Un “preso convicto” que
no se arrepiente de nada
"Déjeme pensar de qué me puedo arrepentir. Que yo recuerde, de nada". Así siente el teniente general (r) Gregorio Álvarez, que a sus 85 años transcurre sus días en la cárcel de Domingo Arena procesado por 37 homicidios y acompañado por el puñado de oficiales que la Justicia consideró responsables de la tortura, secuestro y desaparición forzada de decenas de uruguayos. Luego de un largo proceso, Ultimas Noticias consiguió que el ex dictador accediera a una entrevista en la que se mostró cauto en extremo y negó conocer el destino de las víctimas de la dictadura. Por María José Frías "¿Quién dice que hubo desaparecidos?", fue una de las preguntas cargadas de ironía con las que salpicó un reportaje en el que se autodefinió como "un demócrata preso". Antes de llegar hasta el militar hubo que traspasar varios muros. El primero, una larga pared blanca que se extiende sobre la calle Domingo Arena, en pleno barrio de Piedras Blancas, donde dos soldados tienen una lista de los visitantes permitidos por los presos. Desde allí se camina una larga cuadra hasta una pequeña habitación donde los visitantes dan sus datos y dejan cédula, cartera, celulares, dinero y tarjetas de crédito. Solo se puede ingresar comida, bebidas sin alcohol y ropa que no sea negra, gris o verde, que previamente es revisada por un oficial de Policía. Hay control de ingreso de metales y un cacheo completo antes de pasar a la siguiente fase. "¡Visita para el recluso Álvarez!", comunica la oficial antes de franquear el paso a un nuevo camino a campo abierto hasta la reja doble, que abre un militar. Desde allí se accede al patio de la cárcel, una cancha de fútbol con arcos a ambos lados y varios árboles que sombrean la pared blanca del reclusorio, ayudados por varias mallas sombra colocadas este año. Bajo el primer árbol, la sonrisa inconfundible del coronel (r) José Nino Gavazzo. A pocos metros, vestido con una bermuda y un sombrero pescador, el ex gobernante de facto se levanta y extiende la mano. "Teniente general Gregorio Álvarez", se presenta. Y aclara: "Estoy preso. No puedo hablar. No doy muchas entrevistas". Hace varias preguntas personales en tono amable y después, con los ojos celestes fijos en el rostro de la periodista, ordena: "Arranque". -¿Cómo es un día suyo en la cárcel? -Normal. Estamos bien. Nos dan buena comida. No hay diferencias. Todo bien. Leo, escucho la radio y recibo a las visitas, que son martes, jueves, sábado y domingo. -¿Qué extraña de cuando estaba libre? -Tengo muy buena familia y muy buenos amigos. Mi señora y mis hijas vienen a visitarme y los amigos también. -¿Y los militares en actividad vienen a verlo? -Algunos, no muchos. Es difícil. Este es un espacio muy chico. Estamos muy bien acondicionados, en nuestros cuartos con rejas y la gente, con eso del síndrome de la libertad, reacciona de diferente manera. Yo, en cambio, ya estoy con el síndrome del ataúd. -¿Por qué lo dice? -Porque si cumplo con todos los años que me aplicaron, voy a salir con 107 años, así que me hice a la idea de morir acá. -Considerando que está acusado de 37 homicidios, ¿espera que le reduzcan la pena? -Primero me enfrento a lo peor y cualquier cosa que pueda venir, siempre va a ser mejor. -Cuando comenzó este gobierno hubo militares que interpretaron que las palabras del presidente José Mujica eran un signo de reconciliación, ¿usted interpretó lo mismo? -No leí el discurso. Yo, cuando asumí, dije que lo hacía para restablecer el orden institucional. Fue lo primero que dije. Yo quiero colaborar con la paz de este país y por eso me mantengo callado. Lo que me importa es colaborar con la paz y la concordia para los uruguayos. Eso lo dijo nuestro presidente Mujica y también la presidenta que tenemos por tres días (la senadora Lucía Topolansky) dice lo mismo. Por eso no quiero ni debo hablar mal ni criticar a nadie. -¿Qué opina del procesamiento de general Miguel Dalmao? -Eso es un tema de la Justicia. Tendrá sus razones para actuar así. -¿Por qué se niega a dar la información que tiene sobre los desaparecidos? -No, yo no tengo ninguna información. Nunca protegí delitos vulgares. Aquí hubo un estado de guerra interno, no fue estado de guerra, pero hubo estado de guerra interno. La diferencia es que la guerra supone la oposición entre dos países y en la guerra interna no se reconoce en los oponentes la condición de Estado. Aquí se planteó la guerra interna por eso. O eso decían. Aquí se decretó la guerra interna mediante una serie de medidas que aprobó el Parlamento democrático de la época para tratar de solucionar la situación que se vivía. -Pero después ese “estado de guerra interno” pasó y los militares se quedaron en el poder. Hubo torturas, secuestros, asesinatos y desaparecidos. Usted estuvo en el más alto cargo, ¿cómo puede no tener información? -¿Quién dice que hubo desaparecidos? -Todos. El gobierno, los sectores políticos, las organizaciones sociales… -Espere que viene mi señora y la tengo que ayudar con los bolsos (se levanta y vuelve cinco minutos más tarde). ¿Qué me había preguntado? -Le pregunté por los desaparecidos. No se trata solo de que haya denuncias. Hay dos que aparecieron. Encontraron a Ubagesner Chávez Sosa y a Fernando Miranda. Así la existencia de las desapariciones es innegable. -Oí decir eso. Algo leí en la prensa. -Entonces, ¿dónde están los demás? ¿Usted no sabe? -A mí me adjudicaron 37 muertos. He pedido pruebas y testigos cuatro o cinco veces y nada. Aparte cuando desaparecieron esos 37 yo no estaba en Montevideo ni tenía mando, yo estaba en Minas, al frente de la División Ejército IV y sin embargo, me los adjudicaron. -¿Y no tenía conocimiento de estas 37 personas? -Me enteré cuando me acusaron. Son gente que desapareció en Argentina, ¿qué me dice? Yo no iba a Argentina ni tenía personal a cargo allí. Yo estaba en Minas y me ocupaba de la División del este del país. -Pero después encabezó el gobierno y tuvo todo a su cargo… -Porque me fueron a buscar. Yo pasé a retiro el 1º de febrero de 1979 y estuve 31 meses en mi casa hasta que el 1º de setiembre de 1981 me fueron a buscar para que fuera titular del gobierno y restableciera la democracia. Y cumplimos. -¿Y en ese tiempo no ordenó torturar a ningún prisionero? -No. Yo no tengo conocimiento de nada. Podría haber habido. Había rumores que se decían pero hasta ahora dicen. Yo pedía pruebas y no había. -Pero estuvo al frente del gobierno durante cuatro años y ya se reclamaba por los desaparecidos, ¿cómo es posible que no le llegara ninguna información? -No, a mí no. Me llegaba lo que leía en la prensa pero nadie aportaba pruebas. Eran rumores. -¿Y sobre los niños que fueron separados de sus padres y desaparecidos? ¿Tampoco supo nada? -En mi época no. Me llamaron hace poco del Juzgado por dos niños que aparecieron pero no era en la época mía. -Entre 1974 y 1978, cuando desde su rango de general a cargo de la División Ejército IV controlaba el este del país, ¿no ordenó torturas en los interrogatorios? -En aquella época había unas operaciones que se llamaban “Verano caliente”. Para evitar que vinieran los turistas, creaban un clima de conmoción prendiendo fuego en los bosques alrededor de Maldonado y Punta del Este. Entonces teníamos personal que cuidaba y patrullaba. Así formamos la famosa Ocoa (Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas), pero era para evitar que acosaran a los turistas y a la gente bien. -Pero cuando los agarraban, los torturaban… -Yo no, no sé, no me acuerdo. A veces se interrogaba a uno que otro, si había alguna denuncia. Pero no había denuncias concretas. Por esa época ya estaba todo tranquilo. Yo no tengo conocimiento que pasara. En mi División, no. -A la salida de la dictadura se firmó el Pacto del Club Naval y durante años no hubo ningún procesamiento. ¿Creyó que con la llegada del Frente Amplio al gobierno iba a terminar preso? -Nada me sorprende. Yo siempre me enfrento a las peores situaciones porque solucionando la peor, se solucionan las demás. Eso se llama Escala de Hipótesis Negativas Descendentes. Hay que resolver la hipótesis más perversa porque si uno se prepara en lo físico y en lo psíquico para eso, todo lo demás resulta más fácil. Eso me lo enseñó un militar, profesor de Inteligencia Estratégica, que tuve cuando hacía el curso del Estado Mayor. Se llamaba Líber Seregni. -¿Cómo recuerda al general Líber Seregni? -De los muertos no hablo. Fue mi profesor. -Pero después estuvieron en bandos bien opuestos… -No, fue un tema de la Justicia militar. Yo no integraba la Justicia militar. -En su Escala de Hipótesis Negativas Descendentes, ¿lo peor que le podía pasar era terminar preso? -No, lo peor es que voy a morir acá adentro, lejos de mi familia. Estoy convencido de que voy a morir aquí. Yo no me hago responsable de las cosas malas que me adjudican. Cuatro veces he pedido careos con los que me acusan. Es una obligación otorgarlos pero no me los dan. Nadie presenta pruebas. -En la actualidad, ¿tiene contacto con los comandantes? ¿Se siente respaldado por los militares en actividad? -No. Eso no lo analicé y tampoco los quiero comprometer. Yo soy un preso convicto y no quiero comprometer a los que están en actividad. Igual, de los militares en actividad conozco a muy poca gente. -El inspector Ricardo Medina