martes, 13 de agosto de 2019

Rodriguez Muela




Un viernes 11 de agosto de 1972, es asesinado Nelson Santiago Rodríguez Muela por integrantes de la Juventud Uruguaya de Pie JUP (ultra derecha)...

 "(...)Nelson Santiago Rodríguez Muela fue asesinado de un balazo en la noche del 11 de agosto de 1972 por una patota de la Juventud Uruguaya de Pie JUP (ultra derecha) encabezada por Enrique Mangini e integrada por Claro Monalli, Ricardo Druillet, Haroldo Rosso, Homero Corbo, Wilfredo De Bellis, Juan Llugdar, Osvaldo Lencina, Milton Fernández y Juan Díaz Do Santos(...)

Nelson Santiago Rodríguez Muela nació el 4 de octubre de 1947 en el seno de una familia sencilla de trabajadores. Su padre era empleado de ANCAP, su madre se dedicaba a las tareas del hogar. Trabajaba en el mismo lugar que su padre, pero era además estudiante del Liceo Nº 8 nocturno. A los 21 años contrajo matrimonio con Susana Escudero. La doble condición de estudiante y trabajador, ilustra, además de la voluntad de superación y de los imperativos económicos que pesaban sobre aquella pareja, el fuerte compromiso social y político del joven militante, que integraba el Partido Comunista Revolucionarios (PCR), rescata la denuncia penal. El ataque al Liceo Nº 8 se realizó en el marco de otros atentados de la JUP: el 26 de julio atacan el Liceo 17, el 27 al Liceo Rodó y al Liceo 16, el 2 de agosto sitian el Bauzá, el 7 comienzan ataques en cadena y ocupan el Miranda.

El 11 de agosto llegan al Liceo 8 y, a pesar del asesinato, continúan el 26 de agosto en al Liceo Suárez, el Zorrilla y otros, al grito de “Viva Hitler”. Entre abril y agosto de 1972 se concretaron 230 atentados de corte derechista contra liceos, facultades y comités de base del Frente Amplio, donde se dejaron pintadas consignas como “Viva Pacheco, Hitler volverá”, firmados por la MNG (Movimiento Nueva Generación), el CREI (Coalición Renovadora de Estudiantes Independientes) y la JUP (Juventud Uruguaya de Pie)(...)"


La violencia en los liceos se agudizó en el año y medio anterior al golpe de Estado de junio de 1973. Sin embargo los testimonios dan cuenta de la generalización de una modalidad particular: el ataque a los institutos controlados por estudiantes de izquierda por parte de grupos externos, amparados frecuentemente en la acción de efectivos policiales. Uno de esos ataques, perpetrado mientras se llevaba adelante una asamblea gremial en el Liceo no 8, el 11 de agosto de 1972, terminó con la vida del estudiante Nelson Rodríguez Muela, militante del PCR32. El grupo de agresores, compuesto por unos quince jóvenes ajenos al instituto, encabezado por uno de nombre Enrique Mangini, entró disparando balas al recinto liceal. Varios de ellos fueron detenidos por la policía33 y siete terminaron procesados por atentado a la propiedad privada por su asalto al Liceo, pero la causa por el homicidio fue archivada, hasta su reapertura en 2009. Más tarde, ya en dictadura, el grupo fue beneficiado por una amnistía a presos comunes.34 La prensa de la izquierda presentó este caso y los demás de este tipo como ataques de la JUP. Ésta respondió desde su medio de prensa con su habitual retórica de invertir los términos de las responsabilidades: “Por fin encontraron el muerto”, tituló el semanario jupista Nuevo Amanecer, en tanto deslindaba toda participación35.




