domingo, 12 de octubre de 2008

12 de octubre de 1492

Eduardo Pérsico

Llegaron con sus cruces y lanzas asesinas,
y nosotros sólo éramos personas.

Y un imprevisto amanecer vinieron y llegaron,
jineteando en el lomo del mar estrepitoso.
Del mar, motín de sal y oquedad milenaria
inmemoriales hombres pisaron nuestra playa.

Aquí vagaría el sol desflorando la sombra,
satinando la pampa que era una resonancia.
Interminable y sola extraviada en los mapas,
la pampa indoblegable de todas las centurias.

De metales y arneses vinieron y llegaron,
y aquí sólo el silencio de Dios y sus verdades.
Esa verdad en silencio que repiten los tiempos
sin sermones confusos ni discurso inventado.

La inmensidad, un delirio, ensueño y desmesura
quebrada por navíos que llegaron de lejos.
Y dicen, no se sabe todavía,
que por casa no había eco de los galopes
de caballadas potras, crin al viento y relincho.

Ni siquiera el arrullo rasguido de una viola
conmovería la calma de los anocheceres.

Llegaron esos hombres de metales y arneses
a tanto territorio de soledad muy sola.
A esta incesante fragua de agobiadores soles
y enrojecida siesta demorando el paisaje.

Vinieron y llegaron cuando cada montaña,
peldaño de misterio,
colgaba de los aires su racimo de aroma.
Y los ríos libertarios disponían del reflejo
y el contracanto al canto de pedregal y orilla.

Sí, aquí soltaría el viento su natural capricho
cargando los pulmones de albedrío pajarero.
Bailaba la hojarasca del repleto follaje
y tronaba el prodigio de la mágica lluvia.

Esos hombres llegaron y en la playa, nosotros.
Nosotros en la playa del tiempo que les digo,
achicados de asombro por la grandiosa nave
y metálicos seres venidos desde el agua.

Tanto temor callamos. Y tampoco dijimos
que tal vez allí mismo haya empezado el hambre.

Y ciertamente digo: de una choza a la otra
con palabras invictas hablamos del suceso.
Contamos la noticia.

Porque había aquí palabras que unidas a las nuevas,
traídas en los barcos,
son memoria y enigma del saber quienes somos.





Gracias: elortiba
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La difícil realidad de la comunidad wichi en Salta
Muerte por desnutrición, explotación laboral, deforestación y saqueo de tierras en el norte argentino.


La familia Negro vivía bajo un plástico y trabajaba en forma
precarizada en la finca “Nuevo Horizonte”, ubicada en el paraje
Caraguata, a 80 kilómetros de la ciudad salteña de Tartagal en el
Departamento San Martín. Ellos son wichis y no tenían otra alternativa
para subsistir. El último fin de semana, sus dos hijos de un mes y dos
años fallecieron luego de tres días sin tomar agua ni ingerir
alimentos. La policía de la provincia confirmó que la autopsia
determinó que murieron por desnutrición. El padre de los niños había
recurrido a la ayuda de los finqueros quienes ante su pedido sólo le
habían alcanzaron algunas aspirinas.

Cerca de allí, en el paraje Pozo Nuevo, a 35 kilómetros de Tartagal,
también viven integrantes de la comunidad wichi. Estas familias ven
peligrar sus tierras, sus viviendas ante el indiscriminado avance de la
deforestación que llevan adelante empresarios sojeros y poroteros, con
el consentimiento del gobierno provincial. Allí, los indígenas fueron
reprimidos por la infantería policial y un empresario pretende seguir
alambrando. “El trazado de alambrado significan que nos están quitando
vida totalmente. Nosotros vemos que nos quedamos sin vida, porque
nuestros alimentos los están arrasando las empresas que explotan los
montes”, dice el cacique Juan Vega.

Según informes técnicos, elaborados por instituciones que acompañan a
las comunidades (Tepeyac, Fundapaz y la Fundación Asociana), en el
primer semestre de 2008 se deforestaron más de 57 mil hectáreas en
territorio de uso tradicional de comunidades wichi. Ante el pedido de
distintas organizaciones del pueblo wichi de que se paralicen los
desmontes en sus tierras, el ministro de Ambiente y Desarrollo
Sustentable de Salta, Julio Nasser, les pidió paciencia.Para las
comunidades originarias los desmontes están provocando un genocidio en
la zona: “Los gobiernos encontraron una forma de matarnos sin balas”,
aseguran.Los gobiernos piden paciencia, mientras tanto los wichis viven
explotados y mueren desnutridos sin posibilidad de atención.

La muerte de estos pequeños niños aborígenes, dejan al descubierto la miseria de empresarios inescrupulosos que no dudan en someter, esclavizar a familias originarias en trabajos forzados sin agua y alimentos. Seria importante que la justicia investigue la muerte de los niños, en que condiciones vivían, y para que empresario trabajaban sus padres y el porque de la falta de atención de los niños.



Rebelión Kolla










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