Con Raúl Sendic
“Cada táctica revolucionaria se adecua al momento”
Escrito por: María Esther GiglioBrecha Lunes, 22. Noviembre 2010
—Usted salió después de 13 años y tuvo que enfrentar el país que estaba dentro suyo, el que había construido con su nostalgia y su añoranza, con el país real. —Cualquier encuentro con el país real, después de ese país ficticio, que uno va creando en el calabozo, es algo muy reconfortante.—¿Qué cosas sintió que han cambiado?
—Algo que ha cambiado es la actitud tan participativa del pueblo, que precisamente fue la que nos permitió salir en libertad, y que se refleja en ese deseo de manifestar, participar, cacerolear. Eso es algo totalmente nuevo en Uruguay.
—¿Y de la ciudad? ¿Qué cosas quería ver?
—Una persona que ha estado entre cuatro paredes, antes que nada necesita ver el campo, los grandes espacios verdes. Necesita ver el verde que se pierde en el horizonte.
—¿El campo antes que el mar?
—Así es.
—Creo que eso es porque usted es del Interior. Nació en Flores, ¿no?
—Yo fui criado en el campo. Hasta los 18 años nunca viví en una ciudad. Hasta los 10 nunca conocí un pueblo. Pero supongo que todas las personas que han estado encerradas necesitan ver espacios verdes. Por eso en las ciudades tratan de hacer esos espacios, porque la gente los necesita.
[…]
—Si hacemos un rápido repaso del pasado, podemos recordar una serie de principios en que el mln basaba su acción revolucionaria. Principios que pueden ser fundamentales y principios que pueden haber sido determinados por la coyuntura. Si piensa hacia atrás, ¿hay alguna de esas cosas que considera hoy que no sirvieron, que fueron equivocadas?
—Cada táctica revolucionaria se adecua al momento que se vive. Tenemos aquel momento en que iba creciendo el poder militar, que no necesariamente empezó con la dictadura propiamente militar…
—Que empezó con la acción del Ejército en la calle.
—Sí. Reprimiendo, matando estudiantes, interviniendo en ute, militarizando a los trabajadores. En esa etapa nosotros también decidimos ejercer determinada violencia, que no fue excesiva, sino muy medida. Podríamos decir que la nuestra fue una guerrilla de guante blanco, ya que más bien arriesgábamos nuestro pellejo que el del prójimo. Así hicimos cuatro fugas masivas de los penales sin derramar una gota de sangre; tomamos cuarteles sin derramar una gota de sangre. Ese es el tipo de violencia que opusimos a la violencia militar.
—¿Pero hay acciones que hoy no repetiría?
—Contestar esa pregunta significa examinar caso por caso. Y sí, hay hechos que hoy en día no repetiríamos, no avalaríamos.
—¿Por ejemplo?
—Hay cosas de las que se nos acusa, que fueron hechas por militantes que actuaron por la libre y que, en determinado momento, cuando vino la represión, confesaron esos hechos y además colaboraron con la represión. Y ésta los puso en libertad. Como es el caso del peón de Maldonado, en que el mismo que resolvió el asunto, sin consultar a la dirección, fue el que luego denunció. Ese individuo se pasó al enemigo. La prueba está en que quedó libre.
—Usted se refiere al episodio de Pan de Azúcar, al de la granja Espartaco.
—A mí el individuo de quien le hablo me informó de esta manera: “Tomamos un hombre que vivía en un prostíbulo, que no nos merecía confianza y tuvimos que ejecutarlo”. Yo le dije: “Esas cosas no pueden hacerse de esa manera. Hay que llevarlas a la dirección”. Me dijo entonces que sí, que la había llevado, pero después supe que no, que era él quien, por supuesto, había dado la orden. Ese hombre, que se llama Píriz Budes, después de denunciar eso, y de colaborar con la represión, fue liberado junto con Amodio. Sin embargo, se sigue haciendo hincapié en ese hecho.
(Publicado el 5-XII-86.)
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