32 Partido Comunista Revolucionario, de orientación “maoísta”.
33 Naturalmente, la detención se produjo porque los agentes confundieron al grupo de jóvenes armados con militantes de izquierda.
34 URL: http://www.lr21.com.uy/politica/392602-denuncia-penal-contra-la-juventud-uruguaya-de-pie-jup-por-asesinato-de-rodriguez-muela.
35 Semanario Nuevo Amanecer, 17/8/1972, p. 2. dirigido por el actual diputado Frente Amplista Rogelio Mendiondo

Rogelio Mendiondo


La ultra derecha hoy


• Circunstancia de muerte: Su fallecimiento ocurre cuando -en el
transcurso de una asamblea de alumnos, padres y docentes convocada
por la dirección del Liceo Nocturno Nº 8- ingresan violentamente al local
un grupo de personas vestidas de particular, quienes realizan disparos
de armas de fuego alcanzándolo en la espalda e hiriéndolo de muerte.

• Documentación sobre la defunción: Según informe de la Seccional
policial novena al Juzgado Letrado de Instrucción de quinto turno: “En el
sanatorio [Sanatorio Achard y Gortari] fueron indagados el Dr. Suaya y
practicante Elijman quienes informaron que habían trasladado a una
persona que posteriormente se supo se llamaba NELSON SANTIAGO
RODRÍGUEZ MUELA (…), a quien habían tratado de asistir
infructuosamente, ya que había fallecido a consecuencia de una herida
de bala con orificio de entrada en la parte posterior del hemotorax sin
orificio de salida, palpándose el proyectil a la altura del tercer espacio
intercostal derecho”.1

• Testigos: Júpiter Irigoyen (padre de un alumno del liceo), Susana
Escudero (viuda de Nelson Rodríguez), Prof. Jaime Frejlich, Prof. María
Luisa Silveira Zavala, el director del Liceo Nº 8 Prof. Enrique Martínez
Gallardo, y el Presidente de la Asociación de Padres y Alumnos Oscar
Rodríguez Escudero.

• Testimonios del fallecimiento: Testimonio presentado en Oficio
elevado al Juzgado Letrado de Instrucción de Quinto Turno, por el
Comisario José Ariel Sánchez Porta (17/08/1972)2:

“El Sr. Presidente de la Asociación de Padres y Alumnos (APAL),
OSCAR RODRIGUEZ ESCUDERO (…) dijo que alcanzó a ver cuándo
irrumpían en el liceo los agresores y se escuchaban detonaciones; que
ellos estaban reunidos en el salón y uno de los estudiantes que había
salido a fumar al patio dio aviso de la presencia de gente extraña y
cuando sonaron las detonaciones RODRIGUEZ MUELA se parapetó
detrás de una pared asomándose para volver a ocultarse, pero ya había
sido herido. Que se arrastró hasta el salón existente a la derecha y allí
fue auxiliado por JÚPITER IRIGOYEN MARTÍNEZ (…), el que lo
trasladó al sanatorio donde se comprobó su deceso”.



Homicidio del estudiante en 1972.
Se abre causa histórica en violaciones a los derechos humanos

13 de diciembre de 2009

Denuncia penal contra la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) por asesinato de Rodríguez Muela

Familiares del estudiante Santiago Rodríguez Muela, asesinado en el Liceo Nº 8 en agosto de 1972, presentaron una denuncia penal contra el mayor (r) Enrique Mangini, un grupo de integrantes de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP), los mandos civiles, militares y policiales del gobierno de Juan María Bordaberry y otros eventuales responsables en el crimen.
La denuncia, que por primera vez implica a la JUP en crímenes de lesa humanidad antes de la dictadura, fue efectuada por María Pura Concepción Muela, tía del estudiante, bajo el patrocinio de la abogada Pilar Elhordoy, y recayó en el juzgado penal de 8º Turno a cargo de la jueza Graciela Eustachio, quien tuvo a su cargo el caso del Escuadrón de la Muerte.
Nelson Santiago Rodríguez Muela fue asesinado de un balazo en la noche del 11 de agosto de 1972 por una patota de la JUP encabezada por Enrique Mangini e integrada por Claro Monalli, Ricardo Druillet, Haroldo Rosso, Homero Corbo, Wilfredo De Bellis, Juan Llugdar, Osvaldo Lencina, Milton Fernández y Juan Díaz Do Santos.
Siete de los miembros de esa patota de la JUP eran entonces mayores de edad y terminaron procesados por atentado a la propiedad privada debido al asalto que realizaron contra el centro docente, pero el caso del homicidio de Rodríguez Muela que entonces estuvo a cargo del juez Milton Cairoli fue archivado, sin perjuicio, hasta la actualidad.
La denuncia también implica al empresario Miguel Sofía y otros mandos de la JUP que, según la hipótesis de los denunciantes, tenía una conexión con los propios escuadrones de la muerte que en esos días fueron responsables de ejecuciones y desapariciones forzadas de personas, según sentencia que la propia jueza Eustachio formuló recientemente.

