilizar las casas abandonadas que suman
decenas de miles? ¿Qué tan eficientes son los organismos estatales para
erradicar estos enclaves? ¿Cuánto aportan el Ministerio de Vivienda, la
agencia Nacional, el Banco Hipotecario, el Mevir, el PIAI o el Plan
Juntos en este problema? ¿Sirvió para algo la vivienda de interés
social? ¿Será un tema de campaña electoral el tema de los asentamientos
como lo fue en el pasado con plan Asentamiento Cero de Lacalle o el Plan
Juntos de Mujica? ¿Es imposible lograr una política de Estado con la
problemática de la vivienda?
Nuevas pobrezas urbanas
por Agustín Iturralde
Uruguay es un país mucho más rico hoy que hace 10 o 20, eso no es
seriamente discutible. Desde la recuperación democrática la pobreza se
redujo en casi todos los gobiernos, con la obvia excepción de la crisis
de 2002. En los últimos años, hemos alcanzado mínimos históricos en
cuanto a pobreza monetaria, es decir la capacidad de consumo de los
uruguayos se expandió significativamente.
Al mismo tiempo existen otros factores en los que estamos
objetivamente peor o al menos no hay avances sustantivos. El primero es
la violencia, Uruguay es un país mucho más violento que hace 10 o 20
años. En 2018 tuvimos más homicidios cada 100 mil habitantes que Chile,
Argentina, Paraguay Ecuador, Bolivia, Perú y Panamá. El segundo elemento
es el fracaso educativo que nos sigue poniendo entre los países de la
región donde menos jóvenes completan secundaria. Tercero, remarcar el
tema que nos convoca, la persistencia de los asentamientos irregulares.
No parece simple comprender porque la mejora en los ingresos de las
familias no redundó en una mejora significativa en este aspecto.
Esta realidad debe impulsarnos a evaluar profundamente la
fragmentación social en Uruguay y en Montevideo en particular. Sin
embargo, no podemos descartar que en medio de esta mejora social
monetaria, la brecha social no monetaria haya aumentado. Esto quiere
decir que las personas de los distintos barrios cada vez tienen menos
ámbitos materiales y simbólicos en común. Existen nuevos tipos de
pobreza que pasan por debajo del radar de los indicadores tradicionales.
Las mejoras en la capacidad de consumo son imprescindibles, pero la
fragmentación social existente tiene elementos más profundos que no se
solucionan solo con dinero.
Desde la salida de la dictadura Uruguay mejoró en muchos aspectos. La
pobreza monetaria se redujo desde más de 45% a menos de 8%. Nuestra
economía es significativamente más sana, estable, y abierta. Hemos
procesado una transformación productiva no menor, el síntoma más claro
es la reducción del peso de la industria y el aumento de los servicios.
Estas bases socio-económicas, han permitido que aprovechemos la
coyuntura económica hasta 2014 mucho mejor que nuestros vecinos. Pero
quizás también dejaron algunos perdedores. Tenemos importantes sectores,
sobre todo urbanos, que no lograron insertarse adecuadamente en las
lógicas socio económicas de Uruguay de hoy.
Los indicadores tradicionales como la línea de pobreza monetaria
muestran una parte importante de la realidad, pero son insuficientes
para entender su complejidad. Existen nuevas pobrezas urbanas que
trascienden ampliamente lo monetario. Sin duda es uno de los mayores
desafíos de nuestro país si queremos avanzar en el camino al desarrollo.
¿Vergüenza o resignación conservadora?
por Gustavo Melazzi
1) La iniciativa de Techo y la larga serie de programas
institucionales dirigidos a los graves problemas manifestados por los
asentamientos son bienvenidos. Pero permanecen, y los datos son
terribles. ¿Cómo enfocar el tema y, sobre todo, qué hacer?
Dicha persistencia señala que se requiere bastante más que programas
puntuales; dispersos; a veces solapados entre sí; aparecen y desaparecen
al vaivén de ritmos electorales o intereses personales; recurso para
obtener préstamos internacionales baratos, hay de todo. Desde 1851 con
el alambramiento de los campos y “pueblos de ratas”; crecen con
desocupados, incluso con asalariados y con otros, desvinculados del
proceso productivo formal. La evolución del capitalismo; el avance en la
productividad del trabajo; la apropiación concentrada de sus ventajas y
del poder han llevado a que grandes contingentes de población a quienes
el sistema no ofrece la mínima esperanza; “sobran” (inquietante
expresión).
En el capitalismo dependiente de Uruguay los bienes primarios dominan
su producción y no posibilitan muchas fuentes de empleo ni salarios
adecuados. Panorama actual que, en el futuro inmediato, sólo cabe
esperar que se agrave.
Por lo tanto: ¿un programa más para el corto plazo? Mejores programas
puntuales son necesarios, pero es ineludible una visión de conjunto y a
largo plazo.
2) Es clave partir de la base de que es
imprescindible una política de empleo; la mejor política social, y única
alternativa para ir a fondo y en el largo plazo. Sin ella (y con
salarios decorosos) los asentamientos permanecerán.
Es una política inexistente y ni se plantea. Es lógico. Si todos los
partidos aceptan que “el mercado decide”; que la ganancia privada es el
regulador del sistema; que el Estado sólo apoya empresas privadas, y no
se impulsa ni un “pasito de perdiz” para comenzar a cambiar, el problema
es insoluble. No se trata de que “los pobres no quieren trabajar”; “si
son pobres es su decisión”, y tampoco que la solución mágica sea “dar
educación” para tener “igualdad de oportunidades”. Estos mitos
individualistas y conservadores (impulsados hasta por J. Mujica) han
hecho retroceder décadas la conciencia del movimiento popular. El ser
humano se ha desarrollado en sociedad; como individuos no existiríamos.
3) En definitiva, son opciones políticas,
ideológicas. Se requiere un Programa de Empleo Productivo articulado a
los de Desarrollo Nacional y Urbano*. Sólo así se comenzarán a
desarrollar relaciones sociales justas. Con Mario Benedetti, podremos
decir: camino por la calle con un ladrillo en la mano, mostrándole al mundo cómo será mi casa.