se autocalifica como un “preso político”. ¿Usted se siente también un “preso político”? -Yo no sé lo que es un preso político. Nunca supe lo que era la política. -¿Por qué aceptó encabezar el gobierno? -Si acepté fue porque creo en la democracia. Soy un demócrata preso. Me invitaron de muchos grupos políticos pero nunca integré ninguno. Me invitaron desde la ultraizquierda hasta la ultraderecha y nunca acepté. Siempre fui independiente y sin embargo, me fueron a buscar a mi casa para ser presidente después de estar 31 meses jubilado. Me fueron a buscar por decisión de todos menos uno, que está vivo pero no quiero nombrar. Después, en enero de 1985, cuando ya se habían hecho las elecciones, mis colegas de más alta jerarquía vinieron a decirme que me tenía que ir del gobierno porque mi presencia irritaba a los políticos. -¿Qué les respondió? -No digo palabrotas. Eran los mismos que me habían pedido que volviera. Yo cumplí con lo que dije en el discurso pero después me pidieron que me fuera y en 24 horas me fui. -Usted no fue un presidente electo pero aún así llegó a tener el cargo más alto de este país, ¿creyó que iba a terminar sus días en la cárcel? -No. Yo me había retirado en el año 1985 y esto pasó veintitantos años después. -¿Se arrepiente de algo? -No, que yo recuerde. Déjeme pensar de qué me puedo arrepentir. (Piensa). Que yo recuerde, de nada. Álvarez objetó recurso de su defensora El teniente general (r) Gregorio Álvarez remitió a la Suprema Corte de Justicia (SCJ) una copia de la carta enviada a su defensora, Estela Tonar, donde objetó parte del recurso de casación presentado. En su mensaje, remitido a Ultimas Noticias y al semanario Búsqueda, argumentó que “en nues- tro ordenamiento jurídico no existe ninguna ley que autorice el tratamiento diferencial de las personas sometidas a proceso”. Estableció que en su caso la “prueba de cargo acumulada” es “inexistente”. Marcó que la sentencia no establece por qué es considerado “coautor” de 37 homicidios, que no se hizo “ningún desarrollo probatorio” y que “no se establecen las circunstancias del concierto de voluntades entre dos militares de distinta jerarquía y menos aún de las distintas fuerzas”. Tomó distancia de cualquier acción ocurrida en el ámbito de Fusileros Navales (Fusna), dado que dicha unidad “depende de un oficial general del mismo rango que el que tenía el firmante, con responsabilidades similares pero no compartidas, lo que constituye un error de gran significación”. Para Álvarez, su sentencia “no cumple con lo establecido en las normas”, dado que “los hechos que se dan por probados, no lo están”. Además, acusó a la Justicia de cometer “una grave violación a las garantías del debido proceso” por negarle “por lo menos en cuatro oportunidades el pedido de careo con los denunciantes o testigos”. Muchos jefes y un soldado Domingo Arena es un cuartel con rejas. Los reclusos están en celdas individuales orientadas a un pasillo común que conduce al comedor cuya única puerta da a una pequeña cancha con sus arcos, árboles y tejido de malla sombra. Adentro hace calor y se les permite salir al patio cuatro horas diarias, un poco más los días de visita. “¡Señor!”, dicen los reclusos cuando se dirigen a Gregorio Álvarez. El resto mantiene el respeto correspondiente a su jerarquía, lo que implica una relación “distante” que torna “dura” la reclusión. José Gavazzo y Gilberto Vázquez son los más “cerrados” y algunos no tienen trato con ellos. Por su rango, el soldado Ernesto Soca es otro de los que no tienen contacto casi con nadie y se muestra deprimido. Los presos de Domingo Arena temen que los procesamientos continúen porque ya no quedan celdas libres y no quieren perder su lugar.
|
paaaah el goyo es el number 1.. lo felicito,,tiene unos gÜevos de titanio..ojo que los del prohombre iluminado tabarè emperador de los yoruguas son sòlo güevos de oro ehhh...hay tantooossss que tampoco se arrepienten de nada,,ni de lo que hicieronnn,,ni de lo que hacenn,,ni de lo que van a hacerrr... entre ellos EMILIANO LA TRONCA EL BICHO EL MUDO EL ÑATO MARCELO Y TODO SUS COMBOS... que ayer eran guerrilleros pesados entre los pesados y amtrallaban milicos,plantaban bombas, ejecutaban rosqueros,secuestraban y metìan en la càrcel del pueblo expropiaban y hoy tiran al aire apuntando p`arriba no sea cosa que el tiro bolee a alguno y se les complica el bizcochuelo hecho con los "güevos de ORO"...NO TIREN DE LA PIOLA QUE SE ROMPE.... SE LES TERMINA LA PAITA..QUE JUGADORES,,SIGAN CAGANDO A LOS MÀS NECESITADOS ..HIJO@DE PUTA
ResponderEliminarQUE PENA ME DA ,,,¡ PERDIO LA MEMORIA , SI NO FUERA QUE ES TRAJICO ARIA REIR
ResponderEliminarYUSUL