La JUP y el Escuadrón

El escrito subraya que en esa fecha ni los civiles ni los mandos militares y policiales están amparados en la Ley de Caducidad, y según abundante bibliografía ya se estaban cometiendo actos de terrorismo de Estado, por lo que el asesinato de Rodríguez Muela es un crimen de lesa humanidad, imprescriptible y de irrenunciable juzgamiento.
Los denunciantes recuerdan que en esos días se sucedían los operativos antisubversivos por parte de las denominadas Fuerzas Conjuntas, a la vez que se registraban ataques del Escuadrón de la Muerte, y que en 1972, también se sucedieron ataques y copamientos a liceos por parte de la JUP y otras organizaciones estudiantiles de ultraderecha.
Entre la prueba presentada se incluye el testimonio de la historiadora Clara Aldrighi ante el Juzgado Penal de 19º turno, en una causa contra la prensa, donde subrayó la coincidencia de personas vinculadas al Escuadrón de la Muerte y a la JUP, a quienes calificó como “dos niveles de un mismo diseño subversivo y desestabilizador de las instituciones”.
“No tengo la menor duda de que detrás de ambas organizaciones estaba el apoyo del Estado uruguayo, concretamente de su Poder Ejecutivo, a través del Ministerio del Interior y los servicios de inteligencia”, había afirmado Aldrighi en un juicio que el propio mayor Mangini había iniciado contra un periodista de LA REPUBLICA.
En LA REPUBLICA se había denunciado a Mangini, quien había aparecido públicamente armado como guardaespaldas del general Iván Paulós en la puerta de un juzgado, como uno de los integrantes de la patota de la JUP que asesino a Rodríguez Muela en el Liceo Nº 8. La causa judicial, en que resurgió el crimen, finalizó con el sobreseimiento del periodista.

Una escalada terrorista

Nelson Santiago Rodríguez Muela nació el 4 de octubre de 1947 en el seno de una familia sencilla de trabajadores. Su padre era empleado de Ancap, su madre se dedicaba a las tareas del hogar. Trabajaba en el mismo lugar que su padre, pero era además estudiante del Liceo Nº 8 nocturno. A los 21 años contrajo matrimonio con Susana Escudero.
La doble condición de estudiante y trabajador, ilustra, además de la voluntad de superación y de los imperativos económicos que pesaban sobre aquella pareja, el fuerte compromiso social y político del joven militante, que integraba el Partido Comunista Revolucionarios (PCR), rescata la denuncia penal.
El ataque al Liceo Nº 8 se realizó en el marco de otros atentados de la JUP: el 26 de julio atacan el Liceo 17, el 27 al Liceo Rodó y al Liceo 16, el 2 de agosto sitian el Bauzá, el 7 comienzan ataques en cadena y ocupan el Miranda. El 11 de agosto llegan al Liceo 8 y, a pesar del asesinato, continúan el 26 de agosto en al Liceo Suárez, el Zorrilla y otros, al grito de “Viva Hitler”.
Entre abril y agosto de 1972 se concretaron 230 atentados de corte derechista contra liceos, facultades y comités de base del Frente Amplio, donde se dejaron pintadas consignas como “Viva Pacheco, Hitler volverá”, firmados por la MNG (Movimiento Nueva Generación), el CREI (Coalición Renovadora de Estudiantes Independientes) y la JUP (Juventud Uruguaya de Pie).
Precisamente a esas organizaciones pertenecía el grupo de estudiantes que el 11 de agosto ingresó al Liceo Nº 8 armado y asesinó a Rodríguez Muela, según se establece en actuaciones policiales, parlamentarias y judiciales de la época, en las que se evidenció la connivencia de la patota de la JUP y las autoridades a cargo de la llamada “lucha antisubversiva”.