Para el asombro: según Techos, en los asentamientos hay 60.191
viviendas. Por otro lado, el gobierno afirma que vamos a invertir US$
3.899 millones de dólares en el proyecto para UPM2, cifra que permitiría
construir 75.000 viviendas.
* Ejemplos de imprescindible articulación. Regularizar
asentamientos implica también consolidar una inaceptable estratificación
social (espacios de cada vivienda; lejanías; convivencialidad y otros
problemas). En muchos casos, en el interior MEVIR genera problemas urbanos por distancia al núcleo urbano; costos de infraestructura, dificultades de traslado, y otros.
Asentamientos
por Jorge Nudelman
Acaba de difundirse el relevamiento realizado por la ONG Techo, antes
conocida como Un Techo para mi País, sobre los asentamientos en todo el
país. Las cifras brindadas muestran que existen en Uruguay 656
asentamientos totalizando en conjunto 60191 viviendas. La mayor
concentración es en Montevideo y Canelones, pero hay otros departamentos
como Artigas que muestran cifras alarmantes.
¿Es imposible solucionar este tema que arrastra muchas décadas?
No, de hecho, ha evolucionado, con luces y sombras. Incluso la propia
definición técnica de “asentamiento” hace difícil el análisis. No es lo
mismo asentamiento, que cantegril.
¿Esta situación deja en evidencia que la especulación señorea sobre una necesidad básica de la población?
Sí, pero… La especulación es la mala de la película, pero no es el
único factor negativo. Posiblemente la organización productiva del país
(sí, es muy vago y grande) sea el factor más relevante.
¿Sirven para algo las acciones que realiza Techo en los asentamientos?
No, si hablamos de las casas de madera que se publicitaron hace
varios años. Si “Techo” realiza otro tipo de trabajos sociales o de
asesoramiento, no los conozco.
¿La solución debe pasar por el voluntariado?
No.
¿Es rentable socialmente regularizar los asentamientos, cuando hay que llevar todos los servicios públicos?
No.
¿No es más económico y más rápido utilizar las casas abandonadas que suman decenas de miles?
No. Los problemas de los asentamientos no son “meramente” una
ecuación económica, de escasez de vivienda; son de trabajo, de cohesión
social, de educación, de infraestructuras y, como apuntan las dos
preguntas, servicios. La cuestión de si llevar los servicios al
asentamiento, o llevar el asentamiento a los servicios no es la única
disyuntiva.
¿Qué tan eficientes son los organismos estatales para erradicar estos enclaves?
Luces y sombras… a juzgar por lo que se conoce públicamente,
¿Cuánto aportan el Ministerio de Vivienda, la agencia Nacional,
el Banco Hipotecario, el Mevir, el PIAI o el Plan Juntos en este
problema?
Desde afuera, parece haber una gran desconexión entre los organismos.
En estos tres periodos, el partido gobernante se perdió la oportunidad
de grandes coordinaciones a todo nivel, desde el nacional y todos sus
organismos, que pudieron haber generado diálogos y sinergias con los
gobiernos municipales, con los académicos, con las diversas
organizaciones no gubernamentales involucradas. De hecho, a esa lista le
falta el ministerio de trabajo, el ministerio de salud pública, el
ministerio de industria, el ministerio del interior (como se ha hecho
evidente), la universidad, las oficinas municipales, las cooperativas y
sus organizaciones, y me olvido de otros.
¿Sirvió para algo la vivienda de interés social?
Si se pregunta sobre la ley que financió inversiones de
empresas (y si ese “algo” es el problema de los asentamientos), la
respuesta es un rotundo No.
¿Será un tema de campaña electoral el tema de los asentamientos
como lo fue en el pasado con plan Asentamiento Cero de Lacalle o el Plan
Juntos de Mujica?
Claro, ¿quién va a perder la oportunidad? Es un clásico…
¿Es imposible lograr una política de Estado con la problemática de la vivienda?
No. Es difícil, pero no imposible: otros lo han hecho. Se requieren
recursos, paciencia, sabiduría, capacidad de diálogo, técnicos muy
formados (de muchos tipos), y más paciencia, paciencia, paciencia…
Falta de políticas de ciudad
por Oscar Mañán
Para explicar la proliferación de asentamientos se conjugan un
conjunto de causas, pero no todas de la misma envergadura. Ciertamente,
muchos apuntarán al proceso de segmentación social constante que lleva
varios años. Otros, a los déficits de empleo, o bien a los costos de la
vivienda respecto a los ingresos de las familias. Rescatemos aquí: la
falta de una política de ciudad y políticas de vivienda mercantilistas.
Montevideo, concentra casi la mitad de la población y buena parte de
la actividad económica, por lo que recibe un proceso constante de
migración desde el interior urbano y rural. A casi tres décadas de
gobierno del FA, no se identifica una planeación del uso del suelo
urbano, una reglamentación estricta al respecto y que enfrente (o por lo
menos dispute) espacios a la acumulación privada de los negocios
inmobiliarios. Es decir, construir ciudad a partir de necesidades sociales y no siguiendo la lógica mercantilista, vale rescatar las decisiones económicas sobre vivienda de la determinación única del mercado.
La política nacional de vivienda, en especial los planes para
sectores de menores ingresos, la “vivienda social”, fue pensada por
operadores inmobiliarios que se benefician de subsidios impositivos a
cambio de que algunas unidades se vendan a precios pre-establecidos.
Esto no acerca la vivienda a los sectores de bajos ingresos. Los
bancos (el BHU ya no cumple un rol social) o agencias (ANV) que se
encarguen del financiamiento de la vivienda social no deben priorizar la
competencia financiera con otros bancos. La ganancia de los bancos públicos debe estar en la “pública felicidad”.
El voluntariado juega un papel asistencial, de coyuntura, que no debe
desmerecerse, tanto la ONG Techo, como el Plan Juntos de Mujica y cía.,
pero no pueden y no deben suplantar una política pública de vivienda.