Crimen de lesa humanidad

Luego de adjuntar una larga lista de testimonios presenciales y calificados sobre el episodio, la denuncia concluye que el homicidio de Rodríguez Muela “integró un plan de represión sistemático contra opositores políticos” que “procuraba, desde antes del 27 de junio de 1973, impedir cualquier manifestación en defensa de la democracia y contra el terrorismo de Estado”.
Se afirma que el homicidio “fue cometido por integrantes de la JUP, organización amparada, solventada y estimulada por funcionarios del Estado, aún bajo un gobierno, con apariencia, democrática” y “se procedió, como parte del mismo propósito criminal, a ocultar las pruebas del hecho delictivo y a tergiversar la realidad de lo ocurrido”.
“Es en el marco de impunidad que amparó y ampara aún las acciones y omisiones de los delincuentes que promovieron la represión (agresiones, homicidios, torturas, desapariciones, privaciones de libertad, etc.) como práctica sistemática de violación a los derechos humanos que se inscribe el homicidio de Nelson Santiago Rodríguez Muela”, se declara.
Entre la prueba testimonial se cita a María Muela, Graziela Rodríguez, Clara Aldrighi, el periodista de LA REPUBLICA que suscribe José Rosadilla, Susana Escudero, Júpiter Irigoyen, José Korseniak, y el ex juez Milton Cairoli; a la vez que se imputa como indagados a Miguel Sofía y la patota de la JUP identificada en el asesinato de Rodríguez Muela.
También se requiere como indagados al ex presidente Juan María Bordaberry, al entonces jefe del Esmaco, general (r) Gregorio Alvarez y al entonces ministro de Educación, Dr. Julio María Sanguinetti, a la vez que se solicita el pedido de informes al Ministerio del Interior, el Ministerio de Defensa, y el Ministerio de Relaciones Exteriores.

Imágenes de actos de la JUP. La Mañana, Edición del Interior, 4 de marzo de 1971, p. 4. Hoy sale La mañana como vocero de Cabildo Abierto de Manini Ríos

Testimonio del Director del Liceo Nº 8, Prof. Enrique Martínez Gallardo
(19/09/1972)4: “algunos estudiantes llegaron corriendo hasta la puerta
del salón dos (…) y gritaban que nos atacaban (…). Salí
inmediatamente. Me precedió una persona que probablemente
estuviese afuera, cuyo rostro no vi. Se me ocurre que era un estudiante
y pienso por el aspecto que tenía que era el estudiante Rodríguez
Muela, que entró a través de la puerta cancel al zaguán e
inmediatamente volvió a caer hacia atrás (…).
El profesor Frejlich que venía junto a mí, lo ayudó a levantarse; el
estudiante se incorporó y corrió hacia atrás, hacia el centro del patio,
hacia la esquina de Bedelía.
(…) Yo les grité a la personas que habían arrojado las sillas de adentro
(…) que se quedasen quietos y a los que estaban en el zaguán me di a
conocer, diciendo que era el Director del Liceo. Pregunté qué querían y
les pedí que viniesen a hablar conmigo.
Nadie me respondió. De repente vi abrir la puerta, asomó la cabeza una
persona morocha, me pareció de traje gris, empuñando un revólver
negro, a mí me pareció de grueso calibre, y en seguida, detrás de él
entraron 13 o 14 personas e inmediatamente hicieron fuego delante de
mi presencia, allí, a un metro mío, frente a la puerta de Bedelía.
Deben de haber tirado siete u ocho disparos (…).
Habíamos entrado a la Dirección, (…) cuando vuelvo a sentir gritos en el
patio, tumulto, salí otra vez y ya venía el señor Irigoyen, que es uno de
los miembros de la APAL; venía con el estudiante en brazos.
Yo en ese momento tampoco lo reconocí, no pude verle la cara, pero vi
claramente, sí, la herida que tenía en la espalda. Se le había levantado
la camisa. Con el estudiante herido o ya muerto quizás, salieron este
grupo de personas hacia el Sanatorio que queda en frente, el Sanatorio
Achard (…)
Me interesa señalar también que ninguna de las personas que yo vi
ingresar al liceo armadas y anunciando su intención de ocuparlo,
pertenecían al Liceo, ni tenían nada que ver con él. Yo jamás en mi vida
los había visto (…)”.
3