La situación de vivienda precaria no puede depender de la filantropía
que, ni de lejos, tendría el impacto que un descuento del IVA para las cooperativas que construyen bajo la modalidad de ayuda mutua que el gobierno desestima. Aprovechar
la vasta experiencia en la construcción por ayuda mutua, no solo baja
costos de construcción sino genera un impacto organizativo, integrador y
solidario en la gente.
La construcción de ciudad es anómica, las respuestas a los altos
costos de vivienda son individuales y desesperadas, dando lugar a
asentamientos, en lugares donde el costo de la tierra es bajo, no hay
servicios de saneamiento, de electricidad, de agua potable y menos de
transporte público. Además, la seguridad pública deja allí mucho que
desear.
Para una política de erradicación efectiva de asentamientos es
menester una planeación del uso del suelo urbano. Los gobiernos
departamentales, dada su competencia, deben fijar normas para la
producción de ciudad. Por ejemplo: ocupar zonas que se vacían,
intervenir en la renta del suelo para que ésta disminuya en zonas
destinadas a la ocupación de sectores populares con déficit
habitacional. Una política de control de precios de la tierra destinada a habitación y, quizás, en ciertos materiales básicos de construcción.
Una ley que limite la herencia podría llevar a una distribución del
stock de riqueza inmobiliario, pero sería inocua sin los carriles para
facilitarle el acceso a quiénes necesitan vivienda. La FUCVAM, es uno de
los activos sociales más importantes que debe cobijarse, ya sea
mediante la disminución del costo del dinero e insumos de construcción, y
por qué no, potenciando la construcción subsidiada con esta
herramienta.
Bill: “the economy, stupid”
por David Rabinovich
Cifras dadas por la ONG “Techo” aseguran que en Uruguay hay 656
asentamientos totalizando en conjunto 60.191 viviendas.” Si eso es así
calculo que viven, en condiciones deplorables, por lo menos 250 mil
personas. Seguramente la mayoría de ellos niños, niñas y adolescentes.
Ante las lógicas preguntas que surgen, lo primero que se debe señalar
es que sí se puede solucionar esta situación y que las posibles
soluciones -si no queremos esperar 138 años- deben buscarse fuera del
sistema capitalista, de espaldas a las leyes del mercado, cambiando las
prioridades. El derecho a una vida digna no puede estar reservado a la
capacidad de cada uno de ser “demanda efectiva” como dicen los
economistas. La ‘demanda’ implica la necesidad o el deseo de acceder a
un bien o servicio. La ‘oferta’ es la disposición del bien en el
mercado. Lo de ‘efectiva’ refiere a la capacidad de pagar el precio del
bien o servicio al que nos referimos. Dentro del sistema no basta con
querer, necesitar o tener derecho, hay que ‘poder’ comprar.
El Uruguay es un país considerado de ‘renta alta’: U$S 16.245,60 per cápita, en 2017, según el Banco Mundial.
En ese informe el BM da la siguiente información sobre la evolución del PBI per cápita uruguayo.
1960 U$S 489,35
1970 “ 760,59
1980 “ 3.485,53
1990 “ 2.989,99
2000 “ 6.871,90
2005 “ 5.220,95
2010 “ 11.938,21
2015 “ 15.524,84
2017 “ 16.245,60
El problema no es la falta de recursos sino la desigual apropiación
del ingreso, porque hay una concentración impresentable de la riqueza
(propiedad).
Los mercados son esencialmente especulativos, orientados a la
rentabilidad y no a la satisfacción de las necesidades humanas. El
voluntariado siempre tiene un papel para jugar, me viene a la memoria el
ejemplo de la brigada solidaria del SUNCA, la “Agustín Pedroza”. Todo
un ejemplo, por cierto. A la cooperación asigno un papel central, como
ejemplo: FUCVAM. En el plano de la acción estatal hay claros y oscuros.
Los Núcleo Básicos Evolutivos, eran malos y caros, fueron un curro para
las ONG que los administraban, se asignaban por cuota política… Las
viviendas de MEVIR son un mejor ejemplo, pero al paso de los años pueden
‘caer’ en las garras del mercado. Las del BPS se asignan a ‘usuarios’,
pero el sistema para volver a entregarlas en usufructo requiere que se
haga un mantenimiento y eso no funciona bien. En resumen, hay
experiencias más o menos exitosas, pero no es por el lado de promover
inversores, que tienen más beneficios que FUCVAM y ofrecen apartamentos
“sin impuestos”, de dos dormitorios, a más de U$S 130.000.
“El Poder Ejecutivo remitió al Parlamento el proyecto de “Inmuebles
vacíos, sin uso y degradados” para poder usar en forma adecuada los
inmuebles que se encuentren en esa situación y que estén ubicados en
zonas urbanas que cuenten con todos los servicios e infraestructura. El
director de Vivienda, Salvador Schelotto, explicó que, una vez
comprobados los 24 meses de abandono, la edificación podrá ser vendida por acción judicial.”
(Página de la Presidencia: 05.01.2018). Los requisitos son bastante
restrictivos: ‘vacíos, sin uso y degradados’. La finca va a remate y el
Estado ‘podrá’ comprarla, el dinero del remate queda a disposición de
quien justifique su derecho por muchos años. Redactada de otra manera
dicen que hubiera sido “inconstitucional”.
¡Es la economía estúpido!, dijo Bill Clinton y tenía razón.
El Uruguay que crece solo
por Verónica Amorelli
El reciente Relevamiento de Asentamientos Informales en el país,
realizado por la organización social TECHO, nos obliga poner el foco en
una realidad que a menudo miramos pero que preferimos no ver.
Según el estudio existen, al menos, 656 asentamientos, en los que se
contaron 60.191 viviendas. El 82% de las viviendas contabilizadas se
agrupan en los departamentos de Montevideo, Canelones y Artigas.
El Censo 2011 establecía que la cantidad de asentamientos en el país
había bajado a 589 luego de haberse ubicado en 676 durante el año 2006. A
priori de su depuración las cifras parecen confirmar que la cantidad de
asentamientos volvió a aumentar en el país.
Más allá de los datos todos estamos contestes en que las políticas
efectivas de acceso a la vivienda siguen siendo un debe en el país. El
Banco Hipotecario, la Agencia Nacional de Vivienda y la vivienda de
interés social son herramientas del sistema que poco o nada pueden hacer
para alcanzar a las poblaciones más vulnerables. En este sentido
también quedó por el camino, aunque sigue existiendo con muy pocos
recursos, el mentado Plan Juntos del presidente José Mújica.
Mientras, el tercer gobierno del Frente Amplio sigue coqueteando con
la idea de echar mano a las miles de viviendas abandonadas que existen
en el país. La tarea parece imposible ya que ni siquiera se logró un
mínimo de osadía que permita topear los exorbitantes precios de los
alquileres.
Contar con una vivienda digna es un derecho de cualquier ciudadano
del país, pero es más urgente si se trata de las nuevas generaciones.
Hoy en Uruguay casi la mitad de los habitantes de los asentamientos son
niños y adolescentes menores de 20 años.
Según datos de Primaria, uno de cada cinco niños en edad escolar vive
en asentamientos irregulares. En las zonas más vulnerables la cifra
representa cuatro de cada diez alumnos.
Así las cosas, este informe de Techo irrumpe para poner en la agenda
la necesidad de debatir seriamente el tema de la vivienda como política
de Estado. En tiempos de campaña, poner el foco en temas de seguridad,
dando la espalda a este Uruguay que crece solo, es al menos errado por
no hablar de irresponsable.
Regularizar los asentamientos es un mandato
por Fitzgerald Cantero Piali
Viví desde 1982 hasta 2013 en el asentamiento más grande que tiene el
país, Maracaná, en el oeste capitalino. Vi toda su evolución. Y a pesar
de haber pasado gobiernos de todos los colores, y equipos técnicos que
ganaron mucho dinero, sigue siendo un asentamiento irregular.
Trabajé socialmente en el barrio antes de incursionar en la arena
política. Es desde esa experiencia y lo que fui estudiando con el
tiempo, que estoy convencido de lo que pienso sobre el asunto y que
compartiré aquí lo más relevante en honor al espacio concedido.
La política de vivienda, debería ser una de las que podamos ponernos
de acuerdo para impulsar todos los partidos. Sé que algunos colegas
académicos sostienen que no es del todo republicano eso de las políticas
de Estado. Pero considero que hay temas muy sensibles en los que no
debería haber intereses distintos.
Lo asentamientos se deben regularizar. Es una obligación moral de aquellos que les toca asumir responsabilidades en esas áreas.
La regularización de los asentamientos, les otorga dignidad a quienes
viven allí. Una vez que se está regularizado, se está más integrado a
la sociedad. Y es lo que necesitamos profundamente, integrar una
sociedad que lleva décadas de desintegración.
Es más, en la propia regularización radica la solución a muchos de
los problemas que viven quienes residen en el asentamiento y también
quienes no lo hacen.
Sugiero leer El misterio del capital de Hernando de Soto,
donde se explica claramente cuál es la solución para los países como el
nuestro: el formalismo. En nuestra propia casa tenemos la solución que
nos aqueja. Son los propios asentamientos quienes guardan la solución.
Por supuesto que hay realidades distintas. No todos los asentamientos
son iguales. Hay complejidades bien distintas en un mismo asentamiento.
Esto quiere decir que habrá algunos que se podrán regularizar y dar
dignidad in situ. Y otros deberán ser realojados. Hacer los realojos
hacia zonas con servicios es lo obvio.
Las cifras divulgadas por Techo en estos días, nos pegan duro
nuevamente. Son más dramáticas que los opacos datos gubernamentales.
La labor que hace esa organización, no solamente es loable, también es necesario, a pesar de las críticas que ha recibido.
Sería muy fácil hacer arengas partidarias y tratar de llevar agua
para el molino propio. Lo difícil es ponerle pienso y darle soluciones a
lo que nos ocupa.
Podemos aprovechar el tiempo para generar iniciativas y no para tirar
piedras. Pues, en el medio, están los cientos de miles de compatriotas
que viven en zonas vulnerables, mirando cómo las soluciones siguen sin
llegar.
Analizar la realidad de cada uno de los asentamientos, trabajar el
territorio y con la comunidad local, son los tres primeros pasos de los
muchos que hay que dar en este sentido. Me dirán, todo eso se hizo, sí,
es cierto, pero la gente sigue esperando. Debemos ser eficientes. No
podemos permitir que haya uruguayos que sigan padeciendo por las fallas
de las políticas públicas.
Por todo ello, regularizar los asentamientos es un mandato que no admite la menor demora.
Atender las causas
por José Luis Perera
El problema de la vivienda es de múltiples causas, y como tantos
otros, si se atacan los efectos y no las causas jamás llegan a
solucionarse.
Uno de los factores es, desde luego, el económico, y es tal vez el
menos difícil de superar, si se dispusiera de algo previo: voluntad
política para destinar los recursos necesarios.
Cuando uno ve las acciones de gobierno, así como los proyectos de
algunos pre candidatos, puede deducirse perfectamente cuáles son sus
prioridades y en qué lugar está la vivienda.
Cuando un presidente plantea como buque insignia de su gobierno la
construcción de viviendas a través del Plan Juntos, y destina una
miseria en el presupuesto para hacerlo (al Antel Arena se destinaron
tres veces más recursos que para la construcción de viviendas), promete
construir 4 mil viviendas en cinco años (cuando el déficit es de más de
50 mil), pero apenas construye mil, entonces podemos evaluar en su justa
dimensión cuál es la voluntad de solucionar el problema.
Si tenemos en cuenta las cifras que se manejan de lo que el estado
uruguayo invertirá en obras al servicio de UPM2, alcanzaría para
construir unas 80 mil viviendas (algo así como todo el déficit
habitacional del país).