>>> Nombres de la patota asesina


Responsabilidad institucional: Juventud Uruguaya de Pie (JUP), organización de extrema derecha que actuaba con el consentimiento de las autoridades policiales y militares. 

Miembros de la JUP que participaron del hecho: Enrique Mangini Usera, Claro Rubens Monalli Barrios, Ricardo María Druillet Canavarro, Juan Said Llugdar Villarroel, Homero Gabriel Corbo Piffaretti, Wilfredo Carlos Gervasio De Bellis y Haroldo Javier Rosso Ciociano. 

También eran parte del grupo los menores Osvaldo Lencina Bassi, Juan Carlos Díaz Dos Santos y Milton Darío Fernández Varela. 

Al lugar se presentaron funcionarios de las Fuerzas Conjuntas e integrantes de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (D.N.I.I.). 10

Mangini custodiando a Paulos a la salida del juzgado


Durante la intervención del Ministro, el representante Veiga insiste sobre
la necesidad de saber la opinión de éste en referencia a la actuación de
la policía durante estos sucesos, en virtud de las irregularidades que
pueden sospecharse en virtud de los testimonios que fueron brindados a
la propia Comisión.
“SEÑOR MINISTRO DEL INTERIOR.- (…) Según mis recuerdos (…) en
un primer momento actuó una patrulla del Ejército y el señor Ministro de
Defensa Nacional dio las explicaciones que constan en las actas de
dicha sesión. Con posterioridad expliqué la parte relacionada con la
Policía que llega posteriormente y que interroga de inmediato a los
testigos presenciales (…)
(…) Es muy difícil para la policía proceder en estas circunstancias. (…)”
28/11/1972. En esta sesión se presentan a declarar algunos de los
ciudadanos que habían sido detenidos por los hechos ocurridos en el
Liceo 8. Entre ellos se encontraba Jorge Osorio [quien luego integraría la
Comisión para la Paz y que en esos momentos era seminarista], se
presentó por cuenta propia, a expresar su desvinculación de los hechos:
[Luego de la detención y de permanecer en esa situación por varias
horas] “(…) El sábado de mañana (…) nos llamaron a todos. (…). Se
nos hizo a todos las prueba de la parafina [para saber si habían
disparado un arma] Ellos mismos nos dijeron que no nos
preocupáramos porque ya en sus declaraciones habían dicho que no
teníamos nada que ver con el hecho (…) Nos dijeron que tampoco nos
preocupáramos por la prueba de la parafina porque estaba todo
arreglado y no le iba a dar positivo a nadie. (…) Fueron familiares
nuestros a preguntar por nosotros y el mismo Comisario les dijo que no
se preocuparan porque no teníamos nada que ver con el hecho, y que
íbamos a salir el mismo sábado o a más tardar el domingo, aunque no
fue así porque recién el martes (…) nos soltaron.
A partir del sábado, ellos – me refiero al grupo de los diez – tuvieron
comunicación con gente de afuera. (…)”
[Cuando habla de “el grupo de los diez” está haciendo referencia a
quienes efectivamente estaban vinculados a los sucesos del Liceo 8,
afirmando que lo sabía porque ellos mismos le habían dicho que
pertenecían a ese grupo.]
Posteriormente y haciendo referencia al día en que iba a realizarse la
“reconstrucción”, Osorio relata lo siguiente:
“(…) La reconstrucción del hecho (…) fue el lunes de mañana, pero sólo
concurrieron estas diez personas; no fuimos nosotros tres ni el otro
muchacho que había sido llevado con nosotros. (…)
(…) Este funcionario [se refiere a un policía que el domingo por la noche
habló con todos los detenidos] se refirió al grupo de las diez personas,
diciéndoles que se quedaran tranquilos, que en ese momento estaban
pasando por una situación un tanto difícil, pero que no iba a haber
ningún problema porque había un respaldo seguro de la Comisaría y de
la propia policía en sí. (…)
El lunes tuvo lugar la reconstrucción de los hechos (…) cuando volvieron
(…) la mamá de uno de ellos [de Debellis] le dijo que se estaban
arreglando las cosas con los abogados (…)
Además vino el tío de uno de ellos, también que es Coronel del Ejército
o algo por el estilo – es tío de Mangini- y parece que también comentó
que se estaba ocupando del asunto. (…)”