Pero además los asentamientos son consecuencia de una situación de
pobreza y exclusión que afecta a amplios sectores de la población.
Exclusión que consiste en condiciones como falta de empleo o empleo mal
pago e inestable, falta de acceso a créditos, pobreza y marginación,
etc.
Los pobres urbanos han aprendido a proveerse un hogar de la forma más
a su alcance, aunque este sea precario e insalubre, porque además
tienen otras necesidades más apremiantes y difíciles de resolver, como
lograr un trabajo decente, atención de salud, alimentación vestimenta, y
todo lo demás.
Hay experiencia suficiente, no solo en nuestro país, en el mundo
entero, que muestran el fracaso de los esfuerzos por dotar de vivienda
sin que existan condiciones sociales, de trabajo y de vínculos
vecinales.
Por lo tanto, no se puede tener un enfoque que simplemente atienda a
las consecuencias (la falta de vivienda). La causa del problema de la
vivienda son la pobreza y la exclusión. La exclusión debe ser entendida
en un amplio sentido económico, social y humano. Su principal
característica puede ser la económica, pero incluye oportunidades y
capacidades para labrarse un camino en una sociedad productiva, con
empleo, educación y salud. Cuando hablamos de esto, hablamos de derechos
humanos, ni más ni menos “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida
adecuado que le asegure [a ella], así como a su familia, la salud y el
bienestar, y en especial […] la vivienda.” (Artículo 25 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos).
Consigna: Asentamientos
por Carlos Santo
La persistencia y crecimiento del problema “Cantegriles” malogré la
ya quinceañera refundación progresista, tiene raíces políticas,
ideológicas y un feo sustrato ético.
Contrariamente a lo prometido, el FA divide los cargos de Gobierno por
cuota electoral. No habiendo especialistas disponibles, experiencia
previa de Gobierno ni acumulación de saberes, es imposible una Política
oficialista bien pensada, redactada ni ejecutada.
Las raíces ideológicas son peores todavía.
Ya en 1835, Tocqueville razonaba que el ser humano sólo hace cosas por
necesidad o educación; y decía que eliminar la necesidad expone a la
población más débil en esos aspectos a la veleidad de su impulso moral.
Era verdad entonces, es más verdad ahora.
– ¿Contrapartidas y esfuerzo, Alexis? se horroriza Marina. Ni ahí. A los
pobres hay que dejarlos así, porque si dejan de serlo se vuelven
burgueses, adiosito a la lucha de Clases; y, sin ella, ya se sabe que no
es vida.
Ayudan también, por idénticas razones, los infladísimos costos de
construcción, las exigencias absurdas que asesinan la posibilidad de que
el alquiler haga accesibles las más económicas.
Así, el resultado no podría ser otro, ni hay salida. Pero…
Sólo en los cinco años de Cookie Motosierra se construyó más viviendas
de interés social que en toda la Era Progreta (descuento las torres
lavadoras destinadas a expectativas altas e ingresos medios). La mayoría
de ellas fue a través de MEVIR, formidable sistema de construcción por
ayuda mutua asistida, que tiene éxito en zonas de menor infección moral
asistensocialista; donde la ética resiste y la gente acepta que la
ayuden a mejorar, no a enterrarse en un chiquero con championes, Play,
TV Led, celular y colgados de todo.
Según la Progresía, MEVIR huele a blancuzco azufre oligárquico, FUCVAM
huele a Ultra y, por eso, no reciben el decidido apoyo debido.
Se me hace que es por ahí la salida; y, si lo es, “¡Paradoja!” diría el Corto: para que haya vivienda, no debe haber cuarto.
NOTA: El autor se reserva el derecho de no usar el término
“asentamiento”, eufemismo progreta si los hay. En su país natal (uno
sano, limpio, culto, integrado y mesocrático como pocos y con un Pueblo
con gran sentido de la ironía) se llaman Cantegriles, su existencia
inicial es resultado de décadas de siesta política; y su vigencia y
aumento imparable un viscoso esputo en el rostro de los que
-ilusionados- votaron alguna vez a la auto denominada Izquierda; con la
idea de que eran vanguardia intelectual, tesoro moral, se las sabían
todas y “arreglaban el tema de los cantegriles en quince días”, como
supo perorar cierto diz que Filósofo, zafio y prescindente Presidente.
Un dato sencillamente devastador
por Camilo Márquez
Los rankings internacionales y los top-ten de toda clase en los que
los más variados organismos suelen colocar a Uruguay, se encuentran al
menos en la picota. Los adictos a estos índices elaborados en general
por usinas del imperialismo yanqui como la ONU, Unicef, el Banco Mundial
o el FMI están aún masticando con dificultad el dato difundido por la
ONG Techo: tenemos, según ésta,650 asentamientos que agrupan más de 60
mil viviendas. El dato es impresionante.
Estos temas tientan a lanzar muchas cifras para reafirmar conceptos
que finalmente terminan estorbando. Sólo sumemos uno más: según un
estudio de Fucvam citado por la revista Propiedades, la estimación del
déficit habitacional ronda unas 80.000 viviendas mientras el volumen de
los recursos que se destinan (presupuesto) “bordea apenas el 0,5% del PBI” y atención “se ha mantenido en ese orden en los último 25 años”.
Tenemos así, que el gobierno que nos hará poner dos mil millones de
dólares para que el pulpo de la celulosa se decida a poner su segunda
planta de la que no vamos a obtener beneficio ni siquiera en clave
capitalista (en la que en teoría es fuerte el Astorismo, el FA y sus
sucesivos gobiernos), es decir ganancias. Aunque le vamos a facilitar
los rieles, una ampliación en el puerto, la compra de la energía que
produzca la planta, aunque no la necesitemos, el agua y unas cuantas
cosas más.
El economista Gustavo Melazzi, recientemente, haciendo un paralelismo
afirmó que sí el dinero que el Estado va a poner para que UPM 2 se
instale en Durazno se invirtiera en un plan de vivienda se solucionaría
el déficit y se crearían diez mil puestos directos en la construcción
contra quinientos que generaría la multinacional finesa.