Júpiter Irigoyen, 79 años, estaba en el Liceo 8 el día que el mayor Enrique Mangini lo asesinó. 

02 de diciembre de 2007,

"Rodríguez Muela estaba en mis brazos…tembló y murió"


Por celular, la voz entrecortada de Júpiter Irigoyen evidenciaba emoción y firmeza. Había ido hasta la redacción de LA REPUBLICA luego de leer el artículo en el que se individualizó al mayor (r) Enrique Mangini -el custodio que se había exhibido armado el día en que el general Iván Paulós fue a declarar a un juzgado- como el asesino del estudiante Santiago Rodríguez Muela en 1972.
En el hall del edificio en el que vive se produjo la entrevista entrecortada por los saludos cariñosos y respetuosos de los vecinos que entraban y salían. Irigoyen elude los formalismos y cuenta su historia, una historia que hasta ahora algunos hubieran querido que no se supiera…
-En esos tiempos se había formado la APAL, la Asociación de Padres de Alumnos Liceales. El director del Liceo 8 era una excelente persona, pero existía un enfrentamiento entre estudiantes y profesores, porque los muchachos no veían claro. Entonces, decidimos hacer una reunión de profesores, padres y estudiantes del Liceo 8 que se realizó en el Club Platense. Estuvo lleno. Allí se demostró que el problema no era entre estudiantes, padres y profesores, sino que tenían que estar los tres juntos porque el enemigo era el gobierno que no resolvía las cosas para que ellos pudieran estudiar.

-¿Qué edad tenían sus hijos?
-En ese tiempo estaban en segundo y tercero de liceo.

-¿Y la reunión del Platense había sido buena?
-Claro. Eso los calentó. Por eso querían dar un escarmiento, porque el Liceo 8 y el Dámaso Antonio Larrañaga eran los más combativos. Entonces hicieron un anuncio de que iban a asaltar el liceo.

-¿La JUP anunció el asalto?
-Sí, por eso esa noche del 11 de agosto no reunimos profesores, padres y alumnos…
-¿Usted en qué trabajaba?
-Yo entonces trabajaba en Agromac, era capataz de planta, allá, por Camino Durán. A mí me habían destituido de la UTE. Vivía en el barrio Jardines del Hipódromo.

-¿Y habían planificado algo ante el anuncio del asalto por parte de la JUP?
-Se había corrido la bola de que iban a asaltar el Liceo. En la mañana me llamó el director, porque estaba preocupado debido a que algunos botijas habían entrado damajuanas con nafta. Me fui para allá. Yo tenía 36 años, pero ellos me decían el abuelo. Cuando se ponían medio inquietos yo siempre iba y los calmaba.