El relevamiento de Techo constituye una denuncia poderosa. Manda un
misil teledirigido a toda la charlatanería sobre el crecimiento
exponencial de la clase media y, sobre todo, destruye la especie de la
sociedad hiperconsumista dibujada con persistencia por Mujica y sus
loros.
Nada indica que este sea un tema de campaña, hasta ahora la población
asiste azorada a una pelea entre dos polos de marcado origen
capitalista. Sus agendas están “descontaminadas” de problemas terrenales
y bien miradas hasta son un calco. Lo único que asoma como tema de
cierta envergadura es la campaña “Vivir sin miedo” a la que el
oficialismo se cuidó muy mucho de ponerle obstáculos. De esta forma se
procuró un punto de polarización sensible para la disputa en las urnas.
Las ideas de izquierda (no hablemos ya de revolucionarias) no pueden
progresar en el marco del FA, los sectores militantes sobreviven al
precio de una constante adaptación a los grupos que buscan un salto en
el carácter de maquinaria puramente electoral de la fuerza política en
el gobierno.
Por un verdadero Plan de Viviendas populares, financiado con fuertes
impuestos sobre las viviendas desocupadas, topes al precio de los
alquileres. Restablecimiento de un Fondo Nacional de Viviendas,
controlado por los trabajadores, financiado con impuestos al gran
capital y especialmente a los especuladores inmobiliarios, para que la
crisis la paguen los capitalistas.
De buena madera
por Andrés Copelmayer
El acceso a la vivienda es un derecho clave que impacta
significativamente en el desarrollo igualitario de las sociedades. El
déficit habitacional global tiene directa relación con el desenfrenado
aumento de la desigualdad y de la pobreza mundial. Uruguay mejoró la
distribución de riquezas, disminuyó la pobreza, pero permanece con una
carencia estructural de acceso a la vivienda.
Luego de un marcado descenso en 2014, en los últimos tres años los
asentamientos han vuelto a aumentar a más de 600, que se distribuyen en
todo el territorio nacional pero cuyo mayor porcentaje se concentra en
el área metropolitana. Otra señal más de las crecientes dificultades
existentes en el Uruguay para acceder a una vivienda, bajo cualquier
modalidad contractual: propietario, promitente comprador, inquilino,
pensionista o cooperativista. Situación que lastima especialmente a las
familias que menos tienen, afectando negativamente sus condiciones de
vida y limitando sus oportunidades de alcanzar una vida digna. Desde que
asumió el Frente Amplio, el gobierno intervino, mejoró condiciones o
eliminó alrededor de 100 asentamientos. El plan quinquenal del Mvotma
2015/2019 prevé la construcción de 23.500 nuevas soluciones
habitacionales: 10.000 Cooperativas, construcción de 3.500 nuevas
viviendas, 1.200 para BPS, 2.000 de autoconstrucción asistida, 3.000 en
pequeñas localidades, 1.300 préstamos/subsidios para adquisición de
vivienda, y 2.500 relocalizaciones.
Aun cumpliéndose con las metas previstas la corremos de atrás. Según
datos del INE, parte del problema es que en Uruguay el costo mínimo de
construcción de las viviendas más económicas ronda los 1.000 dólares por
metro cuadrado. Lamentablemente somos el país que tiene el valor
constructivo habitacional más alto de la región. Además, el acceso a la
vivienda, salvo excepciones de corto alcance, sigue estando condicionado
a entregas de capital inicial o documentación que la mayoría de los más
necesitados y la clase media baja no poseen. Más allá de la pujanza del
cooperativismo y los ensayos de nuevas programas y modalidades de
acceso a la vivienda; Uruguay aún no consolida un plan nacional de
viviendas que sea una política de estado integral a largo plazo, con
participación de todos los actores políticos, sociales, sindicales y
empresariales, incluido el sistema financiero.
Tampoco en la academia existen consensos para integrar a la
construcción de viviendas la utilización de materiales y metodología
alternativa que abaraten costos y disminuyan tiempos del proceso. Un
ejemplo claro es la madera. En Finlandia el 98% de las viviendas
unifamiliares son de madera. Los finlandeses hace más de 50 años que las
promueven por el significativo ahorro en los suministros de energía, y
la certeza que brinda para planificar presupuestos con precios cerrado y
plazos más cortos.
Muchos hemos propuesto, ya desde la instalación de su primera planta, que
el estado uruguayo solicite a UPM, como contrapartida a beneficios, el
impulso al desarrollo de la arquitectura en madera. Como
contraprestración a las exoneraciones fiscales y a la inversión en
infraestructura vial que realiza el país, sería útil incluir en contrato
de instalación de nueva planta que la empresa finlandesa financie la
creación, desarrollo y mantenimiento de un centro de capacitación,
fabricación y montaje de casas de madera que cambie la cultura
constructiva ladrillera del Uruguay.
En el país del ladrillo existen demasiados prejuicios hacia la madera
como material estructural. Se cree que no son consistentes y que duran
poco. La realidad es que ello depende de la tipología de madera y la
metodología constructiva utilizada. En condiciones de igual calidad se
estima que el costo promedio de construcción por metro útil de madera es
entre un 25 y 30% inferior a la obra tradicional de hormigón, sin
considerar el ahorro por los plazos de ejecución de la obra. En 2017 el
MVOTMA Y UPM implementaron en Finlandia el primer curso de capacitación
de construcción habitacional en madera para profesionales uruguayos. En
esa ocasión la Ministra Eneida De León manifestó que: “la idea del
gobierno es masificar esta tecnología para avanzar en la reducción del
déficit habitacional que hoy tiene el país. En el Uruguay no tenemos la
cultura de la casa de madera y eso falta. Nos parece que, si no es de
ladrillo y hormigón, no es”.