-¿Qué pasó en aquella reunión?
-Hablamos. Yo les dije: si ustedes creen que pueden ganarle a mafiosos que son profesionales de las armas y además no tienen escrúpulos ninguno, están equivocados. Lo que hay que tener es el coraje de hacer la reunión y mantener la resistencia. Poder individualizarlos y denunciarlos, esa es la única arma que tenemos. En eso quedamos de acuerdo. Incluso les habíamos explicado que si alguno de ellos tenía, así fuera una navaja, nos iban a responsabilizar a los padres y profesores…

-¿A qué hora empezó la reunión?
-La hicimos a eso de las 8 de la noche. Estábamos unas quince o veinte personas… (se le quiebra la voz y hace un gesto de dolor y angustia, que lo obliga a tragar saliva)… A mí me dolió que se dijera que a Rodríguez Muela le dieron por la espalda porque salió disparando. El no salió huyendo, fue a buscar una silla para defenderse…

-Santiago Rodríguez Muela era un estudiante de 22 años, pero también era sindicalista, ¿era una dirigente conocido en el liceo?
-Era un trabajador que quería progresar y estudiaba el liceo nocturno. Trabajaba en Ancap y tenía conciencia. Asumió gran responsabilidad al sumarse a ese pequeño grupo de personas que estábamos en la asamblea… Yo creo que estaba sentenciado ya..

-¿…?
-Fíjese que entraron ellos y el botija estaba en el salón de al lado. De la entrada del liceo un salón a la izquierda. Él fue el que los vio venir. “¡Se vinieron, se vinieron los fachos!”, avisó. Entonces entraron armados…

-¿Cómo entraron? ¿Gritando, a lo malón?
-No. Sólo con armas en la mano.

-¿Cuántos eran?
-Los que comentan, unos catorce o quince…

-¿Usted qué pensó?
-Yo estaba tranquilo. Entraron y nos hicieron separar a todos contra la pared con las manos en alto. Eramos algunos padres, profesores y alumnos ¿el director?, no, el director no estaba en ese momento.

-A ellos ya los habían visto armados afuera…
-Sí. Habían pasado los de las Fuerzas Conjuntas y los vieron con las armas en la mano. También los vieron los custodias del club de la Fuerza Aérea…

-¿Entonces, después que los separaron y pusieron contra la pared?
-Entonces, éste que ya estaba predestinado, lo vio entrar al “Charla” al salón y fue detrás de él. Le metió el balazo y salió con la pistola con silenciador en la mano. El botija salió detrás, caminando, y cayó al suelo…

-¿Con silenciador?
-Sí. Yo algo de armas sabía, porque mi padre, Martín María Salomé Irigoyen, había sido comisario.

-¿Usted recuerda como era el que tiró el tiro?
-Era más delgado que en la foto que apareció en LA REPUBLICA. No tenía bigote y la cara era más angulosa. Al otro día lo volví a ver en el Sirocco, el bar que estaba entonces en 8 de octubre y Albo.

-¿Pero identifica positivamente al mayor retirado Enrique Mangini como el hombre que mató a Rodríguez Muela?
-Era más flaco, pero la cara de él es imborrable. Tendría 18 años entonces, pero la misma actitud…

-¿Ustedes qué hicieron cuando Rodríguez Muela cae?
-Cuando el botija cayó, fíjese que yo era mucho más joven, alto y pesaba como 100 kilos, atiné a agarrarlo pensando que se había desmayado o algo. Y uno me dijo “¡Déjelo que tiene un ataque de epilepsia!”, pero yo ya sentía la sangre caliente en mis manos. Otro gritó que no me dejaran salir y yo ni pelota les di. Hervía y me rebelaba ante la injusticia que había visto. Yo creía que solo estaba herido, pero nunca supuse que estaba de muerte… (vuelve a tragarse la angustia)

-…
-Estaba en mis brazos, tembló y murió. Yo había agarrado por 8 de Octubre como para ir al Sindicato Médico…

-Hay testimonios que dicen que los de la JUP cerraron las puertas del liceo para impedir que sacaran el cuerpo…
-No, no. Cuando yo salí ni se animaron a pegarme un tiro… Afuera, cuando llegué a frente del Club de la Fuerza Aérea, salió un teniente de la sede de las Fuerzas Conjuntas con soldados y me dijo a dónde iba. Le contesté que lo llevaba porque los mafiosos le habían pegado un tiro. Me dijo que no, que lo llevara a enfrente que estaba el Sanatorio Achard. Le dije que sí, yo lo llevo para enfrente pero si usted me cuida la espalda. Me dijo que fuera con él. Era un teniente gordo, petizo. Cuando lo puse en la camilla me di cuenta que estaba muerto. Está muerto, dijeron.