Uruguay tiene capacidad técnica, recursos económicos y gestores
capaces de diseñar, implementar e invertir en un plan nacional de
vivienda que priorice dar rápidas soluciones habitacionales a los
135.357 niños y adolescentes que apenas sobreviven bajo la línea de
pobreza. Es una emergencia nacional, y confío que más allá del ruido
electoral, se consolide la unánime voluntad política para hacer lo que
hay que hacer y hacerlo bien. Esos gurises que viven y crecen a monte o
en la calle, difícilmente puedan soñar con la mañana siguiente ni con
tener igualdad de oportunidades para desarrollarse como personas y
ciudadanos. Demostremos que nos importan. Aunque no voten.
Un poco frustrante
por Mauro Mego
Tengo muchas veces la sensación de que en Uruguay las cosas no tienen
solución nunca, o éstas demoran demasiado. Quizá por eso los jóvenes se
desentienden de la política, porque buscar cambiar las cosas. Resultan
inaceptables las cifras que se hicieron públicas sobre los asentamientos
de viviendas en Uruguay, ¡un país casi vacío de apenas 3 millones de
personas! Poco más de 60 000 viviendas es una locura. Y no es nuevo, ya
sabemos que es un fenómeno lejano, ya desde los 60 teníamos asombro por
ver surgir los primeros cantegriles. Después de 14 años de gobiernos de
nuestro FA, resulta frustrante no haber resuelto esta situación. Porque
no es sólo una política de vivienda, es una política social. Evitar la
guetizacion de zonas de la ciudad, es evitar la profundización de la
exclusión, de la fragmentación socio-cultural que tanto daño nos ha
hecho. Es también sentar las bases del acceso digno a los servicios, de
romper los vínculos de precariedad, es en definitiva una política de
seguridad pública, de integración, componer el tejido urbano deteriorado
hace décadas es esencial. Evidentemente algo ha fallado y no es muy
difícil darnos cuenta. Quién ha peregrinado en búsqueda de resolver su
situación de vivienda sabe que es una tarea similar a la de Moisés
atravesando el desierto. Y si bien la izquierda mejoró algunas cosas, la
tarea sigue siendo insuficiente. Sabemos que cambiar la situación de
muchas personas de un barrio no es fácil, existe el arraigo, existen
allí las propias lógicas del barrio o el asentamiento, que se afianzan,
se vuelven identidad y eso, cambiarlo, es complejo. Pero necesitamos
mayor actividad y actitud desde los organismos para erradicar algo
erradicable, en un país como el nuestro. Habrá que dotarse de mejores
instrumentos jurídicos, financiamiento o lo que fuere. Pero sobre todo
dejar las excusas. Duele ver cómo se reproducen lógicas sociales
perversas en sectores vastos de la sociedad y muchas de éstas nacen de
la exclusión urbana, de apartar ciudadanos de sus derechos a la ciudad, a
los servicios, de la integración que es, primero, espacial. De ahí no
nos puede sorprender que cada vez haya más desigualdad en el acceso a
determinados bienes sociales o culturales que no se resuelven haciendo
pasar una línea de ómnibus. Y creo que se puede empezar por ajustar las
cuentas del Estado para que sea este quien pueda dinamizar una primera
solución a las situaciones extremas. La izquierda debe dejar el
prejuicio y miedo a la palabra “eficiencia” y construir un Estado más
ágil que es en última instancia un Estado más dinámico para acudir hacia
los que menos tienen, y no un productor de burócratas. Pero, frustra
bastante.
Emergencia habitacional
por Leo Pintos
La semana pasada se conoció un completo informe de la ONG Techo, que
arroja luz sobre la realidad de los asentamientos en el país y que
visibiliza la problemática del acceso a la vivienda. Según el censo de
2011 había en Uruguay 589 asentamientos. Según el Monitor de
Asentamientos de Techo, hoy son 656 asentamientos que abarcan más de
60.000 viviendas. El 45% tienen menos de 40 viviendas y el 9% más de
200.
Estos números dejan al descubierto una situación más que preocupante,
pues mientras que las áreas rurales se vacían, las periferias de las
ciudades se extienden. Algo que muestra la inoperancia del Estado a la
hora de regular la planificación urbanística. Y también la ausencia de
políticas robustas, consecuentes y decididas a posibilitar soluciones
habitacionales accesibles. Tanto es así que a pesar de que las
administraciones del Frente Amplio erradicaron 88 asentamientos, éstos
no dejaron de crecer.
Basta un breve repaso al tratamiento que la política le ha dado al
tema para entender esta realidad. En 1985 Sanguinetti prometía una
vivienda para cada pareja joven. La administración Lacalle implementó
los núcleos básicos evolutivos, construcciones tan precarias como
insuficientes. El segundo gobierno de Sanguinetti trajo el fabuloso plan
Fénix, ejemplo paradigmático de pésima política y cuyos coletazos
legales llegan a nuestros días. La crisis del 2002 se llevó el 50% de
los recursos del Plan de Integración de Asentamientos Irregulares. En
2010 Mujica llegó a decir que terminaría con los asentamientos en 15
días y su Plan Juntos quedó como un triste recuerdo de voluntarismo
estéril.
Quizá sea momento de redefinir en nuestra Constitución el concepto
propiedad privada, dando todas las garantías y derechos a quienes
ejercen con responsabilidad la tenencia de inmuebles, pero admitiendo la
intervención del Estado en los casos de abandono o mal uso de los
mismos. El Derecho a la vivienda no debe estar sometido a la
especulación ni quedar a merced del mercado. Una verdadera sociedad
democrática debe regular ciertos aspectos que de otra manera generan
exclusión y encarecimiento de los servicios básicos.
Hoy el tema de la vivienda sigue sin ser uno de los temas centrales
de la agenda política con vistas al futuro. Nadie parece comprender las
graves consecuencias sociales, demográficas, sanitarias y de seguridad
que acarrea el problema de los asentamientos. Estamos en una real
emergencia habitacional, y está claro que la solución no llegará de la
mano de la especulación inmobiliaria. Llegará de la mano de políticos
responsables, con visión de Estado y que sepan gestionar los recursos de
manera de generar beneficios colectivos con cada Peso recaudado.