-¿Usted hizo la denuncia?
-Yo lo que trataba era de hablar por teléfono para avisar. Pero me retuvieron. Es una vergüenza, le dije al teniente, es un estudiante y esto fue una operación militar. Y se me enojó el oficial. Entonces le digo: me alegro si se enoja, porque quiere decir que usted no es cómplice de esto. Me dijo que me fuera para mi casa… ¿Lo qué?, le digo, de acá no me voy hasta que llegue la policía, y voy a hacer la denuncia, porque si me voy este chiquilín va a aparecer tirado y van a decir que fueron ladrones o un ajuste de cuentas.

-Se quedó allí.
-Sí, como una o dos horas, hasta que cayó un suboficial de la policía que estaba indignado. “La puta madre que los parió, esto es un asesinato”, decía. A él le hice la denuncia, le expliqué que estábamos en una reunión y lo que había pasado… Cuando me iba a ir, me presentaron a otro, un capitán de inteligencia, que me pidió el documento. No me voy hasta que me lo devuelva, le dije. Y estuvo un rato, seguramente fue a ind
agar mis antecedentes… Yo había estado alguna vez preso como estudiante y por el gremio de la UTE.

-Hubo en aquellos días una versión de prensa en la que se decía que el tirador tenía un montgomery y una bufanda roja…
-No sé, a mí me quedó la cara. Iba con un traje, manos bien cuidadas, un traje clarito, abajo bien arropado. Entonces era delegado, un tipo carón, de cara blanca y delicada.

-¿Y al otro día lo volvió a ver en el Sirocco?
-Sí, yo fui a hablar por teléfono y vi cuando empezaron a entrar algunos caras raras… así que me fui. Entonces pude haber llamado a los estudiantes y enfrentar a ese hombre, pero mi espíritu siempre había sido en favor de la justicia
-¿Dio su testimonio entonces ante la Justicia?
-Cuando se hizo la reconstrucción del hecho, a mi no me convocaron. Un patrullero llegó a mi casa y me dijo por qué no estaba en la reconstrucción, le dije que no me avisaron nada y fui con él, pero cuando llegamos ya se había terminado… Alguien no tenía interés en que yo fuera.

-¿Y hasta ahora no volvió a dar su testimonio?
-No. A la salida de la dictadura conté todo en una comisión parlamentaria, en la que estaba Antonio Marchesano, que fue ministro. Después, también fui a un Juzgado, por allá por la Aduana, y después que hablé, el actuario me dijo si me animaba a repetirlo adelante de sus compañeros, los llamó y volvía contarlo adelante de los funcionarios judiciales.

-¿Cómo recuerda a Rodríguez Muela?
-No puedo olvidarme de aquel muchacho. Era delgado, alto. Se comportaba siempre como un hombre lleno de responsabilidad. Le decían el “Charla”, porque hablaba mucho. El era de la línea dura, maoísta. Yo era del Partido Comunista. Muchas veces habíamos conversado, era un compañero más allá de diferencias. Yo creo que hoy habría que ponerle su nombre a la plaza que esta allí en 8 de Octubre, porque fue un héroe y se lo merece.

-¿Qué piensa de la posibilidad de que su crimen pueda reabrirse a nivel judicial?
-Es que tiene que abrirse. El confiesa que lo mató. Yo lo reconozco que fue él. A mí no me va a venir a mentir. El no era policía, ni militar, ni nada, él fue un mafioso que hizo el trabajo sucio.


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