¿Un techo para mí, país?
por Rodrigo da Oliveira
Coincidieron en tiempo dos noticias de igual trascendencia para
Alemania y Uruguay, referidas al problema de la vivienda y su encare
desde la sociedad y el Estado o la ausencia de dicho encare.
En Alemania se va a someter a referéndum el utilizar viviendas ociosas
de grandes propietarios con un fin social, es decir destinar propiedades
que no constituyen casa habitación para subsanar en todo o en parte la
falta de cobertura de dicha necesidad, en lugar de construir nuevas
unidades.
Hace poco tiempo desde filas del MPP surgió una propuesta similar y que
tenía en cuenta los edificios abandonados, ruinosos o sin destino
específico.
Gran revuelo causan estas iniciativas pues tocan directamente al derecho
de propiedad, en aras de aportar al derecho a la vivienda. También
desde el sector de la construcción se cuestionan estas cosas, puesto que
podrían terminar deprimiendo al mercado y desestimulando el desarrollo
de nuevos emprendimientos, con el consiguiente deterioro en empleo e
inversión directa y de empuje de la actividad laboral general.
Aquí la noticia surgió ligada también a la falta de vivienda, pero
conexa al tema asentamientos y su crecimiento, con la consiguiente
involución en la calidad de vida de la gente que allí termina habitando.
Gran cantidad de población infantil, carencia de servicios básicos y de
infraestructura, lumpenización y coto de caza dilecto de la
delincuencia organizada son la consecuencia inmediata a la instalación
de cada nuevo asentamiento irregular. Favelas brasileñas, villas miseria
argentinas, cantegriles uruguayos, todos ellos comparten el abandono a
una parte de nuestras sociedades por parte del resto. Implica en primera
instancia quedar por fuera del formalismo en lo habitacional, pero de
inmediato se traslada a lo laboral y a no alcanzar lo indispensable en
materia de salud y educación. Niveles de deserción en primaria y
secundaria mayores que en el resto del sistema y aumento de enfermedades
directamente relacionadas con las carencias edilicias tales como la
plombemia, la tuberculosis y otras enfermedades respiratorias son parte
de esa cara que pretendemos no ver pero que allí está presente. ¿Cómo
pudo suceder que mientras los números macro generaban sonrisas en el
elenco gobernante todo esto se acrecentaba debajo mismo de nuestras
narices y no era detectado? ¿Qué falló para que el crecimiento no
llegara a toda esta gente que terminó viéndose obligada a recurrir a la
informalidad para lograr tener un techo bajo el cual cobijarse?
Políticas erróneas en lo social y la ya conocida soberbia también
impidieron que los avisos dados fueran tomados en cuenta. Los
asentamientos siguieron creciendo, más gente fue quedando por fuera
y hoy plantea un problema en sí mismo que no por recurrente se muestra
pasible de ser solucionado a la brevedad.
El sector formal no dio respuesta adecuada ni con la velocidad
necesaria, el sector estatal intenta complementar a aquel dando palos a
ciegas, puesto que erradican un cantegril y brotan otros en otras
partes, también producto de la desintegración social y económica a la
cual aludíamos al comienzo.
El problema es viejo, las soluciones parciales e inadecuadas y el futuro se muestra alejado de dar señales positivas.
Políticas de Estado urge tomar. ¿Deberemos incorporar antes políticos de
Estado que las lleven adelante, consensos mediante? Posiblemente.
Cantegriles y otras “yerbas”
por Raúl Viñas
A la vista de todos, en las periferias y en especial a lo largo de
las vías de acceso a las ciudades de nuestro país, podemos verlos. Pero
también los hay más difíciles de ver, enquistados dentro de la trama
urbana u ocupando predios rurales.
Donde sea, las Villa Miseria, Favelas, Chabolas, Cantegriles o
Pueblos de Ratas y más cerca en el tiempo para los uruguayos los
“asentamientos”, conforman una realidad diferente que desafía la
planificación urbana, el incipiente ordenamiento territorial y también,
algunas veces, las ideas tradicionales sobre la propiedad privada.
Si bien no se trata de un fenómeno nuevo, su crecimiento en nuestro
país lo he sacado de lo anecdótico para convertirlo en un tema que
aparece con cierta frecuencia en los medios.
Lamentablemente muchas veces esa presencia mediática se relaciona con
su ubicación en zonas no habilitadas, muchas veces inadecuadas y hasta
peligrosas para la vivienda permanente, por ejemplo, inundables, lo que
supone riesgos y costos que afectan a la sociedad como un todo, pero en
especial a los que los habitan.
Los asentamientos, caracterizados como una forma irregular de
apropiarse o utilizar el territorio han generado, paradójicamente, toda
una institucionalidad en los diferentes niveles de gobierno que busca su
“erradicación” ya sea por desalojo, como por su regularización.
Ha habido casos de aparente “éxito”, como por ejemplo el del
asentamiento que existía en el cruce de José Batlle y Ordóñez con el
arroyo Miguelete que es hoy parte del parque lineal del Miguelete.
Como forma de crecimiento urbano, lejos están estas situaciones de
los remates y ventas a plazos de terrenos que hace más de un siglo
realizaban Piria y otros, que dieron origen a numerosos barrios de
Montevideo, inicialmente separados de la trama urbana a la que fueron
después integrados.
Hoy, con otra realidad demográfica, la problemática de los
asentamientos nos golpea aun cuando no la veamos diariamente. Nos pega
económicamente, y también por la fractura social que supone.
Desarrollar políticas dirigidas a mejorar acceso a la vivienda en las
zonas urbanas es seguramente la forma más económica que tenemos como
sociedad de evitar su proliferación.
Otra parte de la solución es el ordenamiento territorial claro y sin
excepciones, que lleve incluso a negar la extensión de los servicios
públicos a las áreas no habilitadas. Esto debe ser de público
conocimiento para evitar la especulación e incluso la estafa que supone
la venta de predios o loteos como urbanos cuando no lo son.
lunes, 4 de marzo de 2019
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